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críticas chatarras

miércoles, septiembre 29, 2010

yo acuso 

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EL RATI HORROR SHOW
data: http://www.cinenacional.com/peliculas/index.php?pelicula=7476
“Una injusticia hecha a un individuo, es una amenaza a toda la sociedad”.
MONTESQUIEU
“El Rati Horror Show” es un documental sobre una injusticia: la historia de Fernando Ariel Carrera quien, erróneamente, purga 30 años de cárcel. En la película de Enrique Piñeyro y Pablo Tesoriere (sobre la idea original de Pablo Galfre) se describe cómo un ciudadano común sin antecedentes penales, es acusado de ladrón y de atropellar en su fuga automovilística a varias personas (la llamada “Masacre de Pompeya”). Inerme ante la máquina de picar carne que es la justicia argentina, las fuertes inconsistencias de la investigación y del proceso judicial, fueron eficazmente ignoradas por las distintas instancias. Ahora, su caso está en manos de la Corte Suprema. Y esa decisión es una de las últimas cartas que le quedan a Carrera para que su caso sea escuchado y quede develada la conspiración de los policías de la Comisaría 34 para convertirlo en chivo expiatorio.

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Piñeyro y Tesoriere trabajan con imágenes de archivos televisivos, con el expediente judicial, con entrevistas al condenado y con cámaras ocultas y simulaciones digitales de la escena del crimen. Menos clara que “Whisky Romeo Zulú” o “Fuerza Área S.A.” en la exposición de los hechos, la potencia del caso emerge sobre la sintaxis titubeante y logra su cometido. Somos testigos de una injusticia a un hombre común.

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Cuando uno analiza casos como el vivido por Carrera, empieza a comprender cómo opera la trama mafiosa en Argentina, cuáles son las instituciones fallidas del fracasado sistema democrático restaurado en 1983. El problema de casos como los de Carrera, no es que pueda existir un juez (o un tribunal) que falle con tanta arbitrariedad; lo crítico es que no haya existido ninguna instancia superior para subsanar las injusticias cometidas. Ante la injusticia, la indiferencia. Esa es la principal falla.

Podríamos dar una vuelta de tuerca más; en un país con instituciones sanas, una película como la que estrenaron Piñeyro y Tesoriere merecería dos respuestas posibles: se interviene judicialmente con la premura debida para subsanar lo denunciado en el filme o se inicia una querella a los autores por mentir. Que ninguna de las dos cosas haya ocurrido (peor aún, la semana pasada, Piñeyro denunció que la Policía Federal le retiró la custodia que tenía su familia), revela el grado de corrupción que afecta a nuestras instituciones. Ni siquiera llama la atención, una denuncia de ese tenor. (No nos llama la atención: las anteriores películas de Piñeyro tuvieron igual efecto).

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Otra reflexión merece la visión del caso Carrera: el modo en que los medios de comunicación son llevados de la nariz, para difundir la versión de los hechos que propaga el poder, sin ningún ánimo crítico, sin ninguna investigación independiente que ponga en sospecha lo dicho por los estamentos oficiales. Esto habla de la preparación de los periodistas argentinos, reducidos al mero papel de presentadores de noticias, repitiendo un guión que es un “corte y pegue” de los cables noticiosos. También, nobleza obliga, hay que señalar que el material de las cámaras presentes, dio a la dupla Piñeyro – Tesoriere las imágenes necesarias (entre ellas, la de un testigo que ratifica la versión de Carrera) para apoyar su argumento. Las cámaras estaban ahí, lo mostraron. Hubo fatiga para analizar la información que estaban viendo y pereza para sospechar de lo que era dicho, sin constatarlo. Pero es clave señalar que toda la información para avalar los argumentos

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Cinematográficamente, “El Rati Horror Show” no es un buen documental. Demasiado disperso, dudando entre contar la historia o contar cómo se cuenta la historia. La excesiva presencia de Enrique Piñeyro en cámara es fatal. Lo que importaba es la historia, cerrar todos los flancos posibles, mostrar a todos los protagonistas. Nada aporta la indignación de Piñeyro en pantalla. Aporta que la cámara hubiera mostrado a los protagonistas (jueces, policías, periodistas) y preguntarles qué opinan sobre las inconsistencias en la investigación. Aunque ellos no quisieran contestar, esa negativa también hubiera servido.

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Hay un ejemplo que muestra, muy claramente, esa falta de estructura del documental. Cuando Piñeyro pregunta por el bloque sobre el poder judicial y el “seleccionado” de los jueces, le contestan que ese tramo dura 25 minutos. “Mucho tiempo, da para otra película” responde, hecho bienvenido, pero que retacea una pieza importante de información para comprender lo sucedido. Pero, acto seguido, se embarca en la puesta de escena de un disparo a un trozo de carne, para oír el ruido de una bala pegando en el músculo, para que imaginemos lo que sintió Carrera con ocho balazos en su cuerpo. El tramo se lleva unos cuantos minutos y, conceptualmente, no aporta nada. ¿Con qué criterio se impuso este segmento al otro desechado de los jueces?

En esta película, Piñeyro cometió un pecado de vanidad. Y el tenor de la historia que tenía entre manos, ameritaba correrse del centro y dejar el protagonismo a la pesadilla de Carrera. “El Rati Horror Show” hubiera alcanzando mayor brillo y efectividad, sirviendo a la causa principal: lograr que la injusticia a Fernando Ariel Carrera sea reparada.

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Pese a estas deficiencias desde lo cinematográfico, “El Rati Horror Show” es una película que merece verse, comentarse y recomendar. Porque, aún con sus taras, se ha atrevido a exponer la injusticia cometida a un hombre. Y, como reza la frase de Montesquieu que abre esta crítica, eso es una amenaza directa a toda la sociedad.

Para los que quieran profundizar en el caso, recomendamos visitar el sitio de la película:

http://www.elratihorrorshow.com/

En el sitio, encontrarán información sobre el caso judicial, mucha documentación, reportajes a Piñeyro y notas. Si de lo leído y observado, consideran que el caso de Fernando Ariel Carrera debe ser reconsiderado, en la página mencionada hay un link para juntar firmas para la liberación de Carrera.

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El link es:

http://www.elratihorrorshow.com/firmar/

Firmen, comenten, difundan. Es lo único que separa a este hombre de un futuro entre rejas.

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A modo de cierre, insertamos el video con la versión de “El reino del revés” de María Elena Walsh que cierra los títulos finales de la película:

El Reino del Revés from Aquafilms on Vimeo.


lunes, septiembre 27, 2010

pasando el testimonio 

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LOS INDESTRUCTIBLES
data: http://www.imdb.com/title/tt1320253

“Los indestructibles” es un pequeño hito en la historia del cine de acción. Sylvester Stallone utiliza la excusa de una película para juntar a los viejos actores que compitieron con él en el liderazgo del género, con la nueva guardia, para pasarle a la generación entrante, el legado en pantalla. Las bromas, en la escena de la iglesia, entre Bruce Willis, Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger (“¿Qué le pasa a ese tipo?”, “Quiere ser Presidente”) es un claro ejemplo del tono lúdico con el que se encaró esta película.

Lo que menos importa es lo que pasa en pantalla; la película es un mero pretexto, casi un inconveniente obviado por los guiños simbólicos que pueblan los restos moribundos de una trama improbable. Lo vital es el homenaje al cine de acción que hace este tipo que a los 64 años sigue corriendo y tirándose de las alturas, ya en tiempo de descuento.

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A la hora de matar al villano (Eric Roberts) queda claro quién es el heredero de Stallone: Jason Statham. Stallone le pega un tiro y Statham lo acuchilla de atrás, al mismo tiempo. Statham se hace cargo del muerto: tomó el mando y Sylvester se lo da, condescendiente. “El tiempo nos alcanza a todos” es una de las primeras frases del filme. Y eso marca la tónica. Stallone sabe que está de vuelta pero se quiere dar el lujo de mostrar los que seguirán su senda. (Entre nosotros, adscribimos totalmente a la decisión de pasarle el cetro del reinado del género de piñas a tipos como Jason Statham y a Jet Li. Se lo merecen.)

Los mercenarios de “Los indestructibles” ni siquiera tienen la ingenua creencia nacionalista en la patria. El héroe ya no lucha por los Estados Unidos, la libertad, contra la dictadura, ni ninguna apelación a la moral. El héroe vuelve a enfrentarse a los malos, para salvar a una mujer. Tal vez no haya ideal más alto ni más noble.

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En el festival de colágenos, cirugías, botox y otras (tan impresionantes como patéticas) alquimias estéticas, vale destacar la escena entre Mickey Rourke y Sylvester Stallone, el largo parlamento sobre la perdida del alma, el mejor diálogo del filme. En ese momento, los fantoches de los que fueron una vez en vida Rourke y Stallone, parece que se refirieran a sus pasados personales y artísticos. Siempre hay una vuelta más. Transcribimos el diálogo porque lo merece:
-¿Recuerdas aquella vez cuando estábamos en Bosnia? Nos enfrentamos con aquellos serbios malvados y todos nuestros amigos fueron cortados en pedazos. Hubo sangre por todos lados. No pensé que lograríamos salir vivos de esa... Y también lo pensabas tú...
-Sí.
-De alguna manera yo también me siento muerto. ¿Sabes? Mi cabeza estaba en un lugar oscuro, no creía en ninguna maldita cosa. Solo como un maldito Drácula negro. Recuerdo tener aquella botella, en ese local de mierda de por ahí. Ese Slivits… creo que se llamaba así... Y no sentía ningún dolor entonces. Salí, subí por ese antiguo puente de madera... Y, sabes, vi a esa... vi a esa... vi a esa mujer de pie, y, sabes, y ella... estando de pie... me vio y me miró directamente... directamente a mis ojos y yo también la miré fijamente. Sabía lo que ella iba a hacer. Me miró y yo sabía que ella iba a saltar. ¿Sabes lo que hice, amigo? Me di la vuelta y seguí caminando. Hasta que la escuché caer al agua. Ella se había ido y después... después de haber tomado tantas vidas... hubo una que podría haber salvado. Pero no lo hice. Bueno, más tarde me di cuenta, si hubiera salvado a la mujer, pude haber... no sé… haber salvado lo que quedaba de mi alma, ¿sabes?
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Sin espacios para el análisis sesudo, “Los indestructibles” es un homenaje en celuloide a una carrera pateando traseros en las pantallas. Por eso sólo, amerita ganarse un lugar en el recuerdo. Valga la paradoja: prescindiendo absolutamente de la película que le sirve de marco a tal celebración.

jueves, septiembre 23, 2010

frases de “El último exorcismo” 

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Hoy estoy aquí para decirles que el mundo está lleno de muchas caras. Algunas de esas caras son buenas, como la de Dios. Y otras caras van a mentirte.

Hablas y dices “¡Aleluya! y la ¡Sangre de Cristo!". Prácticamente no escuchan.

¿Creen que si tienen al Espíritu Santo en su corazón estarán más cerca de Dios? De eso hablaba… ¡Amén! ¡Aleluya! Repitan todos: “¡Aleluya y amén!”. Tomen dos plátanos, los ponen en un tazón con algo de azúcar, lo hornean y pan de plátano. ¡Aleluya!

La Biblia está llena de demonios. Si crees en Dios tienes que creer en el Diablo.

-No creo en demonios de verdad. Pero cuando he hecho exorcismos, actúo como si los viera. Veo un demonio salir de alguien…
-Entonces, en los últimos años, has sido un fraude.
-Tú lo dijiste. Yo no. No diría eso, diría que, en los últimos dos años, hago lo que siempre he hecho, dando un servicio para alguien que lo necesita, de la forma que lo necesita. No digo que sea médico, pero ayudo a sanar a las personas, de lo que les afecta, el pensamiento en su cerebro de que estaban poseídos por el Diablo. Y si hago que ese pensamiento desaparezca y se sienten mejor… que así sea.

Lo único que pude hacer fue agradecer al médico. Debería agradecer a Dios, pero ése no fue mi primer pensamiento. Y eso me golpeó. Era una verdadera crisis de fe. Empecé a dudar si creía en Dios desde un principio.

Hagamos esto, abrimos un sobre y seguimos esa solicitud adonde sea que nos lleve…

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-Este hombre estaba tan perturbado y pensaba que necesitaba alimentarse con almas humanas para el diablo o lo que sea…
-¿Donde está el lugar de aterrizaje de los OVNIS?
-Eso está en aquella dirección…

Cerremos los ojos y pídanle a Jesús que nos ayude.

El señor te tiene una profecía, Louis. El Señor dice que conoce tu dolor. Él sabe que estás triste por la muerte de tu esposa. El Señor dice alégrese, porque ella está con él. El señor no quiere que beba, quiere que deje su enojo, su lástima y su carga. Él no quiere que hagas eso. No quiere que viva esa vida, quiere que rompas esa botella y quiere que aceptes su amor.

Recuerda: saqué al Diablo de tu casa, pero te toca a ti no dejar que entre.

La psiquiatría no es de Dios.

-Es una muchacha de 16 años. Somos más fuertes que ella.
-Una chica de 16 años y un psicópata de 16 años son dos cosas distintas.

Reverendo, si no puede salvar el alma de mi hija, yo lo haré.

Reverendo Marcus... escuché que no cree en mí.

¡Ella no es inocente! Ella no es inocente.

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miércoles, septiembre 22, 2010

terror zapruder 

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EL ÚLTIMO EXORCISMO
data: http://www.imdb.com/title/tt1320244

Sin ser una revolución en el género, “El último exorcismo” tiene varios puntos para destacar. Con el formato falso documental, es otra prueba del ya comentado Coeficiente Zapruder (más datos: http://libretachatarra.blogspot.com/search/label/zapruder). El guión de Huck Botko y Andrew Gurland no es una sucesión de eventos de terror. Al contrario, nos prepara pacientemente para mostrarnos un fraude. Y la primera media hora larga, provoca la carcajada. Sólo cuando algo se escapa de la lógica, empezamos a sentir, como espectadores, que nos estamos metiendo en otro plano, un escenario sobrenatural, en el que los protagonistas pierden, progresivamente, el control.

Hasta el final “El último exorcismo” juega con este doble juego de lo sobrenatural y lo racional. Hay una explicación “normal” y otra “paranormal” y el final no contesta cuál es la verdadera. Hay signos físicos que sugiere un final sobrenatural; pero, perfectamente, podemos “explicar” esos signos y admitir que estamos ante un grupo de locos crédulos. La evocación a “Otra vuelta de tuerca” no es caprichosa. Esa novela, como “El último exorcismo”, puede “leerse” en dos sentidos. Y, paradójicamente, la interpretación natural es la menos interesante de las dos.

La excusa argumental de “El último exorcismo” es la filmación de un documental siguiendo a un pastor evangélico que ha dejado de creer en Dios y que acepta demostrar el timo que hay detrás de todo exorcismo. Con mucho cinismo, el Pastor Cotton Marcus toma una carta al azar e invita al equipo de filmación a seguir otro caso más de exorcismo. Llegan así a una granja aislada en la que vive un viudo con sus dos hijos adolescentes. La víctima es su hija potencial responsable de la mutilación de animales cuando cae en trance poseída por el Demonio. El Pastor Marcus despliega su arsenal de trucos y cuando parece que la puesta en escena hizo efecto, pequeños sucesos van desplazando la mira de la normalidad a lo sobrenatural.

El tema, tras la trama de suspenso, es la pérdida de la fe. Lo plantea el pastor cuando dice, al principio del filme, que si crees en Dios debes creer en el Demonio. Pero el pastor no cree en el Diablo, no cree en sus exorcismos. Lo que ha tambaleado es su fe en Dios. Sus primeros minutos en el falso documental mueven a risa, pero es una sonrisa agridulce, porque el personaje está vencido por la hipocresía y el cinismo. Es tan profundo el vacío espiritual del protagonista que se adivina su deseo de encontrar algo más, la presencia del mal, detrás del caso clínico de la adolescente torturada. Porque en cuanto encuentre al Demonio, Dios se le aparecerá por añadidura.

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Para los seguidores del género, “El último exorcismo” no aporta novedades. Todos los trucos que despliega el director Daniel Stamm ya se han visto en otros lados. (“The Blair Witch Project” “aporta” más de una idea). Para esos especialistas del género, tal vez la estética del filme les resulte pobre y su desenlace, decepcionante. Pero la película puede ser leída en un segundo sentido y ése es el mayor aporte de esta obra. Sin rozar la obra maestra, es una más que interesante variación sobre el tópico del exorcista, cuando ya parecía agotado por tantas experiencias después de original “El exorcista” que abrió el tema al cine de terror.

Vale destacar al elenco (de medio pelo, pero efectivo), en especial al pastor Marcus (Patrick Fabian) y a la nena poseída (Ashley Bell). Apunte especial para el papá de la adolescente, Louis Herthum, quien nos hizo recordar mucho a Ed Harris.

Confieso: cuando entran al cuarto a oscuras y la cámara descubre a Nell, en camisón, subida al ropero, me dio cierto miedito.

viernes, septiembre 17, 2010

la distancia del bolero al tango 

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TRUE BLOOD / CREPÚSCULO / LUNA NUEVA / ECLIPSE
data: http://www.imdb.com/title/tt0844441 / http://www.imdb.com/title/tt1099212 / http://www.imdb.com/title/tt1259571 / http://www.imdb.com/title/tt1325004

Alguna vez supo definir Alejandro Dolina las diferencias entre el bolero y el tango señalando que estos géneros tratan el amor de modo tan disímil que pareciera que hablaran de cosas totalmente diferentes. El Negro supo ejemplificar su concepto contraponiendo el verso “… si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar” con el memorable “¿En dónde estaba Dios cuando te fuiste?” discepolliano.

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Esa observación viene a cuento cuando comparamos dos cumbres de la actual moda vampírica: la serie televisiva “True Blood” y la saga cinematográfica de “Crepúsculo”. Ambas pivotean sobre la pareja protagónica, el amor entre una humana y un vampiro. Ambas son adaptaciones de sendas obras literarias. Ambas abren el juego a los hombres lobos. Ambas hablan de la lucha interior entre satisfacer la naturaleza y hacer lo debido. Ambas coquetean con la idea de la pulsión de la muerte en la relación sexual. Pero una (“Crepúsculo”) toma esos elementos y cuenta una historia con la eficacia de una telenovela; la otra, sacude esos mismos ladrillos, en un batido de fluidos viscosos y derrama sobre el televisor una obra suprema.

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“Crepúsculo” es un producto dirigido a los adolescentes, en los que se adivina cierta impronta republicana: el mordisco o no del protagonista vampiro es una metáfora, más o menos disimulada, de la pérdida de la virginidad. “¿Consumar o no nuestro amor?” es el dilema de Bella y Edward. La insistencia en la propuesta matrimonial de Edward (“por respetarte”, “porqué era más sencillo en los viejos tiempos”), en el final de la tercer película de la saga, previa a la conversión de la protagonista (léase, “hincarle el diente bien hincado”) es un ejemplo de esta “sutil” alegoría.

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“True Blood” no tiene ese problema. Ubica la historia en un pequeño pueblo del sur norteamericano e innova con el supuesto de que los vampiros han salido del placard, reconocen su existencia y se mantienen con una sangre sintética que crearon los japoneses. Y a partir de ese planteo, todos se revuelcan con todos, sin discriminar: vampiros, heterosexuales, homosexuales, hombres lobos, ménades, cambia-formas, etc., etc. Literalmente, la pantalla chorrea fluidos, sudor, babas y, principalmente, sangre, sangre en todas sus formas (derramadas de orificios en los cuellos, sangre-melaza en los restos de los vampiros liquidados, sangre vertida de las venas abiertas de los vampiros sanadores).

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Lo que “True Blood” cuenta es otra lucha, ya no por la duda sobre la inminente pérdida de la virginidad, sino la batalla por aceptar la propia naturaleza y asumir un lugar frente a los otros. Los personajes se muestran con todas sus facetas contradictorias: podemos ver un vampiro despedazar a un humano y, escena siguiente, titubear de amor como un adolescente. Los lados oscuros se matizan. Y la categoría “vampiro” toma su lugar en el carrusel del pueblito típicamente WASP estadounidense intercambiando lugares con otros rótulos como “homosexual”, “afroamericano”, “esclavo”, “veterano de guerra”, “mujer”. Las discriminaciones encuentran nuevas víctimas para ejercer el miedo a lo diferente.

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El hallazgo de “True Blood” está en identificar al sexo como el elemento igualador que barre las diferencias. Compartimentos estancos se derrumban sobre las sábanas, cuerpo contra cuerpo. Si empezamos a estremecernos con la perversidad de los vampiros, a poco andar, caemos en la cuenta que los humanos que conviven con ellos no son menos perversos. En ese campo de batalla, unos y otros buscan quien los acepte con sus truculencias.



Si en “Crepúsculo” vemos el temblor de la pareja Kristen Stewart – Robert Pattinson con sólo rozarse una uña y, sin embargo, permanecen separados, en “True Blood” no tienen empacho en quemar la pantalla Anna Paquin – Stephen Moyer. Sookie, el alter ego de Paquin, con remerita ajustada y minifalda de camarera, chorrea sensualidad en cada plano. Curvas, fibra muscular, pelusa en el ombligo versus la palidez y astenia de la pareja de “Crepúsculo”. En su desborde, su estética porno soft, su atrevimiento en cruzar los límites, nos reconocemos en los personajes de “True Blood” aunque se revuelquen sobre las vísceras de sus enemigos. Porque se muestran vivos. Con toda la gama de barbaridades, contradicciones, miedos y nobleza que exhiben aquellos que se atreven a sondear en su naturaleza. En contraste, los pibes de “Crepúsculo” están muertos antes de haber, siquiera, vivido.

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El formato permite a “True Blood” contar con mayor pluralidad de historias paralelas, de las que carece “Crepúsculo”, aún dándole el handicap de estar hecha para el cine. Los personajes secundarios de la saga “Crepúsculo” son anecdóticos; los de “True Blood” decisivos para reforzar el tema de la serie. Posiblemente se destaquen los personajes como los de Eric, Lafayette, Sam o Tara, pero yo me voy a quedar con la deliciosa parejita de Jessica, la vampira adolescente y Hoyts, el pibe que trata de sacarse de encima la carga de una madre ultraabsorbente. Sus momentos son gloriosos. Nunca, como en esos personajes, nos queda en claro los esfuerzos titánicos que hacen los seres (vampiros o humanos, es indistinto) para poderse acercarse a los otros y compartir sus vidas aunque sea por un rato.

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miércoles, septiembre 15, 2010

la diferencia son los actores 

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UNE AFFAIRE D´AMOUR
data: http://www.imdb.com/title/tt1285246

Obrero de la construcción, casado, se enamora perdidamente de la maestra de su hijo pequeño, enfrentándose a la encrucijada de seguir lo que dicta su corazón o cumplir con su deber marital a riesgo de perder el amor de su vida.

¿Poco original, no? Nos cansamos de libros, películas y telenovelas con ese argumento. “Une affaire d´amour” no innova en el argumento. Es cierto. Sin embargo, funciona. ¿Por qué? Básicamente, los actores ganan la partida.

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El guión de Stéphane Brizé (director del filme) ahorra diálogos. No es que “Une affaire d’amour” (título franchute para “Mademoiselle Chambon”) sea de esas películas ascéticas sin palabras. Hay diálogos, hay acción de los personajes, pero son escenas cotidianas, conversaciones respetuosas, palabras que llenan vacíos incómodos. Pero la tensión romántica está subterránea, emergiendo clara en la piel de los actores, los notables Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain.

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La expresividad de la actuación del dueto protagónico está en los ojos. Lindon agrega una postura de niño a su figura regordeta, una mirada híbrida de miedo y vergüenza, una mirada de lado que es toda una definición de vida de su personaje. La mirada es un tema de la película. La mirada que evita ser mirada, para ser más preciso. Verónique toca el violín de espaldas a su oyente; Jean evita mirarla cuando va a buscar a su hijo al colegio; el acercamiento se da a partir de la instalación de una ventana; en la escena final, Verónique “ve” a Jean a la distancia desde el andén de la estación. No en vano, es en la mirada en la que se transmite la emoción de los protagonistas.

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El guión de Brizé pivotea sobre algunas imágenes como metáforas de las emociones de los personajes. El violín de Verónique sirve para transmitir sus carencias emocionales. Hay una evolución en el personaje, desde la primera vez que toca el violín de espaldas a Jean hasta el final, en el que toca una melodía delante de varias personas. La intensidad de la obra de Elgar le permite a Verónique expresar sus sentimientos a Jean, sentimientos que no pueden ser verbalizados. La madera es otro elemento que une a Verónique y Jean: el marco de la ventana, el violín, el ataúd que elige el papá de Jean.

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La escena del primer beso de la pareja está planteada de un modo muy original, no como un choque de locomotoras, sino como un intercambio angustioso de caricias, sacando a flote el presumible pasado sentimental de los protagonistas, relegado, reprimido, desesperanzado.

Con elementos ya vistos, renovados por el nivel de actuación, “Une affaire d´amour” es uno de los títulos destacables en las pantallas locales. Para tener en cuenta.

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viernes, septiembre 10, 2010

frases de “El encanto del erizo” 

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Me llamo Paloma. Tengo 11 años. Vivo en la calle Eugène Manuel, en París, en un piso de ricos. Mis padres son ricos, mi familia es rica y mi hermana y yo somos virtualmente ricas. Pero, a pesar de eso, a pesar de tanta suerte y tanta riqueza, desde hace mucho tiempo, sé que el destino final es la pecera. Un mundo donde los adultos chocan como moscas contra el mismo vidrio. Pero lo que es seguro es que a esa pecera yo no voy a ir. Es una decisión muy meditada. Al final del curso escolar, el día que cumpla 12 años, el 16 de junio, dentro de 165 días, me suicidaré.

Lo importante no es morir, ni a qué edad se muere, sino lo que se está haciendo justo en ese momento. Para Taniguchi, los héroes mueren escalando el Everest. Mi Everest particular es hacer una película. Una película que muestre por qué es absurda la vida. La vida de los demás y la mía también.

Si nada tiene sentido, el espíritu debe al menos afrontarlo.

Es vagamente consciente del potencial decorativo de sus plantas, pero se empeña en hablarles como a personas.

Pasar la vida como un pez en su pecera y acabar en una bolsa de plástico.

Joven obsesionada por el deseo de ser menos neurótica que su madre y más brillante que su padre. Para ella, la vida es una batalla permanente en la que se vence destruyendo a los demás.

Cuando yo era muy pequeña, creía que al nacer te atribuían cierto número de palabras que decir. Cuando había trascurrido ese "tiempo de palabras", te volvías mudo. Para mí, nacías mudo cuando habían olvidado asignarte palabras. Como no sabía cuántas palabras me habían atribuido, durante una época, hablé lo menos posible para ahorrarlas.

-Como les decía, el Go es un juego de estrategia extraordinario. Es como el equivalente de nuestro ajedrez en Japón.
-Falso.
-Otro invento de los japoneses.
-Sí.
-Falso. El Go lo inventaron los chinos, no los japoneses.
-No, mi querida señorita, fueron los japoneses.
-No, mi querido señor, se equivoca.
-No, no.
-Y no equivale al ajedrez. En el ajedrez, se mata para ganar, mientras que lo más bonito del Go, es que para ganar hay que vivir, pero también dejar vivir al adversario.
-Paloma…
-Vida y muerte sólo son consecuencia de una buena o mala construcción. Y lo que cuenta es construir bien.

Perseguir las estrellas. No acabar como un pez en una pecera.

La relación de los adultos con la muerte es difícil, cuando es lo más trivial del mundo.

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No hay que dejar nada al azar en una decisión que no comprenderán. Es increíble con qué rapidez ciertas personas obstaculizan los proyectos que más te interesan.

-Todas las familias felices se parecen.
-Pero las desgraciadas lo son cada una a su manera.

-Acabo de conocer a nuestra portera, la señora Michel. ¿La conoces bien?
-No, realmente no.
-Un encuentro curioso, la verdad…
-¿Usted también piensa que no es lo que creen?

-La gata es Kitty, pero no recuerdo el nombre del gato.
-Levin.
-¡Sí, Levin! ¿Cómo lo sabe? ¿No será ese revolucionario?
-No. El revolucionario es Lenín.

-Me miró, se sentó y dijo: "¿Qué voy a hacer?".
-¿No preguntó por qué?
-Eso es lo mejor. No se atrevió. A veces, la buena educación es un problema. Si me hubiera dicho: "¿Qué voy a hacer sin usted…?".
-Estos ricos...

-¿Cómo se llaman tus gatos?
-Constitución y Parlamento. Ya ve en qué tipo de familia he nacido. Nuestros gatos parecen dos globos que comen croquetas de lujo y se arrastran de sofá en sofá soltando pelos.
-Seguro que tienen otras cualidades.
-No.
-Yo creo en el resplandor y la sensibilidad de un roble. Así que creo necesariamente en los de un gato.

La señora Michel me recuerda a un erizo. Por fuera está cubierta de pinches, es una auténtica fortaleza. Pero pienso que por dentro es tan refinada como ese animal engañosamente indolente, tremendamente solitario y terriblemente elegante.

"Querida señora, en honor de su gato.
Atentamente,
Kakuro Ozu".

-No vengo a que me dé las gracias.
-¿No?
-Vengo a rogarle que cene mañana conmigo. Una cena entre vecinos. De lo más sencilla.
-¿Entre vecinos? Pero si soy la portera...
-Se puede poseer dos cualidades al mismo tiempo.

Todos somos erizos en la vida. Pero, generalmente, sin elegancia.

Mi nuevo vecino es japonés. Tenia que ocurrir justo antes de mi muerte.

¿Se podría leer mi destino en la frente? Si quiero morir es porque creo que sí. Pero, si pudiera uno convertirse en lo que todavía no es, ¿habría sabido convertir mi vida en algo distinto?

¿De qué sirve morir si no es para no sufrir más?
Psicoanálisis y religión rivalizan en su amor por el dolor duradero.

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-¿Por qué dices eso?
-Porque mi madre piensa que hay que celebrar que lleva diez años psicoanalizándose.
-Pues sí. Sí. Eso está muy bien, ¿no?
-No. No menciona que también lleva diez años tomando antidepresivos. Está claro que no ve la relación. No ve la relación entre diez años de terapia, tres horas al día con sus plantas y su enorme consumo de sustancias reembolsadas por la Seguridad Social.

-Quiero pasar inadvertida, no quiero problemas. Nadie quiere una portera con pretensiones.
-Usted no tiene pretensiones. Tiene curiosidad.

La portería no es un santuario que esté al margen de leyes sociales y salariales.

Eres una personita intolerante y neurasténica que odia a los demás,

Antes me escondía. Pero han descubierto todos mis escondites.

Me pregunto qué es lo bueno del chocolate. ¿El producto en sí, o la técnica de la muela que lo tritura? Yo... prefiero dejarlo que se funda en la lengua. Cambiar de masticarlo a otra técnica es como degustar un nuevo manjar.

Usted no es una portera corriente. Ha encontrado el escondite perfecto.

Que no salga el gato. Que no entre la portera.

¿Qué esconde detrás de esa puerta?

La muerte de Arthens es un drama injusto, pero la de un portero... es un pequeño hueco en el día a día.

-En el futuro… seré portera.
-No, no creo. En el futuro serás princesa.

"Querida Renée
Por favor, acepte estos regalos con naturalidad.
Atentamente,
Kakuro".

Sabía que tendría la sensatez de no regalarme nada.

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Renée, podemos ser amigos e incluso todo lo que queramos.

Qué tontería, otra vez las ganas de reír. Debe de ser que la muerte nos vuelve un poco locos.

¿Cómo se decide el valor de una vida? Paloma, que la tuya esté a la altura de lo que prometes.

Entonces es así. De pronto, se detiene todo. ¿Morir es eso? No volverás a ver a quienes amas, no volverás a ver a quienes te aman. Si morir es eso, sí es la tragedia que dicen.

¿Qué hacía en su casa el pez? Si tiene algún sentido, se me escapa por completo.

Lo que importa no es morir, sino lo que se hace en el momento de morir. Renée, ¿qué hacía usted en el momento de morir? Estaba dispuesta a amar.

jueves, septiembre 09, 2010

cuando te encuentre la muerte 

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EL ENCANTO DEL ERIZO
data: http://www.imdb.com/title/tt1442519

Joyita francesa, oculta en la catarata de estrenos de medio pelo. No la dejen pasar. “El encanto del erizo” (basada en una novela de Muriel Barbery) es una historia sensible, con un elenco superlativo, que llega al corazón. Pequeños detalles, sutiles miradas y mucha empatía con personajes que deben decidir quedarse en su burbuja o tomar el coraje de abrir la puerta y dejar entrar a otros como ellos.

La historia está contada por Paloma, una niña que, cámara en mano, está decidida a suicidarse cuando cumpla los 12. Lo suyo no es depresión ni nada que se le parezca, sólo que tiene claro, con su tremenda inteligencia, que no podrá salir de la “pecera”, ese mundo burgués preformeteado que espera en su destino, donde acabará dándose la cabeza contra el cristal como todos los adultos que la rodean.

Mientras planea el fin, filma su gran obra, retratando a sus padres, su hermana y sus vecinos. Y pone el ojo en la portera de su edificio, una señora fea, gorda y gruñona que, como erizo, se refugia tras sus púas para que nadie la vea como es. La señora es una gran lectora de Tolstoi y es mucho más interesante que lo deja ver. Pero la táctica del escondite no le sale del todo bien: un nuevo inquilino japonés, el Sr. Ozu, descubre al instante la rica vida interior de la señora y se propone conquistarla.

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Sólo en apariencia, “El encanto del erizo” es una historia de amor. Es una historia sobre la predisposición del amor. Describe bien la incomodidad de la inteligencia, la soledad en la que deambula el distinto, en una sociedad con el listón ajustado a la altura del mediocre. Aquel avispado deberá buscar un refugio, un lugar donde engañar a los otros para llevar la vida que se pueda llevar, donde menos molesten las carencias del conjunto. Pero ese refugio se puede volver una prisión, los muros se volverán altos hasta para los que son distintos. Y esas murallas sólo se pueden rendir, abriendo la puerta.

Con un final inesperado, “El encanto del erizo” reúne la ternura de los tres protagonistas, definiendo el tema del filme. Una película profunda en su sencillez, con personajes y actuaciones notables. Citamos a los tres principales: Garance Le Guillermic (Paloma, la nena); Josiane Balasto (Renée, la portera) y Togo Igawa (el Sr. Ozu).

Entre las escenas destacadas, citamos, la discusión por el juego del Go; el primer encuentro entre Renée y el Sr. Ozu; la escena en la que Renée y Paloma toman té; el sorprendente final.

Mañana, las mejores frases.

lunes, septiembre 06, 2010

cuando perdimos el rumbo 

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EL HOMBRE SOLITARIO
data: http://www.imdb.com/title/tt1294213

Va a pasar de largo, como otra película de tantas. Pero “El hombre solitario” tiene mucho más tela para cortar que lo que se presume por la escasa promoción del filme. Una película con Michael Douglas, Danny DeVito, Susan Sarandon y Jesse Eisenberg merecía un poco más de empeño de la crítica. El guión de Brian Koppelman retrata, con mucha eficacia, un fuerte drama de corte psicológico.

“El hombre solitario” en cuestión es Ben Kalmen (Michael Douglas), un vendedor de autos que, a partir de un hecho (primera escena del filme), cambia su conducta, conduciendo su vida al tacho de la basura. Sistemáticamente pierde su matrimonio, su negocio, su hija, su nieto y el respeto de toda persona que creyó en él. Excepto, la amistad de un amigo de juventud que lo sigue respaldando, pese a que hace años que no lo ve.

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Kalmen es un depredador sexual. Mujer que pasa, mujer que se voltea. Pero, especialmente, esas mujeres cercanas a sus familiares que puedan delatarlo y destruirlo con su delación. Lo de Kalmen es claramente autodestructivo. Se tienta ante el riesgo, lo excita cruzar el límite. Es una competencia por poseer, sin saberse bien contra quién lucha y cuál es el apuro.

En el final (no leer si no vieron la película, porque revelo la trama), descubrimos que un diagnóstico médico que expone a Kalmen frente a su mortalidad, desbarranca su vida. No es que Kalmen compruebe que es un diagnóstico terminal. La sola probabilidad le alcanza para afectar su seguridad. Una enfermedad supone una debilidad. Y para una persona que se ha interrelacionado con las otras a partir imponerse por su superioridad, su poder sexual o económico, tener que admitir su debilidad es una concesión que no está dispuesto a aceptar. Si es débil, ya no lo querrán. Por supuesto, no es que eso sea la realidad; sólo el modo en que Kalmen se relacionó con los otros. El amor, la amistad, son incógnitas para este personaje. “¿Qué sacás de la transacción?” es su latiguillo. No ve la contraprestación de las relaciones humanas. No ve cómo alguien lo puede aceptar, si se muestra débil.

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Y toda su actuación, posterior a ese diagnóstico parcial, es una fuga hacia delante, un intento por evitar la muerte (estéril, desde ya), revolcándose de cama en cama, mostrándose como un macho en celo que todavía puede satisfacer a la manada. Cuanto más frenéticamente coja, más se acerca a la muerte, más se arrima al precipio, más desválido está ante el derrumbe completo de su vida.

En esa escena final, con su ex esperándolo en un auto, él sentado en un banco de la plaza y una joven que pasa a su lado, se define su vida. Se pone de pie y los títulos no nos dirán a dónde va. Tampoco importa. Su elección, nuestra elección, es rendirnos ante los que amamos, confiar en su piedad y fortalecernos en nuestra debilidad, o devolver el golpe, con todo el ímpetu y caer, definitivamente, para toda la cuenta.

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Como tema, no es menor. Y si el personaje de Kalmen nos conmueve, en su soberbia obcecación, en sus patéticos remedos juveniles, se debe a la muy buena actuación de Michael Douglas, dentro de un elenco parejo.

“El hombre solitario” es una buena película para no prestar atención. En su engañosa simpleza, tiene muchos puntos para reflexionar. A agendarla.

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viernes, septiembre 03, 2010

tropezón de Shyamalan 

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EL ÚLTIMO MAESTRO DEL AIRE
data: http://www.imdb.com/title/tt0938283

Uno de los grandes perseguidos de la crítica local, es M. Night Shyamalan. Recordemos a cierto crítico que calificó a “Sexto sentido” con un “regular” y la definió como una película mediocre (sic). No hay película de Shyamalan que no haya tenido a la prensa en contra. Es más: alguno hasta declaró contento que su último fracaso comercial auguraba el fin de su carrera. Tanto encono no termina de entenderse, pero lo cierto es que “El último maestro del aire”, su última película, con críticas unánimes en contra, fue la más vista en Buenos Aires, la primera semana de su estreno. Queda claro cuál es el grado de credibilidad que le da el público local a sus críticos. No obstante ello, la concurrencia se fue a pique la segunda semana. Sencillamente, porque la película es mala. Shyamalan derrapó y sin disimulo. Y ése era uno de los miedos que teníamos: tanta presión, tanta mala leche, terminaran minando la confianza del director indio y quisiera ir a lo seguro. Y lo seguro termina siendo malo.

“El último maestro del aire” es la adaptación cinematográfica de una serie animada infantil, una mezcla de “El Señor de los Anillos” con Buda, unos cuentos escalones debajo de ambos, of course. No es una historia demasiado original: en un mundo en equilibrio, algo pasa y alguien acumula demasiado poder y se convierte en tirano. Su ambición de poder no tiene límites y daña a los otros y al medio ambiente. Pero héroes descoordinados, del montón, recuperan viejos saberes y se oponen a la dictadura que los enfrenta, venciendo al autoritario.

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En este caso, el viejo saber lo componen los maestros de los cuatro elementos (Aire, Agua, Tierra y Fuego) que controlaban el planeta en delicado equilibrio, contando con un Avatar (un Maestro del Aire como imponía la tradición) quien consultaba regularmente al Mundo de los Espíritus. El último Avatar se niega a tomar la responsabilidad del cargo y desaparece un siglo, lapso aprovechado por los Maestros del Fuego para apropiarse del poder y sojuzgar a los otros.

La metáfora es clara, la del desborde del poder absoluto, la filosofía del equilibrio del Universo por la interrelación de todos los seres, unos con otros, no unos sobre otros. La Secta del Fuego desbarata el medio ambiente, con sus barcos que arrojan humo por sus inmensas chimeneas y no tienen reparos en matar a otros seres vivos. Los cambios se hacen ostensibles, porque cada daño a un ser vivo, conmueve las entrañas del planeta.

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M. Night Shyamalan se topó con un problema de adaptación: intentó meter en un par de horas de película, todas las explicaciones de una serie. Por eso quedó más como un manual de instrucciones que una película. Muy poca veces los personajes nos emocionan. Está bien que el elenco no ayuda mucho (hay falencias notables de casting) pero el problema es el diálogo que explica cómo se es un Maestro de uno de los elementos pero no cómo se siente el Maestro por lo que está haciendo o por lo que perdió.

Quedaba claro que esta historia tenía un tema inicial: la negativa del héroe a responder al llamado a la aventura. Como en la primera parte de “El Señor de los Anillos”, aquí el protagonista se niega a tomar la responsabilidad de ser el héroe. En este caso, no es que lleva la carga un poquito más, sino que directamente huye. Por eso, el mundo se pone cabeza abajo. Cuando reaparece el Maestro del Aire se une a los otros tres maestros: del Agua, de la Tierra y el del Fuego que es su aparente enemigo. El príncipe Zuko al que habrá que convencer (en otra película) para que se pase al grupo. Recién ahí, todos juntos, compartirán saberes y se opondrán a la tiranía.

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Lo que debió decir el guión de Shymalan eran las dudas de los protagonistas, rastrear los cambios interiores, hacerlos superar pruebas para guiarlos por su camino. Debió agregarle más poesía y mucho más humor, para salir del cliché. Pero estaba tan preocupado en dar las instrucciones del juego que la película se va en discursos sobre los lugares donde van a ir, sobre los poderes que tienen, sobre lo que hay hacer. Y la película se cae.

Esas falencias del guión se proyectan en una traducción visual bastante pobre (pese al uso de la tecnología 3D). En algunas escenas se desprende escasos matices poéticos: una burbuja de agua flotando en el aire; la pared que se levanta en el océano para proteger a la ciudad del Norte; los peces doradas en la laguna subterránea. Pero son escasas. Al guión le falta el tenor poético necesario para superar las limitaciones de la alegoría.

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Una lástima que Shyamalan se haya distraído durante el camino. Esperemos, por aquellos que recibimos con satisfacción sus películas, que retome la senda y crea en su cine, haciendo oídos sordos a los gansos que pululan en uno y otro hemisferio. Cruzamos los dedos para que así sea.

Por ahora, “El último maestro…” es una película prescindible.

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