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críticas chatarras

viernes, septiembre 29, 2006

dos tipos bananas 

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DIVISIÓN MIAMI

Lo peor que le puede pasar a una película inspirada en una serie es que, en la mitad de su proyección, empecemos añorar a los protagonistas de antaño. Eso pasa con esta versión de “División Miami”, un largo capítulo doble de televisión, esto es, una fallida película de cine.

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Hay dos problemas centrales en esta versión cinematográfica. Primero, la falta de química de la pareja central (cosa que le sobraba, con creces, al dueto de la serie). Lo de Colin Farrell está un escalón más abajo que lo de Jamie Foxx, pero eso no salva a uno y condena al otro: juntos no funcionan. En ningún momento nos venden que son los dos policías más bananas de Miami.

El otro problema es que la historia policial no tiene el mínimo interés. Es muy previsible, sin peso específico, casi en piloto automático. Si no asombra estructuralmente, ni en la intriga ni en la naturaleza de los personajes, entonces ¿qué queda?

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La debilidad del guión del propio Michael Mann (productor de la serie original, director de “El informante” o “Colateral”) lo lleva a recurrir algunos malabares, trucos con la edición, la fotografía o la iluminación, para darle vida a un relato que, por sí, no deja nada.

“División Miami” es una de esas películas que pasan de largo y no nos dejan su recuerdo cuando salimos del cine. Apenas Gong Li cruzada de piernas y alguna que otra escena o frase. Anótese otra debilidad: el pobre desarrollo de los personajes secundarios (el equipo que acompaña a los policías centrales, apenas son esbozos de personajes). Un comentario al margen para el español Luis Tosar (“Te doy mis ojos”) como el Arcángel, el villano de la historia.

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Escenas: la discusión de Crockett y Tubos con José Yero, el lugarteniente del Arcángel; por lo ridículo (y descolgada de la historia) el viaje a Cuba. Frases: “Tiempo es suerte”; “La gente vendrá aquí y dirá: ‘Bonito papel tapiz. ¿Qué es? ¿Un Jason Pollock?’, ‘No, es José Yero, salpicado en toda la pared’”; “Me gustas. Eres duro. Pero no tu socio”, “¿Ehy? ¿Quieres tirártelo o hacer negocios entre nosotros?”.

CONSEJO: esperar al video. Sin apuro.

miércoles, septiembre 27, 2006

plegamientos en el tiempo 

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LA CASA DEL LAGO / REGRESIONES DE UN HOMBRE MUERTO

Géneros diferentes con un tema en común: plegamientos en el tiempo. Una variación del viaje en el tiempo. No es un personaje que se mueve hacia atrás en la flecha del tiempo y, desde su nueva posición, cambia el futuro. En estas películas, el personaje no abandona su posición temporal: el tiempo se pliega sobre sí mismo y, por una intersección (inexplicada), pasado y futuro se conectan. Ese cruce permite el intercambio de información crítica para modificar, el pasado o el futuro, para cambiar la cadena de eventos que parece irremediable.

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En “La casa del lago” el género es romántico; “Regresiones de un hombre muerto” juega con el thriller, más con el género fantástico. En la primera, la conexión es de un par de años y el elemento físico que conecta a los personajes, en distintos puntos de la flecha del tiempo, es un buzón que (mágicamente) remite cartas de un punto a otro; en “Regresiones…”, un heterodoxo tratamiento psicoanalítico (encerrar atado al paciente con una dosis de psicotrópicos en una gaveta de la morgue) posibilita la visión y la proyección de la conciencia, casi 20 años delante en el tiempo. En ambos casos, hay una pareja que busca un final feliz, traficando con la información que el futuro le da al pasado o viceversa.

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Las traslaciones ilícitas en el tiempo proporcionan desafiantes ideas teóricas, tales cómo hasta que punto modificar la realidad es posible o cuánto se le puede ganar al universo, pese a que sepamos lo que va a suceder. Ambas historias plantean una idea interesante: cuán iguales somos en cada momento en el tiempo. Si el tipo de ayer se encontrara con la mujer de mañana, ¿desencadenaría el mismo impulso amoroso que logran el hombre y la mujer de mañana? La otra idea es: burlemos al tiempo. Manipulemos con la información lograda, nuestras acciones, para ir ajustándolas asintóticamente al encuentro ideal.

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Las posibilidades para explotar en las tramas de ambas historias, están desarrolladas a medias. Pese a que se siguen con interés, ni “La casa del lago” ni “Regresiones…” son películas perfectas; no son malas, pero no alcanzan su potencial. Se quedan en meros borradores. En “La casa del lago” (remake de una película coreana llamada “Il mare”), el género romántico exigía más poesía y grandes diálogos, de los que carece el guión de David Auburn. Como agravante, la pareja central (Keanu Reeves y Sandra Bullock) carece de química.

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“Regresiones…” tiene un problema básico: la historia no encierra un metamensaje, una segunda interpretación. Por momentos parece referirse a los usos de la guerra y la manipulación de la mente; al final, sobre la vida después de la vida y la continuidad en el tiempo. Pero el guión de Massy Tadjedin (sobre la historia de Tom Bleecker y Marc Rocco) sólo se queda con el enigma técnico del desplazamiento en el tiempo. Y como adivinanza, “Regresiones…” termina siendo pobre. Una lástima porque la película contó con dos de los actores que, en el cine de hoy, más capaces son de transmitir con una mirada: Adrien Brody y la bellísima Keira Knigthley. Lo que le falta a Reeves y Bullock, le sobra a ellos dos.

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Destacable la fotografía de Peter Deming y la música de Brian Eno. Una mención para dos veteranos que llenan la pantalla: Christopher Plummer (en “La casa del lago”) y Kris Kristofferson (en “Regresiones…”). También el cameo a lo Hitchcock de Alejandro Agreste en “La casa del lago” (el tipo que lee el diario en el autobús, al lado de Sandra Bullock).

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Frases de “La casa del lago”: “Es una especie de relación a larga distancia”; “Elige un lugar. Estaré ahí, te lo prometo”; “Aunque sé que es imposible, es sorprendente”; “¿Qué está pasando?”; “Llámame el 10 de julio de 2006 a las… 9 y 5 de la noche (SUENA EL TELÉFONO) ¿Hola?”; “Él construyó una casa en el lago; pero no construyó un hogar”; “La vi. La besé. La amé”; “Espera. No me busques. Si me amas, tienes que esperar”.

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Frases de “Regresiones de un hombre muerto”: “Cuando estás muerto, la única cosa que quieres es regresar”; “La cosa más importante de la vida es creer que mientras estés con vida, nunca es demasiado tarde”; “¡Larga vida a la Organización de los Organizados!”, “Sólo reclutamos a los mejores, McKenzie”; “Te vi. Sé lo que hiciste con tus pacientes… tú me lo dijiste… Piechowksi y Jackson Mac Gregor y Ted Casey”; “¿Cuál es el problema, Doctor? Parece que acaba de ver a un fantasma”; “No se puede romper algo que ya está roto”.

CONSEJO: esperar al video (ambas dos)

domingo, septiembre 24, 2006

lecciones del camino 

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TRANSAMERICA/ EL CAMINO DE SAN DIEGO

Las road movies (literalmente "películas de ruta", en inglés) son un género cinematográfico cuyo argumento se desarrolla a lo largo de un viaje. Herederas de la tradición literaria del viaje iniciático, que se remonta a la Odisea homérica, las road movies combinan la metáfora del viaje como desarrollo con la cultura de la movilidad individual de los Estados Unidos y el Occidente opulento después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la posesión de un automóvil se vuelve uno de los signos de la identidad adulta.
wikipedia.org

La figura del viaje como metáfora del camino del héroe es un tema recurrente en la cinematografía, en especial en el cine independiente. No es de extrañar que se haya convertido en un tópico de la ficción. En nuestro inconsciente colectivo, el viaje nos remite a aquella otra travesía que une los puntos entre nacimiento y muerte. Y en términos técnicos, su formato goza de cierta ductilidad que lo hace merecedor de las preferencias de los guionistas.

Desde la construcción dramática, la (buena) road movie exige algunas premisas básicas. Hay un héroe que emprende un viaje (preferiblemente, con cierta renuencia de su parte: la negación del llamado a la aventura). En el camino, el héroe superará pruebas, etapas que sorteará a partir del conocimiento que otros personajes le han proporcionado en el camino. No importa si, al final, el héroe ha cumplido o no con su propósito: el viaje es lo que lo cambia, no la llegada. Sea para felicidad, sea para tristeza, el héroe jamás será el mismo. En más de un caso, ha ascendido a tal nivel de sabiduría que se le hace imposible el regreso. Ha cruzado más allá de la línea de no retorno.

Cuando escribimos una road movie, la primera tentación es dejar fluir el guión, para convertirlo en un diario de viaje. Se cae en el pecado de atiborrar la ruta de personajes pintorescos que se crucen con el protagonista en forma más o menos aleatoria. Hay que resistirse a esa natural (aunque maligna) tentación. Nunca hay que perder el objetivo que una buena road movie nos cuenta un viaje interior, la modificación personal del héroe. No interesan tanto los accidentes geográficos que ha recorrido ni las personas con las que se ha cruzado, sino, fundamentalmente, como influyeron en el protagonista.

El problema técnico siempre es el medio. Para superarlo, debemos saber hacia dónde se dirige el héroe, en que se convertirá. Y cada personaje que se cruce en su camino no será (como lo es en la vida) azaroso. En absoluto: cada uno encierra una lección para el protagonista. Como primer test para el guionista novel: si el personaje que aparece en una road movie, no aporta nada a la sabiduría del héroe, debe ser eliminado sin duda ni pena.

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Estos consejos sobre el género sobrevuelan en dos películas que comparten la pantalla local en estos días. Hablamos de “Transamérica” (la historia de un transexual que, en la semana previa a la intervención quirúrgica que cambiará su género, descubre que tiene un hijo adolescente que lo busca) y de “El camino de San Diego” (la historia de un hachero misionero que se cruza a pie, medio país, para llevarle a Diego Maradona, una talla de madera artesanal). Ambas películas son road movie; ambas parten de un muy buen planteo inicial; ambas tienen ciertas deficiencias de guión que empobrecen el resultado final.

“Transamérica” es la que sale mejor parada en la comparación, en especial por el descomunal trabajo realizado por Felicity Huffman (una de las “amas de casa desesperadas”) que logra hacernos creer que es un hombre que quiere convertirse en mujer.

El viaje del protagonista es la jornada que lo lleva de Stanley a Bree, esto es, del hombre que fue a la mujer que desea ser. Es un viaje de una costa a la otra de los Estados Unidos, una jornada del pasado al futuro.

Duncan Tucker, guionista y director de “Transamerica”, tuvo un especial cuidado en no caer en excesos dramáticos, contando la historia con cierto toque de humor. Lo que pudo ser un acierto, termina jugándole en contra, porque en esas escenas que exigen un mayor compromiso dramático, Tucker las corta antes de tiempo. Logra evitar caer en el melodrama o la tragedia, pero le resta tensión dramática a su historia. Por eso, “Transamerica” no parece haber alcanzado todo su potencial.

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Hay una escena paradigmática, el esperado momento en que Toby, el hijo de Bree (ignorante que viaja con su padre), descubre que está en compañía de un transexual. Tras el descubrimiento, Toby aguijonea a Bree, sin ocultar su enojo. En un momento, explota la discusión y Toby le echa en cara que no le haya dicho que es un transexual. El diálogo de esa escena avanza hacia otro descubrimiento: ¿quién es esa mujer / hombre que se ha hecho pasar por misionera cristiana? La lógica de la trama exigía que, en ese momento, Toby dedujera que esa mujer era el padre que había mandado a llamar desde la prisión neoyorquina. Pero en ese momento, en el que el personaje pregunta “¿quién eres tú?”, Tucker introduce otro personaje (sin utilidad dramática, más que servir de factor aleatorio para que Bree visite a su familia) que corta el momento. ¿Por qué no confiar en la fuerza dramática del diálogo? ¿Por qué no dejar que prosiguiera el viaje, pero no el físico (por las rutas americanas) sino el dramático, el que convertía a Stanley en Bree?

Esa es la principal falla de “Transamerica” que, no obstante, logra ser una buena película y nos plantea más de un planteo ético, con un personaje antológico, desde la actuación y el desarrollo psicológico.

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En “El camino de San Diego”, en cambio, las fallas de guión son fatales. Carlos Sorín descubrió su voz, con sus últimas dos películas, “Historias mínimas” y “El perro”. Acá amaga con la obra maestra, con un comienzo espectacular, muy bien desarrollado para contarnos los tics del personaje, Tati Benítez, un fanático de Diego Maradona que sabe vida y obra del 10. Pequeños detalles, como los loros que corean “¡Maradoooo! ¡Maradoooo!” o el gag del nombre de la primera hija, en el registro civil, nos ilusionan con una película memorable.

Pero Sorín se pierde en el camino. El viaje de Tati Benítez, desde Misiones a Buenos Aires, para llevarle una talla de madera a su ídolo, que se debate entre la vida y la muerte en el 2004, termina siendo un diario de viaje soso. Paró allí, lo llevó éste, lo alcanzó el otro, se cruzó con tal. Pero detrás, no hay nada que hable de la evolución interior del personaje. Tati vuelve tal como salió. El manotón de ahogado de la última escena, es un deus ex machina. Sorín no nos responde qué lo llevó a Tati Benítez emprender el viaje, qué espera al final, cuál es la lección que ha aprendido.

Cabe reconocerle un gran mérito a Carlos Sorín: quiere a sus personajes. “Meteme un aborigen” bromeaba Daniel Burdman sobre esos productores europeos festivaleros que te piden un poco de color local al cine del subdesarrollo; Sorín nos muestra ese otro país sumergido, el del tipo del bosque misionero, los camioneros que deambulan en las rutas solitarias, las atorrantas de los garitos baratos, los barras bravas con las neuronas quemadas por el pegamento. En ningún caso hay una mirada desde la superioridad de clase ni con la visión del entomólogo; la cámara desprende ternura y amor por sus personajes, la pureza de esa mirada y sonrisa transparente del protagonista, Ignacio Benítez, ideal para ese rol. No es poco entre tanto novel director que cree cool mostrar a unos cuantos pobres reventados, como un certificado de cine con preocupación social.

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Por eso da más pena que Sorín haya tropezado en esta ocasión, con una historia que cae en el vicio argentino de no prestarle la debida atención al guión. Rara vez es bueno inventar la rueda cuando ya está inventada.

Escenas destacadas: de “Transamerica”, la escena en la que Toby descubre que Bree es un hombre, el encuentro de Bree con su madre; la escena en la que Bree se confiesa como padre de Toby; de “El camino de San Diego”: el encuentro de la rama con la cara de Maradona; la escena en el registro civil, cuando Tati quiere ponerle de nombre, a su primera hija, “Diega Armanda”; los loros volando por la selva misionera al grito de “Maradooo".

Frases de “Transamérica”: “No te hagas esa horrible cosa. Perderé a mi hijo”, “Ma, nunca tuviste un hijo”; “Hormonas son hormonas. Sólo que las tuyas y las mías vienen en pequeñas pastillas violetas”; “Mi cuerpo puede estar en ‘work-in-progress’, pero no hay nada malo en mi alma”; “La casa de tus padres es más linda”, “La casa de mis padres viene con mis padres”; “Duele”, “¡Oh, querida! Eso es lo que hace un corazón”; “¿Visitaremos Texas?”, “Sí… parece que, en estos días, es imposible dejar de lado ese Estado”.

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Frases de “El camino de San Diego”: “¿Y Diega?”, “No, Diega no existe. Me lo van a rechazar”, “Bueno… ponele Dalma”; “Y… ¿esto es seguro?”, “¿Qué? ¿El péndulo? ¿Me estás diciendo si el péndulo es seguro? ¡Por favor!”; “Si lo ves a Maradona, decile que…”.

CONSEJO: ambas para video, ubicando primera en el ranking a “Transamérica”.

jueves, septiembre 14, 2006

la película soy yo 

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FUERZA ÁEREA SOCIEDAD ANÓNIMA

“Fuerza Áerea SA” es a “Whisky Romeo Zulú” como “Apostillas a ‘El Nombre de la Rosa’” a “El nombre de la rosa”. Digamos, es un complemento que añade bloques de información a la postal autobiográfica que Enrique Piñeyro pintara con tanto acierto en “WRZ”. Como unidad independiente “Fuerza Áerea SA” tiene los rasgos de un programa televisivo, hasta en ciertos rasgos de dispersión que caracterización al medio. Pero lo que salva a este documental, es la figura de Enrique Piñeyro, el ex piloto y hoy director – guionista que le sigue pegando a la mafia que maneja los destinos de la aviación en Argentina. Desde ese lado, la vitalidad del relato de Piñeyro es admirable. Él es la película y su razón de ser.

Que quede en claro: “Fuerza Aérea SA” seguramente tiene defectos de construcción y formales. Desde el análisis cinematográfico, no es una película modelo. Pero a Piñeyro no le interesa hacer cine, sino denunciar a los corruptos que impidieron que siguiera piloteando un avión. Y ese propósito es lo que valida el filme, otro recurso más como un reportaje, un libro o una sentada en la Costanera. Por eso la vitalidad interna del protagonista es la que se lleva por delante las deficiencias de construcción. El filme está creado para modificar su contexto, no para describirlo. Vale detenerse en esta propiedad, muy diferente de aquello que llamamos arte y que, sabemos desde el vamos, no va a cambiar el mundo.

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A diferencia de “WRZ”, Piñeyro no se presenta como el protagonista de una ficción verdadera, sino que es un presentador que, a cámara, despliega los documentos de la corrupción. Se ayuda de alguna maqueta, una gigantografía, una simulación virtual, para subrayar algún tramo. Pero la base es la palabra, el principal recurso es Piñeyro señalando a cámara, mostrando a los responsables. O la poderosa cámara oculta en la Torre de Control que expone lo que todos piensan y dicen aparte, pero callan de forma oficial. En un país en el que las palabras perdieron todo sentido, asombra su fuerza corrosiva.

Ya como lo lograra en “WRZ”, aquí, Piñeyro vuelve a dejarnos esa sensación de impunidad que tienen los delincuentes del poder en Argentina. Al empezar el filme, lo señala con el ejemplo de un testigo apretado por Fuerza Áerea, a través de un llamado anónimo realizado desde las mismas dependencias oficiales, hecho que hace decir al director si alguien puede ser más estúpido. “O tal vez” corrige acertadamente después “Esté señalando cuán impune se puede ser”.

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Eficazmente, Enrique Piñeyro logra que, nosotros en la butaca, lleguemos a sentir ese hastío moral que implica ser argentino. En un país normal o van presos los tipos denunciados por Piñeyro o Piñeyro va preso por difamación. Ni una cosa ni la otra pasa por estos lares. Un rasgo de las sociedades mafiosas, que economizan hasta la violencia. (Apunte aparte: Piñeyro asegura, en un reportaje televisivo, haberse presentado con las pruebas ante el juez Ballesteros; el mismo juez que dejó prescribir la causa Alejandro Olmos, sobre la ilegitimidad de la deuda externa argentina).

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Escenas destacables: el inglés titubeante del operador de la torre de control, contestándole al piloto de Air France; el piloto de Lufthansa preguntándole al Control si vieron pasar un cohete al lado de ellos; la secuencia del apilamiento de aviones en Ezeiza; el tipo de la Torre de Control que se queja porque le dieron un manual resumen distinto al manual general; la secuencia del teniente coronel que se mete en la pista de vuelo, con su jeep.

CONSEJO: ir a verla, en especial para hacerle el aguante a Piñeyro.

martes, septiembre 12, 2006

angustia en tiempo real 

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VUELO 93

A poco de cumplirse el primer lustro del atentado que le cambió la cara al mundo, se estrenó “Vuelo 93”, la historia del único avión secuestrado por Al Qaeda que no alcanzó su objetivo el 11 de septiembre, ante la rebelión de los pasajeros que se inmolaron tratando de detener a sus captores.

Paul Greengass, director y guionista del filme, era consciente de que tenía una brasa caliente entre las manos. Hay una vieja discusión, cuando el cine cuenta tragedias reales: ¿es lícito manipular la historia como si fuera ficción? ¿Hay un límite ético que no se debería atravesar? ¿O la eficiencia al contar la historia es la que manda, más allá de los muertos, el sufrimiento y el dolor?

Greengass marcó su posición al elegir cómo contar la historia del avión secuestrado: un formato cuasi-documental. Por momentos, olvidamos que estamos viendo una recreación y que no estamos asistiendo a una edición de videos amateurs filmados dentro del avión, en el mismo momento del secuestro. Esa primera elección estética define el filme, reforzada porque Greengass prefirió contar con un elenco sin famosos (apenas un irreconocible David Rasche, (a) Sledge Hammer, con castor rojizo haciendo juego) y hasta mezcló a los auténticos protagonistas del 11 de septiembre (varios militares, empleados de la Torre de Control) en el reparto. Ese escrúpulo por la fidelidad, es una postura ética desde la estética: respetar a las víctimas y su drama.

Vale recordar esto, porque “Vuelo 93” no es una película fácil para entrar; pasan muchos minutos hasta que nos metemos en la piel de los personajes, hasta que sentimos lo que es estar prisionero en un vuelo, sabiendo que se va a morir. El efecto catártico de “Vuelo 93” se da al final. Obra por acumulación, llega como una cascada, con más fuerza de lo que uno puede prever.

Es por demás interesante hacía dónde apunta la historia, cuando nos hacemos partícipes de la más cruda violencia, cuando los mansos se rebelan para acabar con su opresor. Hemos visto escenas más violentas, más duras, en la pantalla actual. No hay nada que se muestre, en el fragor de esa cámara temblorosa, que nos haga apartar la vista. Pero esos momentos, del pasaje intentado terminar con sus captores, están entre las escenas con mayor voltaje de violencia que hayamos visto en los últimos tiempos.

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¿Por qué pasa esto? ¿Cuál es el secreto que hay detrás de esta exposición de hechos de Greengass para que nos turbe, de tal modo, al final de los hechos (que conocemos y sabemos por anticipado)? Una pista puede estar que el estilo documental haya obrado para anestesiarnos el reflejo automatizado de espectador cinematográfico. Por un momento, recuperamos nuestra credulidad. Hay un instante en que olvidamos que asistimos a una película y nos ponemos dentro del avión. Dejamos de estar en la butaca del cine, para ser compañeros del vuelo en desgracia.

Pero, arriesgo, hay otro detalle dramático, para que esa explosión violenta del final nos llegue. Creo porque hemos visto, antes, a las personas que ejercitarán la violencia. Gente común. Preocupados por el itinerario turístico o los problemas con el marido o el trabajo. Tipos sin historial de violencia. No hay soldados, no hay policías, ni tipos con mala cara. Por eso, cuando los tipos se vuelven salvajes al final, en el último intento de sobrevivencia, el cambio es tan fuerte que nos arroja su potencia a la cara. El terrorista que, hasta entonces, ha llevado las de ganar, se asusta. Los mansos se han puesto de pie. Y no hay nada peor que la violencia que ejerce aquel que no es un profesional de la violencia. Porque es una violencia sin orden, caótica, jadeante, plena de arañazos, moretones, huesos quebrados, saliva y sudor. Una violencia que nos devuelve al depredador y al depredado.

Ése es uno de los grandes hallazgos de “Vuelo 93”. Llevarnos al principio de la evolución. Hacernos recordar que, tal vez, ése haya sido el éxito más grande de gente como Bin Laden: volvernos salvajes.

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Escenas a destacar: la torre de control divisando las Torres en llamas, tras el primer impacto; el momento en que se pierde la señal del primer avión, en la pantalla de radar de la torre de control; la escena final, con el pasaje tratando de abrir la puerta; la toma del avión; la chica que se despide de su madre, agradeciendo la gentileza de la señora a su lado que le prestó el celular, para decir adiós antes de morir; el rostro del terrorista que se ve venir el malón y sabe que está solo, del lado de la puerta; los terroristas rezando, al mismo tiempo que rezan las víctimas.

Frases: “¿Dos aviones se estrellaron en el World Trade Center? Acabamos de salir de Newark y el tiempo estaba hermoso”, “Debían ser estudiantes de vuelo”; “Tenemos que hacer algo. Ellos no van a aterrizar este avión”; “Hola, ma, soy yo… una amable señora me prestó su celular y me dijo que te llamara”; “Tenemos cielo despejado”, “Bien. Será un buen día en la Costa Este”; “Hazme un favor, tú guiaste a United 175. ¿Le preguntas si puede ver a American 11?”; “Un tipo se comunicó conmigo. Oí voces... en el fondo. No era estadounidense. Tenía acento extranjero. Dijeron algo sobre tomar la cabina”; “Powell, ¿qué tienes?”, “Un secuestro al teléfono. Boston”, “¿Es un simulacro?”; “Salió del radar. Paul. Paul, la ubicación de American 11 desapareció”, “¿Dónde desapareció?”, “Justo en Manhattan"; “Greg, mira el World Trade Center”, “¿Qué?”, “Mira el Trade Center. Bob, ¿ves eso?”, “Es mucho humo”; “Les diré algo, no es un avión chico. Para nada. Es enorme. Un Cessna habría rebotado. ¡Qué agujero! Miren a la gente sentada... Tengo un mal presentimiento. Se los anticipo. ¿Fue el American 11? ¿El que rastreaban?”; “Sepan que ha sucedido algo importante en Nueva York”; “Matémosla ahora. No la necesitamos”, “¡En el nombre de Dios! Señor, me he rendido ante Ti. Te he dado mi fe. Dependo de Ti”; “No puedo defender toda la Costa Este con cuatro aviones”; “Nadie entra al país a partir de ahora”, “¿Nadie?”, “Nadie. Cierren la Costa Este. Cancelen todos los vuelos de Europa. Cancelen América del Sur, cancelen la Costa Oeste... tampoco nada del norte”, “¿También cancelamos Canadá?”, “Sí, también. Cerraremos el espacio aéreo. Sin excepciones. Nadie entra, nadie despega. Que todos aterricen”, “Piensa un momento. ¿Cerramos ahora todo el país?”, “Así es. Estamos en guerra y hasta no saber qué hacer, cerramos las puertas”

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“Ésta es una misión suicida. Tenemos que hacer algo. No van a aterrizar el avión. No nos llevarán al aeropuerto. Creo que no tenemos otra opción. Si vamos a morir, moriremos. Nos llevan contra un edificio. Moriremos”; “Jack, ¿estás allí? Despierta, cariño. De acuerdo. Sólo quiero decirte que te amo”; “Estamos solos aquí arriba. Nadie va a ayudarnos. Debemos hacerlo. ¿De acuerdo?”; “Hola, mamá, soy yo. Estoy en un avión secuestrado. Te llamo para decirte... que te amo y para despedirme. Una mujer muy amable me prestó el teléfono para que te llamara”; “No quiero estar aquí. Cariño, no quiero estar aquí. Cariño...”; “¡Si no logramos entrar, todos moriremos!”;

CONSEJO: ir a verla.

domingo, septiembre 10, 2006

frases de "La dama en el agua" 

Lo prometido ayer. Las mejores frases de “La dama del agua”


Ellos nos inspiraban. Hablaban del futuro. El hombre escuchaba. Y se hacía realidad. Pero el hombre no sabe escuchar bien. La necesidad del hombre de ser dueño de todo lo llevo tierra adentro. Y el mundo mágico de los que viven en el agua y el mundo de los hombres, se separaron. Durante siglos, su mundo, y todos los que viven en el, dejaron de intentarlo. El mundo de los hombres se hizo más violento. Y se sucedieron guerra tras guerra, pues no había guías a quienes escuchar. Ahora aquellos que están en el agua lo intentan de nuevo. Intentan comunicarse con nosotros. Un puñado de sus preciados jóvenes ha sido enviado al mundo de los hombres. Los traen en medio de la noche. A donde vive el hombre. Y deben ser rápidos en despertar al hombre. Sucederá. Pero sus enemigos deambulan por la tierra Son lobos que deberían proteger a los jóvenes. Pero los odian. Y son un gran riesgo para sus vidas. Muchos no regresan nunca. Pero aun así lo intentan. Intentan ayudar al hombre. Pero el hombre puede haber olvidado como escuchar.

¿Tienes idea de quien ha estado nadando en la piscina de noche?

Reggie no hace daño. Solo quiere ser especial. Ejercita un solo lado de su cuerpo.


-¿De dónde eres?
- Del mundo azul.
-¿De que apartamento?


¿Sientes algún tipo de despertar?


¿Qué pasa en el cuento... por favor?


Ver a la narf despertara algo en el elegido.


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Mi hermano está asustado. Hará cualquier cosa para no escribir.


Tus pensamientos son muy tristes. Estás así desde una noche. Una noche en que un hombre entro en tu casa y tú no estabas.


-Crees que tu vida no tiene objetivos. Ayudas a los que viven aquí.
-Cualquiera hace este trabajo
-Tú tienes un objetivo. Todos los seres tienen uno.


Tal vez debas irte a escribir.



Tenerles miedo es lo que ha mantenido la justicia en el mundo azul por siglos.


-¿Y ella sabría que es una narf especial?
- No. Es la moraleja del cuento. A nadie nunca le dicen quién es.


En realidad quiero creerlo.


Los miedos que oscurecían mis pensamientos se han ido. Puedo escucharme a mi mismo.


Un niño. En el medio oeste de esta tierra, crecerá con ideas parecidas a las que hablan en tu mente. Cultivaras estas ideas en su cabeza. Y será un gran orador. Y hablará tus palabras y serán escuchadas en esta tierra. Y en todo el mundo. Ese niño será el líder de este país. Y comenzará un movimiento de grandes cambios. Hablará de ti y de tus palabras. Tu libro será la semilla de muchos de sus grandes pensamientos. Será la semilla del cambio.

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¿Hay humanos con poderes que te pueden ayudar y no saben que los tienen?


Ya no queda nada original en el mundo, señor Heep. Es un hecho muy triste con el cual tengo que vivir.


Hay palabra que me parece estar fuera de lugar. Una palabra de 6 letras que
significa "reunirse".


Está escuchando la voz de Dios en un crucigrama.


Mañana por la noche yo no sabré que hacer y soy el guardián.


- ¿Que tal estuvo el filme de amor?
- Horrible. Los personajes andaban caminando expresando sus sentimientos en voz
alta. Lo cual es aburrido. Y el romance típico, donde la pareja al fin se dice, que se aman debajo de la lluvia. ¿Por que a la gente le gusta hablar bajo la lluvia en las películas?
-No sé. Tal vez... es una metáfora de purificación y comenzar de cero.
-No. No lo es.


¿Dónde están los Tartutic? ¿Por que no lo castigan? ¿Dónde está la justicia?


-Hay que salvar a esos hombres, señor Heep.
-¿Qué?
-Hombres. Sí. No es la respuesta que esperaba.
-Usted... ¿Qué sabe de esto?
-Sé lo de su familia. Lo investigué cuando empezó a trabajar aquí. Yo sé que alguien los mato. Pero no puede rendirse. No puede esconderse aquí, hijo. Lo sé. No se convierta en alguien como yo.


Está pasando algo raro en el edificio. No crea que no lo he notado.


Lo extraño no pasa de la forma que crees que pasará.


Todos creen estar solos en el mundo. Y no es cierto. Todos están conectados. Lo que hace uno, puede afectarlos a todos.


-Dime que pasa cuando el águila te lleve.
-Sólo sé lo que me han dicho otros. Nos han dicho que el mundo se encenderá y revelará el camino correcto. Y que el universo nos dará señales.

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Tienes que creer que todo esto tiene sentido, de alguna forma. Yo no sé porqué soy la Reina Narf. No soy especial. Soy tan torpe que se burlan de mi. Yo no se guiar a nadie.

¿No es posible que no sea ese mi objetivo? No veo nada en estas palabras que no haya visto antes. Encontrar el objetivo personal de cada uno es algo profundo. A veces las cosas no son lo que parecen.


¿Que tipo de persona es tan arrogante al adivinar la intención de otro ser humano, que pondría la vida de esa joven en peligro?


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Dios mío. Esto es como una escena de una película de terror. Es exactamente el momento en que el monstruo o la bestia intenta matar a un personaje secundario. ¡Pero...! En las películas donde no ha habido accidentes o asesinatos como en las películas para todas las edades, el personaje secundario escapa de ese encuentro por alguna referencia que se contará después, para que aprenda alguna lección valiosa. Incluso le dan un momento de humor para que el público se sienta bien. Ésta es la parte en que debo dar media vuelta. Saltarás hacia mi.
Y yo cerraré la puerta.


No puede ser simplemente un cuento. Para que uno arriesgue la vida. Esto se trata de tener fe. Es un mundo con reglas diferentes de las nuestras.


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Yo quería creer, más que los demás. Yo quería volver a ser un niño. Necesitaba creer que hay algo más que todo lo horrible a nuestro alrededor...


¡Es el momento de probar que hay cuentos que son reales!


Perdóname por no haberte protegido. Debí haber estado allí. Y voy a arrepentirme toda la vida. No haber estado allí. Las caras de ustedes... ¡siempre me han hecho pensar en Dios! ¡Estoy tan perdido sin ustedes!


¿Por que caíste? ¿Y cómo hacer que todo salga bien?

sábado, septiembre 09, 2006

alegoría New Age 

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LA DAMA EN EL AGUA

Las críticas locales previas al estreno en Argentina de “La dama en el agua”, el último filme de M. Night Shyamalan, auguraban el fin de la carrera del director indio, el mismo que dio el gran batacazo con “Sexto sentido”. La película había sido un gran fracaso en Estados Unidos y los críticos nacionales rápidamente se sumaron al coro del Frente Pro-Linchamiento de Mr. Shyamalan. Como en tantos otros casos de los últimos tiempos, cuesta entender tanto fervor para destruir una trayectoria, cuando vemos tantos bodriazos impunes, en las pantallas propias y foráneas.

Para poner las cosas en su punto justo: “La dama en el agua” no va a ser la mejor película de Mr. Shyamalan. Tiene sus defectos, a veces peca de ser demasiado discursiva y cae en la tentación de la alegoría. Queda a la vista el formato de cuento de hadas con la que nació la historia, porque la trama de “La dama en el agua” surgió de un cuento que M. Night Shyamalan le inventaba, cada noche a su hija, para irse a dormir.

Pero, pese a esas falencias, esta película de M. Night Shyamalan tiene la originalidad de la historia, el desarrollo de cada personaje (aún el más secundario e irrelevante) y ese aire de optimismo principista que caracterizan todas sus historias. Y, sospecho, que eso es lo que molesta: el mensaje de que una persona, todavía, puede cambiar el mundo. De que hay cosas como el bien y el mal, de que existen decisiones éticas que tomar y que la relatividad moral de las acciones propias es un ejercicio de comodidad intelectual. Y que si la maldad se adueña del mundo es, sencillamente, porque los buenos han permitido su triunfo, al dudar sobre la existencia de ese puñado de verdades básicas que hacen al mundo girar, desde la noche de la historia.


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Dará tema para otro post autoreflexivo, seguramente, el porqué “no vende” el mensaje optimista y tiene mejor prensa la onda reventada que la alegoría que nos sana el espíritu con el bálsamo revitalizador de que el Universo tiene un sentido y que cada uno de nosotros, por más insignificantes que nos creamos en el ordenamiento cósmico, somos importantes para mantener el equilibrio. Me atrevo a adelantar una posición: tal vez, porque si empezamos a agitar el árbol de la ética y logremos que cada uno de nosotros se pregunte si estamos haciendo lo correcto, si hemos sido justos, si somos buenos, será más difícil imponer ciertas conductas del gusto de los que cortan la torta en el planeta, léase, explotación de recursos humanos, bombardeos a poblaciones civiles indefensas, destrucción del medio ambiente, dictadores perpetuados en el poder, subestimación de género, intolerancia religiosa, etc., etc., etc. y más etc..

Que “La dama en el agua” nos permita estas reflexiones, habla tan bien de esta película, como mal de tantas obras que pasan indiferentes por estas páginas. Y esa es otra cualidad de las películas de M. Night Shyamalan que debe valorarse, más aún en este momento suyo de aparente debilidad. Sus historias siempre hablan del héroe, del héroe que duda, que niega el llamado a la aventura. Fantasmas que no saben que son fantasmas, superhéroes que se niegan a asumirse como tal, creyentes que han dejado de creer, ciegos que ven más allá de lo que los otros normales no pueden ver. “La dama en el agua” es otra historia de héroes que, a los tropezones, buscan su naturaleza heroica. Personajes que dudan, dudan de su propia eficacia, dudan de su ubicación en el Universo. El peso tremendo del héroe que no sabe y que sólo puede alcanzar el conocimiento, creyendo. Creer pese a las propias dudas de uno. Creer desde la intuición, pese a lo racional, lo previsto, lo esperado. Ese es el gran desafío que enfrentan los personajes de “La dama en el agua”: asegurarse que son los protagonistas que la historia estaba esperando.

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Esa es una gran idea dramática que vale destacar. Los grandes momentos de la historia necesitan de grandes protagonistas, que sólo se revelan que lo son, una vez realizado el acto que los consagra como tales. ¿Cómo es la víspera? ¿Cuál es la carga psicológica de aquel que duda pero no debe dudar, si quiere cumplir con su destino?

(Un apunte lateral: la duda es propia del héroe; no del villano. El malvado es conciente de su maldad y de allí nace su seguridad; cuesta un tanto más reconocer el componente heroico en sí mismo).

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Una advertencia: para el que espere un gran relato de suspenso, que busque otra cosa. “La dama en el agua” es un cuento de hadas. No echa mano a los recursos del suspenso que M. Night Shyamalan usó, con maestría, en “Señales” y “Sexto sentido”. Hay persecuciones, cosas que acechan en la noche y misterios. Pero no tienen el propósito de causarnos miedo o hacernos preguntar “¿quién pudo haber sido?”. El relato tiene otras características, más propias de la alegoría y la parábola.

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Muy buen elenco sostienen esta historia. Paul Giamatti, como el portero Cleveland, las piernas de Bryce Dallas Howard (una actriz con una sensibilidad muy especial, que fluye de la pantalla) y un elenco secundario poco conocido (por ahí anda Freddy Rodríguez, un “Six feet under”) pero eficaz en lo suyo. Y el aporte del propio director y guionista, M. Night Shyamalan, en un protagónico, no en una pequeña participación como nos había acostumbrado en sus filmes. No destaca como la promesa actoral del futuro pero lo de Shyamalan tiene un sentido dramático (no un acto de divismo y megalomanía, como sugirieron algunos): es el escritor poniéndole el cuerpo a su historia.

Escenas: el primer encuentro entre Cleveland y Story; la escena del crítico devorado (feroz ironía que, seguramente, tuvo su acuse de recibo); los diálogos con la joven estudiante china, para convencer a la madre que cuente la historia de la dama en el agua; la secuencia del regreso de la dama a la pileta; el monólogo de Cleveland, tratando de salvar a Story en sus brazos.

Las mejores frases de esta película, vienen para el post de mañana.

CONSEJO: ir a verla. Pero después no se queje.

domingo, septiembre 03, 2006

frases de "Mondovino" 

Lo que debíamos de la crítica de “Mondovino” de ayer: las mejores frases de la película:


Es muy difícil mantener vivo al vino. No sólo el rico debería ser capaz de hacerlo. Los pobres también tienen ese derecho. Antes, estas colinas estaban cubiertas de pequeñas parcelas. Todos cultivaban. Había vino en todos los lugares. Ahora la gente se volvió perezosa, entusiasmada por el consumismo. Perdieron su identidad. No conocen de dónde vienen ni adónde van. Se hieren a sí mismos. Estamos cayendo al nivel de los animales. Pero los animales, al menos, eligen qué comer. Perdimos nuestra dignidad.


Vamos a microxigenar ese barril


-Pero, señora, ¿entiende qué es la microxigenación?
-No. Ella no sabe un bledo.
-En serio.
-Si ella supiera todo, no me necesitaría. Si yo le digo: “microxigena”’, ella microxigena. Si no funciona, me echa.
-¿En serio?
-Así funciona. “Dejéselo al experto”, le digo. La meta es simple: hacer las cosas mejor. No necesita preguntar porqué.


El vino ha muerto. Seamos claros: el vino ha muerto.


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Por milenios, el vino ha tenido una relación casi religiosa con el hombre, esencialmente en el Mediterráneo. Es una religión entre el hombre y la naturaleza. Con la tierra, por supuesto, la tierra viva, libre de productos sintéticos y el clima.

Los vinos que te hacen soñar, trascienden el tiempo. Ellos traen juventud, en lugar de arrugas y muerte. Es el 1% de los vinos del mundo. Entre esos grandes vinos, el Bordeaux es supremo.


Hay que tener un poeta para hacer un gran vino. Han sido reemplazados por los consultores de vinos.


Donde hay vino, hay civilización. No hay barbarie.


Me gustan los vinos que cortan directo mi paladar. Algunos vinos se expanden hacia afuera. Son engañosos. Son los vinos modernos. Los pruebas y tres minutos después dices: “No es malo, pero no tiene profundidad”


Le dije a ella, un refrán: “Los buenos yernos, no son siempre buenos maridos. Los buenos maridos, no suelen ser buenos amantes. Y los buenos amantes, rara vez son buenos maridos”.

-Es el “terroir”.
-¿Es más importante que tu nombre en una botella?
-Diez veces más importante.

¿Puede esperar sentado un minuto?


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Cuando tienes el poder, aunque no sea imperialismo, bueno, cuando tienes el poder como Estados Unidos lo tiene, impones tu cultura. Tratas de imponer tus gustos.


-Es el famoso vino californiano “Opus One”
-¿Californiano? ¿No franco-californiano?
-Definitivamente es californiano.


El vino es cultura. Pero la batalla es menos una lucha cultural que económica


Es mejor comprar vinos por adelantado de un protestante. Con los protestantes, tienes la garantía de confiabilidad. Con los católicos, hacer dinero es una causa de culpa. En las culturas latinas el dinero nunca olió bien. Nunca.


-¿Vender vino a los alemanes era una forma de colaboración?
-No. No lo considerábamos colaboración. Si nosotros no vendíamos vino (y digo “nosotros” porque mi familia le vendía a los alemanes también) ellos lo hubieran robado. Así que era mejor vendérselos. Pagaban con nuestro dinero. Dinero que nos robaban. Mejor vendérselos que no hacer nada y poner en riesgo el negocio.


-Parker descubrió la música que hace bailar a Bordeaux.
-¿Y cómo suena?
-¡Increíble! Es una extraordinaria canción. Él dice: “Lo que me gusta es bueno y lo que me gusta más, es mejor”. Y todos responden: “¡Okay!” ¡Bravo!

Terroiristas.

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-Nuestros barriles son 100% roble.
-¿Es tradicional? ¿O es nuevo?
-Es casi tradicional…

Fue desde Parker. Porqué él rankeó los vinos y lo hizo como un buen patriota americano, basado en el gusto del roble, siguiendo su gusto personal, pero que también servía a los intereses de los productores californianos, que no tuvieron el tiempo suficiente para descubrir su propio ‘terroir’.


No, seria no. Ella es competente. Es diferente. Competencia y seriedad son diferentes. Y talento y rigor… diferentes cualidades…

-El vino que haces es un reflejo de lo que eres. Papá puede ser encantador y también insoportable.
-Sí…
-¿Lo admite?
-Con orgullo. Y puedo ser odioso.
-El puede ser bastante áspero. Sus vinos son iguales.
-Está cerca de escupirse en su hija, ¿no es cierto?
-No aún…
-Los vinos de papá son rígidos. Casi austeros.
-Es verdad.
-Pero son buenos después de 15 años.
-Sí.
-Es cómo tú. Toma un largo tiempo apreciarte.
-Pero al final, me bebes.


No soy creyente, pero tengo fe en lo que hago. En lo que amo.


El mundo moderno ha creado una nueva forma de fascismo: el fascismo del monopolio de la distribución.


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Michel dice: “Sin arte, sin cultura, es virtualmente imposible hacer un gran vino. Un hacedor de vino sin cultura, no puede hacer un gran vino”.


-En general, los indígenas de aquí no tienen sentido de la iniciativa. Son más dejados, gente sin guía…
-Sí, exactamente…
-Socialmente no progresan, no tienen ambiciones.
-¿Por qué?
-Es su cultura.
-Sí, seguro.
-Se debe a su raza, a sus ancestros.
-¿Qué es lo que quieren?
-Sólo vivir. Sin preocupaciones.

-¿Por qué no vende la tierra?
-Soy nativo. Mi padre era pura sangre indígena. Así que yo amo esta tierra.

Quisiera ofrecerle una botella a ti y a la joven dama.


Hay una especie de tradición con nosotros. Siempre hemos sido librepensadores. Mi bisabuelo fue un pensador independiente. Siempre fuimos escépticos y siempre luchamos contra el pensamiento monolítico. Siempre hemos sido de ese modo. Deseo que mis hijos continúen esta tradición.
-¿Piensa que lo harán?
-Con Alix, sucederá. Con Etienne, es menos seguro. Lo heredó de su madre. Es más tradicional… no, no tradicional, no es la palabra… es más un pensador monolítico. Orden. Me gusta el orden pero también el desorden. ¿Por qué no?


Ser rico o ser pobre no es el asunto. Pero éramos un pueblo digno. Un pueblo orgulloso. Puede tomar miles de años. Siempre ha habido una cultura verdaderamente antigua en Cerdeña. Los hombres siempre han vivido aquí con dignidad. ¿Por qué no podríamos vivir con dignidad hoy? No debemos distraernos con los fantasmas del progreso que pueden destruirnos y destruir la naturaleza. Y traer sufrimiento a otros. Debemos vivir en paz en esta tierra. Y hay espacio para otros.

sábado, septiembre 02, 2006

si el vino viene, viene la vida 

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MONDOVINO

“Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas”
wikipedia.org


“Mondovino”, el excelente documental de Jonathan Nossiter, goza de las propiedades del fractal. La cámara se enfoca en una pequeña sección de la economía actual (la industria vitivinícola), pero ese análisis trasciende la fracción hacia el Universo. Las transformaciones en la industria del vino, la concentración en pocas manos y la imposición de un discurso hegemónico, es la proyección de eso que se dio en llamar la globalización. La gota de agua replica el océano.

Durante las dos horas de película, Nossiter, sommelier además de director, pasea su cámara por Italia, Francia, Estados Unidos, Brasil, Argentina y traza la línea de puntos que dibuja el rostro de los Mondavi, productores californianos, imponiendo un estilo de vino al mundo entero. Como un perro que se muerde la cola, el control de los medios de comunicación, orienta el discurso hacia la imposición de un misimo gusto, disciplinando a las distintas regiones a cambiar el modo de producción, para adaptarse a los nuevos tiempos. La dictadura del roble y la estandarización de la vainillización de los vinos.

El resultado, más allá de la lucha económica, es la pérdida de la diversidad. Diversidad de productos, diversidad de ideas. El que no piensa igual, es un provinciano (“se quedó en el 45” diríamos en Argentina), sin saberse bien si esa frase (repetida por más de un protagonista) es una crítica o un elogio.

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Nossiter tiene la suficiente inteligencia para que esta historia se cuente sola, narrada por los mismos protagonistas, sin necesidad de un relato en off que oriente al espectador. Los protagonistas hablan de forma tan desinhibida que, sin quererlo, dicen hasta aquello que por decoro deberían callar.

La concatenación de los discursos (el “corte y pegue” del documental) estructuran la tesis del filme: vean, esto es lo que está pasando con la globalización. Podremos estar hablando de vino, pero al final de las dos horas de película, nos damos cuenta que excede el marco de una copa. Es el modelo social que se impone, con ese aire sereno y seguro de mercader vulgar. Ante los milenios de historia de los viñedos franceses, la dupla de nuevos ricos de los Mondavi, parece una anécdota históricamente menor. Es cierto, los Rolland tendrán el poder y se pasearán en los autos lujosos. Pero el mundo que están construyendo peca de una mediocridad característica de los arquitectos que lo están armando.

Una gran ventaja de “Mondovino” es que no pierde el lado humano de los protagonistas. Cada entrevistado, patéticos, poéticos, dignos, abyectos, chantas, sabios en pantuflas, nos regala una sonrisa comprensiva. En el gris, no son necesariamente ni malos ni buenos. Sólo humanos. Es un acierto que enaltece la obra.

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Hay muchos guiños irónicos en “Mondovino”, desplegados con mucha pero mucha sutileza. Cámara que gira para mostrar, en segundo plano, al tipo que transporta los cajones en un autito O la misma foto de Ronald Reagan autografiada, que se repite en dos oficinas diferentes, esbozando en una imagen el contorno republicano del modelo. Esas desviaciones de la cámara se vuelven certeras pedradas en el ojo, sobre todo cuando contrastan, por su incoherencia, con el discurso del entrevistado. Esa distancia entre las palabras y los hechos que nos siguen impactando, aunque sea un signo de los tiempos.

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Delicioso el personaje del bodeguero francés Hubert de Montille con su contrapunto personal contra su hijo Etienne (vendido al nuevo modelo) y su preferencia por su hija Alix. El momento humorístico cuando la marquesa de Frescobaldi es dejada con la palabra en la boca, por la salida presurosa de su marido. Conmovedora la simpleza austera de Antonio Cabezas en Salta y, la más ridícula y absolutamente patética, la participación de los Etchart en Cafayate, el momento de vergüenza ajena de la película, en el que no podía faltar un argentino. Una pregunta: la risita de Michel Rolland, ¿no termina siendo inaguantable?

Escenas: el diálogo entre Hubert de Montille con su hija; el momento racista del hijo de Etchart, hablando de la indolencia de la raza indígena; los comentarios finales del viñatero de Cerdeña.

Las frases de este filme (antológicas) serán parte del post de mañana.

CONSEJO: imperdible.

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