jueves, septiembre 29, 2005
el camino del héroe
EL LUCHADOR
El Universo tiende a la nada, la muerte y la disolución es un destino a plazo fijo. La lucha del ser humano está perdida de antemano. Sin embargo, siempre hay alguien que se pone de pie, uno que señala el rumbo, aquel que emprende el viaje al más allá, a la oscuridad, aquel que vence lo que los otros no han podido, aquel que regresa de donde no se vuelve para traer un saber jamás conocido: demostrar con el ejemplo que es posible soñar con persistir. Ese es el camino del héroe, impresión genética, epopeya contada una y otra vez, no importa cuántas veces sea, siempre eficaz, siempre conmovedora.
Hubo una vez un hombre, un boxeador de antepasados irlandeses, que pasó por los rings con más pena que gloria, un hombre que en la Depresión mendigó monedas en el Madison Square Garden (a los mismos que lucraron con su derroche de sudor y valor) para mantener a su familia unida. Ese hombre, ese héroe, tuvo una oportunidad. Una sola, remota y fugaz. El hombre de puños de artrosis y costillas fisuradas, se llevó por delante el mundo y volteó muñecos, uno tras otro, rumbo a la gloria. Cuando se dio vuelta, recién entonces se dio cuenta que había estado luchando en nombre de una multitud sumergida, subterránea, silenciosa. El hombre se llamó James J. Braddock. No hay que olvidar que existió, que no es un invento de Hollywood, que llegó a la cima y que ganó algo más que un título de boxeo: se ganó el respeto y, como todo héroe que se precie de tal, enseñó a los otros, que es eso lo que ningún hombre debe perder.
Monumental historia real, una de esas películas inspiradoras, esas metáforas que hay que contar en tiempos tan oscuros. "El luchador" es uno de los grandes títulos de este año, para no dejar pasar. Rusell Crowe nos regala otra memorable actuación, de la mano de Ron Howard, el mismo director eficaz pero poco imaginativo, de "Una mente brillante". Uno sospecha a que niveles pudo llegar esta historia en manos de un Spielberg. Pero la épica de Jim Braddock es tan grande, tan poderosa, que supera la corrección del guión de Cliff Hollingsworth y Akiva Goldsman que se quedan en la periferia del sueño americano. Enfrente, ese otro genial actor que es Paul Giamiatti ("Entre copas" y "Esplendor americano") contraparte esencial para esa emoción latente que expone Crowe. Es tan fuerte la química de ambos y tan poderosa la historia, que hasta logra acotar el desborde de Renée Zellweger, al punto que sus mohines no molestan y hasta lograr cerrar alguna buena escena.
Un apunte: préstenle atención a un petiso gordote de cara redonda, que aparece en el rincón de Crowe-Braddock, con el que se abrazaba mientras espera la última tarjeta ante Bauer. ¿Lo ven? Ese señor es Angelo Dundee, el tipo que más sabe de boxeo en el mundo, el único blanco en el rincón de Muhammad Alí y responsable de que ganara esa épica pelea con Frazier, en la mañana de Manila, en el '74, otra historia que algún día tendremos que contar. Ah, también dirigió a Ray Sugar Leonard, por si le faltaba algo a sus pergaminos.
Escenas: la de Braddock mendigando en la sala del Madison; la charla de Braddock con su hijo, cuando vuelve de devolver lo robado; la iglesia repleta de irlandeses para rezar por Braddock, con la radio en medio del atrio; las imágenes de sus hijos en el camastro de la casilla de madera, que asoman en la cabeza de Braddock, cuando está por caer noqueado; Braddock, golpeado, en la fila de la Asistencia Pública, para devolver los dólares que el Estado le prestó; la escena de la visita de Mae, la esposa de Braddock, a Joe Gould, el entrenador y su esposa, en el lujoso piso neoyorquino.
Frases: ; "Nosotros no robamos"; "Tengo que creer que... cuando las cosas están mal... puedo cambiarlas"; "Tengo una pelea", "Ja, ja... ¡vete al infierno!"; "Sólo recuerda quien eres... eres el Bulldog de Bergen, el orgullo de Nueva Jersey, eres la esperanza de todos, eres el chico heroico, eres el campeón de mi corazón, James J. Braddock"; "Cada vez que te golpean, siento que me golpean a mí"; "Ahora sé porque peleo", "¿Por qué?", "Por la leche".
CONSEJO: imperdible.
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