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críticas chatarras

miércoles, octubre 30, 2013

juego de capitanes 

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CAPITÁN PHILLIPS
data: http://www.imdb.com/title/tt1535109

Anotemos algunos rasgos del estilo Greengrass: cámara inquieta, look de falso documental, la tensión permanente por la acción física de los protagonistas, confrontación dinámica de personajes con intereses contrapuestos, claroscuros (no es fácil ponerse del lado de alguno de los protagonistas), lucha constante en agonía, agitación y respiración entrecortada, descripción de la naturaleza feroz del ser humano.

Algunas de estas características las vimos en otras películas de Paul Greengrass: en “Vuelo 93”, en la Trilogía Bourne, en “Green Zone”. “Capitán Phillips” replica este estilo particular de contarnos una historia como si fuéramos observadores de la acción, en el lugar del hecho. Pero esta película es además un ejercicio de estilo: un juego de capitanes. El filme es algo más que el secuestro de un barco mercante por piratas somalíes. Es un análisis sobre el peso de la decisión de una serie de líderes (todos capitanes) que deben decidir en situaciones anormales, imprevisibles, con poca información, en escaso tiempo y sin posibilidad alguna de revisión.

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Greengrass se toma un momento para mostrarnos imágenes previas a la acción, en la intimidad, de los hombres que comandarán el grupo: el Capitán Phillips, bañándose y afeitándose; Muse, el capitán de los piratas somalíes, durmiendo antes de emprender la acción; la misma acción de verse en el espejo, del comandante del grupo táctico que intenta rescatar a Phillips de sus captores. En todos los casos vemos la tensión del momento previo, el peso que cae en los hombros de quien comanda y debe cargar con el peso absoluto de sus decisiones.

Los momentos previos no sólo acentúa el estilo de documental que caracteriza a Greengrass. Nos revela la tensión del mando, porque cada personaje sabe, intuye, proyecta, lo que viene. En ellos recae toda la responsabilidad por la decisión a tomar; los otros siguen órdenes, ellos son los responsables de dictarlas y estimar el éxito o fracaso de esa estrategia. Como vemos en la resolución del caso, el resultado se define en centésimas de segundo, con un margen de error de un milímetro. Hay que tomar la decisión sin titubear aunque el azar que implica sólo lo entiende plenamente aquel que ostenta las insignias del mando.

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“Capitán Phillips” confronta tres estilos de mando: dos americanos, uno somalí; dos profesionales, uno amateur. Esto define la contienda. Hay una especie de manipulación paternalista del Capitán Phillips a Muse, el pirata. Lo va guiando, con el propósito de achicar la pérdida de la irrupción en su nave mercante, pero a la vez le enseña la responsabilidad que tiene sobre la vida de sus hombres. En algún momento, implícitamente, se comparan decisiones. Y Muse sabe que ha tomado una decisión incorrecta: seguir ese barco y subirse; una vez subido, no haberse llevado los treinta mil dólares de la caja fuerte y regresar a su aldea. Phillips le ha abierto puertas para que Muse salga por ellas; él decidió no tomar ninguno de los atajos que se ofrecieron. Eso marca también la debilidad de un líder.

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Hay una síntesis perfecta de esos mundos enfrentados (el subdesarrollo y la potencia mundial) en un solo diálogo cuando Phillips increpa a Muse, el pirata con: “Tiene que haber algo más que ser pescador o secuestrar personas…”. “Tal vez en América, Irlanda, tal vez en América…” le contesta, con certera precisión, Muse.

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Desde el punto de vista del guión, llama la atención la poca participación que adquiere la familia de Phillips. Podría no estar al principio y sería lo mismo. La presencia del grupo familiar del Capitán Phillips está presente en la nota que escribe a las apuradas, cuando cree que va a morir, y en la conmovedora escena final del hombre en shock, en la enfermería. Toda la tensión acumulada en dos horas de película, explotan en esos momentos finales.

Como gemas brillando en la trama, dos composiciones monumentales, decisivas: la de Tom Hanks, como Phillips; la de Barkhad Abdi como el pirata Muse.

Mañana, las mejores frases.

miércoles, octubre 23, 2013

frases de “Blue Jasmine” 

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Ansiedad, pesadillas y un colapso nervioso. Hay sólo una cantidad determinada de traumas que una persona puede aguantar hasta que sale a la calle y empiece a gritar.

-Mira... tu casa es acogedora. El vuelo fue turbulento. La comida, espantosa... uno pensaría que la primera clase...
-Pensé que estabas sin dinero...
-Estoy totalmente quebrada, en verdad, el gobierno se llevó todo.
-Todo lo que puedo decir es que te ves muy bien.
-¿Ahora quién está mintiendo?

-¿Qué te parece?
-¡Lo amo! No deberías consentirme tanto.
-¿Por qué no? ¿A quién más voy a consentir?

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Lo conocí en una fiesta y me movió el piso.

Me enamoré del nombre Jasmine.

¿Hay algo que quieras que no tengas?

¿Sabés que nunca he estado en San Francisco? Me quedaré con mi hermana.

Es tan... excéntrico.

-Cuando tu hermana tenía todo ese dinero, no quería tener nada que ver contigo. Ahora que está en la ruina, de repente se muda contigo.
-No sólo está quebrada, está completamente trastornada.

-Ella no se preocupa por ti. ¡Es una farsante!
-¿Por favor, pueden dejar de pelear? No crean que no puedo soportarlo, pero por alguna razón mi Xanax no está haciendo efecto.

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-¿Sabes...? Me escuchás como...
-Discúlpeme... ¿está hablando conmigo?

-¿Cuánto tiempo piensas quedarte con Ginger?
-Nadie quiere irse de aquí más rápido que yo.
-Estoy seguro que esto es una gran caída respecto de lo que estás acostumbrada.

Eliges perdedores porque eso es lo que crees que mereces y es por eso que nunca tendrás una vida mejor.

Ginger me contó todo sobre ti: un minuto estás en la cima del mundo; en el siguiente... ¡puff!... el tipo resulta ser un ladrón.

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Te alegrará saber que perdí cada centavo de mi dinero.

Tu esposo era un sujeto astuto. Estuve allí una semana y supe que le estaba coqueteando a una novia.

martes, octubre 22, 2013

mirá que sos hijo de puta, Woody Allen 

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BLUE JASMINE
data: http://www.imdb.com/title/tt2334873

¡No! ¡No se puede creer! ¡No tenés ningún derecho, Woody! Sos un hijo de puta. Así te lo digo, mirá, con todas las letras. ¿Cuántos años tenés? ¿Cumplís 78, el primer día de diciembre? ¿Cuántas películas dirigiste? Casi cincuentra. Más de 70 guiones. Sesenta y tres años desde tu primer guión para “The Colgate Comedy Hour”. ¡Sesenta y tres años! ¿Y todavía no se te agotaron las ideas? ¿Todavía podés hacer un guión con la capacidad de síntesis, la fuerza dramática y la sublime dirección de una actriz como hacés en “Blue Jasmine”? ¿Y no querés que te diga que sos un auténtico hijo de puta, un guionista y un cineasta de la puta madre? ¡Andaaaaá!

Te voy a decir desde que momento de “Blue Jasmine” empecé a putearte. Desde el minuto uno, mirá. Porque la presentación de personajes que hacés es tan eficaz que dan ganas de llenarte la cara de dedos. Vemos a Jasmine, en un vuelo de línea, dándole lata a su compañera de asiento en el avión. El grado de intimidad de la charla nos sugiere que es una amiga o conocida. Bueno, cuando estamos esperando las valijas nos damos cuenta de dos cosas: la Louis Vuitton es de Jasmine y nos ubica, con economía de recursos, su situación social; además, la compañera de asiento es una perfecta desconocida que no sabe cómo quitarse de encima a su aleatoria acompañante.

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En un par de minutos nos mostraste a tu protagonista: incontrolada verbal; de clase alta y buen gusto; lenguaje sofísticado pero vacuo; venida a menos al punto de mudarse con su hermana adoptiva en San Francisco; viuda, al borde del colapso, sola, tan sola que persigue a una desconocida para pedirle su teléfono. Lección para estudiantes de guión: vean una y otra vez ese comienzo. Así se presenta un personaje. Con una economía de recursos tal que no podemos menos que maldecir al tipo que escribe un principio así, tan rotundo, tan eficiente. (Más aún, para recontraputearte en el final, cuando vemos que esa primera escena preanuncia la última, otro monólogo del personaje ante un desconocido, revelando el tono circular de la tragedia).

Después, al rato nomás, volví a putearte, Woody, por tener tanto talento para elegir una actriz como Cate Blanchett (que seguramente aceptó filmar con vos por unas monedas) y darle la posibilidad de lucirse como nunca (¡justo ella que se luce en todo lo que hace!). No sabés como te puteé por lo bajo, porque Cate está radiante, emana una sensualidad y una clase, que trasciende la pantalla. No pude menos que recordar la piel dorada de Scarlett Johansson en “Match Point” porque la luz de la fotografía de Javier Aguirresarobe brilla en Blanchett. Ella ilumina la pantalla con una irisdicencia propia. Y esa capacidad es clave en el relato contado en flashbacks: son dos mujeres distintas, la del pasado, la mujer de la clase alta neoyorquina; la destruida mentalmente, barranca abajo, en una caída sin escalas ni sostén.

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Insisto, para putearte por el uso del flashback para estructurar la trama en paralelo, saltando entre la Jasmine que fue y la que es. Parecen dos personajes diferentes y ese abrupto contraste es dramáticamente feroz. Sabemos que lo que estás contando es la tragedia de Jasmine; no hay salida, no hay posibilidad de redención. No nos sorprende que no tenga escapatoria y que su derrumbe no tenga fin. Nos mantiene en vilo el esfuerzo por mantenerse a flote, el dramático (y vano) intento por no sucumbir a las fuerzas del destino.

Otra puteada (¡y van cuántas!) por la contraposición del personaje de Jasmine con el de Ginger. Ahí el fino sarcasmo de la historia alcanza un elevado grado de sutileza. Porque cualquier desprevenido contrapone a Jasmine, la ricachona, la mala, la falsa, la interesada, con la pobre, buena, auténtica, generosa, Ginger, la hermana adoptiva de Jasmine. Error. Ginger es la réplica de Jasmine. Sólo que con menos recursos, físicos, culturales, intelectuales. Ginger no es distinta a Jasmine. Y lo muestra la secuencia del noviazgo con Al (Louis C.K., un conocido comediante neoyorquino). Ahí Ginger reemplaza a Bobby en busca de escalar un nivel, según el consejo de Jasmine. Alguien que reconozca una fragancia francesa. Lo ve a Bobby llorando por su amor pero lo desprecia. Cuando Al se revele como un fiasco, volverá sin titubeos a Bobby. No porque lo ame. Si no porque no tiene otro lugar donde cobijarse. La diferencia con Jasmine es que Ginger sabe que juega en las ligas menores y que no puede soñar con jugar en primera. Lo pensó con su ex marido, Auggie. Pero Hal, el esposo de Jasmine, hizo trizas ese sueño. Ahora debe conformarse con recoger los restos y reinar en la mediocridad. Esa natural resignación de Ginger no está al alcance de Jasmine. Por eso la historia de Jasmine es una tragedia y no una comedia.

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Es brillante, tan brillante para putearte otra vez, Woody, ese doble juego de personajes. Ginger y Jasmine proceden del mismo lugar. Ambas son adoptadas. Ambas han sido abandonadas. Y ambas son farsantes. Las dos instrumentan una puesta en escena para ganar la seguridad económica de un hombre. Son una construcción para ganar el amor del otro; pero desconocen el amor. Son incapaces de amar. Que Jasmine no sea ni siquiera Jasmine es un símbolo claro. Se ha inventado un pasado para lograr una seguridad. Pero el pasado siempre acecha, a la vuelta de la esquina, para presentarse y destruir todos los intentos de volver a trepar en la cima del confort económico. No es tan fácil desechar el pasado de uno. Y ése es el drama de Jasmine.

(Me permito, entre puteada y puteada, reflexionar sobre ese doble estándar del género femenino: una mujer económicamente financiada por su esposo es un ama de casa; un hombre, un mantenido).

Las relaciones sociales de Ginger no difieren de las de Jasmine. Es distinto el grado de sofisticación, pero salen a divertirse, pasean por la ciudad, priorizan un restaurante respecto a otro, se visten seductoramente, procuran tener relaciones sexuales. Que el mundo de Ginger sea una grasada y el de Jasmine una afectada refinación, no implica una diferenciación conceptual. Son variaciones menores; pero básicamente son la misma cosa.

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El abandono infantil de las hermanas se observa en la forma que reaccionan ante el amor: Ginger avergonzada en el super por el llanto de Bobby; Jasmine reaccionando con encono cuando Hal le confiesa su amor por una mujer más joven y, para colmo, empleada doméstica. No molesta la juventud, no molesta su escala social inferior. Lo que enfurece a Jasmine (y desencadena una decisión vital que influye en el futuro de Jasmine) es que Hal le confiese que la ama. Nótese que Hal le asegura un futuro económico. El problema no es que su estándar de vida cambie. El dedo en la llaga es que Hal acepta que ama a otra mujer. Es lo único que ella no recibió, ni de Hal ni de nadie. (Recuerden la frase de Hal: “¿Hay algo que quieras que no tengas?”). En uno de los primeros diálogos del film, Hal dice en una escena que se enamoró del nombre Jasmine. Se enamoró de lo que no es, se enamoró de la construcción falaz de Jeanette, de su seudónimo. Y ése es el pecado fundamental del personaje: construir una ficción para obtener una seguridad económica que, desde ya, no garantiza que la amen.

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Se puede simular la felicidad como se simuló la vida entera. Pero la tensión está bajo la superficie: la copa de alcohol en la mano; el tubo con el Xanax en la cartera. Anestesiar el dolor de una vida artificial para esconder que en realidad no nos aman por lo que somos. Ni siquiera por lo que simulamos ser. Saberse inútil: para mantenerse económicamente y para ser amada por sí misma.

La escena final de Jasmine parloteando en un banco de la plaza habla a las claras de las consecuencias de esa decisión de vender un artificio a los otros.

Ésa es la tragedia de “Blue Jasmine”. La auténtica tragedia, mayor a un derrumbe económico personal. Una vida simulada cuando ya es demasiado tarde para retroceder y encauzar el camino.

Lo que decía desde un principio: ¡flor de hijo de puta que sos Woody!

Mañana, las mejores frases.

miércoles, octubre 16, 2013

frases de “Gravedad” 

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¡Aborten la misión! Repito: ¡aborten la misión!

Escuche mi voz. ¡Es necesario que se concentre! La estoy perdiendo de vista en tres segundos. No voy a poder seguirla. ¡Es necesario que se suelte! ¡No puedo ver nada! ¡Hágalo ahora!

-Deme su posición.
-No sé, no sé... estoy girando. No puedo, no puedo...
-Grabe su posición.
-El GPS está caído... no puedo, no puedo...
-Deme una visual.
-¡Te dije que no veo nada!
-¿Tiene una vista del Explorer?
-No... no...
-¿De la ISS?
-No.
-Concéntrese. Use el sol, cualquier cosa, la Tierra... Deme coordenadas.
-No puedo respirar.
-Dra. Stone está quemando oxígeno. Tiene que beberlo, no tragar. Vino, no cerveza.

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-¿Y dónde está su casa, Dra. Stone?
-Lake Zurich, Illinois.
-¿Hay alguien ahí abajo mirando hacía arriba, pensando en ti?
-Yo tenía una hija... una niña con el pelo castaño...

-Bello... ¿no cree?
-¿Qué?
-El amanecer. Increíble.

La mitad de Estados Unidos se quedó sin Facebook.

OK, Tiangong, quédate ahí. Eres mi último viaje.

Voy a morir hoy. Lo sé, lo sé... todos morimos. Pero nadie conoce el día.

No hablo chino.

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Es hora de dejar de conducir. Es hora de volver a casa.

Deberías ver el sol brillando sobre el Ganges. Es maravilloso.

Ryan... es el momento de volver a casa.

Houston, tengo un mal presentimiento acerca de esta misión.

No me gusta el espacio.

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¿Encontraste el vodka?

Cielo despejado con probabilidad de restos de satélites.

Aterrizar o despegar... es lo misma cosa.

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martes, octubre 15, 2013

2013 odisea en el espacio 

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GRAVEDAD
data: http://www.imdb.com/title/tt1454468

La semana pasada, en una charla de café con un amigo, planteé el tema de si el cine actual ya no había gastado las imágenes, si ya no había nada más que nos pudiera maravillar, si no estaríamos ante la era de salir del cine sin decir: “¡Guag! ¡Esta imagen es nueva! ¡Nunca vi algo como eso!”. Afortundamente, al día siguiente fui a ver “Gravedad” en 3D y suspiré aliviado. Todavía hay nuevas imágenes para ver en cine.

Alfonso Cuarón ha logrado una brillante película que luce en varios planos (como suele pasar con las obras maestras). En primer lugar, “Gravedad” exige su visión en 3D. Como muy pocos ejemplos antes (“La cueva de los sueños olvidados” de Herzog; “Pina” de Wim Wenders; el “Alicia en el País de las Maravillas” de Tim Burton), logra explotar al máximo las posibilidades del 3D y le da un sentido, más allá de lo estético, engarzado dinámicamente a la historia. La profundidad de la imagen es vital para situarnos ahí, en el espacio, con la Tierra de fondo, metido dentro del traje espacial de los protagonistas. Las subjetivas potenciadas por las capas en el visor de los cascos, los reflejos, el aliento empañando el cristal, nos pone en la piel de los protagonistas. Y vivimos su odisea, su lucha por sobrevivir, en primer lugar, no ya como meros espectadores, sino como protagonistas. Sin el 3D, pese a la fuerza del guión, el resultado hubiera sido incompleto. Esto no es menor en una tecnología que da sus primeros pasos, no sin algunos tropiezos en el camino.

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Otro factor, es la economía de recursos del guión. Visto en un primer nivel, la trama es muy sencilla (eficazmente sencilla). Un personaje tratando de sobrevivir. Otro, personaje soporte, dándole decisivos momentos para que logre el objetivo. El gatillo disparador es básico: lluvia de basura espacial que arrasa con una simple misión que tenía como finalidad refaccionar el telescopio espacial Hubble. A la deriva, en el espacio, quedan una novata, la Dra. Ryan Stone (con seis meses de entrenamiento previo) y Matt Kowalski, un veterano astronauta en su última misión. Con diez minutos de oxígeno en el tanque de Stone, la pregunta es cómo sobrevivirá a la catástrofe. La historia irá saltando en etapas, segmentos que irán geográficamente saltando de una nave a una estación espacial. En el camino, no sólo se superan obstáculos: se asiste a un crecimiento personal de la protagonista que tenía nulas chances de superar el accidente que lanza la historia.

Pero como decíamos, “Gravedad” opera en una segunda línea interpretativa. En un momento de la pelicula, comprendemos que no sólo habla de una aventura espacial. Que la odisea que vive la Dra. Stone es algo más, es una metáfora de otra prueba a nivel humano. El retorno de la Dra. Stone a la Tierra es el fin del duelo de alguien que ha pasado lo peor que le puede pasar a un ser humano, la muerte de un hijo. Y ha estado suspendida en el vacío, tentada con bajar los brazos, con entregarse a la muerte y al olvido. Esa estadía debe llegar a su fin. No sin dolor, no sin arañazos, contusiones y zamarreos. Pero, en algún momento, la decisión de seguir luchando, de volver a la vida, al mundo que está allá afuera, debe ser tomada. Y esa lectura de la historia de la Dra. Stone es la que torna en nivel de obra maestra a “Gravedad”.

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Hay otra mirada casi zen con la que puede leerse la épica de Stone y Kowalski en el espacio. Los protagonistas parecen almas vagando en el vacío, antes de encarnar para vivir la aventura de la vida. Están a la deriva, en el borde de la belleza, maravillados del mundo que se presenta ante sí. Al alcance de la mano, está el atardecer, los mares, el verde, la fresca brisa, el dorado improbable, el azul imposible, el sol sobre el Ganges. Hay que tomar la decisión de seguir vagando, libre, anónimo, formando parte de la nada, o introducirse en esa realidad, meterse en el paquete carnal y sentir el oxígeno quemando los pulmones, machacarse en el impacto, rasgando cada capa de piel, tambaleante en cada latido, poniéndose al fin de pie y respirar, respirar profundamente, para mirar, desde adentro, el universo intimidador, alucinante, sensorial, abrumador. Formar parte de la experiencia, pese al esmeril del dolor, la ominipresencia de la muerte y el tormento cotidiano de estar vivo.

Para que esas capas de interpretación se sugieran y se corporicen como posibilidades, es fundamental el trabajo de Sandra Bullock, en uno de los mejores (sino el mejor) papel de su carrera. Soportando el primer plano, su mirada refleja el pánico, la decepción, el dolor profundo por una pérdida que ha anestesiado con la rutina. Los planos surrealistas de la ingravidez son un desafío para la actuación. Las posturas no habituales, el cuerpo deslizándose en el vacío, la liberación de un traje, la lágrima girando en el espacio, ingrávida, atípica. Bullock nos da su sensibilidad a flor de piel, en un rol que merece (lo avisamos ya), algo más que la Nominación al Oscar.

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A su lado, George Clooney es decisivo en momentos fundamentales. Él es el hombre con experiencia, el que está por dejar este mundo (el espacio, la vida) y da el empujoncito correcto al que está por empezar la jornada y duda. Su consejo es clave; su serenidad es compatible con la de aquel que ha dejado ya la responsabilidad de la lucha y que se sabe que se acerca al final. Clooney nos da, en cada frase, esa sensación de certeza, de triste certeza, sobre la inevitabilidad del destino.

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Obra maestra, joyita para ver en cine. “Gravedad” nos ratifica que todavía hay historias para contar y nuevas imágenes para ver.

Mañana, las mejores frases.

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