lunes, septiembre 06, 2010
cuando perdimos el rumbo
EL HOMBRE SOLITARIO
data: http://www.imdb.com/title/tt1294213
Va a pasar de largo, como otra película de tantas. Pero “El hombre solitario” tiene mucho más tela para cortar que lo que se presume por la escasa promoción del filme. Una película con Michael Douglas, Danny DeVito, Susan Sarandon y Jesse Eisenberg merecía un poco más de empeño de la crítica. El guión de Brian Koppelman retrata, con mucha eficacia, un fuerte drama de corte psicológico.
“El hombre solitario” en cuestión es Ben Kalmen (Michael Douglas), un vendedor de autos que, a partir de un hecho (primera escena del filme), cambia su conducta, conduciendo su vida al tacho de la basura. Sistemáticamente pierde su matrimonio, su negocio, su hija, su nieto y el respeto de toda persona que creyó en él. Excepto, la amistad de un amigo de juventud que lo sigue respaldando, pese a que hace años que no lo ve.
Kalmen es un depredador sexual. Mujer que pasa, mujer que se voltea. Pero, especialmente, esas mujeres cercanas a sus familiares que puedan delatarlo y destruirlo con su delación. Lo de Kalmen es claramente autodestructivo. Se tienta ante el riesgo, lo excita cruzar el límite. Es una competencia por poseer, sin saberse bien contra quién lucha y cuál es el apuro.
En el final (no leer si no vieron la película, porque revelo la trama), descubrimos que un diagnóstico médico que expone a Kalmen frente a su mortalidad, desbarranca su vida. No es que Kalmen compruebe que es un diagnóstico terminal. La sola probabilidad le alcanza para afectar su seguridad. Una enfermedad supone una debilidad. Y para una persona que se ha interrelacionado con las otras a partir imponerse por su superioridad, su poder sexual o económico, tener que admitir su debilidad es una concesión que no está dispuesto a aceptar. Si es débil, ya no lo querrán. Por supuesto, no es que eso sea la realidad; sólo el modo en que Kalmen se relacionó con los otros. El amor, la amistad, son incógnitas para este personaje. “¿Qué sacás de la transacción?” es su latiguillo. No ve la contraprestación de las relaciones humanas. No ve cómo alguien lo puede aceptar, si se muestra débil.
Y toda su actuación, posterior a ese diagnóstico parcial, es una fuga hacia delante, un intento por evitar la muerte (estéril, desde ya), revolcándose de cama en cama, mostrándose como un macho en celo que todavía puede satisfacer a la manada. Cuanto más frenéticamente coja, más se acerca a la muerte, más se arrima al precipio, más desválido está ante el derrumbe completo de su vida.
En esa escena final, con su ex esperándolo en un auto, él sentado en un banco de la plaza y una joven que pasa a su lado, se define su vida. Se pone de pie y los títulos no nos dirán a dónde va. Tampoco importa. Su elección, nuestra elección, es rendirnos ante los que amamos, confiar en su piedad y fortalecernos en nuestra debilidad, o devolver el golpe, con todo el ímpetu y caer, definitivamente, para toda la cuenta.
Como tema, no es menor. Y si el personaje de Kalmen nos conmueve, en su soberbia obcecación, en sus patéticos remedos juveniles, se debe a la muy buena actuación de Michael Douglas, dentro de un elenco parejo.
“El hombre solitario” es una buena película para no prestar atención. En su engañosa simpleza, tiene muchos puntos para reflexionar. A agendarla.
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