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críticas chatarras

martes, octubre 31, 2006

el pueblo tiene las películas que se merece 

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YO PRESIDENTE

Descubrir a esta altura, tras 23 años de democracia, a qué grado de estupidez pueden llegar nuestros gobernantes, es más un ejercicio de masoquismo que una revelación. Basta ver cómo nos han arrojado a simas más profundas, desde las hondonadas en que nos dejó el Proceso, para comprender a lo que pueden llegar. El problema con “Yo Presidente” no es que nos muestre cuán pelotudos son los primeros mandatarios de la democracia post 83. El verdadero problema es que, en vez de un Michael Moore, que les ponga la cámara enfrente y les pregunte si nos merecemos, verdaderamente, tanta mediocridad, tenemos a un Gastón Duprat, un Mariano Cohn y un Luis Majul (en la producción) que no dan más que para tomarle el pelo, a lo Tinelli, registrando las gansadas que hacen sus entrevistados cuando no saben que la cámara está prendida. Que casi hora y media de película, destile tantas carencias de ideas, tantas oportunidades perdidas, hablan más de los que están detrás de cámara, que de los que están adelante. Que haya tipos como esos, gobernándonos, es responsabilidad, también, de gente como Duprat, Cohn y Majul, de los otros mediocres que manejan los medios de comunicación, los que deberían poner la lupa sobre esos turros que se cargaron a una nación.

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“Yo Presidente” es tan precaria que, paradójicamente, el que sale mejor parado es Fernando De la Rúa. Es toda una prueba de toque. Dentro de esa medianía sobresalen un par de ideas, que vale la pena rescatar:

a) los perros como prólogo a cada entrevista.
b) la excusa que encuentra cada mandatario, para no hacerse responsables de los muertos de su gestión.
c) el papel de Chiche Duhalde, una auténtica Hillary tras bambalinas, moviendo los hilos del Padrino bonaerense.
d) la frase “es lindo” de Eduardo Duhalde, cuando cuenta la satisfacción que le da pegarle un tiro a un tiburón antes de subirlo a bordo.
e) la sensación geriátrica que despiertan las imágenes de Gran Alfonso y Carlos Saúl
f) el lunar de Puerta parecido al de Perón


El segmento de Kirchner no es solo pavísimo: casi amerita la devolución del precio de la entrada.

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En definitiva, la película que nos merecemos: completa pérdida de tiempo. Casi casi como las últimas dos décadas y chirolas de nuestra patria.

CONSEJO: dejar pasar.

sábado, octubre 28, 2006

juegos especulares 

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EL VIENTO QUE ACARICIA EL PRADO

Un grupo de soldados fuera de control, humillan a un grupo de ciudadanos del país que han invadido. (La historia sucede en Irlanda, en l920). La acción termina en una muerte, tan ilegal como gratuita. En el final de la película, otros soldados matan a otro ciudadano, de forma “legal” pero no menos gratuita. No es el único juego de espejos que veremos en “El viento que acaricia el prado”. Detrás de ese viejo estilo militante de Ken Loach, se adivina la decepción del cambio que no cambia nada. Collares trocados para disfrazar al mismo perro. Mientras la estructura económica que sostiene la jerarquía de clases se mantenga intacta, los poderosos seguirán apretando a los débiles. Los uniformes pueden cambiar de color. Ingleses o irlandeses. No interesa. El tiempo pasa y las balas continúan atravesando los mismos pechos.

“El viento que acaricia el prado” parece una película de hace 30 años. (Esto no es necesariamente una crítica). Es el estilo que maneja su director, el inglés Ken Loach, uno de los más emblemáticos directores de cine político que quedan. Tics como las dimensiones en blanco y negro de sus protagonistas, la nobleza de la clase oprimida, el gesto heroico, pueblan este filme. Pero sólo en apariencia. Detrás hay una mirada más escéptica sobre la evolución de las luchas históricas. “Todos sabemos a qué nos oponemos” recita un personaje en un momento clave del filme “Pero es más difícil decir que se propone”. En la mayor parte del tiempo, la lucha contra un enemigo común desdibuja el propósito y caemos en una ilusión: creer que el que lucha a nuestro lado, sueña con el mismo mundo que soñamos nosotros.

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Paul Laverty (guionista de Ken Loach) contó este conflicto echando mano a la historia de dos hermanos irlandeses que, a principios del siglo pasado, enfrentan la ocupación británica en su tierra. Uno, Damien, protagonista del filme, planea seguir su carrera médica en Londres; el otro, Teddy, lo insta a quedarse y luchar en su patria. Las circunstancias fuerzan a Damien a quedarse y tomar un fusil para combatir al invasor. Pero el paso del tiempo los va separando, ubicándolo en veredas opuestas: los que negocian con el Reino Unido, en una paz limitada y tutelada, y lo que propugnan cambios radicales y libertad incondicional.

La historia nos lleva, meticulosamente, por esa evolución que confluye en el enfrentamiento. Podemos apreciar las posiciones de cada lado y entender porqué cada uno, toma la posición que tomó. Es el momento de los espejos, la repetición de circunstancias que habíamos visto un rato antes, al empezar la película, sólo con la variación de uniformes. Es un momento clave: las caricaturas sin sutilezas de los ocupantes británicos, adquieren otra dimensión. No somos tan distintos como nos creíamos, después de todo.

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Esa es una lección que nos deja la visión de “El viento que acaricia el prado”: dudemos de la pureza de nuestras intenciones. La segunda lección: atentos, miremos qué cambia cuando estemos ante un cambio. Tercera lección, apenas intuida por Loach y expresada por un personaje (“¡No quiero terminar como ella! ¡Quiero tener una vida normal!”): la inutilidad de la lucha política. Los grandes momentos de la Historia (con mayúscula) se escriben con la sangre de las personas (con minúsculas), meras anotaciones en el margen.


Escenas a destacar: el fusilamiento final de la película; la escena de la tortura; el fusilamiento de Chris; la discusión sobre el tratado con Inglaterra.
Frases: “Micheail fue asesinado por no dijo su nombre en inglés. ¿Qué clase de mártir es, Teddy?”; “Traté de no meterme en esta guerra y lo hice; ahora, trato de salir y no puedo”; “Las elecciones no expresaron el deseo de la gente, sino el miedo de la gente”; “Todo este saber y aún no ha aprendido”; “No me pongan junto a él… y dile a mi madre dónde me enterraron”; “‘Quiero que me lleves allí’ me dijo. Caminos seis horas, sin decir una palabra, y cuando llegamos a la tumba, en la capilla, me dijo: ‘Déjame y no quiero volver a verte nunca más en mi vida’”

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“Lloyd George, Churchill, Chamberlain, Birkenhead, Hamar Greenwood. La mayor cantidad de hijos de puta en un solo cuarto que puedas imaginar. Acaban de ver a 17 millones de hombres, mujeres y niños morir en la Gran Guerra. ¿Piensas que les importa un carajo unos miles de republicanos muertos?”; “Estamos cerca. A una pulgada así de lograrlo. Pero aún no lo hemos alcanzado. Si paramos acá, nunca más… recuperaremos el poder que puedo sentir en este cuarto hoy. Si nos detenemos ahora, nunca en nuestra vida, tendremos esta energía otra vez. ¡Nunca! Así que les ruego a todos y cada uno que sólo vayamos hacia esa pulgada. ¡No podemos parar hasta estar completamente libres de Gran Bretaña!”; “Tengo un pedazo de papel aquí. Es el Programa Democrático del Primer Parlamento. Es una breve frase. No quiero olvidarla. Quiero leerselos a ustedes. ‘La soberanía de la nación se extiende no sólo a todos los hombres y mujeres de la nación, sino a todas sus posesiones materiales, la tierra y todos sus recursos. Toda la riqueza y los procesos de producción de riqueza dentro del territorio’. Eso significa que cada uno en este país tiene un pedazo de su país. Y eso fue lo que elegimos cuando votamos por el Partido. ¿Correcto? Si nosotros logramos esto, cada chico en este país tendrá iguales posibilidades. Si no lo logramos, ellos no tendrán ninguna chance. Si ratificamos este tratado, todo lo que cambiaremos serán los acentos de los poderosos y el color de la bandera".

CONSEJO: esperar al video.

jueves, octubre 26, 2006

soy lo que soy 

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PEQUEÑA MISS SUNSHINE

“Pequeña Miss Sunshine” bordea la cornisa del cliché del cine independiente norteamericano: familia disfuncional y road movie. Afortunadamente no se desbarranca, principalmente porque jamás olvida la humanidad de sus personajes ni rescatar esa calidez de esos seres que van a los tumbos (como todos nosotros), tratando, simplemente, de seguir el ritmo. El viaje los encuentra, en el conmovedor baile final sobre el escenario, un poco más cansados, más golpeados y más sabios. No importa que sean perdedores: juntos no se sienten perdedores. Y esa es la diferencia entre los que “ganan” y los que “pierden”.

“Pequeña Miss Sunshine” es la historia de un viaje (de Albuquerque a Redondo Beach) de una familia atípica: un abuelo pornoheroinómano echado del geriátrico; un padre fracasado que da cursos sobre los “Nueve Pasos para llegar al Éxito”; una chica gordita y fulera que sueña con ganar concursos de belleza; un adolescente que lee a Nitzche y se niega volver a hablar hasta que ingrese a la escuela de pilotos de la Fuerza Aérea; un tío especialista en Proust que se cortó las venas por el amor no correspondido de un alumno; una madre que intenta unir todas las piezas, con tantas ganas como impotencia.

Todos juntos, esos locos, se suben a una desvencijada furgoneta Volkswagen y recorren la ruta, rumbo a California, en un viaje contra reloj para que la pequeña Olive ingrese en el concurso de Miss Sunshine. En el camino, se irán cayendo a pedazos, reunirán las piezas esparcidas y volverán, a medias, a reconstruirse en el camino.

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El viaje de los Hoover se detiene en cada punto de ese otro camino: ¿por qué nací? ¿por qué muero? ¿cómo soy respecto a los otros? ¿soy un perdedor? ¿he triunfado? ¿alguien me amará? ¿podré alcanzar mi sueño? Si hay algo que aprenden los Hoover, es que en realidad no importa tanto responder esas preguntas. Alcanza con que tengamos tanto cariño alrededor que, al final, se suban al escenario a hacernos el aguante, a hacer el ridículo con nosotros. Aquí estamos, no importa si geniales o mediocres, no importa si lindos o feos, gordos o flacos, grasas o fashion. Si no te gusta, peor para vos. Pero no dejaremos de estar aquí y de seguir mostrándonos como somos.

Del excelente elenco, nos quedamos con la siempre buena Toni Colette, el abuelo Alan Arkin, el autoconvencido Greg Kinnear y la simpática Abigail Breslin, la Olive que los pone a todos en la ruta.

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Escenas destacadas: el robo del muerto en el hospital; el “olvido” de Olive en la estación de servicio; el baile final en el concurso Miss Sunshine; la reacción de Olive cuando recibe la confirmación de que ha sido aceptada en el concurso; el ataque de caspa de Dwayne, cerca del final, cuando no quiere seguir el viaje; el patético desfile de las candidatas a Miss Sunshine, niñas prefabricadas que hacen recordar a Chuckie, el muñeco diabólico.

Frases: “¡Fuuuuuck!”; “Abuelo, ¿soy bonita?”, “¡Eres la más hermosa chica del mundo!”, “Sólo lo dices…”, “No. Estoy locamente enamorado de ti y no es por tu cerebro ni por tu personalidad”; “Yo puedo decir lo que quiero. Yo tengo balas nazis en mi trasero”; “¿Sabes qué? A la mierda con los concursos de belleza. La vida es un concurso de belleza detrás del otro. La escuela, la Universidad, el Trabajo. A la mierda. Y a la mierda la Academia de la Fuerza Aérea. Si yo quiero volar, encontraré el modo de hacerlo. Haré lo que amo y a la mierda con el resto”, “No eres tan estúpido como pareces”

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“Perdedores es la gente que tiene tanto miedo de no ganar que ni siquiera lo intentan”; “¿Crees que hay un Cielo?”, “Bueno… es difícil decirlo, Olive. Nadie está seguro de eso…”, “Lo sé, pero tú… ¿qué crees?”, “Bien… um…”, “Yo creo que existe el cielo”, “¿Lo crees? ¿Y podré entrar?”, “Sí”, “¿Prometido?”, “Sí”; “¡Ninguno queda atrás! ¡Ninguno queda atrás!”; “¿Qué cree que está haciendo su hija?”, “Esforzándose… eso hace”.

CONSEJO: esperar al video, pero puede ser una segunda opción en cine.

lunes, octubre 23, 2006

yéndose a pique 

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GUARDIANES DE ALTA MAR

Imagínese un “Top Gun” con la Guardia Costera. Eso es “Guardianes de alta mar”. Buenas escenas al estilo “La tormenta perfecta”, un gran actor (Kevin Costner), buenos secundarios y una serie de enredos convencionales para una historia de héroes. Si el filme entretiene, no es por la solidez de la trama, que no deja lugar común por recorrer, sino por algunos chispazos, algunos diálogos y algún momento dramático. Lejos de “Hombres de honor” (la historia del buzo afroamericano con Robert DeNiro y Cuba Gooding Jr.).

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Ben Randall es un experimentado oficial del cuerpo de elite de la Guardia Costera, experto en rescates peligrosos en alta mar. Su pasión por salvar vidas está interfiriendo en su vida familiar: su esposa está por dejarlo. Para peor, en un accidente, pierde a todo su equipo en el mar, entre ellos a su mejor amigo. Sus superiores le recomiendan una temporada como instructor en la Escuela de Cadetes, mientras se recupera de sus heridas psicológicas. Mascando bronca, Randall acepta el encargo y, durante un período, forma a los buzos del futuro. Entre ellos, al chico soberbio, campeón de natación, que viene a romper sus propios récords: Jake Fischer.

“Guardianes de alta mar” es la historia del maestro, el hombre que se rescata a sí mismo, abriendo el camino a los demás. Es una historia tantas veces contada que hay que ser muy ingenioso para mostrarlo de un modo diferente. No es el caso de Ron Brinkerhoff (guionista del filme) ni del director Andrew Davis. A lo sumo se puede alabar la corrección con que fue hecha, la buena factura de las escenas en el mar, algún que otro diálogo y lo linda que es Melissa Sagemiller (Emily, la novia de Jake). Ashton Kutcher como la contraparte de Kevin Costner, no le llega a los talones y ahí se pierde gran parte de la química del filme. Es muy evidente cuan diferente es el peso específico actoral de uno y otro, cuando comparten una misma escena.

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No obstante, pese a esas limitaciones y falencias, la fuerza implícita en esta historia de héroes alcanza para mantener el interés, pese a unos cuantos minutos de más que le sobran al filme. Es una de esas películas pochocleras para ver en video y para recordar, alguna que otra escena, y olvidar el resto. No mucho más, es cierto, pero tampoco mucho menos.

Escenas: el diálogo entre Ben y Jake tras la pelea en el bar; la presentación del curso; la primera prueba en la pileta (“no pueden tocar el borde”); la escena del accidente; la escena inicial, del rescate de la pareja.

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Frases: “Guardia Costera de los EE.UU. Estoy aquí para ayudarlo”; “¿Cómo elige a quién salvar?”, “Nado tan rápido y duro como puedo, durante el tiempo que pueda. Y el mar hace el resto”; “¿A cuántos, señor?”, “22”, “Bueno, no está mal… no es 200 pero”, “22 es el número de personas que perdí. Es el único número del que llevo cuenta”; “¿Cómo se hace una leyenda? ¿Qué lo convierte a un hombre, mientras está vivo? ¿O por qué se lo recuerda después de muerto?”; “Ese tipo que tiene todos los récords… sólo quería decirle que, si lo ve, dígale que voy a quitar su nombre de ese cartel”, “Puede decírselo usted mismo. Está parado al fondo del aula”; “Llegará el momento en que tendrán que decir quién vive y quién muere”

CONSEJO: esperar al video.

viernes, octubre 20, 2006

no se merece esa rubia 

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MI OTRO YO

“Un hombre no es exitoso, si no lleva una modelo del brazo”
MARÍA VÁZQUEZ
circa año 5 del Menemato

“Mi otro yo” venía con los buenos antecedentes de su director – guionista, Francis Veber (“La cena de los tontos” y “El placard”) y de un planteo que daba para una comedia brillante. La presencia de Daniel Auteuil y Kristin Scott Thomas, también prometían. Sorprendentemente, el resultado es tan chirle como cansino. Pocas ideas a la hora de desarrollar un tema que, prácticamente, se escribía solo.

Argumento: Francois es un perdedor consciente de que la vida no lo trató bien. Cara de pavo, un trabajo gris (acomoda coches en un hotel parisino), una personalidad insípida. Ama a Emilie, su amiga de la infancia, pero la chica lo rechaza cuando le ofrece casamiento, con anillo en mano y todo. Pero, algo está por cambiar en la vida rutinaria de Francois. Producto del azar, se cruza en la calle con una parejita clandestina: el director de unos de los principales holdings del país (casado con la dueña de dicho conglomerado) y la modelo top del momento. Y quiere la suerte que un paparazzi dispare su cámara en el exacto momento que pasa Francois al lado de Elena, la modelo top.

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Para evitar el escándalo (y la ira de la esposa que maneja los hilos de la empresa), el empresario le propone a Francois hacerse pasar por novio de la modelo. Por lo menos hasta que la esposa deje de vigilarlo. Basta que Francois acepte la propuesta, para que se transforme en el hombre codiciado por todas las mujeres que, un rato antes, lo escupían por la calle.

Ese argumento daba para jugarlo en dos flancos. En una primera instancia, de comicidad pura, los enredos entre amantes, amados, celosos e indiferentes. Francois ama a Emile e ignora a Elena que se pregunta porque este pavo no se babea como todos los hombres que le rondan, mientras su amante clandestino, Pierre, ve como la está perdiendo en manos del tipo que menos sombra puede hacerle. Otra instancia, más ideológica, es preguntarse hasta qué punto amamos por lo que el otro es, prescindiendo de lo material.

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Francois no es visto más que como un perdedor; Elena como la rubia tonta; ninguno es visto como persona, sino como una cosa a adquirir. Francois no es ni más ni menos seductor que un segundo antes que el mundo crea que ha conquistado a la modelo del momento. Sin embargo, para su entorno, se ha vuelto irresistible, porque puede exhibir aquello comprado en el mercado de las apariencias.

Esa es la historia a contar: detrás de lo que cada uno vende en la sociedad de imágenes, hay un ser humano que ama y desea ser amado. Algunos (como Francois) apuestan a ese sustrato detrás del espejo; otros, como Pierre, se aferran al reflejo de las ilusiones. Al final, él también es un producto en el mercado, una cosa comprada por una señora que lo controla, tal como él lo hace con su amante.

Todas estas posibilidades quedan dormidas en un guión anodino, sin audacia, sin diálogos brillantes, sin escenas que exploten la intimidad de los personajes, la química de los opuestos. Si la princesa desciende de la torre de marfil, para pasar unas semanas con un simple plebeyo, ¿por qué no mostrar esos contrastes de mundos tan disímiles? ¿por qué no describir la evolución de los protagonistas, esa mutua dependencia, a los Sancho Panza y Don Quijote, en el que uno transforma al otro y viceversa?

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Esa es la carencia de “Mi otro yo” que pasa de largo ante todas las posibilidades que la trama le ofrecía y termina muy convencionalmente, casi con cierto hastío y apuro para sacarse el filme de encima. Tal es el desgano que hasta actores como Auteuil terminan haciendo mohines en cámara, sin saber para qué lado dispara su personaje.

La babaza plus de la jornada para Alice Taglioni, la modelo top de la historia, rubia que se hubiera merecido una comedia mejor.

Oportunidad perdida.

La frase: “Mire que cuanto menos tienen, más difícil es presionarlos”.

CONSEJO: esperar al video, sin apuro.

viernes, octubre 13, 2006

munichita 

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CAMINANDO SOBRE EL AGUA

Podría haber dado mucho, pero mucho más de lo que dio. “Caminando sobre el agua” parte de una muy buena idea, desarrollada con poca audacia. Esa falta de tenor dramático, de conciencia del peso de la historia que se estaba contando, deja a la película en clara sensación de deficiencia. Cuanto más viajan los personajes, menos logran comprometernos con la historia; la escasez de líneas de diálogos auténticamente brillantes, es un síntoma de la liviandad con que fue encarado este guión.

Esta es la historia de Eyal, un agente del Mossad, que en un día le cambia la vida: mata a un terrorista delante de la familia de éste y cuando llega a casa descubre que su esposa se ha suicidado. Tras un mes reponiéndose del trauma, a Eyal se le encarga una tarea “liviana”. Axel, un turista alemán, viene a Israel a visitar a su hermana que vive en un kibbutz; ambos son nietos de un genocida nazi que, presumen, sigue vivo. La tarea de Eyal será hacerse pasar por guía, trabar relaciones con los hermanos y averiguar si la familia tiene algún tipo de contacto con el “amable viejito” que supo masacrar gente en los campos de concentración, entre ellos, la propia madre de Eyal.

Este “trabajo” le aportará a Eyal algunas lecciones que el pasado le da a su presente. El filme gira sobre dos ideas fuertes: la víctima que se vuelve victimario; el pecado de los padres que estigmatiza a los hijos. Axel y su hermana Pía son buena gente, abominan del pasado de su familia; pero cargan con el peso de una historia de la que no son responsables. Eyal no puede perdonar ese pasado, pero no se ha dado cuenta que él, como aquellos que mataron a sus ancestros, está cargado del prejuicio y el rencor hacía sus vecinos palestinos. Eyal es una bomba a punto de explotar: el suicidio de su esposa disparó (a un nivel inconsciente) un cuestionamiento a su trabajo y a su forma de ser. Eyal es una máquina de matar. ¿Y cómo se puede vivir con alguien que tiene las manos manchadas de sangre?

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“Caminando sobre el agua” deambula por esas ideas, pero en ningún momento las incorpora como ejes básicos de la acción. Son líneas paralelas, citadas en algún momento por los personajes, que motivan alguna decisión. Pero falta mucha más fuerza dramática para que la historia nos emocione y nos induzca a cuestionarnos, del mismo modo que se cuestiona el personaje. Cierto tono light, con un derrumbe al final. Todo lo que sigue al viaje de Eyal a Alemania, parece demasiado forzado. No importaba tanto saber si el abuelito nazi estaba vivo o no. Importaba que ese hecho definiera el futuro tanto de Eyal como de Axel, que ese contacto entre víctimas y victimarios, sirviera para zanjar los rencores y que la nueva generación sepultara, los pecados de sus mayores.

No es que “Caminando sobre el agua” sea aburrida o esté mal filmada. Todo lo contrario. Pero no logra conmovernos, no logra dejarnos huella. Es una película más. Cuando el tema daba para sacudir nuestros cimientos, como lo hiciera “Munich”, por dar un ejemplo.

Claro, detrás estaba Steven Spielberg. Y eso es otra cosa.

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Muy buena la banda de sonido. Un dato: en el sitio de la película (www.walkonwatermovie.com) pueden bajarse, en MP3, el tema “Cinderella Rockafella”, un clásico decadente muy simpático.

Escenas: la lucha en el subte, con los neonazis alemanes; el baile israelí en la familia de Axel; la escena entre Axel y su abuelo; la charla de Axel y su hermana, cuando ella le confiesa cómo su novio la dejó al enterarse que era nieta de un genocida.

Frases: “No lo entiendes. No es sólo llegar al Mar de Galilea y empezar a caminar. Si pudieras, todos lo harían. Necesitas prepararte”, “¿Cómo? Ilumíname por favor”, “Necesitas purificarte totalmente. Tu corazón necesita estar limpio desde adentro: nada de negatividad, ningún mal pensamiento”, “¿Y entonces”, “Entonces caminaras sobre el agua. Estoy seguro de eso”; “Tú matas todo lo que tocas”.

CONSEJO: esperar al video, sin apuro.

martes, octubre 10, 2006

la vida es fea 

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EL TIGRE Y LA NIEVE

“El tigre y la nieve” es 100% Roberto Benigni. Yuxtapone escenas de poesía melancólica junto a otras de una verborragia cargosa, cuando no herederas del melodrama kitsch e irracional. Aquellas gemas que aparecen cada tanto (un tigre bajo la nieve; un collar rozando la piel de la amada; el falso cielo estrellado de Bagdad surcado por misiles; un diálogo sobre las virtudes y defectos de la habitación del amado; el tema que toca Tom Waits con voz ronca y sombrero haciendo juego) no alcanzan para salvar un filme hecho a los tropezones, sin mucho sentido y con situaciones realmente pavas. Hay veces que uno se tienta en creer que tanto sinsentido no puede ser espontáneo y que hay algún propósito oculto de su creador, algún homenaje o sentido que se nos escapa. Pero no. Es el estilo de Benigni. Tómelo o déjelo.

La excusa argumental de “El tigre y la nieve” es la historia de un amor que puede con todo y contra todo. El poeta Attilio de Giovanni ama a Vittoria a la que persigue a sol y sombra, sin resultado, casi cruzando el límite del acoso patológico. Pero un día, Atilio recibe la noticia que su amada Vittoria está grave, en un hospital en Bagdad, durante la invasión norteamericana y que va a morir. Allí se va Attilio, encarando cualquier peligro, para rescatarla de los brazos de la muerte.

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El viaje a Bagdad debería ser un viaje poético, casi simbólico (¿no lo es acaso?, ¿tanta inverosimilitud en sus jornadas, no sugieren que todo pasa en un plano irreal o utópico?). Esos símbolos deberían tener algún significado, algo que nos explique cómo fue (y es) el amor de Attilio, algo que nos alumbre con la inconsciencia de su amor. Nada de eso hay en “El tigre y la nieve” sino una serie de gags, más o menos afortunados, y casi un registro logístico del drama de Attilio (la búsqueda de un medicamento o un tanque de oxígeno), registro que se resuelve con inconcebibles deus ex machina. El problema no es que estas etapas en Bagdad no tengan funcionalidad dramática; peor, aún: no tienen ningún viso de verosimilitud.

Si el desborde de Roberto Benigni (que va a hacer de Benigni siempre, no importa lo que haga) ya es una marca registrada, es ilevantable la actuación (sic) de Nicoletta Braschi (esposa en la vida real de Benigni) que eleva la impavidez al mayor grado de excelencia. Pongo como ejemplo, la escena en la que se topa con el tigre bajo la nieve. Observen la cara del felino y la cara de ella. El animal muestra más signos de emoción que la protagonista.

Otro misterio es qué catzo hace Jean Reno en esa película, en un personaje sin ton ni son, y nuestro miedo que el actor no haya tomado la misma decisión de su poeta Fuad, tras ver la primera proyección de la película. Si alguien tiene noticias de él, por favor, háganlas llegar a esta página.

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Escenas destacadas: la charla de Attilio y Fuad mirando el cielo de Bagdad; el gag de la silla de peluquero que se cae; la escena final. Frases: “Era yo, que no supe contarle bien, hacerle sentir la emoción que había probado. Quedé tan mal que dije: ‘Habrá alguien en el mundo cuya profesión encuentre las palabras exactas, que te hagan latir el corazón igual que late el propio’. Ese día decidí ser poeta”; “¿Te acuerdas dónde estacioné el auto?”; “La poesía no está afuera está dentro. ¿Qué es la poesía? No se lo pregunten, mírense, la poesía eres tú. Vistan bien a la poesía, busquen bien las palabras, deben elegirlas, a veces puede llevarles ocho meses encontrar una palabra. Elíjanlas, que la belleza comienza cuando alguien ha comenzado a elegir”; “¡Enamórense, si no se enamoran todo está muerto, ¡todo! Si están enamorados, todo está vivo, se mueve todo. Dilapiden la risa, despilfarren la alegría. Estén tristes y taciturnos, con superación, háganle sentir la felicidad a la gente en la cara”

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“Para trasmitir la felicidad es necesario ser felices. Y para trasmitir el dolor hace falta ser felices. ¡Sean felices, estar mal, sufrir! No tengan miedo de sufrir, ¡todo el mundo sufre! Y si no tienen los medios, no importa, para hacer poesía sirve una cosa: todo. ¿Entendieron? No busquen la novedad, eso es la cosa más vieja”; “Si yo deseo una mujer, y la sueño, la sueño como un símbolo. Si es un pingüino, la acompaño con la mitología del pingüino. O bien, si es una iguana. Eso es un sueño maduro. No lo digo yo, lo dice Sigmund Freud”; “He descendido millones de escaleras dándote el brazo y ahora que no estás, es un vacío cada peldaño”; “¡Que bella estás! …que bellas son las mujeres cuando deciden hacer el amor”; “Yo sé solamente una cosa, Vittoria, qué esta noche no volverá jamás, jamás. En el gran reloj del tiempo está escrita una sola palabra: Ahora"; “Si ella muere… para mí el mundo entero es una puesta en escena... Pueden levantarlo todo, enrollar el cielo y cargarlo en un camión, apagar esta luz bellísima del sol que me gusta tanto, ¿y sabes porqué? Porque me gusta ella iluminada por el sol. Pueden llevarse todo, estas alfombras, los edificios, la arena, el viento, las ranas, las sandías maduras, el granizo, las 7 de la tarde, mayo, junio, julio, la albahaca, las abejas, el mar, los zapallos”; “He gastado mucho, pero valió la pena. Sobre todo porque he encontrado algo excepcional. Cierra los ojos. ¡El matamoscas! ¡El arma de destrucción masiva!”; “¡Soy italiano!”.

CONSEJO: esperar al video. Sin apuro.

sábado, octubre 07, 2006

frases de "El diablo viste a la moda" 

Lo prometido ayer, las mejores frases de “El diablo viste a la moda”:

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Necesitamos a alguien que pueda sobrevivir aquí, ¿entiendes?

-Lo siento, Miranda. Yo...
-Tu incompetencia no me interesa

-¿Entonces no lees RUNWAY?
-No
-¿Y hasta hoy nunca habías oído hablar de mí?
-No
-No tienes estilo ni sentido de la moda
-Bueno, creo que eso depende de…
-No, no. Eso no fue una pregunta

Una vez una asistenta dejó su escritorio porque se cortó la mano y perdió una llamada de Lagerfeld que estaba en un avión con destino a Australia. Ahora trabaja en “TV Guía”

Crema de maíz. Una elección interesante. Espero que sepas que la celulitis es el principal ingrediente.

-Esa parte la entendí. Pero no estaré en la moda toda la vida. No le encuentro sentido de cambiar mi modo de ser y de vestir por el simple hecho de trabajar aquí.
-Es cierto. De eso se trata esta industria multimillonaria. De la belleza interior.

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Ah, ya veo. Crees que esto no tiene nada que ver contigo. Abriste tu armario y seleccionaste esa camiseta azul, porque tratas de decirle al mundo que te tomas demasiado en serio como para preocuparte por la ropa que llevas. Pero lo que no sabes es que esa camiseta no es simplemente azul. No es turquesa. Es cerúleo. Y tampoco estás enterada de que en el 2002 Oscar de la Renta sacó una colección de vestidos de ese tono. Y luego, creo que fue Yves Saint Laurent, el que exhibió chaquetas militares azul cerúleo. Creo que una chaqueta nos vendría bien. Y el cerúleo comenzó a aparecer en las colecciones de muchos diseñadores. Y luego llegó a las tiendas. Y terminó en un porquero o en una cesta de liquidación. Y así fue como llegó a ti. Sin embargo ese azul representa millones de dólares e innumerables empleos. Y es gracioso que pienses que hiciste una elección que te excluye de la industria de la moda, cuando de hecho, estás usando una prenda que las personas en esta habitación seleccionaron para ti... entre muchas "cosas".

Andy, por favor, no estás haciendo ningún esfuerzo. Estás dejándote llevar. ¿Qué quieres que te diga? "Pobrecita. Miranda la tomó contigo. Pobre Andy." Despierta. Ella sólo hace su trabajo. ¿No sabes que estás trabajando en el lugar que reúne a los mejores artistas de este siglo? Holsten, de la Renta... lo que ellos crean, es mejor que el arte. Porque tú vives con eso, forma parte de tu día. Bueno… tú no. Algunas personas. ¿Crees que esto es sólo una revista? ¡Pues no! Es un rayo de esperanza para... no sé, digamos, un muchacho que crece en Rhode Island con seis hermanos y que miente diciendo que va a practicar fútbol cuando en realidad toma clases de costura y lee “RUNWAY” por las noches, debajo de su frazada, con una linterna. No tienes idea de cuántos rostros ilumina esta revista. Y lo que es peor, no te importa. Porque no respetas este lugar en el que tantas personas morirían por trabajar. ¿Y quieres saber por qué ella no te da un beso en la frente y te da una estrella dorada al final del día? Despierta, cariño.


Esto puede combinar. Sí, es posible. Pero necesitas Chanel.

-Y bien... ¿qué opinas?
-Creo que mejor nos vamos de aquí antes de que mi novia nos vea.

¿Por qué las mujeres necesitan tantas carteras? Con una sola basta para poner toda la basura con la que andan.

-Miranda insiste en revisar las colecciones de todos los diseñadores antes de su lanzamiento. Y les da su opinión. A su manera. Hasta ahora sólo ha sonreído una vez. Para Standford, en el 2001. Si no le gusta, sacude la cabeza. Y por supuesto, si aprieta los labios...
-¿Eso significa...?
-Una catástrofe.

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-¿Él va a cambiar toda la colección porque ella apretó los labios?
-Aún no lo entiendes. Su opinión es la única que cuenta.

-Necesito que consigas un libro de Harry Potter para las gemelas.
-OK. Ahora mismo voy a comprarlo
-¿Te caíste y te golpeaste la cabeza contra el asfalto?
-No que yo recuerde.
-Tenemos todos los libros de Harry Potter que se han publicado. Las gemelas quieren saber qué sucederá a continuación.
-¿Quiere el manuscrito inédito?
-Conocemos a todo el mundo en el campo editorial. No debería ser un problema. ¿O sí?

Vamos. Aún sigo siendo la misma. Sigo queriendo lo mismo. Soy la misma Andy mejor vestida.

-Lo siento. Ha sido un día pesado. Mi vida personal está en un hilo.
-Avisame cuando se esfume. Ahí es cuando te ascienden.

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-Se me ocurren unos arreglos florales...
-¿Arreglos florales? Para la primavera. ¡Qué revolucionario!

-Estoy haciendo dieta. Es muy rigurosa. Y cuando pienso que me voy a desmayar, me entretengo con queso.
-Parece que da resultado.
-Lo sé. Estoy a una diarrea del objetivo.

¡Emily!

Si no vas, asumiré que no te tomas tu futuro en serio. En “RUNWAY” o en cualquier otra publicación. La decisión es tuya.

-No tuve opción. Miranda me lo pidió y no pude negarme.
-Esa es tu respuesta para todo. "No tuve elección". Tu trabajo te impide tomar decisiones propias.

Sabes que es obvio... Que tienes otra relación, que sobrepasa la nuestra. Espero que sean muy felices juntas.

-Lo siento mucho, Miranda. ¿Quieres que cancele...?
-No será necesario.
-¿Alguna otra cosa?
-Haz tu trabajo. Eso es todo.

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¡Estoy tan emocionado! ¡Por primera vez en 18 años podré vestirme a mi gusto! Podré venir a París y ver París.

-Admite que la odias.
-¡No!
- Es una sádica conocida. Y no en el buen sentido de la palabra.
-Está bien, es dura. Pero si fuese hombre, nadie lo notaría tanto.

Jacqueline hace lo mismo por mucho menos dinero. Así son los negocios.

-¿Eso que huelo son fresías?
-¿Qué? No.
-Les dije expresamente que... Si veo fresías… en cualquier parte... me sentiré muy decepcionada.

-Supongo que me compensará… en algún momento…
-¿Estás seguro?
-No… pero es lo único que tengo

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-Pero me impresionó que trataras de advertirme con tanto fervor. Nunca pensé que diría esto, Andrea. Pero de veras... Veo mucho de mí en ti. Ves más allá de lo que la gente desea. De lo que necesitan. Y sabes tomar decisiones.
-No creo que me guste eso. Yo... No podría hacer, lo que usted hizo esta noche.
-Ya lo hiciste. A Emily.
-Eso no... No, eso fue diferente. No tuve elección.
-No. Tú sí elegiste. Elegiste quedarte. En este mundo hay que tomar decisiones difíciles.
-¿Pero y si esto no es lo que yo quiero? ¿Y si yo no quiero vivir como usted?
-No seas ridícula, Andrea. Todos quieren esto. Todo el mundo quiere ser como nosotras.

-Sólo tengo que hacerte una pregunta ¿“RUNWAY”? Pasaste ahí menos de un año.
¿Cómo fue esa desviación?
-Aprendí mucho. Y al final… de cierta forma… metí la pata.


¡Vamos!

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viernes, octubre 06, 2006

el infierno está cool 

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EL DIABLO VISTE A LA MODA

Fausto fashion, “El diablo viste a la moda” es una muy pero muy buena comedia pochoclo, con una actuación superlativa (otra más) de ese animal de las pantallas que es Meryl Streep, en uno de sus mejores personajes. En su simplicidad (la historia no es para nada novedosa), funciona en todos esos pequeños detalles que hacen la diferencia entre una gran comedia y una comedia más. Para los que crean que es fácil alcanzar tal estadio, comparar con la anterior participación de Meryl Streep en la lamentable “Secretos de diván”.

“El diablo…” es la historia de Andy Sachs, pichona con ansias de periodista, que entra a trabajar en la mejor revista de modas norteamericana, como asistente de la jefa de redacción, la tiránica, sádica, brutal, obsesiva, Señora de la Moda (así, con mayúsculas) Miranda Priestly. Andy (de pulóveres amplios, faldas horribles y pelo desarreglado) tiene un objetivo: un año de trabajo. Si sobrevive a Priestly ese tiempo, se le abrirán las puertas de cualquier trabajo en el medio gráfico, en el futuro.

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Bueno, lo que no sabe Andy es que la posesiva Miranda ocupará cada intersticio de su vida, cada segundo, cada respiración y latido. Lentamente, la ingenua novicia entrará por el aro y se dejará tentar con los cantos de sirena de la fama. En su momento, deberá sopesar su propia decisión de pactar con el diablo.

Para los que sospechen que Miranda Priestly está inspirado en un personaje real, no tengan dudas. La película está adaptada de la novela de Lauren Weisberger que fue, durante un tiempo, asistente de Anna Wintour, todopoderosa editora de “Vogue” norteamericana, célebre por ser voz autorizada en el mundillo de la moda internacional y conocida por ese sadismo opresor con sus subordinados.

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Claro, para que esta perra resulte simpática, necesitamos de una actriz del calibre de Meryl Streep que nos da otra clase de actuación, con gestos mínimos y calculados. Anna… perdón, Miranda, no necesita alzar la voz para que todo gire a su alrededor, para hacer callar de miedo a los que la enfrentan. Sus ojos fusilando al osado, esa boca que se frunce en un gesto de desagrado, la manera altiva de alzar la cabeza. La compostura física de Miranda Priestly nos habla de su personalidad, mucho antes de que emita una palabra. La presentación del personaje es deliciosa. Nos imaginamos como es, sólo con ver la reacción que provoca en todos los empleados de la revista, la sola posibilidad de su llegada a un día común de trabajo.

Junto a Streep, hay otro actor brillante, que le da fulgor a su personaje secundario: Stanley Tucci, confidente de Andy. Ante tales pedazos de bestia, que Anne Hathaway (Andy Sachs) no pedalee en el aire, alcanza para felicitarla. En ningún momento desentona y transmite cierto candor juvenil que necesitaba su personaje. La química con Streep es más que destacable. Bien por la piba, que superó el desafío.

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Tal vez pueda buscársele alguna vuelta más al guión de “El diablo…”, algún rebusque más comprometido. La película abunda en metamensajes, reflexiones sobre la moda como hecho artístico que afecta nuestras vidas cotidianas y sobre cierta superioridad pavota de lo intelectual sobre lo frívolo habitual. También hay algunas reflexiones sobre el trabajo y cómo nos convierte en otras personas. “No pude evitarlo” es la frase de cabecera de Andy. Y por momentos, terminamos creyendo que todo está condicionado, que, en verdad, no puede hacer otra cosa. Esa es una línea interesante que se refuerza en el diálogo final entre Miranda y Andy, en una limusina en París. Uno no es tan diferente al déspota que critica.

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Posiblemente, se podrían haber trabajado más los personajes fuera del ámbito laboral de Andy. Ni el novio ni los amigos, son más que meras excusas. Sentimos que la película crece cuando nos metemos en el mundo de “Runway” y cae, cuando nos embarullamos en la historia de amor. Hay una línea no usada, pero que valía sondear: qué hay con aquellos que no quieren elevarse con nosotros. Si Andy descubre que es buena en el mundo de “Runway”, ¿los otros consentirían dejarla volar tras su destino?

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Escenas destacadas: la presentación de títulos donde se sugiere a la moda como indicador de status económico; la presentación del personaje de Miranda; el discurso que Miranda le da a Andy sobre el pulóver azul; el último diálogo entre Miranda y Andy en la limusina; la conversación entre Nigel y Andy, cuando ella se queja de lo mal que la trata Miranda; el gag del novio siguiendo de largo cuando no la reconoce en la calle, tras su reconversión estética.

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Las frases vienen en un post de mañana, porque son muchas y divertidas.

CONSEJO: ir a verla.

miércoles, octubre 04, 2006

película de autoayuda 

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¿Y TÚ QUE SABÉS?

Película de culto, para guardar en el estante de las películas más malas y verla entre amigos, con una picadita y cerveza de por medio. Mezcla de drama, documental, manual de autoayuda, reality show, “¿Y tú qué sabes?” es un festival de la Nueva Era. Como película no se puede analizar, porque no es cine, sino material de propaganda. Por lo tanto, toda la dramatización a cargo de Marlee Matlin (la actriz sordomuda ganadora del Oscar en “Te amaré en silencio” con William Hurt) no tiene el mínimo sentido. Eso sí, hay que reconocerlo, nos aporta los momentos más ridículos del filme, sólo superado por la breve participación de un canoso Barry Newman (¡“Petrocelli”!) mirándole el culo a la secretaria que abre la heladera. (Hay un “Star Trek”: el hombre del subte, es Armin Shimerman, Quark, el cantinero ferengi de “Abismo espacial 9”).

“¿Y tú qué sabés?” es un ejemplo claro del esquema de pensamiento (de alguna manera hay que llamarlo) de la pseudociencia. A partir de un tema muy interesante (la física cuántica), empezamos a tirar bolazos, verdades a medias, mentiras discretas, juegos de palabras y, al final, parece que estuviéramos revelando algo trascendental. Pero en cuanto raspamos la superficie, toda esa invención se viene abajo.

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La tesis del filme es que la física cuántica nos dice que la realidad es un continuo de posibilidades y qué el observador elige la realidad, de entre todas las opciones posibles. Por lo tanto, si uno se enfoca mentalmente, puede modificar la realidad y elegir el escenario deseado. Al mismo tiempo, las emociones están atadas a endorfinas y se sugiere la posibilidad que repitamos ciertas actitudes por la adicción a esas sustancias naturales. Tendremos miedo o amores enfermizos o gula, porque estamos bañados por estas endorfinas que nos hacen repetir conductas y que ansiamos cada vez más, atontando los receptores celulares. Por estar atentos a esta realidad, nos perdemos la posibilidad de cambiarla.

Bueno, no es cierto que la física cuántica diga eso. Que tengamos una distribución de probabilidades, no implica que un observador “elige” el resultado que se da. Que la realidad pueda ser una ilusión, es una hipótesis seductora, intelectualmente, pero obramos como si la realidad existiera cuando cerramos los ojos. Esa sutileza entre la percepción de la realidad y la existencia de la realidad, va más allá de que se iluminen áreas iguales del cerebro cuando “vemos” o “pensamos” algo.

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Si para algo sirve “¿Y tú qué sabes?”, más allá que para amenizar el asadito entre amigos, es para plantearnos la inquietud por estos temas en el que la ciencia llega al borde y se permite especular con el sentido del Universo. No hay actitud más noble en el ser humano. Y no hay nada más reconfortante que seguir, aunque sea de lejos y sin entenderlo del todo, a aquellos que se han hundido, desde su cima intelectual, en tales profundidades. La verdadera ciencia (vgr. la teoría del punto omega de Frank Tipler) nos regala especulaciones mucho más sorprendentes que el torpe juego que proponen los autores de la película. Sin embargo, su “facilidad”, le va a redituar mucho más clientes.

Detrás de toda esta pseudometafísica hay una perversa idea: hacerle creer al creyente que, de verdad, todo lo que le pasa es culpa suya, de su falta de actitud. No hay bien, no hay mal, tú eres Dios y el mundo se puede modificar si pensás positivo. Al final del filme, la actriz cruza una calle y atrás se ve la marquesina de un café, que se llama “Bagdad”. Uno se pregunta qué podrían pensar los pibes en Bagdad, viendo caer las bombas sobre su ciudad. ¿La realidad es modificable? ¿O a veces las acciones de los otros definen la realidad de aquellos que sólo pueden asistir, inermes, a sus resultados?

Está muy bien en no bajar los brazos e identificar los propios defectos, para superarlos y buscar alternativas en los momentos de debilidad. Pero no siempre el problema está en uno. La jerga soberbia de los cultores de la Nueva Era, nos hace acordar a panfletos del estilo “¿Quién se ha llevado mi queso?”: un desprecio por el dolor del otro, una insensibilidad que bordea lo patológico. Nos hacemos los superados, dejando de sentir. Estamos tan iluminados que podemos dar un paso al costado y al otro con su dolor.

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La protagonista, cuando logra alcanzar la claridad, sabe que todas las posibilidades están abiertas, entre ellas, la vuelta del hombre que la traicionó en su día de bodas. ¿Si me mentalizo volverá a amarme aquella que ya no me ama? Lindo comienzo para una historia de ficción. Pero es un golpe bajo para un documental, por más pseudodocumental que sea.

La vida suele ser terrible y hay dos caminos: acostumbrarse a su naturaleza o ignorar que esto está pasando. Cada uno dirá cuál de todas, es la conducta más sana y racional. Mientras: ¿hasta dónde quieren llegar fuera de la madriguera?

CONSEJO: para reírse un rato.

p.d.: damos un par de links que desenmascaran algunas “licencias” del filme, entre ellos, la aparición de Ramtha, la rubia que habla en cocoliche y que está canalizando el espíritu de un atlante:

http://en.wikipedia.org/wiki/What_the_bleep_do_we_know
#Criticism_of_the_Movie


http://alt1040.com/archivo/2005/08/12/
what-the-bleep-do-we-know/


http://bujanda.blogspot.com/2006/05/
what-bleep-do-we-know-o-que-diablos.html

lunes, octubre 02, 2006

idishe family 

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JUDÍOS EN EL ESPACIO

Esta ópera prima de Gabriel Lichtmann tiene varias cosas a favor: personajes muy bien delineados, seres queribles, buenos momentos de humor, el planteo de algunos conflictos interesantes, un buen casting (más allá de algunos baches de actuación). No es desdeñable para un debut en el largo. Pero, una constante en el cine nacional de estos días, no aprovecha plenamente todos estos elementos. “Judíos en el espacio” se queda en eso: una mirada, no exenta de melancolía, a una familia disfuncional judía argentina. Aceptémoslo: disfuncional como toda familia que se precie de tal.

Tras 15 años, Santiago, el protagonista taciturno con cara de pavo, reencuentra a esa primita que le dio un beso a escondidas en un Pesaj y ahora es una potra que le sigue dando vueltas la cabeza como entonces. De ese beso al último que cierra el filme, hay una abuela menos, un abuelo que quiere irse del mundo y tres hijas / hermanas que colisionan con sus vidas. De un Pesaj a otro, tanto han cambiado que es difícil creer que esos que otrora posaron para el álbum familiar, sean los mismos.

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La película se sostiene por esos detallecitos deliciosos: un tío maricón abstemio borrachín, una prima ladrona, un ortodoxa judía, un fanático del fútbol que le encuentra a ese deporte implicancias divinas, un abuelo obsesionado con las cajitas felices, una doméstica que es parte de la familia. Pero todo el conflicto planteado tras la presentación del primer Pesaj, queda en eso. En conflicto planteado. ¿Por qué se quiere matar el abuelo? ¿Por qué pelearon las hermanas? ¿Qué le pasó a Santiago con la novia que lo dejó? ¿Qué representa Luciana? Muchos interrogantes que, de haberse respondido en un papel, hubiera permitido proyectar la historia a un plano superior. En cambio, Lichtmann prefiere dejar la trama en esa aproximación, simpática sí, pero menor.

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Del elenco, destacamos el papel de Verónica Llinás, de Luna Paiva (la seductora Luciana) y Gerardo Chendo (Toledo, el amigo de Santiago). Escenas destacadas: el encuentro de las tres hermanas en el hospital; la curda del tío; la presentación en el colegio judío, del festejo del Pessaj al estilo “La Guerra de las Galaxias” (excelente presentación del personaje de Santiago, bloqueado en el escenario, sin poder decir una palabra).

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Frases: “Está bien, no te preocupés, fue un accidente. Papá tomó un frasco de somníferos, abrió el gas y cerró con llave. Un accidente, pero está todo bien”; “No, ortodoxos no. Preferimos llamarnos observantes”; “¿Te acordás que, cuando éramos chicos, yo te di un beso?”, “En realidad el beso te lo di yo”; “Yo quiero la cajita feliz”; “¿Querés venir?”, “No sé, ¿cuándo es?”, “Y… en verano”, “No, no puedo”.

CONSEJO: esperar al video.

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