sábado, julio 30, 2005
saliendo de la pantalla
LAS AVENTURAS DEL NIÑO TIBURÓN Y LAVAGIRL EN 3-D
Para que no haya ninguna clase de dudas: ésta es una película para chicos. No busquen segundas intenciones ni complicaciones innecesarias. Es un caramelo fílmico: la historia del héroe que recibe una enseñanza al final de la jornada. Caramelo, sí, envuelto en un magistral paquete: la filmación en 3-D, con anteojitos rojos-celestes de por medio.
Robert Rodriguez, quien ya había probado filmar en 3-D en la culminación de la trilogía de "Mini Espías", dirige una auténtica película de la familia Rodriguez (como confiesa en los títulos). "Las aventuras del Niño Tiburón..." se basa en un cuento de su hijo, Racer Rodriguez (a quien vemos como el Niño Tiburón de 7 años) que Robert elaboró hasta darle forma fílmica. La historia es muy sencilla: Max es un chico que se refugia en su mundo de sueños, para escaparle a la hostilidad del entorno escolar de todos los días. Unos compañeros de escuela que son unos auténticos garcas, un maestro insoportable y dos padres al borde del divorcio. Para huirle de esa psicopatía social que lo abruma, Max ha construido un mundo fantástico, donde habitan una chica con piel de lava y un niño criado por tiburones. Pero un día, ese mundo de ficción cobrará forma y Max deberá salvar (y salvarse) en ese universo paralelo que ha creado con su imaginación.
La tesis del filme es didáctica, interesante para un filme infantil: soñar para sí mismo, para huir del mundo, es un acto egoísta; hay que soñar generosamente, soñar para cambiar el mundo que nos rodea. Esa es la moraleja final en la que todos deponen sus mezquindades y, finalmente, unidos todos enfrentarán los peligros y saldrán airosos del paso.
Si desde el punto de vista de la historia no revoluciona el género, "Las aventuras del Niño Tiburón.." tiene a favor que está contada con mucha gracia, con algún gag muy bueno y que no carece de corazón. Eso es un punto a favor. Y gana la partida en los efectos especiales, en el festival de imágenes en tres dimensiones, que nos proporciona una exquisita experiencia visual. “Las aventuras del Niño Tiburón…” es una película para ver y para ver en cine, para disfrutar de esos abismos insondables o de esos personajes que salen de la pantalla para señalarnos con un dedo acusador.
En suma, la película logra su cometido, que era entretener, emocionar y deleitarnos con los trucos visuales. No es la quintaesencia de la cinematografía, pero tampoco es para que pase de largo sin llamar la atención.
Escenas a destacar: la recorrida por el puente de hielo; la persecución por el Mundo de Galleta y Leche; la bandada de mariposas que se despegan de la pantalla; el diálogo final entre Max y Minus. Frases: "Normalmente, cuando te duermes, pierdes. Pero cuando Max pierde, gana"; "Todo comenzó siempre con un sueño"; "¿Por qué me hiciste así? Yo no quiero destruir todo lo que toco. Soy una buena persona"; "No eres destrucción, Lava-girl. Tú eres... luz"; “Alguien destruyó tus sueños. No pisotees los sueños de los demás”.
CONSEJO: para ir a ver y con los chicos. Pégueles un par de sopapos y arrastre a los pibes al cine.
miércoles, julio 27, 2005
4 B
LOS CUATRO FANTÁSTICOS
En la reciente crítica de "Madagascar", señalamos su corrección, pero que estaba un escalón debajo de otras cumbres del género. Están todos los elementos, se perfila correctamente las líneas dramáticas principales, pero falta una vuelta de tuerca más, una dimensión extra que la eleve sobre sus propias bases. Idéntico comentario amerita esta versión de "Los cuatro fantásticos", otro comic de la Marvel que llega a la pantalla grande. Mucha corrección, buenos efectos especiales, una historia bastante bien contada. Los problemas más grandes que encuentra son de casting (endeble la primera línea protagónica) y de cierto acartonamiento del guión. En suma, una de esas películas que pasan con más pena que gloria por las pantallas.
Reed es un científico brillante pero que no tiene visión comercial. Quiebra su empresa y debe ir al pie, de su archirrival, Victor Von Doom, el villano de turno (Julian McMahon, el doctor sexópata de "Nip/Tuck") quien le financia una investigación espacial. Reed, con su socio y amigo, su antigua prometida pulposa (cortejada por el canalla) y el futuro cuñadito (un tiro al aire como todo cuñado que se precie de tal) parten al espacio, donde son atrapados por una tormenta iónica que los transforma radicalmente. Uno se vuelve elástico, la otra invisible, el otro se enciende (literalmente) y el otro se vuelve roca (también literalmente).
Juntos, los freaks quieren dejar de ser freaks, hasta que descubren que, a veces, hay algo peor que ser un freak, como por ejemplo, ser un humano esclavizado por un freak.
Esas líneas temáticas de la anormalidad y de la adaptación a un mundo hostil, es rozada por el guión con cierta levedad infantil. Tal vez por eso el personaje más interesante sea el de la Mole, abandonado por su amante esposa cuando se convierte en un fenómeno. Nos quedamos con las ganas de que el libro se hubiera metido con este estigma particular y se hubiera preguntado en voz alta si una persona puede dejarnos de querer cuando cambiamos nuestra apariencia o, mejor aún, si es que alguna vez nos quiso verdaderamente.
Bueno, no busquen sutilezas en "Los cuatro fantásticos". Ameno aperitivo, pero aperitivo al fin.
Un punto a favor de los efectos especiales, bien integrados a la trama, en dosis específicas. Y en tren de sutilezas, la baba cósmica del día de la fecha para Jessica Alba, en su versión rubia (uno que la recuerda de "Dark Angel", subida a los techos de Seattle, si mal no recuerdo, en “homenaje” a Cibersix), con enterito azul apretadito apretadito. Pero los que se estén sorbiendo la baba, esperen a verla en "Ciudad del pecado" que ya está llegando a las pantallas locales.
Escenas: la del choque en el puente; la de transformación de antorcha en la pista de sky; la escena de la Mole y de la ciega en el bar. Frases: “¡Mírame!”, “No puedo”; “¡Llamas a mí!”; “¿Y qué si tenemos estos poderes por una razón?”.
CONSEJO: esperar al video, sin apuro.
lunes, julio 25, 2005
en la selva
MADAGASCAR
"Madagascar" tiene todos los ingredientes que se les pide a una película de animación. Buen diseño visual, voces de famosos doblando a los personajes, gags con un guiño a los padres que pagan la entrada de los niños, referencias cinéfilas, personajes secundarios graciosos, una buena historia. OK. "Madagascar" tiene todo eso. Pero está un escalón debajo de "Los increíbles", por poner un ejemplo. Ojo. No es mala. Pero termina siendo un entretenimiento menor.
Marty es una cebra (¿o un cebro?) que vive en un zoo en el Central Park, con su amigo el ególatra león Alex, la jirafa hipocondríaca Melman y la rolliza hipopótama Gloria. Marty anhela conocer la vida salvaje, salir de las cuatro paredes de esa cárcel de lujo que es el zoológico y conocer el mundo. El día de su cumpleaños, patea el tablero y se marcha del zoo, siguiendo la ruta de escape de unos pingüinos vecinos. Alex, Melma y Gloria lo seguirán, para convencerlo de que regrese a casa. En el camino terminarán todos extraviados, en plena selva, viviendo con lemures fiesteros y escapando de feroces fossas (unas especie de hienas de Madagascar).
El problema de "Madagascar" es que no queda del todo claro cuál es la historia que cuenta. ¿Cuál es la tesis del filme? ¿Qué hay que adaptarse al lugar en el que nos toca vivir? ¿Qué todo lugar extraño es mejor, sólo porque no lo conocemos? ¿Qué no hay que escupir para arriba? ¿Qué no importa el lugar en que uno viva, si no la gente que nos rodea? ¿Qué la civilización no está tan mal después de todo y que la lucha por la supervivencia puede ser un infierno? ¿Qué no hay nada peor que seguir nuestros instintos sin domesticarlos?
Cada uno de estas preguntas pudo ser una película distinta. Y como "Madagascar" no las responde, se queda a mitad de camino, no termina de brillar como película de animación distinta, porque le falta esa segunda línea interpretativa que suelen tener los productos de Pixar, por ejemplo.
Igualmente, "Madagascar" es una buena película de animación y una de esas que disfrutan grandes y pibes, por igual. La película se la roba la viejita karateca de la estación de ferrocarril (¿dónde la vi antes? ¿en qué otra película de animación?) y Julien III, el decadente monarca de los lemures. Anoten el hit musical del año: "I like to move it, move it, She like to move it, move it, He like to move it, move it , You like to... move it!". Una distinción a los pingüinos (sin ningún doble sentido partidario) y al mono que traduce en lenguaje de señas.
Más de una referencia cinéfila (¡que posmos que estamos!). Yo encontré éstas: "Misión Imposible", "Carrozas de fuego", "África mía", "Belleza Americana", "National Geographic", "Naufrago".
Escenas: la persecución en la estación de tren; la fiesta rave de los lemures; la paliza de la viejita; los operativos comando de los pingüinos; el mordisco de Alex a Marty; el viaje alucinógeno de Alex, al ser inyectado con un dardo narcótico. Frases: "Los pingüinos se están yendo. ¿Por qué yo no?", "Marty, los pingüinos son psicóticos"; "Esto es una porquería"; "Tengo 10 años y todavía no sé si soy negro con rayas blancas o blanco con rayas negras"; "Skipper, ¿crees que debemos decirle que el barco no tiene gasolina?", "No. Sólo sonríe y manténte flotando"; "¡Aaaaah! ¡Naturaleza toda a mi alrededor! ¡Fuera!"; "Escuché que hay una conferencia de Tom Wolfe en el Lincoln Center", "Bien. Por supuesto iremos a arrojarle po-po"; "¿Qué es un pequeño mordisco entre amigos?"; "¡Me estás mordiendo el trasero!", "No. Yo no soy", "¡Callate Spalding!".
CONSEJO: fanáticos de la animación, ir a verla. El resto, esperar al video.
"Madagascar" tiene todos los ingredientes que se les pide a una película de animación. Buen diseño visual, voces de famosos doblando a los personajes, gags con un guiño a los padres que pagan la entrada de los niños, referencias cinéfilas, personajes secundarios graciosos, una buena historia. OK. "Madagascar" tiene todo eso. Pero está un escalón debajo de "Los increíbles", por poner un ejemplo. Ojo. No es mala. Pero termina siendo un entretenimiento menor.
Marty es una cebra (¿o un cebro?) que vive en un zoo en el Central Park, con su amigo el ególatra león Alex, la jirafa hipocondríaca Melman y la rolliza hipopótama Gloria. Marty anhela conocer la vida salvaje, salir de las cuatro paredes de esa cárcel de lujo que es el zoológico y conocer el mundo. El día de su cumpleaños, patea el tablero y se marcha del zoo, siguiendo la ruta de escape de unos pingüinos vecinos. Alex, Melma y Gloria lo seguirán, para convencerlo de que regrese a casa. En el camino terminarán todos extraviados, en plena selva, viviendo con lemures fiesteros y escapando de feroces fossas (unas especie de hienas de Madagascar).
El problema de "Madagascar" es que no queda del todo claro cuál es la historia que cuenta. ¿Cuál es la tesis del filme? ¿Qué hay que adaptarse al lugar en el que nos toca vivir? ¿Qué todo lugar extraño es mejor, sólo porque no lo conocemos? ¿Qué no hay que escupir para arriba? ¿Qué no importa el lugar en que uno viva, si no la gente que nos rodea? ¿Qué la civilización no está tan mal después de todo y que la lucha por la supervivencia puede ser un infierno? ¿Qué no hay nada peor que seguir nuestros instintos sin domesticarlos?
Cada uno de estas preguntas pudo ser una película distinta. Y como "Madagascar" no las responde, se queda a mitad de camino, no termina de brillar como película de animación distinta, porque le falta esa segunda línea interpretativa que suelen tener los productos de Pixar, por ejemplo.
Igualmente, "Madagascar" es una buena película de animación y una de esas que disfrutan grandes y pibes, por igual. La película se la roba la viejita karateca de la estación de ferrocarril (¿dónde la vi antes? ¿en qué otra película de animación?) y Julien III, el decadente monarca de los lemures. Anoten el hit musical del año: "I like to move it, move it, She like to move it, move it, He like to move it, move it , You like to... move it!". Una distinción a los pingüinos (sin ningún doble sentido partidario) y al mono que traduce en lenguaje de señas.
Más de una referencia cinéfila (¡que posmos que estamos!). Yo encontré éstas: "Misión Imposible", "Carrozas de fuego", "África mía", "Belleza Americana", "National Geographic", "Naufrago".
Escenas: la persecución en la estación de tren; la fiesta rave de los lemures; la paliza de la viejita; los operativos comando de los pingüinos; el mordisco de Alex a Marty; el viaje alucinógeno de Alex, al ser inyectado con un dardo narcótico. Frases: "Los pingüinos se están yendo. ¿Por qué yo no?", "Marty, los pingüinos son psicóticos"; "Esto es una porquería"; "Tengo 10 años y todavía no sé si soy negro con rayas blancas o blanco con rayas negras"; "Skipper, ¿crees que debemos decirle que el barco no tiene gasolina?", "No. Sólo sonríe y manténte flotando"; "¡Aaaaah! ¡Naturaleza toda a mi alrededor! ¡Fuera!"; "Escuché que hay una conferencia de Tom Wolfe en el Lincoln Center", "Bien. Por supuesto iremos a arrojarle po-po"; "¿Qué es un pequeño mordisco entre amigos?"; "¡Me estás mordiendo el trasero!", "No. Yo no soy", "¡Callate Spalding!".
CONSEJO: fanáticos de la animación, ir a verla. El resto, esperar al video.
viernes, julio 22, 2005
patología de la normalidad
LA DAMA DE HONOR
Claude Chabrol tiene un modo particular de contar historias que vale la pena destacar. Para el espectador apurado, Chabrol es un especialista en contar policiales lentos y sin sorpresas. Error. A Chabrol lo que menos le interesa es la historia policial que cuenta en primer plano. Es casi un detalle accesorio, una anécdota. Chabrol es un especialista en contar lo que está en el borde, el fondo, el entorno en segundo plano. Esfuma el conflicto latente, lo que se esconde, lo que se esfuerza en ser ocultado, aquello que asoma en una frase inconclusa, un diálogo incoherente, un gesto o una mirada. Si ese estilo puede resultar agobiador o hasta incluso aburrido, es porque exige una sutileza de percepción del espectador que no es frecuente en estas épocas de mensajes masificados y precodificados.
Chabrol parece repetirse en su estilo. ¿Pero qué otra cosa es si no el estilo de un director, su matiz peculiar, su toque característico? Sin rasgarse las vestiduras, sin arrojarse por la ventana en un éxtasis místico de cinematografía, vale rescatar el trabajo artesanal de este director francés, ese estilo de sugerir, de presentar trozos incompletos de una historia, que perfilan algo más horroroso detrás, en el subsuelo de lo que se está contando.
"La dama de honor" tiene todos esos rasgos del estilo Chabrol. La historia que está en la superficie es la de Philippe, un joven responsable, buen hijo y buen hermano, que se enamora de una mujer fatal con un par de chapas sueltas, que le propone cuatro cosas para cimentar su amor: plantar un árbol, escribir un poema, acostarse con alguien de su mismo sexo y matar a una persona. Como sospecharán, Senta, la mujer fatal, no tardará en poner su teoría en práctica, para sorpresa de su incondicional amado.
Así, en esta aproximación primera, el filme es un policial de corte psicológico, la descripción de una psicopatía. Pero rascando esa historia contada linealmente, sin demasiadas novedades, está la otra historia, la del pasado que se vislumbra en el protagonista. Philippe ha reemplazado al padre en el hogar netamente femenino. Se ha convertido en el sostén económico y en la guía moral de sus hermanas. Atrás se adivina el incesto, la relación vampírica de una madre que asume actitudes de amante, más que de progenitora.
Lo peculiar del estilo de Chabrol es que esto se sugiere en miradas, gestos, palabras incompletas que, por sí solas, no explican nada. Yuxtapuestas, amontonando los pedacitos de información que el director ha desperdigado en la trama banal, se completa el cuadro y adivinamos que lo que se quiere ocultar es más fuerte que el crimen que ocupa el primer plano. Todos tenemos cadáveres en el placard. Todos tenemos un lado oculto que escondemos bajo la máscara de la normalidad. Esa es la especialidad de Chabrol: describir la patología de la normalidad.
Al vampiro maternal que esclaviza a Philippe se le opone otro vampiro, la mujer fatal, Senta, que lo manipula con la misma precisión que su madre. Pero no es todo un juego de mujeres fatales, si no que Philippe participa de ese juego, mueve los hilos, anhela que el lado oscuro que despliega Senta lo cubra. Su alternativa es una normalidad, tan gris, tan mediocre, tan estandarizada y previsible que toda alteración de esa certidumbre es ideal. Esa normalidad es tan siniestra como el juego mortal que le ofrece Senta.
Para montar este mecanismo de sugeridos, Chabrol se apoya en la puesta en escena, en la interpretación de sus actores y en los ambientes. La inestabilidad de los personajes se observa en las respectivas casas. En la de Philippe, la decoración casi kitsch, lo ubica socialmente, pero también psicológicamente. La norma de la mediocridad. El apunte fetichista del busto (¿la mujer ideal? ¿el sueño de libertad?), con la decisión castradora de la madre, al regalarlo, es todo un hallazgo para identificar que hay algo que no cierra en la aparente serenidad de Philippe.
El ambiente de Senta no es menos importante. El caserón degradado, la residencia de ella en un sótano húmedo, la madre (no madre, si no tía) que vampiriza a otro hombre, más joven, en un piso superior, la degradación y las capas de humedad que se adivinan, proyecta la inestabilidad psíquica del personaje y el curso de colisión que lleva.
En un elenco muy parejo se destacan las mujeres: Aurore Clément (la madre de Philippe) y Laura Smet (Senta). Lo de Smet es para señalar, por la sensualidad tosca que impone el personaje. A veces débil, en otras brutal, camina por la cuerda floja sin perder esa dimensión dual y perversa. El chimento social: Laura Smet es la hija de Nathalie Baye, la muy buena actriz de "Una relación particular", y de Johnny Hallyday, actor y rockero francés.
CONSEJO: puede esperarse al video, sin mengua. Para seguidores de Chabrol, ir a verla.
viernes, julio 15, 2005
papá Adolf
LA SECRETARIA DE HITLER
Como documental, “La secretaria de Hitler” es poco más que mediocre. Una cámara puesta delante de una persona, sin otro recurso más que la palabra y la edición, para condensar horas de grabación en escasos noventa minutos. En alguna ocasión, André Heller y Othmar Schmiderer (directores del filme) se atreven a algún truco visual, que rompa la morosidad de la palabra constante y el primer plano. La protagonista se mira a sí misma, en un televisor. Salvo ese recurso (prontamente abandonado), el resto es el registro de un testimonio.
Como documento histórico, en cambio, “La secretaria de Hitler” es fundamental.
Acá tenemos el testimonio, sin filtros ni interpretaciones en el medio, de Traudl Junge, la joven muniquesa que fue la secretaria personal de Hitler, en el búnker donde el genocida terminó sus días con un tiro en la sien. Ésta es una de las fuentes de “La caída”, la muy buena traducción cinematográfica de esos días nefastos.
Junge no aporta datos de importancia bélica. No hay nombres de batallas ni despliegues de tropas, ni tácticas de guerra. Su aporte es detallar la trama psicológica del hombre que llevó a Alemania a su hora más oscura. Y lo hace desde el punto de vista de quien se vio seducida por el carisma de un asesino. Las palabras de Junge se deslizan de sus labios como cuchillos filosos: siente, aún entonces, octogenaria ya, la pesada carga de la inconsciencia juvenil.
Varios puntos para destacar del relato de Junge, para analizar cómo un país cae en la oscuridad, la obsecuencia, el delirio. Es peculiar el “sacrificio” del pueblo alemán que tuvo que reponerse a su sentimiento piadoso para seguir adelante con la persecución a los judíos. “Hitler nos decía que debíamos ser fuertes, aún superar la compasión que nos hacía dudar, porque debíamos hacer ese sacrificio para alcanzar un objetivo mayor” es la idea que desliza en algún momento del filme.
Otro punto: el rasgo patológico de Hitler, más interesado en el superhombre, en la humanidad, que en los individuos en especial. El ideal superior al valor individual de la vida humana. Si reemplazamos la categoría “nazismo” por “terrorismo islámico”, “maoísmo”, “comunismo”, “neoliberalismo”, “marxismo revolucionario”, “fascismo”, nos encontramos con el mismo esquema maquiavélico. No es cierto que el fin justifique los medios; no es cierto que en política, una vida humana tenga menos valor que la de cientos. Síntoma de que estamos en presencia de una dictadura: cuando empezamos a estimar el número de muertos por el “interés general”.
Un rasgo interesante psicológico. Junge provenía de un hogar de mujeres: ella, su hermana y su madre habían sido abandonadas por su padre. Para Junge, su primera salida del hogar es a Berlín, para trabajar como secretaria. Poco después es seleccionada para dar una prueba en el búnker de Hitler, como secretaria. Junge se rinde, desde un primer momento, al buen trato y modales cariñosos de Hitler. Junge encuentra al padre que ha perdido. Interesante lo que contesta cuando Hitler expresa sus dudas de elegir una secretaria joven, por la posibilidad de que se case y tengan que reemplazarla. “No se preocupe por eso, señor. He pasado mis últimos 22 años sin necesidad de un hombre”. Parece algo más que un acto fallido. El único bache en la memoria de Junge, son los momentos siguientes al suicidio de Hitler. El primer recuerdo de Junge, posterior a su muerte, fue entrar al comedor del búnker, observar a todos preparando la forma en la que se van a matar y sentir un profundo odio hacia Hitler, un profunda indignación, “por habernos abandonado y habernos dejado solos, en esa trampa”. ¿Junge se refiere a Hitler o a su padre? Juegos de la mente, señor Freud.
Un par de apuntes interesantes para el manual del psicópata: el deseo de Hitler de no tener, en sus habitaciones del búnker, flores, porque no le gustaba estar “rodeado de cadáveres”. Otra: la palabra “judío”, casi no era pronunciada por Hitler ni por otras personas en el búnker.
Una última acotación. Junge recuerda que el pueblo alemán tardó casi una década en reconciliarse con su pasado, en ponerse a examinar esos años de locura homicida. Ella lo sepultó, desvió su pasado, hasta que un día pasó frente a la estatua de Sofie Scholl, una joven que murió resistiendo a Hitler. Al morir, tenía 22 años, la misma edad que Junge cuando entró a trabajar en el búnker. “La edad no era excusa para no saber” dice.
Junge llevó el peso de haber trabajado para Hitler (peor aún, haberlo admirado) durante muchos años. Ocultó su pasado, hasta antes del final. Jubilada en forma anticipada, por una severa depresión, Junge contó en 2001 su historia, en una serie de charlas, grabadas y resumidas en esta película. Junge falleció de cáncer en 2002, el mismo día que “La secretaria de Hitler” era estrenada en el Festival de Berlín. “Creo que por primera vez, estoy empezando a perdonarme” le dijo a los directores del filme, horas antes de su muerte.
Frases: "Él era un agradable hombre mayor que nos dio la bienvenida en forma realmente amistosa. Pensé que estaría en la propia fuente de todos los acontecimientos, pero en realidad estuve en un punto ciego"; “¿Cómo estás querida Traudl? ¿Has podido descansar un poco? Quiero que tomes un dictado. ¿Puedes hacerlo? Mi Testamento"; “Pensé: ‘Ahora sabré lo que realmente pasó’. Pero todo eran viejas frases como que los judíos eran los responsables... fue enloquecedoramente insensible”; “Algunas veces pienso que si tuviese la oportunidad de conocer a Hitler de nuevo, le preguntaría: ‘si descubriera que tiene sangre judía en su árbol genealógico, ¿se habría asfixiado con gas?’”; "Cuánto más vivo, cuánto más vieja me pongo, más profundo es mi sentimiento de culpa"; “Hoy puedo decir que él era un verdadero criminal”.
CONSEJO: apuntar para el video. Imprescindible.
lunes, julio 11, 2005
fuora afrikani!
GENTE DE ROMA
Borrador de película, experimento con cámara digital, parches de gags (alguno más afortunado que otro) y una cabalgata por las calles de la Roma cotidiana, casera, no turística. Guiños de un prócer del cine italiano, Ettore Scola, en un trabajo menor pero con muchos apuntes filosos sobre las características de los romanos. Como película, "Gente de Roma" presenta muchos baches, abruptos desniveles, poca integración entre las partes para analizarla con rigor. Pero el espectador disfrutará con su mirada irónica, sus comentarios feroces y la emoción latina que emerge en cada mirada, en cada lugar, de la Ciudad Eterna. Quien pueda disfrutar de esos momentos y prescinda de los otros, menos felices, terminará "comprando" el filme; quien vaya buscando algo más convencional, más elaboradito, terminará decepcionado. "Gente de Roma" es una película al que el formato de video le calza justo. Para tomarla como es: un sano ejercicio de cine.
El filme es una picaditas de pequeñas historias y charlas de romanos, en un día determinado. No hay un hilo conductor temático que las unifique. Salta de la vejez a la histeria femenina, de los inmigrantes y la particular xenofobia romana, de la pobreza y la indiferencia como respuesta. La cámara sólo se para y muestra las dramatizaciones de lo cotidiano, con una ironía no exenta de humor negro. A veces, el humor roza el llanto más patético (el tramo del padre cabrón que está por ser llevado a un geriátrico); en otros, como en las entrevistas a los enfermos con Alzheimer, el humor se transforma en una tierna sonrisa de piedad.
Momentos destacados del filme: los dos ya mencionados, la encuesta sobre el comportamiento romano con los inmigrantes, la escena del bar en el que el dueño echa a la calle a un negro, la imagen final del aristócrata y el mendigo, la pelea entre los dos mozos del bar, los militantes de izquierda gritando un gol, la vieja que contesta con un cartel al cartel que le muestra un homeless. Momentos inentendibles del filme: la participación de Stefania Sandrelli (sobreactúa hasta cuando hace de ella y abraza a su nieto) y la historia de la madre que pierde a su nene en la manifestación de izquierda.
Frases: "A los inmigrantes de los países pobres en Roma no se los discrimina. No se los persigue, no se los ralea, no se los expulsa. Simplemente se hace como si no estuvieran. Total, algún día se irán, como se fueron de la ciudad tantos invasores a lo largo de la historia. En Roma no se odia al inmigrante, porque odiar y perseguir son cosas que al romano le dan demasiado trabajo: la indiferencia es más cómoda"; "Entre un negro y un hincha del Lazio, el romano prefiere odiar al hincha del Lazio"; "Nosotros nos somos racistas. El problema es que tú eres negro"; "¿En qué año estamos?", "En el 26"; "César, los que venimos a morir, te saludamos".
CONSEJO: reservar para el video.
miércoles, julio 06, 2005
cuando no puedas decirlo, cantalo
DE-LOVELY
A veces, la fuerza de una historia es tal poderosa que cobra vida propia. En esos raros casos, aunque uno quiera hundirla, con un guión mediocre o una mala actuación, la historia termina asomando la cabeza e imponiéndose, a cualquier villano tras bambalinas.
“De-lovely” es la historia de Cole Porter, el hombre que escribió las mejores canciones de amor en idioma inglés (“Night and day” o “Begin the beguine” para poner dos cumbres supremas de su carrera). Y aunque pueda parecer la historia de un escritor de canciones, “De-lovely” cuenta, en verdad, una atípica historia de amor, el romance de Cole y Linda Porter. Se amaron, tal vez como ninguna otra pareja. Sólo que a Cole le gustaban los hombres y Linda aceptó conformarse con todo lo que sobrara de sus noches. Nada menos que su alma y su arte. El Cole Porter de las composiciones eternas, nunca hubiera aparecido sin el empuje de Linda. Y aunque ella anhelara el 100% del hombre, eventualmente aceptara quedarse con todo lo que hubiera fuera de las sábanas.
En manos de un buen guionista o director, “De-lovely” pudo convertirse en un clásico. En manos de Irwin Winkler (director) y Jay Cocks (escritor), la historia se queda a media agua. Sin embargo, la cabalgata de canciones y la fortaleza interior de ese atípico romance, logran emerger y salvan una película con destino de medianía. No es una película perfecta; pero es una película memorable, que no nos abandona al salir del cine.
Entre las fallas del guión de Jay Cocks, señalamos que, durante muchos minutos, se pierde en la cabalgata cronológica de la vida de Cole Porter. Una película no es una biografía; ni siquiera la pálida imagen de una vida. Simplemente es una historia contada en imágenes. Y allí se observa que el libro se pierde entre el fulgor del compositor y del romance anómalo. Cuando la película avanza por ese lado perverso del amor no físico entre Linda y Cole, gana en acción. Cuando es un catálogo de meras canciones (por más buenas que sean), perdemos la atención.
Kevin Kline da el tono de su personaje, el protagonista de esta historia, Cole Porter. No nos convence Ashley Judd, como Linda. Una actriz demasiado fría para la contenida pasión que debía presentar el personaje. Tal vez por ahí esté otros de los lados flacos del filme.
Muchos cameos ilustres pueblan “De-lovely”, con consagrados artistas interpretando los temas musicales que estructuran el relato. Damos algunos: Robbie Williams (en la versión de “It’s De-lovely”); Alanis Morisette (“Let’s do it, let’s fall in love”); Elvis Costello (“Let's Misbehave”); Diana Krall (“Just One of Those Things”); Natalie Cole (“Every Time You Say Goodbye”); el propio Cole Porter en la versión de “You’re the top” que cierra el filme. Una banda de sonido de colección. Anótenla.
Escenas destacada: la escena en la que Cole Porter le explica al actor principal (John Barrowman), el sentido de “Noche y día”; la escena en la que Cole despide a Linda en su lecho de muerte; el número de “Be a clown”, en el que Cole baila con Louis B. Mayer; la última canción que Cole canta a Linda; el número de “Blow, Gabriel, Blow” con Jonathan Pryce (el Perón de “Evita”, el protagonista de “Brazil”), la escena en la que Cole visita el cuarto de Linda, en la noche.
Frases: “Cuando no puedas decirlo, cántalo”; “Si puedo sobrevivir a esta película, puedo sobrevivir a cualquier cosa”; “Estoy haciendo un lío tratando de decir esto, es una suerte que tratando de escribir una canción”, “Sería una hermosa serenata”; “¿Champagne? ¿Cómo será esto? ¿Una comedia? ¿Tragedia? ¿Comedia musical? ¿Farsa?”, ¿Por qué no sólo… jugamos?”; “Es horrenda. A Louis B. Meyer le encantará… ¡se conmoverá hasta las lágrimas!”; “Cary Grant. No está mal para un muchacho que creció en Indiana”; “Todas mis canciones hablan de ti”, “No todas. Espero que algunas”.
CONSEJO: si su corazón desfallece por esas canciones de los años ’40 que hablaban de un amor romántico y dulzón, como ya no se dan en estos tiempos, vaya a verla. En un cine con muy buena imagen y muy pero muy buen sonido. Y disfrute quedándose hasta el final para escuchar el enganchado de “grandes éxitos” que cubre los títulos finales. El resto, esperar al video.
sábado, julio 02, 2005
Spielberg ataca!
GUERRA DE LOS MUNDOS
¿Cómo volver a contar una historia que ha sido tantas veces contadas? Eso nos preguntamos con “Troya” o “La Pasión de Cristo”. Por un momento, hagan el esfuerzo de ponerse en el guionista o director que se sienta frente a la mesa, con una copia de “La guerra de los mundos” en sus manos. “Volvé a contar esta historia” se le dice. “Como vos quieras. Pero que sea algo nuevo, algo distinto a lo que ya vimos”. Y el tipo que tiene en su mochila, la anterior versión fílmica y la radioteatralización de Orson Welles, sabe que tiene todo un desafío: contar un clásico, de otro modo.
Bueno, esta versión de “Guerra de los mundos” cuenta la misma historia: la invasión de los marcianos, vencidos por los microbios. No. Steven Spielberg no inventa la pólvora. Pero logra algo totalmente diferente, llevándonos de la nariz por dos horas, sufriendo los altos y bajos de sus protagonistas, con la mano maestra de un genio. El guión de Josh Friedman y David Koepp, la dirección de Steven Spielberg. Tom Cruise y Dakota Fanning en los roles principales. Y la dirección de fotografía de Janusz Kaminski. Los citamos expresamente, porque son los principales responsables de que esta enésima versión de “La guerra de los mundos”, funcione como el primer día.
¿Cuáles fueron los hallazgos de Spielberg? Primero, a esta película le sobra diseño visual. Todo lo que le falta a “Batman inicia”, le sobra a esta versión. Hay una estética clara, con imágenes que sacuden al espectador, en una época que cuesta encontrar nuevas imágenes para conmover. Ejemplos: la vaporización de los humanos, los trípodes caminantes, el campo teñido de sangre.
Un apunte de oficio. La historia se cuenta desde un personaje, con características definidas, con sólo tres pantallazos iniciales: un hombre común, de extracción humilde, obrero no calificado, divorciado, con dos hijos, con todas las trazas del fracasado promedio. Ray Ferrier, el protagonista del relato, no da la horma del héroe. Es el tipo que huye: sea de una invasión de extraterrestres o de las responsabilidades de la paternidad.
En pocas escenas, el guión detalla el conflicto del protagonista y la dinámica del terceto que moverá la película. La ex esposa con nuevo marido de buen pasar, embarazada, lleva la valija a la casa ruinosa del ex marido: un motor en la sala, leche podrida en la heladera, camas desarregladas, una puerta cerrada de apuro para que no vean como quedaron las sábanas de la noche anterior. Al bajar del auto, un adolescente trata de Ray a Ray, no de papá. Y no lo saluda. La otra chiquita baja del auto y lo abraza. Hostilidad y complicidad. La dinámica de la relación de los tres personajes que deambularán por medio Estados Unidos, escapando de los marcianos.
Efectos especiales en la dosis justa, es otro de los rasgos de una mano maestra. La mayor parte de la película es suspenso clásico: sombra que se menean en la oscuridad, luces que asoman en la noche, depredadores que acechan en los ángulos de un sótano. Cuando tiene que usar los efectos especiales, como en los sismos, la vaporización de los humanos o la voladura de casas (con encuadres de documental), a Spielberg no le tiembla la mano. Pero siempre se subordinan a la historia. Lo que mueve a esta versión de “La guerra de los mundos” no son los fuegos artificiales, sino la angustia y la maduración emocional de los personajes.
Otro rasgo: la historia tiene una segunda lectura. Es inevitable trazar un paralelo con el 11 de septiembre. La paranoia está en todos los ángulos, desde las casas pobres embanderadas hasta la nena que pregunta “¿son los terroristas?”. La cámara se para en las víctimas del margen, las clases obreras, las amas de casas, los padres y madres de familias que sólo pueden huir llevando en brazos a sus hijos, como si ese sólo gesto pudiera protegerlos de la maldad, de la muerte y del horror.
Detrás del mensaje final de tono darwinista (estamos acá, porque somos superiores, porque tenemos millones de muertos y porque sabemos como sobrevivir), hay algunas escenas de fuerte tono humanista. Aquella en la que Ray sostiene a su hijo, fascinado con ir al frente bélico, a la muerte y a la destrucción. La lucha del padre que no entiende porqué su hijo (ahora un hombre) acude a esa pulsión hacia la muerte, hacia la guerra. “Déjame” le dice “Tengo que ver esto”. Soberbia escena, antológica.
Para pensar, cuanto ha cambiado el mundo desde “Encuentros cercanos del tercer tipo” a esta “Guerra de los mundos”: entonces, los humanos miraban al cielo deslumbrados, buscando esperanzados lo que traía el futuro; hoy, sólo se puede encontrar miedo en esas negras nubes que auguran noches no menos oscuras.
Escenas a destacar: la vaporización de los humanos; la mencionada escena en la que se separan Robbie y Ray; la escena en la que Ray sale de la casa de los chicos, para ver la destrucción de la manzana; la escena de la puerta con Ogilvy (todo un guiño que Tim Robbins interprete a ese personaje cuasifascista), la imagen de Rachel, recortada sobre el horizonte, viendo llegar a los trípodes.
Frases: “Nadie hubiera creído, en esos primeros años del siglo XXI, que nuestro mundo estaba siendo examinado por inteligencias más grandes que las nuestras. Mientras los hombres se preocupaban por sus propias cosas, ellos observaron y estudiaron. Con infinita complacencia el hombre recorrió el globo terráqueo, confiando en su dominio sobre este mundo. A pesar que a través del golfo del espacio, inteligencias vastas, frías y poco compasivas miraban nuestro mundo con ojos de envidia… y lenta y seguramente, tramaban sus planes contra nosotros”; “Dejamos la casa en 60 segundos”; “No quiero que mires hacia atrás”, “¿Son los terroristas?”; “Están planeando esto desde hace un millón de años”; “Esta es la guerra entre los hombres y los gusanos. No es una guerra. Es un exterminio”; “Es raro… el viento sopla hacia la tormenta”; “Es como el 4 de julio”, “No. No es lo mismo. Y tengo miedo”; “¿Cuál es tu plan? ¿Sólo huir? Los que huyen no sobreviven”.
CONSEJO: ir a verla.