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críticas chatarras

lunes, septiembre 12, 2005

sin ayuda para recordar 

MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

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Posiblemente sea una película menor, si se compara el resultado final con el potencial de la historia. En algún momento, el guión de Omar Naim (director del filme) se pierde en una voltereta cuasi-policial, que no agrega mucho a la trama. Seguramente, los personajes secundarios no están debidamente aprovechados (el papel de Mira Sorvino, es un claro ejemplo). Se añora una estética marcada, como la que hubiera tenido en manos de un Steven Spielberg. Pero, aún con esos baches, esas deficiencias que la alejan de la obra maestra, “Más allá de la muerte” es mucho más que lo que sugieren las críticas lapidarias. Cierra una buena película (por momentos muy buena) con un puñado de ideas sugerentes que vale la pena sopesar y especular.

Esbocemos el argumento de la película. En un futuro cercano, una empresa pone en venta un chip que, insertado en el momento previo al nacimiento, le permite a una persona grabar toda su vida. Al morir, el chip se retira y se entrega a un especialista, un editor, que prepara un video para proyectar en la Remembranza, un momento del funeral, donde se comparte la vida del fallecido, con sus amigos y familiares, condensando una vida en un par de horas. Uno de esos editores, el mejor, es Alan Hakman. Él guarda un secreto de su infancia, un secreto oculto que lo ha inhabilitado en su vida. Ahora, desde la sala de edición, borra los pecados de los otros, absolución post-mortem dada discrecionalmente. Pero este caso es especial: Hakman descubre, en la memoria grabada de su próximo cliente, una cara, una cara de su pasado. Y la necesidad de buscarla, modificará su vida completamente.

“Más allá de la muerte” juega con una idea que se está convirtiendo en un tema reiterado en el cine de estos tiempos, camino iniciado posiblemente por “Memento”: la relación entre la memoria y el ser.¿Qué define nuestra identidad y nuestra moral? ¿Somos algo diferente al puñado de nuestros recuerdos? Si estos alteran, ¿hasta que punto podemos decir que nuestra esencia no ha cambiado también?

Otra idea: la no neutralidad del que mira. La conciencia del acto visual, altera la conducta del mirado. ¿Se hubieran comportado de otro modo los receptores del chip de “Más allá de la muerte” de saber que nadie registra sus actos? Vale repetir una idea con la que especulamos en la crítica de “El hombres sin sombra”: ¿alguien puede ser realmente bueno, si nadie lo ve? ¿No tenemos una moral porque nuestros actos son juzgados y valuados por nuestros semejantes? ¿Acaso no somos buenos porque creemos en alguien que "todo lo ve"?

Hay otra idea de corte más político y más actual: la necesidad de una memoria sin intermediarios. “Sin ayuda para recordar” dice la pancarta de un activista anti-chip, en la película. Una persona es el balance de todos sus actos, sus grandes momentos y sus actos cotidianos, sus miserias y sus grandezas, su talento y su mediocridad. Juzgamos, sopesamos, medimos, de un modo arbitrario y personal, esa pluralidad de momentos, para formarnos un juicio sobre esa persona. Pero, ¿qué pasa si hay un sesgo en la selección de esos momentos? ¿Qué pasa si una mano redentora borrara las imperfecciones, apilara, en una sucesión agobiadora, las virtudes y retaceara las zonas oscuras, escamoteándolas de nuestra vista? ¿Qué validez tendría nuestro juicio? ¿Esa manipulación no anularía completamente todo el proceso? El juego del homo videns, aquel que forma su opinión por imágenes que otro manipula.

Esto arrastra otra clave: quien manipula al otro, lo anula. Lo convierte en otro, en una ficción (me remito a la última escena del filme), a un invento que nunca ha existido. Y volvemos al tema principal: ¿cuánto ha quedado de nosotros, cuando han transformado nuestros recuerdo? Para bien o para mal, somos la colección de todos esos momentos. Tirar de un hilo, por imperfecto que pareciera, conlleva el riesgo de descoser todo el tapiz (cito a Jean-Luc Piccard).

Dos ideas más: la culpa como un destilado de la memoria. Si alguien pudiera borrar esos malos recuerdos, la culpa cesaría, pero, ¿seríamos mejores personas? ¿O habríamos anulado una parte de nuestro ser? Última idea: somos el resultado de nuestros recuerdos, pero, principalmente, de cómo su percepción nos afecta en el presente. La diferencia es sutil: los hechos pudieron ser muy diferentes de lo que creemos; no es fundamental. La clave está en la percepción de esos hechos. Somos, no lo que vemos, si no el modo que lo vemos.

Como pueden ver, “Más allá de la muerte” aporta material para la discusión post café. Escenas destacadas: el diálogo entre Alan Hakman e Isabel Bannister, la niña abusada; la secuencia inicial, del niño cruzando el tablón. Frases: “No hay nada que no sepa próximamente”; “Es por algo bueno, Alan. Tu vida tendrá un significado. Lo prometo”; “El muerto no significa nada para mí, Mrs. Bannister. Yo tomo este trabajo porque respeto a los vivos”; “Mi trabajo es dejar que la gente recuerde, lo que quiere recordar, Fletcher. Cumplo con una necesidad humana. No inventé la tecnología”; “Esos momentos me pertenecen, Alan. Los buenos y los malos. Son míos y de él”; “Esa chica era un completo desastre. Bebíab, drogas, dejó la escuela… Cuando cumplió 21 y supo de su implante Zoe dio un giro de 180°. Nació de nuevo. Saber que alguien la veía, día tras día, la transformó en una persona amable, gentil, cariñosa”, “¿Qué sucedió?”; “Se suicidó. Se tiró de su balcón… 27 pisos de cabeza. El implante se vaporizó instantáneamente”.

CONSEJO: esperar al video, pero puede ser una buena segunda opción.

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