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críticas chatarras

domingo, febrero 27, 2011

frases de “Fair game” 

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-Joe es nuestro amigo más antiguo.
-¿Y qué tiene que ver?
-No puedes llamarlo un miedoso de mierda.

-Esto viene del otro lado del río. Y al final es NLJ.
-¿NLJ?
-No La Jodas.

-¿Y Niger?
-Usualmente lo pronuncio Níger para evitar la confusión con Nigeria.

Por la forma de los tubos llegamos a la conclusión de que estaban destinados al enriquecimiento de uranio. Y así nos dieron la prueba de que Saddam está construyendo un arma nuclear.

Estamos hablando de cincuenta camiones en un camino, a través de aldeas donde nada pasa por meses, excepto quizás un ómnibus-taxi que sería lo más grande por meses. Decir que lo olvidaron es como si los niños olvidaran la Navidad.

-Cuando dices no sabemos cómo quieren que hagamos esto, ¿qué quieres decir?
-Digo que no sé de que otra forma decirlo...
-Excepto que no dijo yo, dijo nosotros. Entonces usted y los otros discutieron como hacer esto. ¿Porque la CIA tiene la necesidad de planear estas reuniones?
-Lo que dije, no hablaba con sentido.
-¿Qué parte, la ultimo o lo otro también?

Cada vez que interpretas una información, cada vez que escoges un “quizás” en vez de un “puede ser”, estás tomando una decisión. Y ahora mismo estas tomando muchas decisiones pequeñas, que contribuyen a una gran decisión. Pero si sólo hay 1% de que estés equivocado, ¿puedes decir por seguro de que tomarás ese riesgo? ¿Y dirás como hecho que este equipo no está destinado para un programa nuclear? ¿Conoces cuánto es el 1% de la población de este país? Son 3 millones 240 mil almas.

La pared es muy alta, Val, ¿qué quieres hacer? ¿Entrenar un ratón?

-¿Cómo lo hace? Mentirle a alguien a la cara.
-Tienes que saber. Saber por qué mientes. Y nunca olvidar la verdad.

No es Hitler. Lo siento, no lo es. Es Saddam. Nosotros lo pusimos ahí.

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-¿No lo saben?
-¿Qué cosa, Hammad?
-El programa (nuclear) fue destruido en los '90. Los americanos lo destruyeron y lo saben.

La Casa Blanca está siendo engañada. Alguien está escogiendo información errónea y dándosela a la prensa como algo certero. Y entonces nos miran para confirmarlo. Eso es una mierda.

Cuando los ministros de Saddam le preguntaron por qué había ejecutado a cierto oficial que había sido un seguidor leal, Saddam dijo que prefería matar a sus amigos que permitir que sus enemigos vivieran. Para mí esa es la marca de un monstruo.

Buscamos paz, luchamos por ella y a veces la paz debe ser defendida.

(MIENTRAS SE ESCUCHA EL RETUMBAR DE LAS BOMBAS) Tus amigos americanos te llaman en este mismo momento.

Estos científicos son las armas de destrucción masiva si no podemos protegerlos. Se irán al primer país que puedan y los pondrán a trabajar.

Nunca dije esto. Si alguien pregunta lo negaré.

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-No tengo que ir a África para decirte que aquí hay algo mal.
-Tres meses y, ¿qué encontramos? Nada de centrífugadoras. Nada de cake amarillo. Ni armas biológicas. Ni de destrucción masiva. ¿Crees que hay algo mal aquí? Dile al último: la cola va desde la Casa Blanca al Pentágono.
-¿Entonces por qué nadie ha dicho algo?
-¿Por qué crees? Estamos en guerra.

Al final del día, es importante si sacan a esa gente esposada de la Casa Blanca.

-Gracias por venir aquí. Quería trasmitirte mí indignación en persona. Sé que no es fácil pero quiero que sepas cuanto aprecia la Agencia tu silencio en medio de este asunto. No podemos darnos el lujo de que siga esta pelea de cuchillos.
-Me amenazan de muerte todos los días. La gente amenaza con matar a mi esposo, con lastimar a mis hijos. Fui a la Agencia y pedí seguridad para proteger mi familia. Me la negaron y cito: “mis circunstancias se salen de los protocolos del presupuesto”. Si esto es una pelea de cuchillos, señor, ahora mismo la luchamos solos.

Joe Wilson vs. la Casa Blanca. Todo lo que te puedo decir es: ¡buena suerte!

Lo siento, no me atraparán sin luchar.

Es la Casa Blanca. ¡Es la Casa Blanca! ¿En serio crees poder luchar contra ellos y ganar?

-¿Eso me hace tener la razón si grito más que tú? ¿Si grito más estoy en lo correcto? ¿Si soy la Casa Blanca y grito un millón de veces más alto que tú, eso me hace estar correcto? Mintieron, Valerie. Mintieron y ésa es la verdad.
-La verdad, cierto. Pero cuando terminen con nosotros, no sabremos lo que es eso.

Ahora ya nos tienen. Me llamaran un mentiroso y será todo. Porque tienen todo el poder. ¿y que tengo yo? ¿Mi palabra?

¿A quién le eres fiel, a tu esposo o a la CIA?

Tal vez tenías razón. Tal vez debí haberme callado la boca. ¿Fue eso lo que te enseñó tu papá, Valerie? ¿Eso diría el coronel Sam que un buen estadounidense se calla la boca, que un buen estadounidense puede hacer la vista gorda?

-¿Crees que te estoy mintiendo?
-¿Me daría cuenta si lo estuvieras haciendo?

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Cuando estábamos en el frente, entrenando para convertirnos en agentes en el terreno, escogieron a cuatro o cinco de nosotros porque dijeron que sobresalíamos. Nos ataron y nos metieron en celdas diferentes. Nos privaron del sueño, nos golpearon. Solo teníamos que delatar el nombre de alguno de los otros. Sólo un nombre. Te presionaban hasta que lo descubrían. Descubrían el punto en que te doblegabas. Y uno a uno, todos se doblegaron. Excepto yo. Y eso me hizo sentir especial: no pueden doblegarme. No tengo un punto en que me doblegan. Me equivoqué.

Soy de Sierra Leona, de Free Town. Estuviste ahí, ¿verdad? ¿Te gusta Free Town?
Joe, ambos sabemos que Free Town es una pocilga. Es cierto, es cierto, hermano. Sierra Leona está muriendo. Hay demasiada injusticia y corrupción. La gente de arriba tiene demasiado poder. Pero la gente no ve eso aquí. Aquí en los Estados Unidos es un mundo diferente.

Lo que hicieron estuvo mal, Valerie. Estuvo muy mal. Que no se te olvide.

No me importa lo mucho que te moleste si te arrebatan esto. No me importa. Ellos no destruirán mi matrimonio.

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¿Cuántos de ustedes conocen las 16 palabras en el discurso del Estado de la Unión que pronunció el presidente Bush y que nos llevaron a la guerra? ¿Cuántos conocen el nombre de mi esposa? Valerie Plame. ¿Cómo pueden conocer una cosa pero no la otra? ¿Cuándo se transformó la pregunta de “por qué vamos a la guerra” a “quién es la esposa de este hombre”? Yo hice la primera. Pero otra persona la segunda. Y funcionó porque ninguno de nosotros conoce la verdad. La falta cometida no fue contra mí ni contra mi esposa. Fue contra ustedes. Contra todos ustedes. Si eso los hace enojar o sentirse mal representados, hagan algo al respecto. Cuando Benjamín Franklin salió del Salón de la Independencia, una mujer en la calle se le acercó y le dijo: “Señor Franklin, ¿qué forma de Gobierno nos ha legado?”. Y Franklin le respondió: “Una República, señora. Si ustedes pueden mantenerla”. La responsabilidad de un país no está en manos de una minoría privilegiada. Somos fuertes y estamos libres de la tiranía mientras recordemos nuestros deberes como ciudadanos, sea informando de un bache en la calle o denunciando una mentira en el discurso del Estado de la Unión. ¡Hablen! ¡Hagan las preguntas! ¡Exijan la verdad! La democracia no es fácil de lograr. Pero en ella vivimos. Y si cumplimos nuestro deber, en ella vivirán nuestros hijos.

sábado, febrero 26, 2011

el valor de la verdad 

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FAIR GAME
data: http://www.imdb.com/title/tt0977855/

Cine político. La historia clásica del antihéroe, contra todos los poderosos, sosteniendo el valor de la verdad, pase lo que pase. El hombre que se levanta y apunta, desatando la tormenta. La integridad del individuo contra el ejercicio consentido de la hipocresía del conjunto. “Fair game” es una clásica película de cine político (género que, reconozco, disfruto especialmente). Y es la historia real de Valerie Plame, la agente de la CIA que investigó la inexistencia del programa nuclear de Saddam Hussein que justificó la invasión a Irak y cuya identidad fue revelada a la prensa por el entorno de la Administración Bush para tapar las denuncias de un artículo escrito por Joe Wilson, su marido, ex embajador.

La democracia ha sido uno de los raros hallazgos de la Humanidad, un sistema de gobierno totalmente vulnerable, inestable, propenso a las manipulaciones de los poderosos, desalentador a veces, pero, objetivamente, varias veces superior a todos los sistemas de gobierno experimentados en la historia. Su debilidad es, paradójicamente, su fortaleza: todo depende de los individuos. De cómo la sociedad reaccione, de cómo exija, de cuáles son sus valores y, principalmente, de lo que es capaz de hacer por ellos.

En el final de “Fair game”, Joe Wilson habla a un grupo de universitarios y recuerda una anécdota de uno de los Padres Fundadores: “Cuando Benjamín Franklin salió del Salón de la Independencia, una mujer en la calle se le acercó y le dijo: 'Señor Franklin, ¿qué forma de Gobierno nos ha legado?'. Y Franklin le respondió: 'Una República, señora. Si ustedes pueden mantenerla'”.

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En “Fair Game” nos queda esa sensación de impotencia ante la variedad y magnitud de recursos que tienen los mentirosos que ostentan ocasionalmente el poder y que son capaces de cualquier conducta para esconder bajo la alfombra su basura. Pero, a la vez, nos queda la impresión de cuán fácil es, en un sistema democrático, exponerlos cuando cada parte se ocupa y preocupa por hacer lo correcto.

La clave, la clave de toda la película, de todo el conflicto de Valerie Plame y su esposo Joe Wilson, es hacer las preguntas correctas y que quién esté en el poder deba, obligado por la presión del público, responderlas. Quién se niega a responder lo que se le pregunta, quién evade el eje de la discusión, quién ataca con agresiones personales, quién levanta la voz o se muestra prepotente, grosero, mal educado, nos está subestimando como ciudadanos, porque no nos cree capaces de descubrir su juego.

Una línea temática no menor es reconocer cuándo estamos diciendo mentiras y en qué circunstancia, esa conducta, está justificada por un bien superior. Valerie, como agente secreta, ha tenido que mentir, mostrarse como otra persona, manipular. Pero, un punto clave de la trama, es cuando Valerie habla con su padre y éste la enfrenta, en palabras sencillas, con una de esas pequeñas grandes lecciones que suelen enseñarnos de niños: qué cosa está bien y qué cosa está mal. Discriminar eso. Y actuar en consecuencia. Aunque digan lo contrario.

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La historia de “Fair game” se cuenta sola. Un guión correcto como el de Jezz y John-Henry Butterworth, sin hallazgos estilísticos, alcanza para redondear una muy buena película. Mucho más si los protagonistas son los exquisitos Sean Penn y Naomi Watts (¡qué linda que está con trajecito!), a los que no se les cae una mala película ni por casualidad.

Mañana, las mejores frases.e

miércoles, febrero 23, 2011

frases de “Rabbit hole” 

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-A ella no le gustaba esto del grupo de apoyo, al principio.
-¿Hace cuánto están en el grupo?
-Serán ocho años en junio.
-Vaya, no sabía... No me imaginé que estuvieran desde tanto tiempo.

Kevin y Gabby son dolientes profesionales.

-¡Intentas acorralarme para que tengamos sexo!
-No intentaba acorralarte para tener sexo...
-¿Al Green no es para acorralarme?

-No tienes razón en todo, ¿sabes? ¿Y si existe un Dios?
-Entonces diría que es un sádico y un imbécil.
-De acuerdo, Becca. ¡Ya fue suficiente!
-“Adórame y te trataré como a la mierda”. Con razón te gusta: suena como papá.

-Quieres que nos encarrilemos, creo que sería de ayuda mudarnos.
-Nos encanta esa casa.
-Él está en todas partes. Puedo ver las huellas de sus dedos en las manijas...
-Me gusta ver sus huellas.

-¡No me quiero mudar!
-¡Y no quiero otro bebé!

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-No hablo de culpa, hablo de consuelo.
-Ah, consuelo…
-¿Dónde lo consigues?
-¿Consuelo? No lo consigo.
-Pues creo que deberías.
-OK. Ya me pongo en eso. Veré que puedo conseguir en eBay.
-Sólo intento ayudarte, Becca. Ojalá alguien me hubiese aconsejado cuando Arthur murió.
-¿Sabes que quisiera yo? ¡Que dejaras de comparar a Danny con Arthur! ¡Danny era un niño de cuatro años que persiguió a su perro por la calle! ¡Arthur era un treintañero adicto a la heroína que murió de sobredosis! ¡Francamente me molesta que los quieras poner juntos, mamá!
-¡Aún así era mi hijo!

-Cuando Arthur murió, yo estaba tan alterada como ella, pero nunca me desquité con los demás.
-¿Qué me dices de la Sra. Bailey?
-¡Nadie está hablando de la Sra. Bailey!

Bueno, si hoy es el día de la ira, muchos de ustedes saben que me siento un poco más cómodo con la ira. Hablando de ira, me toca lidiar con ella todos los días. Y escucho a los del trabajo y hablan sin cesar sobre pavimentar sus calzadas... o lo que sea… sólo estupideces. Ellos no saben nada. Todavía no les han desgarrado por completo sus vidas.

¡No es sólo el video! ¡No hablo del video, Becca! ¡Hablo sobre Taz, los dibujos, la ropa y todo! ¡No hay ninguna foto suya alrededor! ¡No hay huellas! ¡No hay nada, maldición! ¡Tienes que dejar de borrarlo! ¡Tienes que parar!

Tal vez iba muy rápido... Ese día. No estoy seguro, pero puede que sí. Es algo que he querido decirle. Es una zona de 48. Y tal vez yo iba a 49. O a 50. Usualmente yo miraba la velocidad, y si iba por encima, frenaba, obviamente. Pero... no recuerdo haberme fijado cuando pasé por su cuadra. Así que es posible que haya ido muy rápido. Y... el perro corrió muy rápido... así que viré bruscamente. No sabía... No sabía...

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Bueno... así es como generalmente termina esto, ¿cierto? Te cambia. Literalmente, cambia a la gente.

-¿Alguna vez se va?
-No. Creo que no. Para mí no ha sido así. Y ya han pasado once años. Sin embargo, cambia.
-¿Cómo?
-No sé. No sé. La carga, supongo. En algún punto se vuelve tolerable. Se convierte en algo que puedes sacarte de adentro y llevarlo como un ladrillo en tu bolsillo. Y hasta lo olvidas... por un tiempo. Pero luego lo buscas por cualquier razón y ahí está. "¡Ah, claro! Eso”. Lo cual puede ser feo. Pero no todo el tiempo. Es como si... no es que te guste, exactamente, pero es lo que tienes en lugar de tu hijo. Así que lo llevas contigo. Y no se va. Lo cual está...
-¿Está qué?
-Bien... de hecho.

-Existe un montón de "tús" por ahí, y un montón de "mís".
-Sí...
-Así que esta es sólo la versión triste de nosotros.
-Sí, supongo. Pero hay otras versiones. Y en esas versiones todo marcha a nuestro favor. Asumiendo que crees en la ciencia.

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-Estaba pensando que deberíamos invitar a Rick y a Debbie a una parrillada. Ella nunca me va a llamar. Cree que la odio. Así que... Se la voy a poner fácil.
-¿Una parrillada?
-Será bueno ver a los chicos. Deberíamos comprarle algo a Emily, por su cumpleaños. Cumplió cuatro años la semana pasada.
-Cierto. Está bien. Danny saldrá a relucir.
-Lo sé.
-Ésa va a estar difícil.
-Sí.
-Y el chico... Jason. ¿Le dijiste que no lo culpamos?
-No lo culpamos.
-Lo sé, pero... ¿se lo dijiste?
-Supongo que sí.
-Eso es bueno.
-Puedes hablar con él si quieres.
-No quiero.
-OK.
-Está tan tranquilo.
-Eso es porque le di a Taz un par de tranquilizantes.
-¡Qué chistosa!
-Crees que bromeo. ¿Y qué vamos a hacer?
-¿Sobre qué? No sé. No sé. Elige algo.
-Bueno... Podríamos ir a Village Toys a buscar dulces para Emily.
-Eso probablemente le guste.
-Dulces, sí... ¿Luego qué?
-Luego los envolvemos. Y luego hacemos la parrillada... Y vendrán aquí... E invitaremos a otras personas, para que no sea tan incómodo para nadie. Luego, para hacerlos sentir cómodos, les preguntaremos un montón de cosas sobre lo que han hecho los chicos y pretenderemos que estamos muy interesados. Luego... Luego esperamos a que alguien mencione a Danny... mientras los chicos juegan… Y quizás eso permanezca por un rato. Y después de eso se irán a casa.
-¿Y luego qué?
-No sé. Algo ocurrirá.

martes, febrero 22, 2011

lo irremediable 

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RABBIT HOLE
data: http://www.imdb.com/title/tt0935075/

Hace unos años, en ocasión de tres películas que hablaban del proceso de asimilación de la muerte de un ser querido (en dos casos, un hijo; en el otro, un esposo), esbozamos un modelo del duelo, desde la estructura del guión. Los que quieran consultarlo, está en el número 98 de junio de 2002, de “Super Chatarra Special” (http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/junio2002/algunosapuntes.htm).

Viene a cuento porque está llegando otra película sobre un duelo de la muerte de un hijo: “Rabbit hole”, basada en la obra de teatro de David Lindsay-Abaire, con Nicole Kidman, Aaron Eckhart y Dianne Wiest, con dirección de John Cameron Mitchell (disfrazado de director “serio”, lejos de “Shortbus”).

Si nos apegamos (como simple guía de análisis), a ese modelo de guión del duelo, la película toma la vida de Becca y Howie en pleno duelo. La película entra en la etapa plena de lo que llamamos “la cumbre de la angustia”, el momento en que la ira reemplaza a la tristeza y la resignación.

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Becca está furiosa; no lo está menos Howie, pero él intenta adaptarse a la tragedia, a retomar el ritmo normal de vida. El grupo de autoayuda, el intento de volver a tener relaciones sexuales con su esposa, la especulación de pensar en un futuro hijo. Pero Becca boicotea toda posibilidad: ella está en una serena cólera que explota, implacable, en cada respuesta gélida.

El hecho fortuito que sacude el árbol, que provoca un cambio en la inestable situación estable del personaje, es el embarazo de la hermana de Becca. Porque ahí se suceden los elementos contradictorios: el de la felicidad ajena con la tristeza propia. Hay otro hecho fortuito, funcional al primero: el cruce entre Becca y Jason, el joven que conducía el coche que atropelló al hijo de Becca, cuando éste se cruzó imprudentemente corriendo al perro. Jason atraviesa su propio duelo, dolor que confluye con el de Becca y se asimila.

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Hay dos roles contrapuestos de dos madres que perdieron sus hijos: Gaby (Sandra Oh), del grupo de autoayuda y Nat (Dianne Wiest), la mamá de Becca que, a la vez, perdió a su hijo de treinta años por una sobredosis. Son roles polares: una, tras ocho años de la tragedia, sigue asistiendo puntualmente al grupo de autoayuda, hasta que su esposo lo abandona; la otra, a su manera, ha seguido viviendo.

Ambas son catalizadores para los personajes de Howie y Becca.

Gaby lo es para Howie: su relación es un coqueteo con la perpetuación del dolor, la continuidad del duelo permanente, una herida que nunca se cierra. En la escena en la que Howie visita la casa de Gaby, el personaje se enfrenta a su futuro. Y debe decidir si quedarse en la comodidad del dolor o transitar la vereda áspera de sobrevivir.

Nat hace lo propio con Becca. La escena clave es cuando juntas vacían el cuarto del niño muerto y llevan las cajas con los juguetes al sótano. Toda la vida del niño (todos los recuerdos) se acumulan en cuatro cajas, en un rincón polvoriento. Hasta ahí, Becca no ha permitido la comparación entre su hijo muerto y su hermano. No ha querido que Nat, su madre, comparta su experiencia del dolor. Pero allí, en ese momento, Becca pronuncia las palabras decisivas: “¿Alguna vez termina este dolor?”.

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Cuando Becca y Howie se encuentran en la cocina, en la escena final, ya han decidido que juntos atravesarán la etapa del dolor que continúa. Ella propone reconciliarse con la amiga que se borró durante este duelo y organizar una fiesta; él, aporta la salida a la etapa de la “cumbre de la angustia”, con una receta tan sencilla como atroz: no hay solución posible.

En un notable monólogo final, Howie le indica a Becca los pasos a seguir en la futura fiesta, mimando a los chicos de los amigos, mostrándose interesados en su desarrollo, aceptando que pregunten por el propio hijo fallecido, simulando que han superado el dolor.

Luego, esperar. Esperar que ocurra algo.

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Porque el hallazgo dramático de “Rabbit hole” es que no hay solución posible para la pérdida, que la tragedia nos modifica tan irreversiblemente que dejamos de ser los mismos y que es imposible pensar en un retorno a un estado anterior.

Sobrevivir tal como se esté, sin anhelar volver a ser los mismos. Porque eso que fuimos, irremediable, quedó en el pasado.

jueves, febrero 17, 2011

un Rocky subvaluado 

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EL GANADOR
data: http://www.imdb.com/title/tt0964517/

Hay una poética salvaje del box. Una lírica brutal que cincela la carne a golpe de puños, esquirlas de sangre y sudor esparcidas sobre la lona de un ring. Entre las rejas-cuerdas, dos hombres se enfrentan con un objetivo: que el otro caiga. Algunos boxeadores llevan el ejercicio de la masacre al nivel del arte. Son los Alí, los Sugar Ray, los Locche. Son artistas, artistas de los guantes.

Hay otros que riegan con coraje el cuadrado que pisan, lo único que exhiben, porque el destino no ha sido lo suficientemente generoso para algo más que un inmenso corazón para ganarse el día.

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Uno de esos tipos era Micky Ward, un irlandés americano guapo que sólo sabía boxear cuerpo a cuerpo, tirando zapallazos, rogando por ese impacto que le diera ganada una pelea que solía sostener con el deseperado recurso de poner la cara.

Si ustedes creen que exagero, acá están algunos minutos (¡sólo unos minutos!), como una pobre muestra de sus tres salvajes peleas con Arturo Gatti. Esto no es box, les aviso. Son sólo dos hombres tratando desesperadamente de bajarse del ring con dignidad:



Lo que “El ganador” muestra es una pálida reducción de la verdadera historia de Micky Ward. Arma el mosaico familiar, lo más interesante del filme, el matriarcado, con háren de hermanas incluido. La madre todopoderosa, con esposo sojuzgado que, no contenta de arruinarle la vida a un hijo, va en camino de hacer lo propio con otro. Unos minutos de verlos convivir y uno entiende que la verdadera pelea de Micky Ward estuvo debajo y no sobre un ring.

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El puntal de Ward es su hermano Dicky Eklund, celebridad local por haberlto tirado-empujado a Sugar Ray Leonard en una pelea. A las pruebas nos remitimos:



Dicky vive de la fama de un segundo que pudo haberlo cambiado todo. Sin embargo, ese fulgor pasó y hoy es un patético ídolo local sumido en las drogas. Por más que quiera, en su caída, arrastra al hermano al mismo torbellino del fracaso.

Si el mentor no puede rescatarlo, el otro deberá rescatarse y, a la vez, rescatar al hermano. Una mujer que prima sobre las otras. Y un cambio de timón en su carrera. Decisiones para que, a los golpes y sobre un ring, Micky Ward se aferre a la única chance que le dejó su futuro.

En la vida real, Ward estuvo tres años y medio retirado del box, pavimentando calles como obrero municipal, mientras su mano se cicatrizaba tras una cirugía que implicó un injerto con tejido óseo extraído de su pelvis. Lo que en el filme parece un breve paréntesis del que se sale con voluntad, en realidad fue un éxodo cercano al infierno definitivo.

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Todo lo original del planteo de la película dirigida por David O. Rusell (director de “Tres Reyes” y “I heart huckabbes”), se desmorona en la segunda mitad, la que coincide con el regreso de Ward. La historia se torna un “Rocky” menor. Hasta las escenas de las peleas son rutinarias, poco verosímiles, aunque las batallas de Ward tuviera mucho de ese ballet hollywoodense donde los boxeadores se pegan sin pausa y no se caen y combaten con guardias bajas, exponiendo el mentón a un piñazo destructor.

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La pregunta del millón es cuál es el motivo para que “El ganador” enloqueciera a la crítica argentina, tanto más que “Cisne negro” o “El discurso del rey”. Misterios que se repiten insistentemente en el ámbito local.

Sin ser un bodrío, “El ganador” es un filme que no le hace mérito a la gran historia que cuenta.

Y eso, por la historia que tenía en sus manos, no deja de ser un pecado mortal.

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martes, febrero 15, 2011

un mono y medio 

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TRES MONOS
data: http://www.imdb.com/title/tt1233381/

Más que criticar a “Tres monos”, vamos a especular sobre la película que pudo ser. La película turca del director y co-guionista Nuri Bilge Ceylan empieza con una idea interesante que desarrolla hasta la mitad; luego, prefiere seguir un camino más de melodrama, recargando el tono trágico y perdiéndose de contar “otra” historia. Bueno, ésa es la otra historia que queremos desarrollar en este post.

La historia comienza con el accidente automovilístico que sufre Servet, un político en época electoral, que atropella a una persona en la ruta. Para evitar el escándalo, negocia que su chofer acepte la culpa y vaya un año de su vida a prisión, a cambio de una buena compensación económica.

A partir de ese punto inicial, se da un interesante desarrollo posterior, moroso y lento, pero que le sienta bien a la historia. Aludiendo al símbolo de la sabiduría en el confucianismo (los clásicos tres monos que no ven el mal, no lo hablan, no lo oyen), los personajes de “Tres monos” se guían por este precepto, pero no para no difundir el mal, sino por cobardía. Si no preguntan, si hacen que no ven, si se esmeran en no escuchar, todo seguirá igual y lograrán su camino.

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La primera ficha del dominó lo tira Eyüp, el chofer, que acepta la propuesta sin consultar a su familia. La compensación económica le servirá a su hijo para sus estudios de medicina. Pero el hijo no aprueba el examen de ingreso y no dice nada a su padre. Luego, descarrila su vida. La madre sospecha que el pibe se está yendo a la banquina, pero no dice nada. Él sugiere un negocio (flete escolar) pero necesita dinero, con lo que sutilmente, empuja a su madre a pedirlo al político con el que negoció su padre. Ella se da cuenta que el político le pedirá algo más por ese dinero. Pero no le dice al hijo cuál es el precio. Y cuando el hijo descubre cuál es el pago, vacila entre matar al político o irse sin que lo vean. Elige irse, porque el dinero resuelve muchos de sus problemas, pese a que su madre caiga en la deshonra.

Lo original de la primera media hora de “Tres monos” es que los personajes actúan, respondiendo a lo que los otros hacen, pero evitando “informarse” sobre el tema. La prudencia está pareada con la cobardía y prefieren la degradación de sus conciencias, pero sin pagar el precio de tal reconocimiento.

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Por eso decimos que el tono monocorde, sugerido, en medias palabras, le viene bien a este inicio de “Tres monos”. Porque la acción está en lo que no se dice, en lo que los personajes ven y no quieren admitir, en la tensión dramática y emocional que hay bajo una superficie que se esfuerzan en que parezca tranquila.

Divergimos en que Nuri Bilge Ceylan prefiere seguir por el camino del melodrama y el final tiene mucha menos sutileza que ese primer segmento. La historia se retuerce en giros de telenovela (te quiero, no me quiere, me mato, no te mato) que no le sientan bien.

En su lugar, hubiéramos preferido que la historia siguiera en ese camino de silencios cómodos, hasta que la salida de Eyün de la cárcel le demostrara que su familia, sin su presencia, se ha perdido en el camino. Y que él vuelva a ocupar su lugar de Patriarca, pero sabiendo que reina sobre un territorio corrompido definitivamente. Todo sigue igual que al principio, pero todo ha cambiado. Y él, para seguir el juego, callará cómplice, por el mismo miedo que los ha asociado al juego de no ver, no hablar, no oír.

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Pero claro, esa es otra película, la que imaginamos mientras veíamos el desenlace más convencional de “Tres monos” que, no obstante, no desciende del nivel de bueno. Un apunte al margen para los ojos de Hatice Aslan que nos encandilaron desde el primer fotograma.

domingo, febrero 13, 2011

¿y? ¿cómo viene la mano? 

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127 HORAS
data: http://www.imdb.com/title/tt1542344/

“127 horas” es la odisea real de Aron Ralston, un montañista que se cae en una grieta de un muro, con tal mala suerte que queda con una mano atrapada entre una pared y una roca. Toda la trama del filme se reduce a especular cómo logra sortear la situación, con lo que tiene a mano en su bolso y con el agua escasa para sobrevivir las 127 horas siguientes al accidente.

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Danny Boyle y Simon Beaufoy adaptaron el libro del propio Ralston que contempla un desafío para todo guionista: un tipo, todo el tiempo en pantalla, en una situación en la que no se puede mover. Para resolver este desafío, Boyle recurre a todos su arsenal de trucos: chiches visuales, flashbacks, la banda de sonido, los monólogos-mensajes de Aron para sus familiares archivados en su cámara digital, sueños, alucinaciones, etc., etc., etc.

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Con esta bolsa de trucos, Boyle sale a mano para que el filme no decaiga. Pero la tensión dramática se resiente. Por momento, la mano del director “sosteniendo” la acción queda en evidencia y las costuras del artificio salen a la luz.

Hay otro punto clave en la adaptación del filme, básico para resolver el dilema “¿cómo va a salir de esto, Aron?”, que fue el problema que el propio escalador encontró en la realidad.

Advertencia: de ahora en más, develaremos cosas de la película. El que no haya visto “127 horas”, ABANDONE AQUÍ LA LECTURA DE ESTE POST, so pena de que le contemos el final.

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Boyle no ahorra sutilezas a la hora de la única escena cruenta del filme, la de la amputación de la mano. Es cierto que cuesta pensar alternativas distintas ya que esto es lo que le sucedió realmente a Aron Ralston. Pero hay un regodeo en la descripción de la amputación que busca fruncirnos en el asiento, distrayéndonos del gran conflicto dramático: la alucinación del nene, que hasta ahí no sabemos si es una imagen de sí mismo de chico o es el futuro hijo que Ralston puede llegar a tener si sale de esta trampa. Esa alucinación “justifica” la decisión de Ralston que se había abandonado a su suerte: para que ese niño nazca, él debe cortarse una mano.

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Hay una subtrama interesante, dramáticamente central: Ralston está ahí por haberse “cortado” solo toda su vida. Ha esquivado sus relaciones (románticas, familiares, de amistad) con la certeza de que es “un cabrón que puede cuidarse solo” como se define en un momento del filme. Y, ahora, que necesita una mano (valga la paradoja), nadie sabe donde está porque él ha cortado todos los vínculos que lo conectaban a su persona.

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Ésa es la clave de la historia de Ralston, “escondida” entre la escena de la amputación y los chiches visuales de Boyle: Ralston está en el vientre de la ballena, amarrado a esa piedra, hasta entender qué hizo con su vida. Y, sólo entonces, la amputación se comprende: es el sacrificio que le impone el destino para proveerse de su vida futura, la que contempla una esposa e hijos que, hasta entonces, había esquivado con indiferencia.

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Si uno puede tener estómago para obviar la escena de la amputación y no se distrae con los fuegos de artificio de la sintaxis cinematográfica de Danny Boyle, “127 horas” es un muy buen filme. Pero no es apto para espíritus sensibles, cabe aclarar.

La mención a James Franco, casi todo el tiempo en pantalla, llevando el peso de la película y la acción. Sufrimos con él y participamos de su mutilación como si la sintiéramos en carne propia. Su nominación es merecida, para un personaje y una historia que será imposible de olvidar.

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miércoles, febrero 09, 2011

frases de “El discurso del Rey” 

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-El enfoque clásico, es la cura de Demóstenes…
-Eso fue en la Grecia antigua... ¿resultó alguna vez, desde entonces?

Luche contra esas canicas, Su Majestad.

Yo no tengo “jefe”. Nosotros no “saltamos”. y jamás hablamos de nuestra vida privada.

Lo siento Sra. Johnson. Mi juego. Mi territorio. Mis reglas.

-¿No comenzará a tratarme Dr. Logue?
-Sólo si usted está interesado en ser tratado.

-Creo que aspirar humo dentro de sus pulmones lo matará.
-Mis terapeutas dicen que relaja mi garganta.
-Son unos idiotas.
-Todos fueron nombrados Caballeros.
-Hágalo oficial entonces.

-¿Cobrará por esto, Doctor?
-Una fortuna.

-Seguramente el cerebro de un príncipe sabe qué está haciendo su boca.
-¿Usted no se codea mucho con la realeza, verdad?

-Estuvo usted sublime. ¿Le mentiría a un príncipe sobre la posibilidad de ganarse 12 peniques?
-No tengo idea qué podría hacer un australiano por esa cantidad.

Fácil cuando sabes cómo.

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Siéntate, derecho. La cara arriba hacia la maldita cosa y mira fijamente a los ojos, como haría cualquier inglés decente. ¡Muestra quién está al mando!

En el pasado todo lo que tenía que hacer un Rey era verse respetable en su uniforme y no caerse del caballo. Ahora invadimos la casa de la gente y nos degradamos con ellos. Esta familia está reducida a lo más básico, la base de todas las criaturas... nos volvemos ¡actores!

-No somos una familia. Somos una firma.
-Pero alguna vez, alguno de nosotros debe trabajar.

¡Miró fijo a los ojos de su padre y mintió! Cuando me muera ese muchacho se arruinará a él, a esta familia y a su nación en menos de 12 meses. ¿Quién juntará los pedazos? ¿Herr Hitler, intimidando a la mitad de Europa, Marshall Stalin a la otra mitad? ¿Quién se parará entre nosotros, las botas y el abismo del proletariado? ¿Tú?

¿Tiene el chelín que me debe?

-El viejo cabrón está haciéndolo a propósito.
-¿Morirse?

Fui informado del hecho de que las últimas palabras de mi padre fueron: “Bertie tiene más agallas que el resto de sus hermanos juntos.” No me lo pudo decir a la cara.

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Sabe, Lionel, usted es el primer inglés común... australiano… con el que realmente haya hablado alguna vez. A veces cuando voy por la calle y veo, usted sabe, al hombre común mirándome… me golpea el hecho de saber lo poco que sé de su vida y lo poco que él sabe de la mía.

-No me digas que me comporté mal, Mr. Churchill.
-Al contrario, Su Majestad. La etiqueta dice que la Realeza debe ser recibida por el anfitrión oficial: en este caso, El Rey. No un plebeyo.

-Deja de preocuparte. Herr Hitler resolverá todo eso.
-¿Quién resolverá a Hitler?

El hermano menor empujando al hermano mayor del trono... Positivamente medieval.

¿Hace el Rey lo que quiere o hace lo que su pueblo espera que haga?

-Este tipo podría ser alguien grandioso. Y me está dando pelea.
-Quizá, no quiere ser grandioso. Quizá eso es lo que tú quieres.
-Puede que me haya pasado de la raya.

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No soy un Rey. Soy un oficial naval. Es todo lo que sé.

Esperar que un Rey se disculpe, puede ser una espera realmente larga.

¿Está preparada la Nación para un silencio radial de dos minutos?

Todo tartamudo teme volver donde empezó.

-Ni siquiera puedo darles un discurso de Navidad.
-¿Como solía hacer su padre?
-Precisamente.
-Él ya no está aquí.
-Sí lo está. Está en ese chelín que le di.
-Es bastante fácil deshacerse de él. Ya no tiene que cargarlo en su bolsillo. O a su hermano. No necesita temerle a las cosas que temía a los cinco.

-Le cuento que su marido llama a mi marido “Bertie”. Y mi esposo llama al suyo “Lionel”. Confío que pueda llamarme Liz.
-Su Majestad... usted puede llamarme Sra. Logue

Esos pobres jóvenes lloraban de miedo y nadie los escuchaba. Mi trabajo era ayudarlos a que tengan fe en su propia voz interior y permitirles saber que un amigo los escuchaba.

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-¡Salga! ¡No puede sentarse ahí! ¡Levántese!
-¿Por qué no? Es sólo una silla…
-¿Eh? No es… una silla es...ee.. ¡es la silla de San Eduardo!
-La gente grabó su nombre en ella.
-¡Es la silla donde se sentó cada Rey y cada Reina!
-No me importa cuánta realeza se sentó aquí.
-¡Escúcheme! ¡Escúcheme!
-¿Escucharlo? ¿Bajo qué derecho?
-Bajo el derecho divino… ¡que soy su Rey!
-No, no lo es. Me lo dijo usted mismo. ¡Dijo que no quería! ¿Por qué perdería mi tiempo escuchándolo?
-¡Por qué tengo derecho! ¡Tengo voz!
-Sí. La tiene. Tienes una personalidad más inspiradora y valiente que cualquier otra persona que conozca, Bertie. ¡Serás un maldito gran Rey!

Churchill tenía razón al final Ésta siempre fue la intención de Hitler. Siento muchísimo tener que dejarlo justamente en momentos de crisis. Tengo mucho miedo, Señor, que su prueba más grande... está por venir…

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-Si soy un Rey... ¿dónde está mi poder? ¿Puedo formar un gobierno, puedo subir los impuestos, declarar una guerra? ¡No! Y así y todo soy la base de la autoridad. ¿Por qué? Porque la Nación cree que cuando hablo, hablo por ellos. Pero no puedo hablar.

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Con este alto propósito, ahora llamo a mi gente en sus hogares y mi gente a través de los mares quiénes harán... nuestra causa... la suya propia... Les pido que se mantengan calmos, firmes y unidos en este tiempo de prueba. La tarea será dura. Habrá quizá días oscuros... por delante... y la guerra... puede ser que no se limite al campo de batalla. Pero sólo podemos hacer lo correcto, como vemos lo justo, y con respeto comprometer nuestra causa a Dios. Si todos y cada uno nos mantenemos... firmemente fieles a ello... listos para cualquier servicio o sacrificio que esto demande... entonces... con la ayuda de Dios… deberíamos.... prevalecer.

-Aún está flojo con la W.
-Bueno debo decir que algunas pocas estuvieron bien para mí.

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martes, febrero 08, 2011

el titánico desafío de romper el silencio 

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EL DISCURSO DEL REY
data: http://www.imdb.com/title/tt1504320/

Hay personas que buscan su destino. Y otros, a los que el destino los elige. Albert era el segundo en el trono inglés, el menos agraciado de dos hermanos, chueco, tartamudo, gris. Edward, el futuro rey, le sacaba varios cuerpos de ventaja. Y Albert estaba cómodo en ese puesto de oficial de marina relegado en la Casa Real Británica.

Pero el destino tenía otros planes. Lo señaló para cargarse el futuro de su nación al hombro, en un momento histórico, imprescindible. El tartamudo, el tipo que enmudecía en público, el orador intermitente, se subía al ring para batirse, golpe a golpe, con Adolf Hitler, el maestro de la oratoria del odio. Albert, ya como Jorge VI, debía convertirse en la voz del líder que guiara a su pueblo en, tal vez, su hora más oscura.

“El discurso del rey” es la historia de una epopeya: la de un hombre venciendo a sus miedos. Magistral composición de Colin Firth, con un contrapunto no menos grandioso de Geoffrey Rush y de Helena Bonham Carter. Colin Firth, como Natalie Portman con “Cisne negro”, han elevado el listón de sus respectivas carreras. Nos regalan actuaciones memorables y si no ganan sus correspondientes candidaturas al Oscar será uno de los robos más descarados de la historia de ese premio.

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En algún momento de la película, Jorge V (breve pero sublime Michael Gambon) le dice a su hijo que “en el pasado todo lo que tenía que hacer un Rey era verse respetable en su uniforme y no caerse del caballo” pero que ahora “Nos volvemos ¡actores!” remata con desprecio. Ahí está la clave del filme. En otra época, la tartamudez del futuro Jorge VI no hubiera sido obstáculo para desempeñar su rol. El rey era una figura lejana y sin contacto con la plebe.

Pero a principios del siglo XX, la difusión de la radio modificó drásticamente el modo en que el soberano se relacionaba con sus súbditos. Ahora su voz llegaba a los hogares británicos. Y, pese a que la oratoria no tenía (ni tiene) ninguna relación con la capacidad de gobierno, los millones de británicos lo juzgarían exclusivamente por su habilidad en ese campo. Estamos en el principio del Homo Videns, en el estadista que debe dejar su lugar al showman.

En la hora más negra de la Gran Bretaña con Hitler acechando la isla, sólo un hombre, ante la defección de todos los candidatos, cargaba con la obligación de infundir ánimo en el corazón de su pueblo. Y ese tipo no podía ser otro que el Rey. El mismo tipo que no podía dar dos palabras seguidas sin trabarse.

Lo destacable de “El discurso del rey” es que no se limita a describir el tratamiento heterodoxo que Lionel Logue aplica para resolver el problema de dicción del monarca. No es un documental médico. Es un drama. Y la trama se centra no en la consecuencia (el tartamudeo) sino en la causa, el ninguneo que ha sufrido Albert desde su mismo nacimiento. El conflicto dramático de Albert no es su tartamudeo; el conflicto es su vacilación para imponer su voz. Cuando Albert clame: “¡Por qué yo soy el Rey!”, su tartamudeo habrá desaparecido.

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Lionel no es más que el guía que le muestra el camino al héroe quien se encuentra en la etapa inicial de su negativa a la aventura. Lionel lo llevará al borde y no le soltará la mano: él, antes que todos, ha visto el potencial del rey, en el tartamudeo confuso del segundo en la línea de sucesión.

Hay una sublime escena, el discurso del Rey cuando se inicia la Segunda Guerra Mundial. Es brillante en su construcción porque estamos pendientes, como en una escena de acción, suspendidos por la solapronunciación de una palabra. Y es brillante estéticamente, porque nos revela el fulgor que hay en el idioma, el notable invento de la humanidad que se las arregló para inventar un código con el que poder compartir los sentimientos más íntimos de los que somos capaces: amor, odio, compasión, fe, compromiso, miedo, lealtad, grandeza, justicia.

Hay algo divino en cada palabra, hay algo mágico en el hecho que podamos, con una combinación de fonemas previamente concertados, invocar la presencia de un sentimiento.

Ese discurso lo dio el 3 de septiembre de 1939, S.M.B. Jorge VI desde el Palacio de Buckingham. Para los que saben inglés, vaya de regalo la verdadera voz del monarca en ese discurso, que alguien supo subir a you tube:


sábado, febrero 05, 2011

la dignidad del trabajo 

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LA MENTIRA
data: http://www.imdb.com/title/tt1198385/

Detrás de la muy buena historia de “La mentira”, hay una idea que vale rescatar: la dignidad que nos proporciona el trabajo. Esta película de Xavier Giannoli (el director de la inolvidable “El cantante”, también con Depardieu como un decadente cantante romántico) nos cuenta la historia de Paul, un timador de los caminos que se topa con la epifanía de su dignidad, asomando tras la terminación de una carretera.

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Basada en un hecho real, Paul, mentiroso profesional, arriba a un pueblo francés de capa caída. El poblado cuenta con una desocupación de más del 20% desde que se interrumpió la construcción de una ruta por un reclamo ambiental. A poco de llegar, lo confunden con un empleado de la empresa constructora que suspendió la obra y las fuerzas vivas del pueblo se le acercan para coimearlo. Suponen que, con un buen porcentaje, podrán reanimar la obra y sacar al pueblo de su depresión.

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Paul sigue el juego, para quedarse con los sobornos y escapar con el producto. Pero, de a poco, se irá comprometiendo con los pobladores del lugar, con la alcaldesa (Emmanuelle Davos) y con el reconocimiento de los vecinos. Una idea loca surge en su mente: reabrir la construcción. Para eso recurre a su expertise en el arte del engaño y bicicleteando pagos, falsificando documentación, trabajando con el capital de los sobornos, reabre la construcción de la ruta y, lo más importante, pone de pie a un pueblo que estaba sumido en la desilusión y el abatimiento.

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Hay algo notable en la experiencia de “La mentira”: la construcción de una pista a costo menor que el promedio, cumpliendo con los estándares requeridos por la normativa francesa relativa a las obras viales. La pregunta es, cómo puede un tipo sin conocimientos, lograr lo que no pueden universitarios supuestamente preparados para ejercer estas funciones. El hecho nos deja pensando en las “máquinas de impedir” que suelen funcionar espontáneamente en la sociedad, una predisposición a, antes de pensar en cómo hacer una cosa, elaborar la lista de motivos por la que no puede hacerse. Los recursos para construir la ruta y sacar al pueblo de su depresión económica estaban a la mano de los mismos habitantes, pese a su convencimiento contrario.

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Otra idea para reflexionar es que el trabajo es algo más que desempeñar una tarea a cambio de una retribución económica. Si sólo fuera el dinero que se puede lograr, Paul estaba hecho con la plata de los sobornos. Hasta llegar a ese pueblo, así había sido su vida. Sin embargo, para ser un timador, tenía que ser un nómade, un desarraigado, sin familia ni relaciones. Lo que Paul ve en la construccion de la ruta es algo más que una fuente de ingresos: es recuperar su lugar en la sociedad, ser parte de una comunidad, contribuir con el colectivo humano.

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En épocas (acorde a esta era de desempleo crónico) en las que se postula que la vida de una persona no es su trabajo, sino todo lo demás, examinar este argumento es vital para entender el vacío existencial de la sociedad de nuestros días. No es cierto que el trabajo sea un elemento menor en la vida de los seres humanos. Desde ya que no es exclusivo, pero no es insignificante. La elección de un trabajo, el quehacer cotidiano, es la elección del rol que queremos ocupar en la sociedad, nuestra manera de interactuar con los otros y la decisión que marca de que manera queremos cambiar el mundo. A trabajos basura, vidas basura.

Con su simpleza, su historia lineal sin revoluciones estéticas, “La mentira” es una buena película que merece que le prestemos atención y tengamos en cuenta.

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