viernes, septiembre 03, 2010
tropezón de Shyamalan
EL ÚLTIMO MAESTRO DEL AIRE
data: http://www.imdb.com/title/tt0938283
Uno de los grandes perseguidos de la crítica local, es M. Night Shyamalan. Recordemos a cierto crítico que calificó a “Sexto sentido” con un “regular” y la definió como una película mediocre (sic). No hay película de Shyamalan que no haya tenido a la prensa en contra. Es más: alguno hasta declaró contento que su último fracaso comercial auguraba el fin de su carrera. Tanto encono no termina de entenderse, pero lo cierto es que “El último maestro del aire”, su última película, con críticas unánimes en contra, fue la más vista en Buenos Aires, la primera semana de su estreno. Queda claro cuál es el grado de credibilidad que le da el público local a sus críticos. No obstante ello, la concurrencia se fue a pique la segunda semana. Sencillamente, porque la película es mala. Shyamalan derrapó y sin disimulo. Y ése era uno de los miedos que teníamos: tanta presión, tanta mala leche, terminaran minando la confianza del director indio y quisiera ir a lo seguro. Y lo seguro termina siendo malo.
“El último maestro del aire” es la adaptación cinematográfica de una serie animada infantil, una mezcla de “El Señor de los Anillos” con Buda, unos cuentos escalones debajo de ambos, of course. No es una historia demasiado original: en un mundo en equilibrio, algo pasa y alguien acumula demasiado poder y se convierte en tirano. Su ambición de poder no tiene límites y daña a los otros y al medio ambiente. Pero héroes descoordinados, del montón, recuperan viejos saberes y se oponen a la dictadura que los enfrenta, venciendo al autoritario.
En este caso, el viejo saber lo componen los maestros de los cuatro elementos (Aire, Agua, Tierra y Fuego) que controlaban el planeta en delicado equilibrio, contando con un Avatar (un Maestro del Aire como imponía la tradición) quien consultaba regularmente al Mundo de los Espíritus. El último Avatar se niega a tomar la responsabilidad del cargo y desaparece un siglo, lapso aprovechado por los Maestros del Fuego para apropiarse del poder y sojuzgar a los otros.
La metáfora es clara, la del desborde del poder absoluto, la filosofía del equilibrio del Universo por la interrelación de todos los seres, unos con otros, no unos sobre otros. La Secta del Fuego desbarata el medio ambiente, con sus barcos que arrojan humo por sus inmensas chimeneas y no tienen reparos en matar a otros seres vivos. Los cambios se hacen ostensibles, porque cada daño a un ser vivo, conmueve las entrañas del planeta.
M. Night Shyamalan se topó con un problema de adaptación: intentó meter en un par de horas de película, todas las explicaciones de una serie. Por eso quedó más como un manual de instrucciones que una película. Muy poca veces los personajes nos emocionan. Está bien que el elenco no ayuda mucho (hay falencias notables de casting) pero el problema es el diálogo que explica cómo se es un Maestro de uno de los elementos pero no cómo se siente el Maestro por lo que está haciendo o por lo que perdió.
Quedaba claro que esta historia tenía un tema inicial: la negativa del héroe a responder al llamado a la aventura. Como en la primera parte de “El Señor de los Anillos”, aquí el protagonista se niega a tomar la responsabilidad de ser el héroe. En este caso, no es que lleva la carga un poquito más, sino que directamente huye. Por eso, el mundo se pone cabeza abajo. Cuando reaparece el Maestro del Aire se une a los otros tres maestros: del Agua, de la Tierra y el del Fuego que es su aparente enemigo. El príncipe Zuko al que habrá que convencer (en otra película) para que se pase al grupo. Recién ahí, todos juntos, compartirán saberes y se opondrán a la tiranía.
Lo que debió decir el guión de Shymalan eran las dudas de los protagonistas, rastrear los cambios interiores, hacerlos superar pruebas para guiarlos por su camino. Debió agregarle más poesía y mucho más humor, para salir del cliché. Pero estaba tan preocupado en dar las instrucciones del juego que la película se va en discursos sobre los lugares donde van a ir, sobre los poderes que tienen, sobre lo que hay hacer. Y la película se cae.
Esas falencias del guión se proyectan en una traducción visual bastante pobre (pese al uso de la tecnología 3D). En algunas escenas se desprende escasos matices poéticos: una burbuja de agua flotando en el aire; la pared que se levanta en el océano para proteger a la ciudad del Norte; los peces doradas en la laguna subterránea. Pero son escasas. Al guión le falta el tenor poético necesario para superar las limitaciones de la alegoría.
Una lástima que Shyamalan se haya distraído durante el camino. Esperemos, por aquellos que recibimos con satisfacción sus películas, que retome la senda y crea en su cine, haciendo oídos sordos a los gansos que pululan en uno y otro hemisferio. Cruzamos los dedos para que así sea.
Por ahora, “El último maestro…” es una película prescindible.
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