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críticas chatarras

martes, octubre 10, 2006

la vida es fea 

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EL TIGRE Y LA NIEVE

“El tigre y la nieve” es 100% Roberto Benigni. Yuxtapone escenas de poesía melancólica junto a otras de una verborragia cargosa, cuando no herederas del melodrama kitsch e irracional. Aquellas gemas que aparecen cada tanto (un tigre bajo la nieve; un collar rozando la piel de la amada; el falso cielo estrellado de Bagdad surcado por misiles; un diálogo sobre las virtudes y defectos de la habitación del amado; el tema que toca Tom Waits con voz ronca y sombrero haciendo juego) no alcanzan para salvar un filme hecho a los tropezones, sin mucho sentido y con situaciones realmente pavas. Hay veces que uno se tienta en creer que tanto sinsentido no puede ser espontáneo y que hay algún propósito oculto de su creador, algún homenaje o sentido que se nos escapa. Pero no. Es el estilo de Benigni. Tómelo o déjelo.

La excusa argumental de “El tigre y la nieve” es la historia de un amor que puede con todo y contra todo. El poeta Attilio de Giovanni ama a Vittoria a la que persigue a sol y sombra, sin resultado, casi cruzando el límite del acoso patológico. Pero un día, Atilio recibe la noticia que su amada Vittoria está grave, en un hospital en Bagdad, durante la invasión norteamericana y que va a morir. Allí se va Attilio, encarando cualquier peligro, para rescatarla de los brazos de la muerte.

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El viaje a Bagdad debería ser un viaje poético, casi simbólico (¿no lo es acaso?, ¿tanta inverosimilitud en sus jornadas, no sugieren que todo pasa en un plano irreal o utópico?). Esos símbolos deberían tener algún significado, algo que nos explique cómo fue (y es) el amor de Attilio, algo que nos alumbre con la inconsciencia de su amor. Nada de eso hay en “El tigre y la nieve” sino una serie de gags, más o menos afortunados, y casi un registro logístico del drama de Attilio (la búsqueda de un medicamento o un tanque de oxígeno), registro que se resuelve con inconcebibles deus ex machina. El problema no es que estas etapas en Bagdad no tengan funcionalidad dramática; peor, aún: no tienen ningún viso de verosimilitud.

Si el desborde de Roberto Benigni (que va a hacer de Benigni siempre, no importa lo que haga) ya es una marca registrada, es ilevantable la actuación (sic) de Nicoletta Braschi (esposa en la vida real de Benigni) que eleva la impavidez al mayor grado de excelencia. Pongo como ejemplo, la escena en la que se topa con el tigre bajo la nieve. Observen la cara del felino y la cara de ella. El animal muestra más signos de emoción que la protagonista.

Otro misterio es qué catzo hace Jean Reno en esa película, en un personaje sin ton ni son, y nuestro miedo que el actor no haya tomado la misma decisión de su poeta Fuad, tras ver la primera proyección de la película. Si alguien tiene noticias de él, por favor, háganlas llegar a esta página.

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Escenas destacadas: la charla de Attilio y Fuad mirando el cielo de Bagdad; el gag de la silla de peluquero que se cae; la escena final. Frases: “Era yo, que no supe contarle bien, hacerle sentir la emoción que había probado. Quedé tan mal que dije: ‘Habrá alguien en el mundo cuya profesión encuentre las palabras exactas, que te hagan latir el corazón igual que late el propio’. Ese día decidí ser poeta”; “¿Te acuerdas dónde estacioné el auto?”; “La poesía no está afuera está dentro. ¿Qué es la poesía? No se lo pregunten, mírense, la poesía eres tú. Vistan bien a la poesía, busquen bien las palabras, deben elegirlas, a veces puede llevarles ocho meses encontrar una palabra. Elíjanlas, que la belleza comienza cuando alguien ha comenzado a elegir”; “¡Enamórense, si no se enamoran todo está muerto, ¡todo! Si están enamorados, todo está vivo, se mueve todo. Dilapiden la risa, despilfarren la alegría. Estén tristes y taciturnos, con superación, háganle sentir la felicidad a la gente en la cara”

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“Para trasmitir la felicidad es necesario ser felices. Y para trasmitir el dolor hace falta ser felices. ¡Sean felices, estar mal, sufrir! No tengan miedo de sufrir, ¡todo el mundo sufre! Y si no tienen los medios, no importa, para hacer poesía sirve una cosa: todo. ¿Entendieron? No busquen la novedad, eso es la cosa más vieja”; “Si yo deseo una mujer, y la sueño, la sueño como un símbolo. Si es un pingüino, la acompaño con la mitología del pingüino. O bien, si es una iguana. Eso es un sueño maduro. No lo digo yo, lo dice Sigmund Freud”; “He descendido millones de escaleras dándote el brazo y ahora que no estás, es un vacío cada peldaño”; “¡Que bella estás! …que bellas son las mujeres cuando deciden hacer el amor”; “Yo sé solamente una cosa, Vittoria, qué esta noche no volverá jamás, jamás. En el gran reloj del tiempo está escrita una sola palabra: Ahora"; “Si ella muere… para mí el mundo entero es una puesta en escena... Pueden levantarlo todo, enrollar el cielo y cargarlo en un camión, apagar esta luz bellísima del sol que me gusta tanto, ¿y sabes porqué? Porque me gusta ella iluminada por el sol. Pueden llevarse todo, estas alfombras, los edificios, la arena, el viento, las ranas, las sandías maduras, el granizo, las 7 de la tarde, mayo, junio, julio, la albahaca, las abejas, el mar, los zapallos”; “He gastado mucho, pero valió la pena. Sobre todo porque he encontrado algo excepcional. Cierra los ojos. ¡El matamoscas! ¡El arma de destrucción masiva!”; “¡Soy italiano!”.

CONSEJO: esperar al video. Sin apuro.

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