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críticas chatarras

viernes, julio 15, 2005

papá Adolf 

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LA SECRETARIA DE HITLER

Como documental, “La secretaria de Hitler” es poco más que mediocre. Una cámara puesta delante de una persona, sin otro recurso más que la palabra y la edición, para condensar horas de grabación en escasos noventa minutos. En alguna ocasión, André Heller y Othmar Schmiderer (directores del filme) se atreven a algún truco visual, que rompa la morosidad de la palabra constante y el primer plano. La protagonista se mira a sí misma, en un televisor. Salvo ese recurso (prontamente abandonado), el resto es el registro de un testimonio.

Como documento histórico, en cambio, “La secretaria de Hitler” es fundamental.

Acá tenemos el testimonio, sin filtros ni interpretaciones en el medio, de Traudl Junge, la joven muniquesa que fue la secretaria personal de Hitler, en el búnker donde el genocida terminó sus días con un tiro en la sien. Ésta es una de las fuentes de “La caída”, la muy buena traducción cinematográfica de esos días nefastos.

Junge no aporta datos de importancia bélica. No hay nombres de batallas ni despliegues de tropas, ni tácticas de guerra. Su aporte es detallar la trama psicológica del hombre que llevó a Alemania a su hora más oscura. Y lo hace desde el punto de vista de quien se vio seducida por el carisma de un asesino. Las palabras de Junge se deslizan de sus labios como cuchillos filosos: siente, aún entonces, octogenaria ya, la pesada carga de la inconsciencia juvenil.

Varios puntos para destacar del relato de Junge, para analizar cómo un país cae en la oscuridad, la obsecuencia, el delirio. Es peculiar el “sacrificio” del pueblo alemán que tuvo que reponerse a su sentimiento piadoso para seguir adelante con la persecución a los judíos. “Hitler nos decía que debíamos ser fuertes, aún superar la compasión que nos hacía dudar, porque debíamos hacer ese sacrificio para alcanzar un objetivo mayor” es la idea que desliza en algún momento del filme.

Otro punto: el rasgo patológico de Hitler, más interesado en el superhombre, en la humanidad, que en los individuos en especial. El ideal superior al valor individual de la vida humana. Si reemplazamos la categoría “nazismo” por “terrorismo islámico”, “maoísmo”, “comunismo”, “neoliberalismo”, “marxismo revolucionario”, “fascismo”, nos encontramos con el mismo esquema maquiavélico. No es cierto que el fin justifique los medios; no es cierto que en política, una vida humana tenga menos valor que la de cientos. Síntoma de que estamos en presencia de una dictadura: cuando empezamos a estimar el número de muertos por el “interés general”.

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Un rasgo interesante psicológico. Junge provenía de un hogar de mujeres: ella, su hermana y su madre habían sido abandonadas por su padre. Para Junge, su primera salida del hogar es a Berlín, para trabajar como secretaria. Poco después es seleccionada para dar una prueba en el búnker de Hitler, como secretaria. Junge se rinde, desde un primer momento, al buen trato y modales cariñosos de Hitler. Junge encuentra al padre que ha perdido. Interesante lo que contesta cuando Hitler expresa sus dudas de elegir una secretaria joven, por la posibilidad de que se case y tengan que reemplazarla. “No se preocupe por eso, señor. He pasado mis últimos 22 años sin necesidad de un hombre”. Parece algo más que un acto fallido. El único bache en la memoria de Junge, son los momentos siguientes al suicidio de Hitler. El primer recuerdo de Junge, posterior a su muerte, fue entrar al comedor del búnker, observar a todos preparando la forma en la que se van a matar y sentir un profundo odio hacia Hitler, un profunda indignación, “por habernos abandonado y habernos dejado solos, en esa trampa”. ¿Junge se refiere a Hitler o a su padre? Juegos de la mente, señor Freud.

Un par de apuntes interesantes para el manual del psicópata: el deseo de Hitler de no tener, en sus habitaciones del búnker, flores, porque no le gustaba estar “rodeado de cadáveres”. Otra: la palabra “judío”, casi no era pronunciada por Hitler ni por otras personas en el búnker.

Una última acotación. Junge recuerda que el pueblo alemán tardó casi una década en reconciliarse con su pasado, en ponerse a examinar esos años de locura homicida. Ella lo sepultó, desvió su pasado, hasta que un día pasó frente a la estatua de Sofie Scholl, una joven que murió resistiendo a Hitler. Al morir, tenía 22 años, la misma edad que Junge cuando entró a trabajar en el búnker. “La edad no era excusa para no saber” dice.

Junge llevó el peso de haber trabajado para Hitler (peor aún, haberlo admirado) durante muchos años. Ocultó su pasado, hasta antes del final. Jubilada en forma anticipada, por una severa depresión, Junge contó en 2001 su historia, en una serie de charlas, grabadas y resumidas en esta película. Junge falleció de cáncer en 2002, el mismo día que “La secretaria de Hitler” era estrenada en el Festival de Berlín. “Creo que por primera vez, estoy empezando a perdonarme” le dijo a los directores del filme, horas antes de su muerte.

Frases: "Él era un agradable hombre mayor que nos dio la bienvenida en forma realmente amistosa. Pensé que estaría en la propia fuente de todos los acontecimientos, pero en realidad estuve en un punto ciego"; “¿Cómo estás querida Traudl? ¿Has podido descansar un poco? Quiero que tomes un dictado. ¿Puedes hacerlo? Mi Testamento"; “Pensé: ‘Ahora sabré lo que realmente pasó’. Pero todo eran viejas frases como que los judíos eran los responsables... fue enloquecedoramente insensible”; “Algunas veces pienso que si tuviese la oportunidad de conocer a Hitler de nuevo, le preguntaría: ‘si descubriera que tiene sangre judía en su árbol genealógico, ¿se habría asfixiado con gas?’”; "Cuánto más vivo, cuánto más vieja me pongo, más profundo es mi sentimiento de culpa"; “Hoy puedo decir que él era un verdadero criminal”.

CONSEJO: apuntar para el video. Imprescindible.

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