sábado, octubre 28, 2006
juegos especulares
EL VIENTO QUE ACARICIA EL PRADO
Un grupo de soldados fuera de control, humillan a un grupo de ciudadanos del país que han invadido. (La historia sucede en Irlanda, en l920). La acción termina en una muerte, tan ilegal como gratuita. En el final de la película, otros soldados matan a otro ciudadano, de forma “legal” pero no menos gratuita. No es el único juego de espejos que veremos en “El viento que acaricia el prado”. Detrás de ese viejo estilo militante de Ken Loach, se adivina la decepción del cambio que no cambia nada. Collares trocados para disfrazar al mismo perro. Mientras la estructura económica que sostiene la jerarquía de clases se mantenga intacta, los poderosos seguirán apretando a los débiles. Los uniformes pueden cambiar de color. Ingleses o irlandeses. No interesa. El tiempo pasa y las balas continúan atravesando los mismos pechos.
“El viento que acaricia el prado” parece una película de hace 30 años. (Esto no es necesariamente una crítica). Es el estilo que maneja su director, el inglés Ken Loach, uno de los más emblemáticos directores de cine político que quedan. Tics como las dimensiones en blanco y negro de sus protagonistas, la nobleza de la clase oprimida, el gesto heroico, pueblan este filme. Pero sólo en apariencia. Detrás hay una mirada más escéptica sobre la evolución de las luchas históricas. “Todos sabemos a qué nos oponemos” recita un personaje en un momento clave del filme “Pero es más difícil decir que se propone”. En la mayor parte del tiempo, la lucha contra un enemigo común desdibuja el propósito y caemos en una ilusión: creer que el que lucha a nuestro lado, sueña con el mismo mundo que soñamos nosotros.
Paul Laverty (guionista de Ken Loach) contó este conflicto echando mano a la historia de dos hermanos irlandeses que, a principios del siglo pasado, enfrentan la ocupación británica en su tierra. Uno, Damien, protagonista del filme, planea seguir su carrera médica en Londres; el otro, Teddy, lo insta a quedarse y luchar en su patria. Las circunstancias fuerzan a Damien a quedarse y tomar un fusil para combatir al invasor. Pero el paso del tiempo los va separando, ubicándolo en veredas opuestas: los que negocian con el Reino Unido, en una paz limitada y tutelada, y lo que propugnan cambios radicales y libertad incondicional.
La historia nos lleva, meticulosamente, por esa evolución que confluye en el enfrentamiento. Podemos apreciar las posiciones de cada lado y entender porqué cada uno, toma la posición que tomó. Es el momento de los espejos, la repetición de circunstancias que habíamos visto un rato antes, al empezar la película, sólo con la variación de uniformes. Es un momento clave: las caricaturas sin sutilezas de los ocupantes británicos, adquieren otra dimensión. No somos tan distintos como nos creíamos, después de todo.
Esa es una lección que nos deja la visión de “El viento que acaricia el prado”: dudemos de la pureza de nuestras intenciones. La segunda lección: atentos, miremos qué cambia cuando estemos ante un cambio. Tercera lección, apenas intuida por Loach y expresada por un personaje (“¡No quiero terminar como ella! ¡Quiero tener una vida normal!”): la inutilidad de la lucha política. Los grandes momentos de la Historia (con mayúscula) se escriben con la sangre de las personas (con minúsculas), meras anotaciones en el margen.
Escenas a destacar: el fusilamiento final de la película; la escena de la tortura; el fusilamiento de Chris; la discusión sobre el tratado con Inglaterra.
Frases: “Micheail fue asesinado por no dijo su nombre en inglés. ¿Qué clase de mártir es, Teddy?”; “Traté de no meterme en esta guerra y lo hice; ahora, trato de salir y no puedo”; “Las elecciones no expresaron el deseo de la gente, sino el miedo de la gente”; “Todo este saber y aún no ha aprendido”; “No me pongan junto a él… y dile a mi madre dónde me enterraron”; “‘Quiero que me lleves allí’ me dijo. Caminos seis horas, sin decir una palabra, y cuando llegamos a la tumba, en la capilla, me dijo: ‘Déjame y no quiero volver a verte nunca más en mi vida’”
“Lloyd George, Churchill, Chamberlain, Birkenhead, Hamar Greenwood. La mayor cantidad de hijos de puta en un solo cuarto que puedas imaginar. Acaban de ver a 17 millones de hombres, mujeres y niños morir en la Gran Guerra. ¿Piensas que les importa un carajo unos miles de republicanos muertos?”; “Estamos cerca. A una pulgada así de lograrlo. Pero aún no lo hemos alcanzado. Si paramos acá, nunca más… recuperaremos el poder que puedo sentir en este cuarto hoy. Si nos detenemos ahora, nunca en nuestra vida, tendremos esta energía otra vez. ¡Nunca! Así que les ruego a todos y cada uno que sólo vayamos hacia esa pulgada. ¡No podemos parar hasta estar completamente libres de Gran Bretaña!”; “Tengo un pedazo de papel aquí. Es el Programa Democrático del Primer Parlamento. Es una breve frase. No quiero olvidarla. Quiero leerselos a ustedes. ‘La soberanía de la nación se extiende no sólo a todos los hombres y mujeres de la nación, sino a todas sus posesiones materiales, la tierra y todos sus recursos. Toda la riqueza y los procesos de producción de riqueza dentro del territorio’. Eso significa que cada uno en este país tiene un pedazo de su país. Y eso fue lo que elegimos cuando votamos por el Partido. ¿Correcto? Si nosotros logramos esto, cada chico en este país tendrá iguales posibilidades. Si no lo logramos, ellos no tendrán ninguna chance. Si ratificamos este tratado, todo lo que cambiaremos serán los acentos de los poderosos y el color de la bandera".
CONSEJO: esperar al video.
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