<$BlogRSDUrl$>

críticas chatarras

viernes, septiembre 30, 2005

te quedaste en el '68 

Image hosted by Photobucket.com

LOS EDUKATORS

¡Qué tiempos aquellos que creíamos en la revolución! ¡Qué difícil es ser joven en estos días, en el Primer Mundo globalizado! “Los edukators” viene de Alemania y es algo así como una comedia, con guiños de juventud y de revolucionarios que se volvieron chanchos burgueses acomodados. Más que interesante, con algunas frases memorables y un par de situaciones ingeniosas. Anoten, más allá de algún bache ocasional: “Los edukators”.

Jan y Peter son dos amigotes alemanes que irrumpen en las casas de los adinerados alemanes, dan vuelta el mobiliario, desordenan los almohadones, revuelven las joyas, jarrones y ceniceros y se van, sin robar un solo objeto, dejando un único mensaje: “sus días de opulencia están contados”. Los “Edukators” son los revolucionarios naif, en un mundo donde no hay utopías sensatas, estos dos jóvenes se conforman con hacerles sentir a los arquetipos de la globalización, que no se está seguro en ningún lado, que no hay rejas, ni urbanizaciones que nos alejen de los marginados, de los pobres, de los que les toca perder en el juego capitalista del nuevo milenio.

Para ponerle un poco más de sal a la historia, entra a tallar el típico triángulo con tensión sexual: Jule, la novia de Peter, que se enamorara de Jan. (Porque una cosa es hablar de compartir la propiedad privada y otra la novia). Jule cometió un error fatal: se llevó puesto un Mercedes Benz de un ejecutivo, sin tener seguro. Ahora debe pagar los 100 mil euros en cómodas cuotas de 500 euros, que salen de su sueldo de mesera. Y de su futuro que se hizo astillas con el choque.

Las volteretas de la vida los enfrentará, a los tres, con el ejecutivo que manejaba el Mercedes, el mismo que militaba en los movimientos estudiantiles del ’68,. Contrapunto de generaciones e ideas, lo mejor de la película proviene de esas estocadas dialécticas que nos deja una moraleja final: hay gente que nunca cambia. No son cosas de la revolución, sensibilidad social o racionalidad económica: es una simple cuestión de ser, o no, un auténtico hijo de puta.

Image hosted by Photobucket.com
“Los edukators” tiene un elenco juvenil con mucha empatía y naturalidad. A Daniel Brühl lo vimos en “Goodbye Lenin”; babita germana para Julia Jentsch, la actriz del momento y el trío lo completa Stipe Erceg. Gran parte de la frescura del filme, se debe a este terceto que sostiene los diálogos punzantes del guión de Katharina Held y Hans Weingartner (director del filme, también).

Un par de ideas que vale la pena rescatar de esta mirada globalofóbica. Primero, la ausencia de utopías de la juventud actual se corresponde con la carencia de una certidumbre del futuro. Jule es el personaje arquetipo: ella ya tiene una vida arruinada a los 20, debiendo arriar sueños antes de haberlos siquiera desplegado.

Otra idea: la olla a presión de este modelo, la ira que se acumula en ambas puntas de la escala social, proyectado en el consumo enfervorizado, bienes para disimular la soledad y la angustia, la bronca contenida que busca una salida. Aquí el personaje modelo es Hardenberg, el bolche del ’68 que se convirtió, sin que se diera cuenta, en un reaccionario. Su última decisión es paradigmática: rumiando su decisión, sentado en un sofá cool, en un ambiente moderno, lujoso, frío y aséptico, totalmente solo.

Image hosted by Photobucket.com
Escenas: la escena entre Jule y Jan, pintando el cuarto; el diálogo entre ellos mismos, en la terraza, en Berlín de noche, hablando sobre la revolución; la escena final; la escena de los snobs enólogos en el restaurante. Frases: “Admito que parte de lo que dicen es cierto, pero es incorrecto que sea el culpable. Yo estoy jugando el juego, pero no hice la reglas”, “No es quien inventó el arma, si no quien tiró del gatillo”; “Tengo noticias para ti, Hombre de Empresa: tus días están contados”; “Alguna gente nunca cambia”.

CONSEJO: se puede esperar al video, pero se disfruta en cine. Para un público no pochoclero.

jueves, septiembre 29, 2005

el camino del héroe 

Image hosted by Photobucket.com
EL LUCHADOR

El Universo tiende a la nada, la muerte y la disolución es un destino a plazo fijo. La lucha del ser humano está perdida de antemano. Sin embargo, siempre hay alguien que se pone de pie, uno que señala el rumbo, aquel que emprende el viaje al más allá, a la oscuridad, aquel que vence lo que los otros no han podido, aquel que regresa de donde no se vuelve para traer un saber jamás conocido: demostrar con el ejemplo que es posible soñar con persistir. Ese es el camino del héroe, impresión genética, epopeya contada una y otra vez, no importa cuántas veces sea, siempre eficaz, siempre conmovedora.

Image hosted by Photobucket.com

Hubo una vez un hombre, un boxeador de antepasados irlandeses, que pasó por los rings con más pena que gloria, un hombre que en la Depresión mendigó monedas en el Madison Square Garden (a los mismos que lucraron con su derroche de sudor y valor) para mantener a su familia unida. Ese hombre, ese héroe, tuvo una oportunidad. Una sola, remota y fugaz. El hombre de puños de artrosis y costillas fisuradas, se llevó por delante el mundo y volteó muñecos, uno tras otro, rumbo a la gloria. Cuando se dio vuelta, recién entonces se dio cuenta que había estado luchando en nombre de una multitud sumergida, subterránea, silenciosa. El hombre se llamó James J. Braddock. No hay que olvidar que existió, que no es un invento de Hollywood, que llegó a la cima y que ganó algo más que un título de boxeo: se ganó el respeto y, como todo héroe que se precie de tal, enseñó a los otros, que es eso lo que ningún hombre debe perder.

Image hosted by Photobucket.com

Monumental historia real, una de esas películas inspiradoras, esas metáforas que hay que contar en tiempos tan oscuros. "El luchador" es uno de los grandes títulos de este año, para no dejar pasar. Rusell Crowe nos regala otra memorable actuación, de la mano de Ron Howard, el mismo director eficaz pero poco imaginativo, de "Una mente brillante". Uno sospecha a que niveles pudo llegar esta historia en manos de un Spielberg. Pero la épica de Jim Braddock es tan grande, tan poderosa, que supera la corrección del guión de Cliff Hollingsworth y Akiva Goldsman que se quedan en la periferia del sueño americano. Enfrente, ese otro genial actor que es Paul Giamiatti ("Entre copas" y "Esplendor americano") contraparte esencial para esa emoción latente que expone Crowe. Es tan fuerte la química de ambos y tan poderosa la historia, que hasta logra acotar el desborde de Renée Zellweger, al punto que sus mohines no molestan y hasta lograr cerrar alguna buena escena.

Un apunte: préstenle atención a un petiso gordote de cara redonda, que aparece en el rincón de Crowe-Braddock, con el que se abrazaba mientras espera la última tarjeta ante Bauer. ¿Lo ven? Ese señor es Angelo Dundee, el tipo que más sabe de boxeo en el mundo, el único blanco en el rincón de Muhammad Alí y responsable de que ganara esa épica pelea con Frazier, en la mañana de Manila, en el '74, otra historia que algún día tendremos que contar. Ah, también dirigió a Ray Sugar Leonard, por si le faltaba algo a sus pergaminos.

Image hosted by Photobucket.com

Escenas: la de Braddock mendigando en la sala del Madison; la charla de Braddock con su hijo, cuando vuelve de devolver lo robado; la iglesia repleta de irlandeses para rezar por Braddock, con la radio en medio del atrio; las imágenes de sus hijos en el camastro de la casilla de madera, que asoman en la cabeza de Braddock, cuando está por caer noqueado; Braddock, golpeado, en la fila de la Asistencia Pública, para devolver los dólares que el Estado le prestó; la escena de la visita de Mae, la esposa de Braddock, a Joe Gould, el entrenador y su esposa, en el lujoso piso neoyorquino.

Frases: ; "Nosotros no robamos"; "Tengo que creer que... cuando las cosas están mal... puedo cambiarlas"; "Tengo una pelea", "Ja, ja... ¡vete al infierno!"; "Sólo recuerda quien eres... eres el Bulldog de Bergen, el orgullo de Nueva Jersey, eres la esperanza de todos, eres el chico heroico, eres el campeón de mi corazón, James J. Braddock"; "Cada vez que te golpean, siento que me golpean a mí"; "Ahora sé porque peleo", "¿Por qué?", "Por la leche".

CONSEJO: imperdible.

martes, septiembre 27, 2005

discurso setentista 

Image hosted by Photobucket.com
ILUMINADOS POR EL FUEGO

Volver a Malvinas. El símbolo del inicio del derrumbe de lo que alguna vez fue una nación. Otra traición más, para una generación que ha acumulado la seguidilla del Proceso, Malvinas, hiperinflación, indulto, desempleo, 20 de diciembre y la corporación política mafiosa que está terminando de rematar lo poco que queda. Alguna vez existió algo así como un país que se llamó Argentina, que se fue perdiendo de a pedazos, en hilachas de neuronas quemadas y sueños destruidos. Malvinas fue el principio del fin.

"Iluminados por el fuego" prometía, por ser la mirada a esa herida abierta, a ese absurdo derroche de muerte, pasados más de veinte años, el tiempo suficiente que no tenía "Los chicos de la guerra" de Bebe Kamín (más que digna y humana mirada a la guerra). Y en promesa se quedó nomás, una posibilidad perdida por torpezas propias de guión, pero también por un afán oportunista que no merecían los soldados que pusieron el pecho a la imbecilidad nacional.

Desde lo estrictamente cinematográfico, el guión de Tristan Bauer (con la co-autoría de Miguel Bonasso y de Edgardo Esteban y Gustavo Romero Borri, autores de la novela homónima) es sumamente endeble. Cuesta ver cuál es la historia que quiere contar, cómo influye el intento de suicidio del ex combatiente en el protagonista, cómo juegan los tramos del combate en la curva dramática de los personajes.

Como agravante, la actuación es tanto o más endeble que el guión. Gastón Pauls hace una obra maestra de la impavidez, el compañero ideal para cualquier póker; enfrente, Virginia Inoccenti en el festival del desborde. Las escenas de combate son dignas de destacar: las mejores escenas de guerra que se haya filmado en el cine nacional.

"Iluminados por el fuego" cae en el pecado del brochazo grueso, de la falta de matiz, de un mundo poblado de blancos y negros, sin grises. Indudablemente, debieron existir (y seguramente fueron mayoría), oficiales tan imbéciles como los que se ve en la película, gansos que se creían que la guerra era pegar dos gritos, como en la colimba. Pero ese esquematismo nos aleja de los personajes, de la identificación con esa epopeya donde se mezclaron las miserias y las grandezas, sin solución de continuidad. A ese festival de oficiales prepotentes, le faltan los héroes que también los hubo y que no deberían faltar, si el propósito de la película era retratar Malvinas.

La película está parada desde la vereda del colimba y es válida esa posición (uno de los autores de la novela, es veterano de Malvinas). En todo caso, puede admitirse que la película falló por impericia o por estar muy afectado emocionalmente con la historia a contar.

Sin embargo, no parece que ese esquematismo sea una casualidad. Rasgando la superficie (por ejemplo, viendo las colaboraciones y agradecimiento en los títulos finales), nos queda la sensación que la dicotomía colimbas - civiles vs. militares - genocidas, impunes por la ley de obediencia debida y el punto final, tiene el afán didáctico de postular la tesis de la generación del '70, la negación de la Teoría de los Dos Demonios, reciclada en estos tiempos post menemistas. En suma, esta necesidad de un enemigo que requiere este gobierno, para imponer la idea de que estamos viviendo algo diferente a lo que venimos viviendo en los últimos años (léase, una asociación ilícita con un interés común: el saqueo).

Esa postura, personalmente (y admito que es un juicio personal) es lo que me molestó sumamente del filme. Ese mensaje confuso del final, el de volver a Malvinas, junto a la denuncia de los enemigos de la OTAN que se regodean sobre la sangre de nuestros muertos (los mismos tipos a los que les estamos pagando puntualmente la deuda, por la misma gente que compartió lista con Menem en los tiempos del indulto y que se palmean orgullosos con George W, esa gente que no hace falta buscarla en los títulos finales para saber de quiénes estamos hablando), esa sensación de que utilizaron el recuerdo de los combatientes de Malvinas para vender su pescado podrido, me indignó profundamente. No se lo merecen los que murieron ni los que volvieron arrastrando sus heridas (físicas y mentales). La historia que estaba siendo contada merecía su respeto.

En estos días, hay una necesidad de la generación de los '70 de reescribir la historia. En parte para borrar el pasado, en parte para crear una ficción en el presente. Se impone la necesidad de analizar esos tiempos, con valentía y objetividad. Los asesinos del Proceso fueron llevados a juicio y sus crímenes fueron juzgados. No pueden negar lo que hicieron. Quedó probado. La mediocridad, autoritarismo, prepotencia de los militantes de los '70 no ha sido aún analizado. Es necesario, tal vez no para salvar el cuerpo de la nación, que ya está muerto, sino para que, a través de la autopsia, podamos saber de que morimos.

Cierro esta crítica - comentario, con un párrafo de un reportaje a Beatriz Sarlo en "Ñ", donde queda muy explícito los malabares que tienen que hacer esa generación para justificar su relativismo moral (o inmoral, váyase a saber a esta altura, tanta es la confusión):

"Yo creo que es fundamental decir 'No considerábamos el drama singular'. Pero la cuestión de la culpa es difícil de plantear. No puedo ser culpable de un crimen que no está enmarcado dentro de un universo ético. En nuestro universo ético no existían los derechos humanos. Lo que hay que condenar es ese universo ético, pero eso no nos convierte ineludiblemente en asesinos. Es bastante más complejo. Todos estábamos de acuerdo, la practicáramos o no, con la liquidación violenta de nuestros enemigos o no necesariamente enemigos. Pero tenemos que recordar que eso fue una configuración histórica, y mis valores presentes no eran los de ese momento. Por eso mi posición es extremadamente incómoda" ("Ñ",03.09.05)

CONSEJO: dejarla pasar.

viernes, septiembre 23, 2005

inmunodeficiencia social 

Image hosted by Photobucket.com
YESTERDAY

"Yesterday" es una de película de enfermedades, esto es, esa clase de filmes que tienen una intención superior al hecho estético cinematográfico específico: enfocar el reflector sobre un tema de interés social. Como "Filadelfia" pusiera el SIDA en las pantallas de Hollywood, esta película llama la atención sobre la epidemia de la misma enfermedad en el continente africano (Sudáfrica, en este caso particular). A veces, cuando analizamos esta clase de películas, el sentimiento y la emoción se imponen sobre el hecho artístico. Hay una especie de extorsión emocional que nos lleva a darle más puntos que lo que la historia se merece.

Bueno, "Yesterday" no es una película con hallazgos notables. Tiene su valor por su denuncia, por la exposición del problema, por describir como está afectando la infección del SIDA a la población africana, por la denuncia de los agujeros en el sistema de salud. Y tiene la virtud de no caer en golpes bajos, pese a lo duro que es el tema. El logro de Darrell Roodt (director y guionista del filme) es no haberse olvidado de la humanidad de sus personajes, de la emotiva ternura de su protagonista (la espléndida Leleti Khumalo), con esa sonrisa que huele a sol. Algunos momentos poéticos (el hospital que construye Yesterday) y otros trágicos, redondean un buen filme, para ver y tomar conciencia. Sin que revolucione el género, claro está, pero sin caer en el cliché o la concesión rápida.

Yesterday es el nombre de una mujer, madre de una niña chica, esposa de un hombre al que ve cada tanto, cuando el marido regresa de Johannesburgo, donde trabaja como minero. Yesterday vive en una lejana aldea sudafricana. Casa humilde, sol, polvo, una bomba de agua lejos, la naturaleza y el viento. Una tos que no cede y una consulta, para enterarse que es HIV positiva. Desde ese momento, Yesterday se impone una meta: no morirse hasta que su hija empiece la escuela. Ella nunca pasó por las aulas. Su hija, la próxima generación, tendrá ese privilegio.

Image hosted by Photobucket.com

Recordamos (citamos de memoria), la remake de “La mosca” hecha por David Cronenberg, una más o menos obvia metáfora sobre el SIDA, que recién se revela en los medios de comunicación. El protagonista (que muta de hombre a mosca) dice, en cierto parlamento, algo así como que el propósito de la enfermedad no es matarnos, si no convertirnos en otra cosa que odiamos. La metáfora sigue valiendo ahora. El mérito de Yesterday es no olvidarse que es una persona y que la enfermedad puede terminar con su vida, pero con lo que no debe acabar es con su dignidad. Un buen consejo que sirve, tanto para personas, como para sociedades.

Escenas: la construcción del hospital de chapa; las largas caminatas de Yesterday hacia la clínica; la despedida del marido de Yesterday, agonizando; el primer día de clase de Beauty. Frases: “¿Yesterday? Conozco un Today y dos Tomorrow, pero ninguna Yesterday”, “Me lo puso mi padre. Porque decía que las mejores cosas ocurrieron en el pasado”; “No voy a morir. Porque decidí vivir, para ver a Beauty yendo a la escuela”.

CONSEJO: esperar al video.

jueves, septiembre 15, 2005

hippies, treinta años después 

Image hosted by Photobucket.com
LA BALADA DE JACK Y ROSE

Anote: utopía de la isla. Remarque (con doble raya y color rojo): no funciona. Acepta al mundo como tal o lo combate. No hay desvíos intermedios. De a ratos (sólo de ratos) se puede escapar. Arme su isla, haga de cuenta que nada pasa, que podrá llevar adelante su sueño. Pero, créame, es una actitud masturbatoria. O se queda solo. O peor: incurrirá en incesto.

“La balada de Jack y Rose”, la película de Rebecca Miller, (a) la hija célebre, tiene más de una idea interesante. A veces cansa un poco con esos truquitos de cine independiente norteamericano (planos con saltos en la continuidad; personajes con cara de aburridos; alguna conducta poco coherente de los personajes). Pero no deja de ser una buena película, con algunos momentos más que interesantes. No es de amplia recomendación, claro, pero vale la pena tenerla en cuenta. Y más aún, si quiere disfrutar de ese muy buen actor que es Daniel Day-Lewis (esposo de Rebecca Miller), secundado por el rostro profundo de la bella Camilla Belle (y no es un juego de palabras).

Jack es el último sobreviviente de un experimento hippie, el de la vida en comunidad. En una isla sobre la costa este americana, quedó una serie de estructuras a medio realizar, sótanos, casas, ambientes derruidos, todo para sus únicos dos habitantes: Jack y su hija adolescente, Rose. Jack tiene problemas cardíacos y sabe que tiene los días contados. Pero queda Rose, criada en forma tan aislada del resto de la humanidad, que su inocencia llega al punto de doler. Jack introduce a otros jugadores en el juego: Kathleen y sus dos hijos. Rose lo tomará como una traición. El paraíso tiene una serpiente (no sólo simbólicamente, aunque claro, el símbolo apesta) y lo que es peor, tiene los días tan contados como Jack (los mismos días, para ser más claros).

Al guión de “La balada de Jack y Rose” le sobran escenas, posiblemente. Pero vale examinar, atentamente, la muy buena puesta en escena, la responsabilidad dada al puñado de actores, en especial la pareja protagónica, que por momentos se impone a las debilidades o lugares comunes de la trama. Una mención aparte a las dos escenas en la que aparece Beau Bridges, sencillamente, brillante. Sus dos diálogos con Jack, son antológicos.

La película empieza con Rose entre flores y termina con Rose entre flores, también. Una sucede en un campo silvestre; otra en un vivero. “Así es el mundo” dice Jack en un momento del filme “Todo se vende”. Esas imágenes marcan la evolución histórica, del sueño comunitario de los ’60, cuando parecía que la civilización occidental podía tomar un camino distinto al que finalmente tomó, y de esta realidad de principio de milenio. De las flores libres, a las flores comercializadas. Dos imágenes; dos ideas, desperdigadas en el filme.

Escenas: los mencionados diálogos entre Jack y Marty; la escena del beso de Rose; la escena de la serpiente. Frases: “Sólo fue un experimento”; “Le arruiné la vida por snobismo. Sé que al principio había algo. Pero ahora ya no me acuerdo qué”; “Me hice ciudadano norteamericano en 1972. Me gustaba este país. O por lo menos en lo que prometía convertirse”.

CONSEJO: para cinéfilos y amantes del cine arte. Puede esperarse al video. El resto, seguir de largo que se van a embolar.

lunes, septiembre 12, 2005

sin ayuda para recordar 

MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Image hosted by Photobucket.com

Posiblemente sea una película menor, si se compara el resultado final con el potencial de la historia. En algún momento, el guión de Omar Naim (director del filme) se pierde en una voltereta cuasi-policial, que no agrega mucho a la trama. Seguramente, los personajes secundarios no están debidamente aprovechados (el papel de Mira Sorvino, es un claro ejemplo). Se añora una estética marcada, como la que hubiera tenido en manos de un Steven Spielberg. Pero, aún con esos baches, esas deficiencias que la alejan de la obra maestra, “Más allá de la muerte” es mucho más que lo que sugieren las críticas lapidarias. Cierra una buena película (por momentos muy buena) con un puñado de ideas sugerentes que vale la pena sopesar y especular.

Esbocemos el argumento de la película. En un futuro cercano, una empresa pone en venta un chip que, insertado en el momento previo al nacimiento, le permite a una persona grabar toda su vida. Al morir, el chip se retira y se entrega a un especialista, un editor, que prepara un video para proyectar en la Remembranza, un momento del funeral, donde se comparte la vida del fallecido, con sus amigos y familiares, condensando una vida en un par de horas. Uno de esos editores, el mejor, es Alan Hakman. Él guarda un secreto de su infancia, un secreto oculto que lo ha inhabilitado en su vida. Ahora, desde la sala de edición, borra los pecados de los otros, absolución post-mortem dada discrecionalmente. Pero este caso es especial: Hakman descubre, en la memoria grabada de su próximo cliente, una cara, una cara de su pasado. Y la necesidad de buscarla, modificará su vida completamente.

“Más allá de la muerte” juega con una idea que se está convirtiendo en un tema reiterado en el cine de estos tiempos, camino iniciado posiblemente por “Memento”: la relación entre la memoria y el ser.¿Qué define nuestra identidad y nuestra moral? ¿Somos algo diferente al puñado de nuestros recuerdos? Si estos alteran, ¿hasta que punto podemos decir que nuestra esencia no ha cambiado también?

Otra idea: la no neutralidad del que mira. La conciencia del acto visual, altera la conducta del mirado. ¿Se hubieran comportado de otro modo los receptores del chip de “Más allá de la muerte” de saber que nadie registra sus actos? Vale repetir una idea con la que especulamos en la crítica de “El hombres sin sombra”: ¿alguien puede ser realmente bueno, si nadie lo ve? ¿No tenemos una moral porque nuestros actos son juzgados y valuados por nuestros semejantes? ¿Acaso no somos buenos porque creemos en alguien que "todo lo ve"?

Hay otra idea de corte más político y más actual: la necesidad de una memoria sin intermediarios. “Sin ayuda para recordar” dice la pancarta de un activista anti-chip, en la película. Una persona es el balance de todos sus actos, sus grandes momentos y sus actos cotidianos, sus miserias y sus grandezas, su talento y su mediocridad. Juzgamos, sopesamos, medimos, de un modo arbitrario y personal, esa pluralidad de momentos, para formarnos un juicio sobre esa persona. Pero, ¿qué pasa si hay un sesgo en la selección de esos momentos? ¿Qué pasa si una mano redentora borrara las imperfecciones, apilara, en una sucesión agobiadora, las virtudes y retaceara las zonas oscuras, escamoteándolas de nuestra vista? ¿Qué validez tendría nuestro juicio? ¿Esa manipulación no anularía completamente todo el proceso? El juego del homo videns, aquel que forma su opinión por imágenes que otro manipula.

Esto arrastra otra clave: quien manipula al otro, lo anula. Lo convierte en otro, en una ficción (me remito a la última escena del filme), a un invento que nunca ha existido. Y volvemos al tema principal: ¿cuánto ha quedado de nosotros, cuando han transformado nuestros recuerdo? Para bien o para mal, somos la colección de todos esos momentos. Tirar de un hilo, por imperfecto que pareciera, conlleva el riesgo de descoser todo el tapiz (cito a Jean-Luc Piccard).

Dos ideas más: la culpa como un destilado de la memoria. Si alguien pudiera borrar esos malos recuerdos, la culpa cesaría, pero, ¿seríamos mejores personas? ¿O habríamos anulado una parte de nuestro ser? Última idea: somos el resultado de nuestros recuerdos, pero, principalmente, de cómo su percepción nos afecta en el presente. La diferencia es sutil: los hechos pudieron ser muy diferentes de lo que creemos; no es fundamental. La clave está en la percepción de esos hechos. Somos, no lo que vemos, si no el modo que lo vemos.

Como pueden ver, “Más allá de la muerte” aporta material para la discusión post café. Escenas destacadas: el diálogo entre Alan Hakman e Isabel Bannister, la niña abusada; la secuencia inicial, del niño cruzando el tablón. Frases: “No hay nada que no sepa próximamente”; “Es por algo bueno, Alan. Tu vida tendrá un significado. Lo prometo”; “El muerto no significa nada para mí, Mrs. Bannister. Yo tomo este trabajo porque respeto a los vivos”; “Mi trabajo es dejar que la gente recuerde, lo que quiere recordar, Fletcher. Cumplo con una necesidad humana. No inventé la tecnología”; “Esos momentos me pertenecen, Alan. Los buenos y los malos. Son míos y de él”; “Esa chica era un completo desastre. Bebíab, drogas, dejó la escuela… Cuando cumplió 21 y supo de su implante Zoe dio un giro de 180°. Nació de nuevo. Saber que alguien la veía, día tras día, la transformó en una persona amable, gentil, cariñosa”, “¿Qué sucedió?”; “Se suicidó. Se tiró de su balcón… 27 pisos de cabeza. El implante se vaporizó instantáneamente”.

CONSEJO: esperar al video, pero puede ser una buena segunda opción.

miércoles, septiembre 07, 2005

servicio al cuarto 

2046
Image hosted by Photobucket.com

En un momento del filme, un personaje dice: "Al principio es aburrido. Pero después uno se acostumbra". Perfecta definición para una película rara, muy rara, pero que terminamos comprando. Ojo: para adictos al cine arte. Porque "2046", la película de Kar Wai Wong, tiene una sintaxis, estructural y visual, para cinéfilos entrenados. Por momentos es densa, morosa, como si perdiera el camino, pero remonta al final. La película termina siendo coherente con la historia que cuenta el director, la historia principal que unifica los tantos romances del protagonista.

"2046" es la continuación de "Con ánimo de amar", la anterior película de Kar Wai Wong. No es necesario conocerla, basta con saber lo que se informa al principio del filme: el señor Chow Mo Man se enamoró de una mujer casada, en Singapur, años atrás, y el romance se frustró. Ella no quiso irse con él, a Hong Kong, donde ocurre esta segunda parte. Bueno, ahora estamos viendo como sobrevivió Chow a ese gran amor frustrado. Chow se ha vuelto un Don Juan que cambia de mujeres como de camisa. Periodista, se dedica a escribir historias de ciencia - ficción, encerrado en un cuarto de un mísero hotel. El cuarto tiene el mismo número (2046) que aquel cuarto de Singapur donde vivió su historia de amor. En ese cuarto, Chow empieza a escribir una historia que sucede en el futuro, en el 2046 (el año que termina el período de gracia en el que China se comprometió no hacer cambios en Hong Kong). En esa novela, hay un tren que lleva al futuro, a ese 2046, donde van las personas a buscar sus recuerdos. El protagonista de la novela va a buscar a la mujer que amó, para saber si lo sigue amando. Nadie regresa de 2046. Pero él sí. Aunque ese viaje lleve toda una vida.

Mientras escribe esa historia, Chow conoce a una mujer tras otra (una mujer que lo ha olvidado; otra que ama a un japonés, para enojo de su padre, el dueño del hotel; la hermanita de esa otra, una adolescente casquivana; una prostituta hermosa que se enamora perdidamente; una enigmática apostadora). Cada una le aporta gestos, detalles, momentos, para pegar en esa novela, un collage que habla del autor, más que cualquier otra cosa. Y en esos trucos, omnipresente, el amor que quedó atrás, el que no se puede superar.

Image hosted by Photobucket.com

En ese barullo de personajes, líneas de tiempo, personajes reales y de ficción, el espectador puede perderse. Es una película que se disfruta más, seguramente, en una segunda o tercera visión. Pero, conceptualmente, la película no transcurre en el futuro, si no en el pasado: en 1963, el año que Chow dejó a su amor. Esa habitación es el símbolo del hombre que está encerrado en un momento de su vida. No ha podido superar ese fracaso. No hay modo de superarlo, porque el verdadero amor se da (con suerte) una sola vez en la vida. Las mujeres que desfilan por su vida no pueden alcanzarlo. Ha perdido toda posibilidad de un futuro, porque ha quedado anclado en el pasado, en esa habitación 2046 donde fue feliz. Esa imposibilidad de continuar, es la poética tesis del filme, es el drama existencial del protagonista. Buscar a alguien que no existe en el futuro, porque está en el pasado, irremediablemente.

Cada historia de amor de Chow, es una referencia a esa gran historia de su pasado; cada gesto en la novela, es un gesto en la vida cotidiana, pero también en ese amor pasado. El pendular de una cadera, una carta sacada de un mazo, un número de una habitación. Los símbolos se repiten, como hitos en el camino, para aquel que está perdido en el pasado. Cree ver augurios, cuando en realidad sólo ve fantasmas.

Kar Wai Wong hace gala de esos planos increíbles (dice la leyenda que nunca estudió cine y por eso ubica la cámara como quiere; otros que una de sus actrices lloraba mejor con un ojo que con otro, por eso cortó su rostro al medio), una cámara que parece escondida, acechando detrás de los personajes. La fotografía de Christopher Doyle (el mismo de "Héroe") es otro cómplice fundamental de la cuidada estética de la película. Agenden: la banda de sonido. Auténticamente, de colección. (Una joya, la versión de "Sibouney" de Xavier Cugat). Un detalle: la película está hablada en distintos idiomas y los personajes hablan entre sí, con idiomas diferentes. Uno responde en un idioma, a la pregunta realizada en otro, como si hablaran una sola lengua. Chow habla en cantonés, Bai Ling en mandarín, Tak en japonés.

Y, como si fuera poco, Kar Wai Wong se da el lujo y hace desfilar por su película a todas las estrellas del cine chino actual. Vayan contando: imágenes de Maggie Cheung (de su anterior "Con ánimo de amar"), Gong Li ("Sorgo rojo", "Ju dou", "Adiós mi concubina"), Zhang Ziyi (la jovencita de "Héroe" y "El tigre y el dragón"), Faye Wong (cantante y actriz en "Chungking express" del mismo Wong). Un seleccionado babístico oriental, pero nos quedamos con Zhang Ziyi, que es nuestra debilidad asiática.

Image hosted by Photobucket.com

Escenas: el diálogo final entre Bai Ling y Chow; el último diálogo entre Chow y Su Li Zhen; la escena de la androide que no entiende. Frases: "Tengo un secreto que contarte. ¿Vienes conmigo?”; “No regresó. Como si hubiera abordado un largo tren dirigido a un somnoliento futuro a través de una insondable noche”; “Todos iban a 2046 con la misma intención: recuperar sus memorias perdidas. Porque en 2046 nada cambia. Pero, nadie sabe si es verdad o no, porque nadie ha regresado de allí”; “Cuídate. Puede ser que un día escapes de tu pasado. Si lo haces, buscame”; “En el amor, no puedes buscar un sustituto”; “Cuando no tomas un ‘no’ como respuesta, hay aún una chance de tener lo que quieres”; “Encontré un androide que lucía como ella. Deseaba que ella pudiera darme una respuesta”; “Cuando las peonías florecen, ella se pone de pie. ¿Eso significa un ‘sí’ o un ‘no’?”; “El amor es una cosa de coordinación”; “Las lágrimas son las heridas del alma”.

CONSEJO: imperdible para público entrenado. El resto, esperar al video, sin apuro.

lunes, septiembre 05, 2005

duro de liberar 

Image hosted by Photobucket.com
BAJO AMENAZA

"Bajo amenaza" es un típico filme pochoclero, uno de esos productos marca registrada Bruce Willis en el orillo. El clásico héroe americano que, a punta de pistola, salva a los inocentes y castiga a los malos. No vamos a descubrir la pólvora en este guión de Doug Richardson sobre la novela de Robert Crais. Es más, está lejos de algunas cimas del género (como "Duro de matar"). Alcanza para redondear un buen filme, más que mirable y con buenos momentos. Pero no es una obra maestra. Sin embargo, tiene algunos pequeños hallazgos que vale la pena señalar, algunas notas al margen que enaltecen una historia sin sorpresas.

Jeff Talley es un negociador de la policía, especialista en convencer a los delincuentes que toman rehenes. El último trabajo de Talley sale mal: mueren una mujer y un niño, tomados como rehenes. Talley larga todo y acepta un tranquilo trabajo como comisario en un pueblo remoto y pachorriento. Como es de esperar, rara vez el destino nos deja en paz: tres jóvenes descontrolados tomarán como rehenes a un padre y sus dos hijos (una adolescente y un niño menor) y allí tiene que ir Talley, a sobreponerse de sus traumas. Como si fuera poco, todo se complicará en el medio y deberá luchar por su familia, tomada también como rehén por otros poderosos, más impunes que los tres loquitos que tomaron la casa del señor Smith.

"Bajo amenaza" presenta algunos puntos interesantes, para despegar el relato del cliché. Anotemos: los grandes planos generales. Florent Emilio Siri, el director de este filme, hace un notable despliegue de cámaras, incorporando al paisaje como otro elemento de guión, para sumarle contexto a la historia. Otro punto: el nivel de angustia que tiene el relato. Toda la película está inmersa en una sensación asfixiante de pánico, de un puño apretado en la boca del estómago, un pozo depresivo que cuesta remontar. Esa presión (la presión del protagonista) está muy bien desarrollada, logra crear el clima ominoso de gran parte del filme (que tampoco es una sucesión ininterrumpida de corridas, tiros, disparos, golpes, etc., etc., si no que se genera mucha acción desde el propio diálogo). El pico es la última escena, en la que el héroe llora desconsolado abrazado a su familia. Allí está la explosión emotiva que el protagonista ha guardado desde la primera escena y que está agazapada, en la máscara marcada en el rostro de Bruce Willis. Otro punto a destacar: la secuencia de los títulos iniciales; agréguese la música, otro elemento que colabora con la angustia latente de la película.

Chimento: la hija de Talley, es la propia hija de Bruce Willis y Demi Moore, Rumer Willis, que ya ha trabajado en algunas películas con papi (y también con mami, como en "Striptease"). Pero las palmas se la llevan Ben Foster como el psicótico Mars y Michelle Horn (Jennifer, la hija de Smith).

Image hosted by Photobucket.com

Escenas: el cruce de miradas y posterior fueguito, en la última escena entre Mars y Jennifer; la secuencia inicial de toma de rehenes; la secuencia final entre Jeff, Smith y los malos. Frases: "Tú eres mi chica, ¿okey? Y mi chica viene conmigo"; "¿Cuál es el mejor día de tu vida? ¿Puedes recordarlo? Para mí, es hoy"; "¿Por qué el chico sólo lo ve? ¿Qué está haciendo?", "Él no lo ve. Lo está mirando. Lo está mirando morir... Oh, Dios... dimos con el chico equivocado"; "Maldita gente rica"; "¿Sabes lo que hacen los policía cuando se retiran? Juegan golf. Yo no quiero jugar golf. Odio el golf".

CONSEJO: esperar al video. Puede ser para una salida light, pochoclera.

viernes, septiembre 02, 2005

pastiche coreano 

LA ESPOSA DEL BUEN ABOGADO
Image hosted by Photobucket.com

Dos escenas. Eso es todo el filme. La escena en la que el cartero arroja a un chico del techo de un edificio en construcción y la escena final, en la que la esposa del buen abogado desvirga al joven vecino, culminando el orgasmo en un llanto que ha venido retrasando por bastante tiempo. Con dos escenas no se salvan una película, por más buenas que sean. En el medio, una maraña de de golpes de efectos, un poco de porno soft, otro de melodrama, otro de morbo, otro poco de comedia, otro de no se entiende muy bien qué. Todas esas cosas son “La esposa del buen abogado”, película del coreano Sang-soo Im, que habrán visto más que alabada por la crítica local.

Hay un amago de argumento: un abogado adicto al trabajo, casado con una ex bailarina, tiene una amante, él conduce un caso de parientes de personas sepultadas en fosas colectivas durante la guerra de Corea, el padre se está muriendo de un cáncer de pulmón, pero sigue fumando, la madre ya tiene un hombre que lo reemplace (porque el viejo parecía que era bastante cabrón), hay un vecinito onanista que sigue a la esposa del abogado, ésta le da calce, el padre del pibe no quiere que debute con una veterana de varias guerras (un auténtico perro del hortelano, porque la coreanita está buenísima, que es una tal So-ri Moon si logramos identificar correctamente a la actriz en el listado de la película), ambos (el abogado y su esposa) tienen un nene adoptado que no quería saber que era adoptado.

Bueno, eso es, más o menos la trama. Se imaginan el resto.

Image hosted by Photobucket.com

CONSEJO: dejar pasar.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?