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críticas chatarras

lunes, mayo 30, 2005

fenómeno de masas 

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LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
EPISODIO III: LA VENGANZA DE LOS SITH


Cuando promediaba el "Episodio III", pegué un salto en el tiempo y me encontré, ya no en la butaca de la sala 5 del Hoyts Abasto, un martes a la noche, víspera de 25 de mayo, si no en una tarde de un verano de 1978, en las duras butacas del extinto cine Lope de Vega (en la calle homónima y Álvarez Jonte, en el barrio de Villa Devoto; hoy un coqueto Coto). Tenía entonces casi 12 años, Videla presidente de facto, estábamos por ser, por primera vez, los campeones del mundo en fútbol y yo estaba por terminar 7° grado para entrar al secundario.

Seis películas y casi treinta años después, nos enteramos de cómo empezó todo, de cómo cayó la República y como ascendió el Imperio, apretando a esa galaxia tan, tan lejana, con el puño de hierro del lado oscuro de la Fuerza.

¿Por qué empiezo con este recuerdo? Para entender que cualquier crítica de "La guerra de las galaxias" no puede dejar de lado que esta historia se ha convertido en un fenómeno de masas, que reconvirtió la industria del cine y que desencadenó esta catarata de grandes tanques con efectos especiales de presupuestos multimillonarios.

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Este "Episodio III" raya a gran altura, pero no porque tenga un guión brillante, actuaciones superlativas o un diseño visual cautivante. No. Nada de eso. No se destaca especialmente en ningún rubro. Desde el guión, es una sucesión de escenas con la estética fatigante del videojuego. Salvo Ewan McGregor (que puede alardear, como elogio supremo, que logra proyectar la imagen de Alec Guiness de la primera historia), ninguno de los actores nos da la actuación de su vida. Y aún los efectos especiales, pese al desborde técnico, no logran tener la estética de "El Señor de los Anillos" o "X-Men", por dar dos ejemplos citados al azar.

¿Entonces, por qué funciona? Porque nos tira a la cara todo ese puñado de recuerdos desperdigados en casi tres décadas de vida; porque las bajadas de línea a la realidad política internacional actual, nos hace sentir que nos toca vivir los años del Imperio; porque cuando Darth Vader se calza su máscara, sentimos que la historia nos está mirando y, más aún, lo que nos hace erizar los pelos de la nuca es que fuimos parte de esa historia, de ese gran cuento de caballeros andantes.

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El final de la saga galáctica es la sensación del pariente perdido, la conciencia de una adultez irreversible, la pérdida de la inocencia, la nostalgia por una época irrecuperable.

Todas esas sensaciones juntas significó el estreno de este último capítulo de "La Guerra de las Galaxias", un icono pop de una generación que le ha tocado lidiar con Malvinas, la hiperinflación, el Menemato, la crisis del 2001 y la globalización salvaje.

Si vos también te colgaste de la cuerda que sostuvo a Luke Skywalker y la Princesa Leia, pendiendo del abismo, dándole fuerzas para llegar al otro lado, allá, en 1978, ahora te vas a dar cuenta que ya no estás ni para una vuelta carnero, que lo único que queda es resistir. Resistir y pasar la posta; paciencia y esperar que la próxima generación rescate el sueño de la República y la Democracia, débil luz que brilla en escasos, pero decisivos, corazones Jedi.

Valor. Es así.

Y que la Fuerza te acompañe.

CONSEJO: ¿cómo te la vas a perder?

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p.d.: Escenas: el asalto al Templo de los Jedi; el nombramiento del Emperador en el Senado; la lucha final entre Obi-Wan Kenobi y Anakin; la transformación de Anakin en Darth Vader; la escena en el balcón en el que Padmé llora, ante un Anakin pensativo, a punto de pasarse al lado oscuro. (Tomen nota de esa escena: no hay fuegos artificiales, naves que explotan, duelos a espadas, ni gente cayendo de las alturas; simplemente, dos personajes en silencio, uno a punto de dar un paso irreversible; el otro presintiendo que lo perderá en esa decisión; esa es la escena más emotiva de la película y no hay diálogo, ni acción, en el sentido clásico. Si burbujea de tensión dramática y por eso funciona).

Frases: “Lord Vader, ¿puede escucharme?”, “Sí, mi maestro. ¿Dónde está Padmé? ¿Está a salvo? ¿Está bien?”; “El joven que entrenaste se ha ido. Consumido por Darth Vader”; “Tú eres una buena persona, ¿no es así?”; “¡Ejecute el Plan 66!”; “Nos transformaremos en el primer Imperio Galáctico para la seguridad y protección de la sociedad” (ESTRUENDOSO APLAUSO DEL SENADO) “Así es como la Libertad termina… en medio de un aplauso abrumador”; “¿Qué si la democracia que nosotros pensamos que servimos no existe más, y la República se ha convertido en el Mal contre el que hemos estado luchando para destruirlo?”; “No le temo al lado oscuro como tú. Mi Nuevo Imperio traerá Paz, Justicia, Libertad y Seguridad”; “Recuerda tus primeras lecciones, Anakin. ‘Todo el que gana poder, teme perderlo’. Es igual para los Jedi”, “Los Jedi usan el poder para el bien”, “El bien es un punto de vista, Anakin. Y el punto de vista de los Jedi no es el único válido”; “Una vez más, los Sith gobernarán la Galaxia”; “Estás conmigo o eres mi enemigo”; “Es el fin para ti, mi maestro. Quisiera que fuera distinto”; “¡Tú eras el Elegido! Fue dicho que debías destruir a los Sith, no unírteles. ¡Tú debías equilibrar la Fuerza, no hundirla en la Oscuridad!”, “Yo te odio”, “Eres como mi hermano, Anakin… Te amo”; “No soy el Jedi que debería ser”; “Usa tus sentimientos, Obi-Wan y lo encontraras”; “De ahora en adelante serás conocido como Darth Vader”.

sábado, mayo 28, 2005

desintoxicación 

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CLEAN

Lo aviso y después no se quejen. “Clean” es una película difícil de recomendar. Es lo suficientemente árida para que le cueste entrarle al espectador. Por momentos parece empantanada, por otros parece desbandarse. Pero funciona. El guión de Olivier Assayas (director), Malachy Martin y Sarah Perry nos hace creer que es la historia de una madre tratando de recobrar a su hijo. Mentira. “Clean” (como el título lo señala) es la historia de una desintoxicación. Es el camino de regreso de una adicta que ha hecho lo debido para que nadie arriesgue un gramo de confianza en ella. Y el retorno está hecho de pequeñas vacilaciones, de topetazos y derrapes en la ruta. Hasta que encuentre la paz, simbolizada en esa escena final, en la que la protagonista contempla la naturaleza desde un balcón a la vida.

Desde el punto de vista del guión, “Clean” puede dividirse en varios segmentos. El primer segmento (hasta la prisión de Emily) podemos llamarlo la etapa de la heroína. Descontrolada, agresiva, al borde del colapso, Emily lleva a Lee hasta la muerte. Pudo ser ella, pero el que se hundió en la sobredosis (¿suicidio?) fue su pareja. Emily ni se plantea la posibilidad de recuperar a Jay, su hijo, criado por los abuelos en Canadá.

La segunda etapa, desde la prisión de Emily hasta que tira las pastillas en el subte, es la etapa de la metadona. Emily emprendió el camino de regreso, pero todavía vacila. Ha cambiado una droga por otra, mientras intenta hacer buena letra, pero sin convencerse. Hay dos momentos cumbres en este segmento. Primero, la escena en que el representante de Lee, le pide que no lo vuelva a ver. Emily no tiene a nadie, absolutamente, que confíe en ella. Segunda escena: cuando Emily llora en casa de su amiga, tirada en la cama, extrañando a Lee y su apoyo. Hasta allí no acusó el impacto de la muerte de Lee. Afectó a todos los que están a su alrededor (amigos, parientes, fans), pero nadie se pregunta cuánto la afecta a ella. En esa escena queda clara.

La etapa final es la etapa sin drogas. Emily tambalea pero tiene una meta: recuperar a Jay. Primero intenta adaptarse, como en la cárcel, con un trabajo gris, mal pago. Es una de las máscaras que debe caer. Emily es cantante, nada puede cambiar eso. La segunda máscara se la quita el propio Jay: cuál fue su grado de responsabilidad en la muerte de Lee.

Sin adelantar un final, Emily debe resolver esta etapa (y la película) con una decisión ética. Cuando está por mandarse el zapallazo monumental, como ha hecho en su vida, el padre de Lee le presenta una alternativa. Y esa decisión define su futuro, simbolizada en esa escena final de la grabación y la salida al balcón.

Si bien el guión de “Clean” es claro (no es un juego de palabras), casi matemático, el desarrollo de cada etapa tiene un tiempo muy peculiar, como si se arrastrase, arañando el celuloide. Por eso cuesta encontrarle la vuelta a la historia. Pero si el espectador logra meterse en el juego de la historia, la película funciona.

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Hay dos pilares principales para sostener la sutileza del guión: Nick Nolte y Maggie Cheung. Con recursos mínimos, con más sugestión que efectismo, pero son cómplices de que el filme no caiga en un pozo irremediable. Para destacar la banda de sonido, entre ellos un par de temas escritos por la propia Maggie Cheung (lamentablemente, no traducidos, como en el fundamental tema del final).

Escenas: la de la grabación; el diálogo entre Emily y Albrecht frente al hotel en París; el encuentro entre Emily y Jay en el zoológico. La frase: “Voy a intentar construir una vida, para Jay y para ti”.

CONSEJO: sólo para entrenados en cine arte. Resto abstenerse, so pena de que me insulten a la salida del cine.

fiesta para los ojos 

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LA CASA DE LAS DAGAS VOLADORAS

El año pasado nos regodeamos con “Héroe” de Yimou Zhang, una de las mejores películas del 2004 para esta página. Anoten: llegó la siguiente película de Yimou Zhang, “La casa de las dagas voladoras”. Un escalón debajo de “Héroe”, tanto en lo visual como en el guión; aún así, es una película notable, una fiesta para los ojos del espectador. Uno de esos filmes que exigen verse en un cine con muy buena imagen y sonido.

La China Imperial. La corrupción gubernamental desmorona las estructuras del estado. Bandas de asaltantes al estilo Robin Hood, desafían la autoridad moribunda de Imperio. Una de esas bandas es la Secta de los Cuchillos Voladores (como ven, las dagas se quedaron en el título nomás). Y en una de las regiones chinas, en la casa de citas del pueblo, aparece una corista ciega, Mei, con gran habilidad para la danza y las armas. Dos policías, Jin y Leo, sospechan que la muchacha es la hija ciega del líder de la Secta. Y planean ganar galones, siguiéndola hasta el refugio de la banda. Lo que Jin no tenía planeado es que se enamorará de la bellísima guerrera y que a lo largo del viaje descubrirá que las cosas no son tan claras, como las tenía al emprender la jornada.

“La casa de las dagas voladoras” es una historia de amor y artes marciales, con todo el despliegue visual excelso de este director. Para el que vio “Héroe”, la advertencia es que “La casa…” está por debajo en el rigor de la historia. Es mucho más sencilla, con menos vueltas y grandeza. Si se espera un “Héroe 2”, es casi probable llevarse una decepción. Esta película es otra cosa, aunque comparte con “Héroe” el regodeo visual y una composición exquisita, que elevan al cine a la categoría de arte.

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Destacamos la fotografía de Xiaoding Zhao y la dirección de arte de Zhong Han. Hacemos una declaración de sana envidia: ¿cómo logra Xiaoding Zhao, esos verdes que pueblan el filme? Las escenas en el bosque, pintadas en brochazos verdosos y azulados, son admirables. Cualquier descripción es pobre. Hay que verlos para sentir la variedad de esa paleta cromática.

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Una mención especial, babita oriental, para Ziyi Zhang, Mei, la protagonista central de esta saga de guerreros orientales. Para el calendario, con vestidito verde, sombrerito de junco, espada en mano.

Escenas: la lucha en el bosque, cuando nuestros héroes son atrapados en un cerco de lanzas; el baile de Mei, en la casa de entretenimientos; la lucha final en la nieve, fileteada en sangre. La frase: “Para ser libre como el viento”.

CONSEJO: ir a verla.

martes, mayo 24, 2005

hay una gran mentira en ese título 

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CRUZADA

Que raro explicar como una película de dos horas y media, con todo el despliegue visual de Ridley Scott, con una historia épica tan sugerente, puede despertar el tedio que despierta “Cruzada”. Más allá de los millones de presupuesto, de la fotografía cool, de la reconstrucción histórica, "Cruzada" falla en lo que fallan casi todos los malos filmes: en la historia.

El guión de William Monahan (primer guión en Hollywood; anteriormente novelista) no tiene en claro qué es lo que quiere contar y cuál es su protagonista. No sabemos quien lleva la historia. Por momentos pasa por Balian, lo que es un error, porque está en manos de Orlando Bloom quien, lentamente, se transforma en un adoquín atado al cuello de cualquier producción de Hollywood, cual Penélope Cruz masculino. Si alguien cree que exagero, presten atención a la escena de la arenga previa a la batalla por Jerusalén. Dan ganas de salir corriendo y pedir a gritos por Rusell Crowe.

Pero los errores de casting no disimulan estas brechas de un guión indeciso, que no disimula la alegoría de la política norteamericana. Los protagonistas luchan por un Reino del Cielo, un estado de la conciencia, asediado por los musulmanes. Pero tal Reino fenece no por los que piensan distinto religiosamente, si no por aquellos fanáticos que usan a Dios como excusa para poder descargar su autoritarismo e intolerancia. En algún momento, los defensores de ese Reino sabrán que deberán abandonarlo, dejarlo caer a su suerte, porque esa defensa implica la corrupción de esos principios, de esa ética que significó su génesis. El Reino del Cielo está en el corazón de los hombres justos, de los piadosos, no importa en qué lugar del planeta habiten.

Si esa era la tesis del filme, la historia de Balian parece sobrar y, en realidad debió contarse la historia de Godfrey, el héroe y padre de Balian (el excepcional Liam Neeson que carga con la maldición de la muerte prematura; en "Pandillas de Nueva York" se muere para dejarnos a DiCaprio; no conforme, ahora lo hace con Bloom). Tal vez por eso, los únicos momentos de interés de "Cruzada" se dan cuando se asiste a la intriga política en Jerusalén, para mantener la ciudad tolerante aparte del enfrentamiento con Solimán, el Magnífico. No por casualidad, coincide con los parlamentos de los muy buenos Jeremy Irons y de Edward Norton (oculto tras la máscara de Tiberias, el rey leproso).


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La baba oriental del día de la fecha está dedicada a Eva Green, Sibylla (otro personaje que entró por la ventana) a la que supimos advertir en "Los soñadores" de Bertolucci.

Se destaca la fotografía de John Mathieson (el mismo de "Gladiador"), la reconstrucción de época y algunas escenas de batalla. Poco para un filme del que se esperaba más.

Escenas: la secuencia del sitio de Jerusalén; la patriada de Balián, ante las fuerzas de Solimán. Frases: "Un nuevo mundo. El mejor mundo que se ha visto. Ahí no serás juzgado por dónde naciste, si no por lo que hiciste. Un reino de la conciencia, paz en lugar de guerra, amor en vez de odio. Es lo que se encuentra al final de la Cruzada”; “Debes defender Jerusalén, no porque es noble, si no porque es correcto”.

CONSEJO: esperar al video. Pero si es fanático de las batallas históricas, vaya sólo para ver las peleas.

domingo, mayo 22, 2005

un lugar bajo el sol 

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TIEMPO DE VOLVER

Anoten el nombre de esta película: "Tiempo de volver" ("Garden state" su título original). Es uno de esos filmes independientes chiquitos, emotivos, coherentes, tal vez no del todo completo, pero que logra emocionarnos. No va a revolucionar la historia del cine, pero se gana el precio de la entrada. Y a esta altura del partido, no es poco.

"Tiempo de volver" es la película de Zach Braff, director, guionista y actor, al que algún seguidor de Sony habrá visto en la serie "Scrubs". La historia es simple: Andrew Largeman, actor fracasado aletargado en antidepresivos, regresa a su hogar, para asistir al entierro de su madre a la que no ha visto en años. La oportunidad es buena para que Andrew derive por el pueblo (mediocre, limitado, parco, gris) reconociendo a sus vecinos y amigos, a los que la vida los cambió también. En ese raid existencial, Andrew se cruzará con Sam, una chica extrovertida, emocional, disfuncional, patética por momentos, increíble la mayor parte del tiempo. Su vida cambiará, drásticamente, y empezará a equilibrar las cuentas que han empañado los kilos de Prozac.

La película acierta en el detalle delirante de personajes que bordean los confines de la normalidad. Perros que se masturban, coleccionistas de figuritas del Operativo Tormenta del Desierto, psicólogos al borde del colapso, madres patéticas, hermanos africanos caídos del cielo. Detrás del derroche de personajes pintorescos, está el núcleo emotivo de seres que buscan un hogar, un lugar donde sentirse en casa, definitivamente. En un mundo de personas que pasan por al lado, habrá alguno que nos tome la mano y camine a nuestro paso. Es la moraleja final de una película sencilla, con algún que otro bache, pero que nos gana con su honestidad intelectual.

El buen guión de "Tiempo de volver" abunda en pequeños apuntes poéticos, imágenes simples que definen a los personajes y sus sentimientos: una casa-arca al borde de un abismo; una toma cenital de una pileta en la que se distingue una nadadora alejándose del grupo que chapotea en la profundidad, para acompañar al único que hace pie en la parte baja, marginado en el extremo menos atractivo de la pileta; un personaje que llora la muerte de una persona que no conoce, sentada en medio de un casero cementerio de hámsters (¡y algún que otro pez!); una vieja moto con sidecar, del tiempo de la guerra, única herencia de un abuelo querido. Hebras de una historia que se construye desde el corazón.

Tal vez pueda pedirse a "Tiempo de volver", un final menos convencional o que desarrolle mejor el conflicto entre Andrew y su padre (componente central del relato). Pero esas fallas no logran opacar el mérito que tiene Zach Braff de haber logrado, en su ópera prima, una película que no pase desapercibida.

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Alguien se destaca del elenco: Natalie Portman (una babita a la derecha, plís). Por momento amenaza con desbalancearse y caer en brazos de la sobreactuación, pero sortea el riesgo y en gran parte del filme logra transmitir esa sensación de vulnerabilidad y emoción que necesita su personaje, Sam, el alma gemela de Andrew. En más de una escena, logra enamorarnos de ese personaje que camina por la cuerda floja, portando su corazón en la mano.

Escenas: la de la pileta y la del cementerio de mascotas, ya mencionadas; la primera charla entre Andrew y Sam; la búsqueda del regalo de Andrew, al final del film; el beso en el aeropuerto entre Andrew y Sam (ganador del premio al mejor beso de los MTV Awards, según fuentes no debidamente testeadas); la postergada conversación entre Andrew y su padre.

Frases: "¡Ey! Te conozco", "¿Fuiste a la Secundaria Columbia?", "No. No de la escuela, de la TV. ¿No hacías el papel de deportista retardado?", "Sí", "¿Eres realmente retardado?", "No", "¡Oh! ¡Qué gran actuación! Realmente creía que eras retardado. Yo creo que eres mejor que el chico de Corky, que era en verdad retardado. ¡Si hubiera un Oscar al retardado lo ganarías! ¡Arrasarías! ¡Les patearía el trasero!"; "Ey, hombre. Creí que te habías suicidado", "¿Qué?", "Pensé que te habías suicidado. ¿No fuiste tú?"; "Sabes, hay un momento en tu vida en el que te das cuenta que la casa en la que has crecido no es realmente tu hogar, nunca más. Aún cuando tengas un lugar donde guardar tus cosas, la idea de un hogar se ha ido”, “Yo aún siento mi casa como un hogar”, “Lo verás cuando te mudes, sólo es algo que pasa de un día para el otro. Sólo se va. Y nunca vuelve. Es como tener nostalgia de un lugar que ya no existe. Quiero decir, es como un rito de pasaje, tú sabes. No tendrás ese sentimiento otra vez, hasta que crees una nueva idea de hogar para ti, tú sabes, tus hijos, una familia que empezar, como un ciclo de vida o algo así. Extraño la idea de eso. Puede que eso sea una familia. Un grupo de personas que extrañan un mismo lugar imaginario”; “Es mi vida, papá. Es esto. Gasté 26 años esperando algo para comenzar. Así que no creo que haya mucho para tomar porque es todo lo que hay. Lo veo ahora, es todo lo que hay”; “Tú sabes, nuestros cuerpos son capaces de cosas increíbles cuando estamos sujetos a la ansiedad y al stress. Yo encontré a mi ex mejor amigo acostado con mi esposa, una vez. Y no logré tener una erección en un año y medio, por ejemplo…”; “Puede que no seamos tan felices como siempre soñamos que podíamos ser, pero, por primera vez, vamos sólo a aceptar a ser cualquier cosa que seamos”; “Así que… ¿qué hacemos? ¿qué hacemos?”; “Y sabes que, no tomaré más esas drogas, porque ellas me dejan el sentimiento adormecido. He sentido tan jodidamente adormecido todo en toda mi vida. Y por eso… estoy aquí para perdonarte”; “Lo único peor que un favor, es un favor que involucre dinero”; “Sabes, este collar me trae recuerdos de mi madre. Cuando era chico, lloraba por cualquier razón. Y ella me acunaba, meciéndome adelante y atrás, y sólo puedo recordar las cuentas plateadas rodando alrededor. Y una vez que los mocos me caían de la nariz, ella me ofreció su manga y me dijo que me sonara en ella. Puedo recordarlo, siendo un pequeño chico, diciéndome, ‘Guau… esto es amor… esto es amor’ ”; “Tuve un ataque (de epilepsia) en el estudio legal donde trabajo, y ellos me dijeron que el seguro no podía cubrirme salvo que yo tuviera una cobertura preventiva”, “¿Qué es una cobertura preventiva?”, “El casco que uso… ¡Oh, vamos! ¡Es divertido! Es realmente gracioso, es decir, soy la única persona que usa casco donde trabajo como si fuera un bombero o corriendo en el NASCAR. Pero, ¿qué puedo hacer, no puedo renunciar… su seguro es increíble… qué puedo hacer? Yo río. No estoy diciendo que no llore, pero en la mitad de reír me doy cuenta que tonto es tomármelo todo tan seriamente. Además, espero un buen llanto. Se siente muy bien”; “Es la vida. No es otra cosa, es la vida. Es real y a veces podidamente dolorosa, pero es bastante mejor que lo que tenemos”; “No he mentido en dos días”, “¿Es verdad?”, “No”; “Escucha esta canción. Te cambiará la vida, lo juro”.

Para los que se enganchen con esta película, recomendamos dos links:

El sitio de la película
http://www2.foxsearchlight.com/gardenstate/

El weblog con posts del director, contando como anda la película en el mundo.
http://www2.foxsearchlight.com/gardenstate/blog/

CONSEJO: puede esperarse al video, pero es una buena segunda opción.

jueves, mayo 19, 2005

historia de amor disfuncional 

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CONTRA LA PARED

Una película menor, sin grandes hallazgos, la historia de un amor disfuncional, la clásica relación de reventaditos que hace las delicias del cine independiente. Un buen arranque y sólo eso, una historia que pierde coherencia cuando daba para contar una linda historia romántica. ¿Qué quiso decir Fatih Akin, director turco-germano y guionista del film? Misterio.

Sibel ha tratado de suicidarse. Se cruza en el hospital con Cahit que viene de estampar el coche contra una pared, pasado de droga y alcohol. Sibel le pide que se case con él. No un casamiento por amor, si no por conveniencia: para poder alejarse de su tradicional e imbancable familia turca. Cahit accede. Es sólo un acto solidario. No quiere sexo, ni ninguna otra clase de relación con la joven. Lentamente, Sibel se meterá en su vida cotidiana, en su senda de autodestrucción inevitable y atrapará el salvavidas que le tira la joven, desde la otra orilla.

"Contra la pared" trata de provocar la audacia, con personajes que se drogan, beben, fornican y se cortan las venas, en el momento menos esperado y a la vuelta de cualquier escena. Pese a estas "audacias", esas acciones no nos mueve un pelo, porque rara vez tienen relación con la historia que está contando. Así, la trama se desarrolla en forma morosa, dando barquinazos, para derrumbarse en la hora media final, en un raid de degradación y autocompasión que no tiene mucho sentido dramático. La película afloja. Es una historia más, nada nuevo bajo el sol.

Lo único rescatable del filme es la banda de sonido y los primeros planos de la sugerente Sibel Kekilli (actriz porno en otras épocas más gratas). Poco más para rescatar.

CONSEJO: dejar pasar.

martes, mayo 17, 2005

la diversidad 

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KINSEY, EL PROFESOR DEL SEXO

Pasará desapercibida por las pantallas locales. Con mala distribución, escasos horarios, sin el run-run entusiasta de la crítica (que no obstante la elogió debidamente). “Kinsey, el profesor del sexo” es una notable película, con dos excelentes actores y un tema central: la conducta sexual del animal humano. Muchas interpretaciones, ideas, bajadas de líneas, en el guión del director Bill Condon sobre Albert Kinsey, el primer científico que tabuló la actividad sexual como otra estadística del mundo natural. Anótenla. Sería una pena que pasara de largo.

Albert Kinsey era un oscuro académico norteamericano. Casado, padre de tres hijos, hijo, a su vez, de un puritano pastor protestante, entomólogo. Su minucioso estudio de la avispa agalla (con un millón de ejemplares recolectados) hablaba de su seriedad como investigador, pese que a su obra vegetaría en los anaqueles de la biblioteca, leída por no más de media docena de académicos.

Cuando se vida se encaminaba a un discreto anonimato, con un feliz matrimonio y un sereno cargo universitario, el destino le juega una feliz trampa. Sus alumnos se acercan a pedirle consejos sexuales. Kinsey desempolva los mitos de la moralina de la época y barre con algunas leyendas urbanas. Más alumnos se acercan y Kinsey encabeza un curso de educación sexual en la universidad. Él sabe que no es una tarea inútil. Su matrimonio casi fue al fracaso, de no haber mediado el consejo acertado de un médico.

Lentamente, Kinsey comprende que la tarea lo excede. Que las preguntas de los alumnos no tienen respuesta, sencillamente porque nadie se tomó el trabajo de investigar el tema. Entonces, como científico que es, Albert Kinsey se pone a recolectar información, con el afán exhaustivo del entomólogo. Acopio de datos estadísticos, a través de detalladas encuestas personales, para revelar los patrones de la conducta sexual de la población. “Si no se puede medir no es científico” dice en algún momento. Su trabajo será el primer estudio serio sobre la sexualidad del hombre y la mujer estadounidense.

“Kinsey” es más que una historia científica. Es un alegato sobre la tolerancia sexual, sobre la diversidad y especificidad de los individuos, en la más instintiva y más importante faceta de los seres humanos. Y es un tiro por elevación al fundamentalismo moralista que campea por los Estados Unidos de hoy, el modelo de la casta águila guerrera que encarna George W.

Varias ideas campean por el muy buen guión de Bill Condon. El primero, en la sexualidad, la norma es la diversidad. Así como cada avispa agalla era diferente de otra, a la hora de ir a la cama, cada humano es diferente. No existe “lo correcto”. La cultura impuso sus restricciones sobre la biología. Y la necesidad del individuo de pertenecer a su grupo, lo lleva a contrariar sus impulsos naturales, en busca de una inexistente normalidad. “¿Soy normal?” es la pregunta más frecuente que recibe Kinsey de sus entrevistados.

Otra idea es la banalización del periodismo, trivializando los resultados de la ciencia, en el juego bastardo del escándalo vendedor. Una idea más: la hipocresía y machismo de la sociedad tradicional. Cuando Kinsey revela los patrones de la sexualidad masculina, es recibido con aceptación. Cuando repite el examen para las mujeres americanas, suena el escarmienta. “Les estás hablando de la sexualidad de sus madres y sus abuelas. ¿Qué reacción esperabas?” le responde su gran amor, Clara McMillen, su esposa.

“Kinsey” juega con otra idea, el desarrollo dramático de su protagonista, que se atreve a explorar otras facetas de su propia sexualidad (la homosexualidad; el intercambio de pareja), poniéndole el cuerpo a su tesis teórica.

En la escena del bosque, que cierra las dos horas de película, trasciende una sensación de paz, de admiración muda ante la naturaleza, de la fortaleza de la vida en su estado más puro. Así, con esa sorpresa de la primera mirada, como ese bicho extasiado que pasea por el bosque, ha pasado Kinsey por la vida. Así se ha asomado a la orilla oscura y atormentada del sexo, para descubrir que, cuando caen los preconceptos y los lugares comunes lo que queda es el verdor de la foresta, el olor a tierra húmeda, el crujir de las hojas doradas del otoño sobre los pies descalzos.

El sexo sería mucho más fácil de lo que es, si dejáramos de juzgar al otro, si no cayéramos en la torpeza de postular la existencia de una conducta sexual correcta y única. ¿Cuál es el límite? Lo fija el propio Kinsey, cuando debe entrevistar a un pedófilo: aquello que no sea consentido, aquello que implique lastimar a otro. Ese es el único límite moral.

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“Kinsey” cuenta con dos protagonistas de lujo, dos de esos actores que rara vez pedalean en el aire: Liam Nelson y Laura Linney. Son responsables de gran parte de la eficacia de un filme que hubiera podido caer en la aridez o frialdad. Un destacado especial para John Lithgow, para el patético padre de Kinsey, el pastor mojigato y atormentado.

Escenas a destacar: el diálogo final de Kinsey y su padre; el primer encuentro de Clara y Kinsey en el parque; la mencionada escena del bosque; la clase de educación sexual en la universidad.

Frases: “El sexo es un juego riesgoso. Si no tienes cuidado te corta al medio”; “¿Quién puede decirme que parte del cuerpo humano crece cien veces? Señorita…”, “No estoy segura de saberlo. Y no es correcto que me pregunte eso en una clase con hombres”, “Me estaba refiriendo a la pupila del ojo, joven dama… Y creo que debería decirle que sufrirá una gran desilusión”; “¿Cuándo fue su primera masturbación?”, “Yo inventé la masturbación”; “¿Soy normal?”; “El amor no se puede medir. Y lo que no se puede medir, no es científico…”.

CONSEJO: Se puede esperar al video, pero da para ir a verla.

sábado, mayo 14, 2005

veo gente muerta 

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EL OJO

Está bien, no son japoneses. Pero tienen los ojos rasgados. Otra película de terror con todas las trazas del modelo japonés. Pero los directores (Oxide Pang Chun y Danny Pang) son dos gemelos hongkoneses, con residencia tailandesa. Con una muy buena primera hora, "El ojo" es otra historia sencilla pero eficaz, que logra estremecernos por momentos. Se vuelve predecible al final, le falta altura poética y renguea en el desfile de los personajes secundarios. Pero alcanza para hacer una buena película de miedo.

Mun tiene 20 años. Desde los dos años es ciega. Ahora su vida cambia: recibirá un trasplante de córnea y volverá a ver. Lo que no sospecha Mun es que cuando la bruma postoperatoria ceda, no sólo percibirá el mundo que la rodea, si no que verá aterradoras imágenes paranormales que sólo ella puede ver.

"El ojo" asusta, sanamente y con eficacia, en la primera mitad. Los recursos son básicos, los de siempre. Sombras que pasan fuera de cuadro, personas que están en un lugar donde no deben estar o en una posición anómala (vgr.: el hombre parado en medio de la autopista; el anciano de cara a la pared del ascensor). Detalles fuera de lugar que generan el suspenso, potenciados por el diferencial de información que tiene el espectador respecto de la protagonista. Ella no distingue claramente a la sombra que tiene enfrente y, aunque tema, puede racionalizar esa sombra como la presencia de un ser humano. Nosotros, sin embargo, desde nuestra butaca, sabemos que no es así. Que esa sombra es un fantasma. Y eso provoca el temor.

Cuando "El ojo" empieza a explicar, cede en eficacia, como si saber porqué hay una aparición de ultratumba fuera menos interesante que asistir a su revelación. Al filme le falta cierta dimensión poética que potencie la historia de miedo que está contando. Otra "traducción" del filme, otro nivel de interpretación que realce lo contado.

Lo notable es cómo se vuelven a repetir tics del género de terror japonés. La soledad en la metrópolis superpoblada, la niñez como representante del mal, el video, lo mirado, lo visto, lo que queda fuera del cuadro.

Escenas: la visión de las sombras en el hospital; la escena del ascensor; la escena en la casa de comida. La frase: "Ya no me pregunto porque soy ciega".

CONSEJO: esperar al video. Fanáticos del cine de terror, es una buena opción.

viernes, mayo 13, 2005

oportunidades perdidas 

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HERMANAS

Otra historia de los años de plomo. Otra película con baches notorios, sobre todo en el nivel actoral. Como símbolo, Milton de la Canal, el "enano" de "Kamchatka", que inevitablemente nos invita a la comparación con aquella película soberbia. "Hermanas" sale perdiendo: carece de sensibilidad, sinceridad y sutileza, es una película decididamente prescindible. "Hermanas" flaquea, además, en un guión sin diálogos brillantes, con tendencia al melodrama, esquivando todas las posibilidades de tensión dramática. Fallida, "Hermanas" despertó un entusiasmo en la crítica argentina que, a esta altura, no asombra.

El planteo inicial de "Hermanas" era más que interesante. Luego del Proceso, en 1984, Natalia visita a su hermana Elena quien vive en Texas con su marido. Natalia, militante de los años de plomo, arrastra una duda vital: ¿quién denunció a su novio, militante también, desaparecido? A poco andar, intuimos que Elena tiene, en secreto, la respuesta candente a esa pregunta.

"Hermanas" no abandona nunca el tono de Manual Kapelusz, potenciado por la impostación de Ingrid Rubio por momentos, francamente exasperante. Las oportunidades desaprovechadas son muchas, porque la historia daba para retratar todas las partes en conflicto. Natalia es la militancia, pero también la intolerancia, la soberbia intelectual de una generación con un nulo anclaje en la realidad; del otro lado, Elena, la burguesía satisfecha, la adaptación constante, la lealtad a su familia y a los suyos, a cualquier costo. De esa riqueza de caracteres se esperaba un mayor contenido dramático, un enfrentamiento entre dos hermanas muy unidas que hoy se ven, se sienten, alejadas, intuyendo porqué, sin atreverse a blanquearlo.

Un punto no menor, porque tiene que ver con la memoria. En una escena, vemos el operativo militar para capturar a Martín, el novio de Natalia, escondido en una casa en una isla en el Tigre. La fuerza de tareas viste uniformes y sube a una lancha de Prefectura con matricula. En otra escena, el padre de Natalia es llevado de su casa por otro grupo de las fuerzas de seguridad (sic) y la madre y sus hijas hacen el aguante en un pasillo de la comisaría, a la espera de conocer novedades de su detención. En la época del Proceso, muy excepcionalmente se hacían estos operativos por "derecha"; no había uniformes, placas de identificación ni lugar a donde ir a reclamar por los detenidos. No parece un detalle menor para un filme que pretende mantener viva la memoria de esos años.

CONSEJO: dejar pasar.

miércoles, mayo 11, 2005

genes argentinos 

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WHISKY

Comedia uruguaya con genes argentinos. "Whisky" está inscripta en esa dinámica desganada del cine independiente argentino, con personajes grises, sin pasión ni dirección, que repiten, una y otra vez, sus acciones mecánicas, sin posibilidad de cambiar, de alterar sus vidas que avanzan en círculos concéntricos predeterminados. Sazonada con una feroz ironía, un humor negro que se destila en una carcajada amarga. "Whisky" funciona, termina siendo una buena película. Pero sólo hasta el bueno, como si hubiera más potencial en la historia a contar que la efectivamente contada.

"Whisky" es la historia de Jacobo Keller, un patético empresario textil que maneja (es una forma de decir) una precaria fábrica de medias, con dos obreras y una capataz. Jacobo es el tipo que se ha quedado en Uruguay a cuidar de la madre enferma. El otro hermano, Herman, triunfa en Brasil (también como empresario textil, también fabricando medias) y se ha despreocupado de lo que ha quedado en casa. Ahora, un año después de la muerte de su madre, Herman vuelve. Y Jacobo no encuentra mejor manera que recibirlo que pedirle a Marta, su capataz, que simule ser su esposa durante su estadía.

Ese es el triángulo que ejecuta la mínima acción de la película. Repeticiones, rituales cotidianos, silencios y agresión nunca dicha. Jacobo está tan ensimismado en su enojo, en su furia contenida, que es incapaz de ver a Marta que ofrece oportunidades para estar a su lado. La ve como una entidad existente del paisaje, como una propiedad que estuvo antes y estará después, no importa lo que pase.

"Whisky" cae en los vicios de nuestro cine. A una muy buena presentación de personajes y planteo del conflicto, el medio decae en la postergación, indefinida, de la confrontación dramática. Hay una característica del cine independiente local de menospreciar el diálogo, esconder la palabra y realzar la falta de acción. La historia de los hermanos Koller exige cierta explosión, cierto cruce entre los hermanos, que jamás se realiza. Todo se efectúa en un segundo plano, en un lucha sorda entre bambalinas. Pero no se explícita. El espectador asiste a la superficie del lago, con alguna que otra onda que evidencia la pugna subterránea. Pero nada más que eso.

El elenco es notable y parejo, en sus patéticos roles, bordeando lo kitsch y lo vulgar. Máscaras tragicómicas, sostienen el árido guión. Dos cameos honorarios de esta estética indy: Daniel Hendler y Ana Katz (la pareja de mieleros argentinos en el hotel). La frase: "Es precioso".

CONSEJO: esperar al video.

viernes, mayo 06, 2005

el susurro de las palabras 

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LA INTÉRPRETE

El que vaya esperando un film de acción, con persecuciones y explosiones, se va a quedar bañado y sin fiesta. "La interprete" es una película con la estética de los thrillers políticos de los '70. Por eso, en este vértigo post 2000, parece que renguea. Pero no deja de estar hecho con mucho oficio, aunque sin grandes hallazgos. Uno de esos filmes que dan mejor en el video o el cable que en la pantalla grande.

El planteo de la película tiene un gancho fuerte: una intérprete de la ONU, especialista en un poco conocido dialecto africano, escucha accidentalmente una conversación en la que se planea un atentado a un dictador que vendrá a exponer a la Asamblea de las Naciones Unidas. La mujer deberá convencer a los investigadores del Servicio Secreto de que dice la verdad, gambeteando simultáneamente las represalias de los que planean el atentado que están al tanto de su involuntaria presencia.

Gran parte del filme es el esfuerzo del detective del Servicio Secreto, Tobin Keller, para vencer la resistencia de Silvia Broome, la interprete en cuestión, que calla más de lo que dice. Por eso "La interprete" es un filme de diálogos, más que de tiros. Y a veces, esa gimnasia de palabras, no es lo todo brillante para atraparnos por entero.

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¿Qué podemos disfrutar en "La interprete"? Primero, a Nicole Kidman con flequillito, muy linda la rubiecita. Segundo, los parlamentos de Sean Penn, uno de esos actores que revelan un tono trágico con una mirada. Tercero, los interiores de la Asamblea de la ONU que permitió, por primera vez en su historia, que se filmaran locaciones en el interior de su edificio. Cuarto, algún momento de intriga, bien construido. No hay mucho más en el filme que se deja seguir, pero sin que nos pegue en realidad.

El dato cinéfilo: el jefe de Sean Penn no es otro que el director, el veterano Sidney Pollack. Catherine Keener, como la agente compañera de Sean Penn, daba para un personaje con un poquito más de vueltas.

Escenas: la de la bomba en el colectivo; la escena inicial en el estadio de fútbol derruido; el diálogo de Silvia con el dictador; el diálogo en el colectivo entre Silvia y Kuman-Kuman.

Frases: "¿Por qué alguien toma una foto y escribe los nombres de cada uno atrás? Esta es una lista de la muerte. La pregunta que debería hacerse no es '¿quién me dio esto?' si no, '¿por qué?'"; “Si yo tradujera ido como muerto, perdería mi trabajo. Si ido y muerto fuera lo mismo, no estaríamos en la ONU”, "Su profesión es jugar con las palabras, Ms. Broome”, “Yo no juego con las palabras”; “Usted piensa que no ser atrapada mintiendo es lo mismo que decir la verdad”; “En la cultura Ku, cuando alguien es asesinado hay un año de duelo. Cuando se cumple el año, el asesino es arrojado al mar. Él está amarrado y no puedo liberarse. Se dice que si lo dejas morir, entonces tendrás justicia, pero consumirás tu vida en el duelo. Si lo dejas vivir, la acción por sí misma aliviará tu pena”; “La venganza es una débil forma de la pena”.

CONSEJO: esperar al video.

miércoles, mayo 04, 2005

el país del segundo mejor 

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WHISKY ROMEO ZULU

Por varios motivos, "Whisky Romeo Zulu" nos reconcilia con el cine argentino. En primer lugar, porque es posible denunciar este estado de cosas, sin caer en el lugar común del marginal villero drogadicto boleteado por la policía. Segundo, porque se puede contar una historia, con todos los recursos cinematográficos a disposición, sin necesidad de caer en la "genialidad" del personaje que se quede callado mirando a cámara. Tercero, porque prueba que buen sonido y fotografía ayudan a contar una película. Cuarto, porque "WRZ" habla de una historia particular (la del comandante Enrique Piñeyro que tuvo que renunciar a su trabajo en LAPA por que sus denuncias sobre la seguridad de los vuelos, denuncias que no fueron escuchadas) pero en realidad habla de una historia más grande, una historia de 36 millones de argentinos: la de un país mafioso que condena a su gente a la resignada elección del segundo mejor.

Enrique Piñeyro, actor, director, guionista del filme, pero además, el comandante de a bordo que vivió, personalmente, los hechos que narra, se encontraba con una difícil elección a la hora de contar el accidente del Boeing 737 de LAPA, que en agosto de 1999 salió a corretear por la avenida Salguero. ¿Cómo generar suspenso con una trama que tiene un final conocido? Astutamente, Piñeyro eligió contar todo lo que llevó al accidente, la maraña de chicanas y avivadas criollas, de una empresa que bajaba precios ahorrando en seguridad, con la vista gorda de la Fuerza Aérea Argentina, supuesta autoridad de control. El film termina con el accidente. Lo que estaba anunciado se dio, como una profecía autocumplida. No había necesidad de continuar con más.

Piñeyro alterna tres historias entrecruzadas: su propia carrera en la compañía; la investigación del fiscal en la causa del accidente y la historia romántica, entre Piñeyro y su amada de la infancia. Rompiendo el orden temporal, las historias se mezclan, dando la sensación de una continuidad lineal que en los hechos no tiene (ejemplo: la intromisión a la casa del secretario del juzgado que parece suceder en la casa de Piñeyro, hecho que pertenecen a distintos momentos en el tiempo).

(Algunos críticos coincidieron en que la historia de amor no es funcional a la historia. Es cierto que la línea de los problemas de seguridad en los vuelos, es la historia a contar, la historia del romance no sobra. Sostiene esa idea de un país en el que sus habitantes deben archivar sueños, sea volar un avión, sea amar a la mujer de tu vida).

Un acierto de Piñeyro es que hay que esforzarse para hallar, en esta historia, a un villano. La mayor parte de los cómplices del afán de lucro negligente de los directivos de la empresa, actúan inocentemente, como si no tuvieran otra opción. Son los tipos que enfrentan a Piñeyro con la excusa de que para él es más fácil, por su posición económica. Más aún, son los psicólogos en pantuflas que lo señalan como "un tipo complicado", infantil, autodestructivo, traidor, inestable. Epítetos que descalifican al hombre, pero no a la denuncia: que LAPA relajaba los criterios de seguridad, para hacer rentable a la empresa.

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Esa línea es la más fuerte del relato: el comportamiento mafioso como un pacto implícito de toda una sociedad que se autoengaña, que se dice que sólo está tratando de sobrevivir, de zafar, de mantenerse a flote. No hay ningún crítica ética a lo que se está haciendo. No hay responsabilidad individual ante la decisión que afecta a terceros. Se argumenta que otros lo hacen. Por eso sólo ya es válido.

Una segunda interpretación a "WRZ" es la constatación, trágica y siniestra, que en Argentina, los que actúan correctamente, siguen la ley y cumplen con su trabajo, tendrán todas las posibilidades de terminar destruidos. Enrique Piñeyro tiene que dejar la ilusión de su infancia de lado, tiene que dejar de volar. No porque no sea idóneo, si no, justamente, por lo contrario. Igualmente, cuando tenga a su amor al alcance de la mano, esa pulsión por la verdad le jugará en contra.

Los responsables del crimen de decenas de personas, no alteran sus vidas: siguen lucrando y caminando por la calle. Los otros, los que afrontaron el riesgo de señalar los peligros, deben cambiar de profesión, buscar un segundo mejor y guardarse sus sueños en el bolsillo trasero del pantalón. Es una definición de porqué nos va como nos va y de las perspectivas sombrías que nos espera como nación.

Del elenco parejo (con mejores o peores momentos), nos quedamos con la actuación de Mercedes Morán (linda mujer, no nos cansamos de decirlo) que aporta su clase de gran actriz sin desbordes.

Escenas: la despedida de Enrique y Mercedes Morán; los títulos finales, un collage de auténticos testimonios televisivos, donde se destaca el broche final, mezcla de obsecuencia y descaro, de Bernardo Neustadt; la azafata que cruza una mirada aterrada con Piñeyro, poco antes de cerrar la puerta del avión; la charla entre Piñeyro y Alejandro Awada, en el café del aeropuerto, tras el reemplazo de Piñeyro por negarse a partir en un avión que no estaba en operaciones.

Frases: "En una empresa normal, a mí me rajarían de una patada en el culo y vos estarías volando", "En una empresa normal, no tendríamos esta conversación", "En un país normal no tendríamos esta conversación"; "Y... volá con precaución"; "Una cosa es la reglamentación y otra la realidad. Acá volamos de otra forma"; "¿Qué quiere? Estamos en Argentina..."; "La empresa se está expandiendo y hay que poner el hombro, che".

CONSEJO: imperdible. Ir a verla.

LINKS:

Enrique Piñeyro anunció, en distintas notas periodísticas, los peligros que suponía no cumplir con la reglamentación de seguridad en los vuelos de pasajeros. A continuación, un filtradito de sus notas en Clarín:

http://www.clarin.com/diario/1997/09/17/e-04701d.htm

http://www.clarin.com/diario/1997/09/25/e-05801d.htm

http://www.clarin.com/diario/1997/05/19/pine01.htm

http://www.clarin.com/diario/1997/05/08/e-04801d.htm

http://www.clarin.com/diario/1997/01/16/piney-01.htm


Por si nos queda alguna duda de las complicidades compartidas, dos muestras del periodismo nacional, a propósito del film de Piñeyro:

Enrique Piñeyro, director y protagonista de esta película en la que se interpreta a sí mismo, fue piloto en esa empresa entre 1995 y 1999, algunos meses antes del accidente. De acuerdo con lo que informa el guión, la documentación que lo acompaña y testimonios de la época, Piñeyro, en su renuncia, advirtió no sólo sobre la «posibilidad» sino la «inevitabilidad» de alguna catástrofe, atribuible según él a las deficientes condiciones de mantenimiento y a las normas de seguridad, no observadas ni por los directivos de la compañía ni por las autoridades de Fuerza Aérea.

Marcelo Zapata
Ambito Financiero


"Whisky Romeo Zulu" queda, pues, como una producción ambiciosa en cuanto a su tema, que busca la complicidad del público a través de una mirada algo parcial y, sin duda, poco dispuesta a la discusión.

Adolfo C. Martínez
La Nación

martes, mayo 03, 2005

haciéndose querer 

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LA GRAN SEDUCCION

Una historia chiquita, bien contada, agradable, sin grandes hallazgos. "La gran seducción", película canadiense, es uno de esos filmes amables, con buenos momentos, engañosamente sencillos. Si se rasca la superficie, podríamos hallarle algunas mejoras al guión de Ken Scott, algún personaje mal aprovechado, la ausencia de algún diálogo brillante. Pero como está, alcanza para contar una historia que no pase desapercibida.

Ste. Marie-La Mauderne es una islita pesquera al norte de Quebec. El pueblo viene en picada desde que los peces cambiaron de hábitat y la única industria de la isla se fue a pique. El escaso centenar de habitantes vive de los cheques de la seguridad social que "duran 15 días, pero la vergüenza dura todo el mes". (Apunte criollo: vení a la Argentina y en un par de meses no te dura, ni una cosa, ni la otra). Algún empresario oportunista está interesado en poner una fábrica pero, por motivos del seguro, necesita que exista un médico permanente en la isla, de lo que carecen hace 15 años.

Al pícaro Germain, poblador ilustre del Ste-Marie, se le ocurre una estratagema. Conseguir a un candidato, a prueba durante un mes, y enamorarlo de la isla. Recurriendo al espionaje, los habitantes de la isla actúan, las 24 horas del día, y por todo un mes, para convencer al incauto médico de que son una cosa diferente de lo que son. Cricket, lomo al strogonoff, pies fetichistas, jazz moderno, todo es un buen recurso para que el Dr. Lewis decida quedarse cinco años más en la pequeña población.

"La gran seducción" acierta en la descripción de momentos muy graciosos, los pequeños tejes y manejes de los pueblerinos para "vender" su lugar. Sin embargo, la historia no va más allá, no intenta ninguna justificación sobre el amor, el orgullo de lo propio, el deseo de ser aceptado y de lo imposible de cambiar, de ser otro, para que nos acepten. Esa falta de peso específico, de toda dimensión adicional, perjudica el potencial del filme que daba para contar mucho más de lo que cuenta.

Que quede en claro la observación: podía ser una obra maestra; queda en una buena comedia con color local. El vaso medio lleno o vacío, según se lo mire.

Un personaje muy mal aprovechado es el de Eve (la hermosa Lucie Laurier), la única que no sigue el juego de Germain, la única en la isla que maltrata al recién llegado y lo pone en evidencia. Era un personaje para tener más peso en la historia y se queda en un par de líneas, amén de la forzada intervención final.

Escenas: el juego de cricket para darle la bienvenida al Dr. Lewis; la farsa de los "200 habitantes", al empresario oportunista; las escuchas telefónicas a Lewis, mientras ratonea a su novia citadina por teléfono. Frases: "¿Aprenderían a jugar al cricket?", "No", "Es un trato"; "Eres un simple...", "¡No lo digas! ¡No digas eso!", "... cajero automático", "Lo dijo...".

CONSEJO: esperar al video. Pero puede ser una segunda opción light, en cine.

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