viernes, octubre 28, 2005
el valor del dinero
MILLONES
Una película inglesa. Con eso basta para definir un estilo: pequeñas historias, humanas, humor y amor, lágrimas y sonrisas, con héroes populares de la clase obrera. Festín en los tiempos del Euro. Y una sutil indagación sobre el valor del dinero, más allá de las tasas de conversión y de las codicias comunitarias. "Millones" es una amable comedia con alguna que otra bajada de línea de interés, filmada con muchos chiches visuales por Danny Boyle, el mismo de "Trainspotting".
Mudanza trascendental para el pequeño Damian y su hermano Anthony. Con su papá, dejan la casa vieja de Manchester y se mudan a un barrio privado de mayor poder adquisitivo. En la casa vieja quedan los recuerdos, los ecos de los sonidos del pasado y, principalmente, la figura de mamá que se murió hace poco. Todos tratan de congeniar (en la escuela, en el barrio, en el trabajo) pero a Damian le cuesta un poco más que los otros: obsesionado por la historia de los Santos, es un sapo de otro pozo. Por eso, tal vez, se refugia en la casita de cartón que armó al costado de la vía del tren ultrarrápido, casita que visitan los Santos en sus visiones, la misma casita que derrumba una valija repleta de libras esterlinas, venida de váyase a saber donde.
Y a partir de esa valija venida del cielo, se mueve la historia. La inocencia del dulce corazón de Damian, creyendo que la valija viene de Dios, y su descontrolada pulsión de dar todo a los pobres. El espíritu mercantil del pícaro Anthony, su hermano. El padre a los tumbos, tratando de volver a meterse en la vida, por la misma ventana en la que todo se desbarató cuando murió su esposa.
Con pequeños detalles (las dos almohadas alineadas con la que duerme el padre, reemplazo para un cuerpo ausente en la otra orilla de la cama; la complicidad de Dorothy con Damian; la llave de la casa vieja que se guarda Damian al empezar la película), miradas irónicas (la "fortaleza" de la fe de los vecinos mormones), brillantes parlamentos y una descontractura general que permite contar esta historia de dos chicos sin mamá sin que se te caiga una lágrima. No revoluciona el género, está bien. Pero, cuanta falta hace este tipo de historia, de vez en cuando.
El hallazgo del guión de Frank Cottrell Boyce son las visiones de Damian, los santos que se le presentan para interactuar con el nene que deambula solito en una familia que trata de salir adelante como pueda.
Una segunda línea interpretativa, es la mirada irónica al consumismo que trajo el paso de la libra al euro, la fiebre de compra de bienes materiales, con el frenesí del que busca la felicidad etiquetada para llevar.
Amén de las buenas actuaciones de todo el elenco (el policía del barrio, un hallazgo), se destaca el protagonista, Damian, el pequeño Alex Nathan Etel. Otra mención a Daisy Donovan, la nueva novia de papá, una insuperable elección de casting. Anoten la fotografía (en colores primarios luminosos) de Anthony Dod Mantle.
Escenas: el encuentro entre Dorothy y Damian; el encuentro entre Damian y su mamá; la escena de Damian en el shopping, cuando se cree abandonado por Dorothy; la cena en la casa entre Dorothy y el padre de Damian; los parlamentos de Anthony, siempre con el análisis costo-beneficio en mente; la presentación de títulos.
Frases: "Los franceses han dicho au revoir al franco. Los alemanes han dicho auf wiedersehen al marco. Y los portugueses han dicho lo que sea a lo que sea"; "Adiós, vieja libra. Todos dicen que vamos a echarte de menos"; "Empieza por el dinero. Eso es lo que dice Anthony"; "El dinero es sólo una cosa. Y las cosas cambian. En un minuto puedes acostumbrarte a algo. Y al siguiente desaparecer"; "Hoy hablaremos de la gente a la que admiramos. ¿Dominic?", "Roy Keane, señor, Manchester United", "Muy bien, Roy Keane. ¿Tú, Barry?", "Van Nistelrooy, señor", "Van Nistelrooy, bien. ¿Algún héroe que no juegue en el Manchester?"; "Me gustan las vírgenes mártires. Como Santa Ágata. Se sacó los ojos, para no casarse con un hombre. O Santa Katherine de Alejandría. Trataron de matarla aplastándola con una rueda. Pero hizo explotar la rueda y las astillas mataron a todos a su alrededor. La patrona de los fuegos artificiales. De ahí viene la rueda de fuegos", "Dije 'gracias', Damian"; "Nuestra madre ha muerto"; "¿Te permiten fumar?", "Puedes hacer lo que quieras ahí arriba, hijo. Aquí abajo es dónde tienes que esforzarte"; "Y se lo vamos a dar a los pobres", "¿Dónde vas a encontrar pobres?", "Hay un montón de gente pobre", "No por aquí. Los precios de las casas los espantan"; "¿Es usted pobre?"; "¿Qué has hecho? ¿Lo hiciste otra vez no?", "¿Qué?", "He visto lo que has hecho. ¿Cuánto?", "No mucho. Es guapa"; "¿Les importa que pregunte cómo llegaron a tener tanto dinero en casa?", "Una donación. La dejaron de forma anónima", "¿Y no sospecharon de ello?", "No, rezamos mucho y pensamos que era la respuesta a nuestras plegarias", "Sólo que se sabe que han gastado cerca de 500 libras en Comet hace unos días. Televisión digital. Microondas. Lavavajillas. Hidromasaje. ¿De verdad rezaron por todo eso?", "Rezamos por el confort y la satisfacción"; "¿Pero qué voy a hacer con todo esto? Sólo quiero ser bueno", "Bueno no puedo decirte mucho, por lo del libre albedrío"; "Pensé que venía de Dios", "¿Dios? No es su estilo. Dios no reparte en efectivo"; "¿No quieres ir al cielo?", "Mira a tu alrededor, Damian. Estamos a nuestra cuenta. Nadie nos sonríe Damian. Nadie cuida de nosotros. Cuidamos de nosotros mismos", "Pero mamá...", "Está muerta"; "Me hago pis"; "Anthony... Parece haberlo aceptado mejor que tú. Pero no es así. Tiene buen corazón, es sólo que... no sabe dónde está"; "¿Sabes lo complicado que es el dinero? Pues las personas lo son aún más. Tienes que recordar que siempre hay algo bueno para seguir adelante. Sólo tienes que tener fe"; "¿Cuál fue tu milagro?", "¿No lo sabes? Fuiste tú"; "¿La has visto?", "¿Qué dijo?", "Que te dijera que no te preocuparas. Todo va a ir bien"; "Así es como Anthony querría terminar. Con cantidades de cosas. Pero no es su historia. Es la mía. Aquí es dónde yo quería terminarla".
CONSEJO: se puede esperar al video, pero es una buena segunda opción en cien.
lunes, octubre 24, 2005
bronca contenida
DÍAS DE FURIA
"Días de furia" ("El asesinato de Richard Nixon" es el título más preciso y original) es un drama moderno. Inevitablemente trae a la memoria "Muerte de un viajante" de Arthur Miller. Es que este Samuel J. Bicke tienen varias cosas en común con Willy Loman: ambos han creído en el sueño americano; ambos han fracasado; ambos son los perdedores del modelo. Mientras Loman cree hasta el final y sucumbe, en esa tragedia moderna, Bicke escapa hacia el lado de la psicopatía. Ambos, sin embargo, son productos de una sociedad, son las pústulas que explotan de un mundo que se viene abajo.
Hace un tiempo, Condoleezza Rice declaró que quién podría imaginar que alguien secuestrara un avión para estrellarlo contra un edificio. Bueno, un tal Bicke, por ejemplo, un ciudadano norteamericano que, en 1974, secuestró un avión con la intención de estrellarse en la Casa Blanca y matar a Richard Nixon. Sobre ese caso real se inspira, libremente, esta película con guión de Kevin Kennedy y Niels Muller (director también). (Apunte cinéfilo: algunos han notado el parecido entre los apellidos de Sam Bicke y Travis Bickle, el sociópata taxista de "Taxi Driver" de Scorsese, en la piel de Robert DeNiro; ¿un guiño de Paul Schrader, guionista del filme de 1976? Hagan sus propias apuestas).
La historia de "Días de furia" es la descripción de un proceso acumulado de ira, la evolución del derrumbe de una mente, por acumulación de pequeñas humillaciones. Bicke hace un esfuerzo, un gran esfuerzo, para seguir el paso de una sociedad que lo ignora. Pero no es un hombre con el temperamento de un pisador de cabezas, no es un artista de la mentira. Es un ser que sólo busca un pequeño lugar bajo el sol, una familia, un jardín donde jugar con su perro y sus hijos, mientras su esposa lo mira satisfecha sentada en el porche. Con sólo verlo en acción, sólo contemplar su mirada desolada, alcanza para comprender que está condenado de antemano, que no hay ninguna posibilidad para él. Los engranajes del mecanismo capitalista, inexorablemente, lo aprisionarán entre sus dientes. Y no hay nada que él (ni ningún hombre como él) pueda hacer para impedirlo.
Hay un par de hallazgos en la historia de "Días de furia". Una, es como se acepta, mansamente, que por un trabajo se deba perder la dignidad. Tanto la ex esposa de Bicke (una irreconocible Naomi Watts morocha) como Bonny, su amigo negro (Don Cheadle) se resignan al maltrato por su trabajo, pero con el aire de superioridad del que no cree que esté cediendo en nada. Sólo Bicke es consciente que para mantener el trabajo de mesera, su ex esposa debe ponerse una minifalda y dejar que los clientes le toquen el culo, o que su amigo Bonny reciba los insultos de un racista blanco, anglosajón y protestante, con la mejor paciencia oriental. "No soy ningún 'Tío Tom'" dice Bonny, después de haber sido puteado con total desprecio por su cliente.
El otro hallazgo del filme, se enlaza con lo anterior. La minuciosa descripción del viaje de Bicke a la insanía, no nos produce rechazo, sino empatía. Lentamente nos identificamos con un personaje en rumbo de colisión. Y la pregunta que queda flotando, es quién está más enfermo, Bicke o los que lo rodean.
Obviamente, el guión de "Días de furia" no está hablando de Nixon, sino es un tiro por elevación a la actual administración Bush. Cuando, en off, el protagonista apela a esos matones tomaron el control del mundo, queda claro que no están hablando de los habitantes de la Casa Blanca de hace 30 años.
Un aporte más: la mentira generada desde la altura de la pirámide, derramada hacia los estratos inferiores. Unos mienten a otros, que mienten a otros, que mienten a otros, sucesivamente. Richard Nixon es el símbolo del político profesional de estos tiempos, la entronización del principio de la credibilidad más que de la veracidad. No importa que algo sea cierto; lo que debe ser, en estos tiempos pseudodemocráticos modernos, es parecer cierto. Una sutil diferencia, pero fundamental.
La historia logra proyectarnos la angustia del protagonista, complicidad fundamental de Sean Penn, al que a esta altura no podemos elogiar sin caer en la reiteración. Sólo remitimos esas miradas, frente al espejo, de su Sam Bicke al levantarse, como ejemplo. Antológico trabajo, uno más en su carrera.
Con todo "Días de furia" no es una obra maestra por cierta reiteración que se observa al final, algunas escenas que se repiten innecesariamente. No obstante, es una muy buena película que no merece el destino de intrascendencia que augura en las pantallas argentinas, en parte por una crítica demasiado tibia de los medios nacionales. No es un filme para pasar de largo.
El personaje: Jack Jones, el jefe abusivo y revulsivo, interpretado por Jack Thompson, el homo marketinerus en estado puro. Escenas a destacar: la foto que Sam saca a sus hijos (donde todos les dan la espalda y salen de cuadro); la visita a la sede de las Panteras Negras; el "entrenamiento" del atentado, en la sala de su casa, usando veladores con sombrero, como modelos de los pasajeros; la escena entre Sam y su hermano (para guardar); la primera venta de Sam; la entrevista de Sam con el banquero, solicitando un préstamo para su futuro negocio.
Frases: "La certeza es la enfermedad de los reyes"; "En verdad, la esclavitud nunca terminó en este país. Sólo tiene otro nombre. Empleados"; "Yo quiero dejarle una idea. Cebras", "¿Cebras?", "Cebras. Lo ve, ellas son negras y son blancas. Las Panteras Negras se convierten en Cebras y su base se duplicará"; "Ellos pueden reconstruir la Casa Blanca. Pero nunca me olvidarán"; "Es dinero. ¡Es dinero! ¡Es dinero, Dick! ¡Es dinero! ¡Dick! ¡Es dinero!"; "Sólo quería una parte del sueño americano. Como mi padre. Como mi abuelo"; "¿Sabes quién es el mejor vendedor del mundo? Ese hombre justo ahí. Justo ahí. (SEÑALA LA PANTALLA DEL TELEVISOR EN EL QUE HABLA RICHARD NIXON) Le vendió a todo el país, a 200 millones de personas, a él mismo dos veces. ¿Cuál fue su discurso de ventas el '68? Pues en el '68 dijo que finalizaría la guerra. Que nos sacaría de Vietnam. Envió otros 100 mil soldados y bombardeó todo el lugar, eso fue lo que hizo. Ahora, ¿qué fue lo que prometió el año pasado? Terminar la guerra en Vietnam. Y ganó, así y todo. Eso es un vendedor. Hizo una promesa, que no cumplió y nos vendió exactamente la misma promesa. Nuevamente. Eso es creer en sí mismo"; "En esta playa llamada América hay 211 millones de granos de arena. Tres mil millones en esa gran playa Tierra que habitamos. Si tengo suerte... si tengo suerte... la acción que estoy por tomar, mostrará el poder que, incluso el más pequeño grano de arena, tiene. El poder de destruirlos"; "El arma del cliente es el dinero. De eso va a querer hablar. Tu arma es la calidad y de eso es lo que insistirás en hablar. No te detengas en el juego del precio. Cuando pregunte, cuánto es tú le dices cuan grandioso es"; "Si crees en lo que vendes, triunfas. Porque si no, no venderás"; "¿Qué le sucede, señor Bernstein a la tierra de la abundancia? Donde hay mucho para pocos y nada para la mayoría. ¿Es ese el sueño americano?"; "Un hombre no renuncia a sus derechos en el trabajo. Un hombre no renuncia a sus derechos en ningún lugar"; "Señor Bernstein hay gente que se sienta, espera y deja pasar su vida ante la promesa de un sueño americano que no vendrá"; "El poder es un estado de la mente. Tienes tanto como crees que tienes"; "Cuando era chico me enseñaron a no ser grosero, señor Bernstein, pero... ¿qué se supone que haga con la gente que no me respeta?"; "¿Quienes son estos hombres? ¿Quienes son estos hombres, maestro, que nos tienen esperando a sus pies? Acaso no pertenecen a esta Tierra? La Tierra le pertenece a los matones que no les importa cómo llegar a la cima, en tanto lleguen. Soy un hombre honesto. Si ese es mi pecado, que así sea. Pero no me iré en silencio"; "Así que dime, Sam. ¿Cuál vergüenza es mayor?".
CONSEJO: ir a verla.
viernes, octubre 21, 2005
late un corazón
EL CADÁVER DE LA NOVIA
"La felicidad pasada, es pasada. Pero el dolor pasado, es presente todavía"
LORD BYRON
Espera en lo profundo de la tumba, al amante que nunca llegó. Carne que se deshace de las falanges, ojos pútridos que resbalan de las cuencas descarnadas, la novia espera el beso que la libere, la mano que roce su espalda ajada, el rayo de luz lunar que desgaje las tinieblas de la noche.
Que buen año que pinta el 2005: dos películas de Tim Burton, con semanas de diferencia. "El cadáver de la novia" es otra joyita Tim Burton marca registrada en el orillo. Un cuento infantil de altísimo vuelo poético, con la técnica de stop motion que comentáramos en "Wallace & Gromit", un poco más complicada (los muñecos tienen un mecanismo para darle movimientos al rostro y dibujar expresiones). Por ser muñecos, algunos pueden creer que es sólo para pibes. No. Error. Es una película para grandes. Es más: los chicos hasta se pueden asustar con el humor negro y los gags fúnebres de esta historia.
Los Van Dort son adinerados comerciantes de pescados que están dispuestos a dar el gran paso y ascender en la escala social. Han arreglado que su hijo Victor se case con Victoria, la hija única de los nobles Everglot, caídos en la ruina económica. Ambas familias especulan con el casamiento: uno para ganar blasones; otros para recuperarse financieramente. En el medio, los jóvenes inocentes y puros, que tratan de seguir el juego al cinismo de sus familias, el cálculo especulador de una sociedad gris y jerárquica. Pero algo sale mal y Victor, por error, termina desposando al cadáver de una novia fantasma que espera, hace años, la llegada del amor de su vida. La Novia lo llevará de la mano al colorido mundo de los muertos, para el desconsuelo de Victor quien se ha enamorado de Victoria.
El guión de John August, Pamela Pettler y Caroline Thompson, inspirada en una vieja leyenda rusa, destila mucho humor negro, poesía y ternura. La naturaleza de esa novia espectral, a la que se le sale el ojo de su cuenca, empujado por un gusano que se pasea por el interior de su cabeza, está más llena de vida que las mundanas vidas de los estirados señorones victorianos. Burton retrata ambos mundos con una fotografía (gran trabajo de Pete Kozachik) azul pálido, monocroma y gris, para el mundo de los vivos y cálidos interiores coloridos para el subsuelo de los muertos. En ese mundo de cabezas cortadas, bordes purulentos y huesos aflorando de las carnes putrefactas, se reconoce una estética mexicana, a lo José Guadalupe Posadas. Esa vitalidad del mundo de los muertos, es uno de los hallazgos del filme.
Infaltables en los filmes de Tim Burton, las referencias cinéfilas, desde el presentador al estilo "Chicago" pasando por un pianista ciego puro huesos símil Ray Charles o el baile de los esqueletos homenaje a el corto de Disney, "La danza de los esqueletos" de 1929 o el regreso de Rhett Butler, entre otras.
Escenas a destacar: el dueto de piano entre Victor y la Novia; la ceremonia nupcial en la iglesia; el primer encuentro entre Victor y Victoria; el nene que reconoce al esqueleto que lo alza en brazos; el encuentro de la señora con bastón y su marido esqueleto; el musical de los esqueletos contando la historia de la Novia. El personaje: el perro esqueleto.
Un dato: detrás de los muñequitos están las voces de Johnny Depp, de Helena Bonham Carter, de Emily Watson, Tracey Ullman, Albert Finney, Christopher Lee (el amargo sacerdote) y hasta del propio Danny Elfman, autor de la muy buena banda de sonido.
Frases: "¿Puede quebrarse un corazón, aún después de haber dejado de latir?"; "Una historia trágica de romance, pasión, y un asesinato de lo más pestoso"; "¡Hazte el muerto! Oopss... perdón"; "¡Hay un ojo en mi sopa!"; "Con esta mano, yo aliviaré tus penas. Tu copa nunca estará vacía, porque yo seré tu vino. Con esta vela, iluminaré tu camino en la oscuridad. Con este anillo, te pregunto si quieres ser mía"; "Puede ser que él le pertenezca a ella... Señorita Viviente"; "Tú mantuviste tu promesa. Tú me liberaste. Ahora puedo hacer lo mismo"; "Yo era una novia. Mis sueños fueron robados. Pero ahora... ahora estoy robando los sueños de alguien. Te amo, Víctor, pero no eres mío"; "Ella está viva", "La vida está muy sobrevalorada"; "¿Qué tiene la vida? Si todos se mueren por venir"; "¡Recién llegado!".
CONSEJO: ir a verla. Después no te quejés.
miércoles, octubre 19, 2005
vuele bajo
PLAN DE VUELO
"Plan de vuelo" es esa clase de película, justa, justa para el video. Es una película que hace unos veinte años no hubiéramos tenido empacho en definirla como un peliculón. Y hoy, tras tantos Tarantinos y Spielbergs corridos bajo el puente, apenas la tildamos de buena. Tal vez por eso la crítica nacional la demolió con unanimidad. Pero no es del todo justo. Sin revolucionar el género, sin sorprendernos, "Plan de vuelo" es una más que digna película que mantiene el suspenso, correctamente. No está mal, aunque no te vuele la cabeza. Y para estos tiempos de guiones flojitos, no es poco.
La historia es una variación del modelo del crimen en el cuarto encerrado. Kyle viaja con su hija, de Berlín a Estados Unidos, llevando el cadáver de su esposo que se cayó (léase tiró) del tejado. En el avión (que Kyle ha diseñado) se queda dormida y, al despertar, no encuentra a su pequeña. Tras las búsquedas de rigor, la nena no aparece. Ahí empieza un tira y afloja entre los tripulantes, los pasajeros y Kyle, el juego de la persona a la que nadie cree y que sólo puede confiar en su propio juicio para sacar adelante una posición insostenible.
El guión de Peter Dowling y Billy Ray tiene una fortaleza que puede ser su debilidad: su corrección. También cae en una trampa que le tiende su propia estructura: cuando las alternativas racionales empiezan a escasear, el filme pierde sorpresa, justamente porque nos vamos quedando con menos sospechosos potenciales. Si el filme no busca una salida heterodoxa, sea el cambio de género al fantástico (como en "Misteriosa obsesión") o de punto de vista (por ejemplo, como en "Identidad"), hay un solo final posible, un único candidato para resolver el misterio que plantea la película. Entonces, el filme parece perder fuerza y uno termina diciendo: "Esto ya lo veía venir".
El filme se sigue más que entretenidamente, sobre todo en la primera mitad, en la que nos quedamos enganchados con la búsqueda frenética de la protagonista. El elenco contribuye en alto grado con que compremos la historia. Central, Jodie Foster, solvente en un papel en el que no promueve ningún hallazgo. (Sí, esa mujer que aparece en pantalla, es Jodie Foster. No pregunten si es cirugía o botox, pero en las casi dos horas de película no puede cerrar la boca y tiene una expresión de sorpresa constante, lo que no molesta porque es lo que exige su personaje).
Un apunte interesante: es una película de primeros planos. Noten que no hay muchos espacios físicos para montar la cámara en ángulos extraños, por lo que el director Robert Schwentke satura la imagen tirando la cámara sobre los protagonistas. Tiene el beneficio de elevar el grado de angustia y claustrofobia que necesita la trama. Agreguen unos puntos a la fotografía de Florian Ballhaus, en una fría gama de azules, que enfatizan las primeras escenas con nieve.
Escenas: el diálogo de Kyle con su esposo muerto en el ataúd; la presentación de títulos; el diálogo de Kyle con la psicóloga. Frases: "¡Es su hija!"; "Mi esposo no se tiró... se cayó"; "Yo digo quien baja del avión y quien no"; "No sé que hacer, querido... perdí a nuestro bebé".
CONSEJO: esperar al video. Puede ser una segunda opción en cine, sin demasiadas pretensiones.
lunes, octubre 17, 2005
Besson desteñido
DANNY THE DOG
¿Se acuerdan del Luc Besson de "Nikita" o "El perfecto asesino"? "Danny, the dog" prometía ser una de esas joyitas de acción, con un rayito de poesía en medio de un vendaval de violencia. Pero, mala noticia, el guión de Besson, en manos del debutante Louis Leterrier se queda a mitad de camino; la cáscara de una gran historia, contada a medias.
Danny ha sido criado por un despótico mafioso, Bart, quien lo ha tenido en una jaula y entrenado como a un perro de riña. Danny lleva alrededor de su cuello un collar de perro. Cuando Bart lo libera del collar, en un reflejo pavloviano, Danny explota como un asesino feroz. Ese experto de artes marciales (nada menos que Jet Li), es utilizado por Bart, el usurero, para amedrentar a aquellos que se atrasan con los pagos. Pero un día, Danny se escapa y busca la protección de un viejo ciego, afinador de pianos, Sam y su sobrina, Victoria (pelirroja, adolescente, con ortodoncia, estudiante de piano). Danny encuentra una familia que le da lo que Bart le quitó en todos esos años: un poco de amor y respeto.
Hay una gran historia allí, la del hombre que recibe amor, por primera vez en su vida y entiende que la violencia y la muerte no es el camino. Pero al guión de Luc Besson le falta vuelo poético, se queda en la periferia, con muy buenas escenas de acción, pero sin hondura, sin diálogos brillantes, sin momentos imprevisibles que nos emocionen. Rápido muestra signos de fatiga.
Y, lamentablemente, el director Leterrier contaba con un muy buen elenco: el mencionado Jet Li, Morgan Freeman, Kerry Condon como la adolescente cándida y el impresionante malvado que compone ese actor descomunal que es Bob Hoskins.
Tal vez por allí hay que buscar las fallas del guión. Más participación de la relación entre Victoria y Danny; líneas menos obvias y discursivas para Sam y una confrontación más clara y dramáticamente central, entre Sam y Bart. Ellos debían llevar la acción, más que las escenas de combates (muy bien filmadas) con valor dramático nulo, en la mayor parte de los casos.
Escenas: la escena de la batalla en la pileta; la primera escena entre Sam y Danny; la escena del choque. Frases: "Cómo decía mi santa madre: 'cuando los educas de jóvenes, todo es posible'"; "¡Tú eres mi perro!"; "Así que es de mi interés, mantenerlo con el collar puesto, ¿no?"; "Regresa a casa, Danny", "Estoy en casa"; "¡Dejen de matar!".
CONSEJO: esperar al video, sin apuro.
jueves, octubre 13, 2005
corriendo la liebre
WALLACE & GROMIT: LA BATALLA DE LOS VEGETALES
¿Se acuerdan de esos cortitos ingleses de un tipo que le gustaba el queso y que tenía un perro que lo seguía en todos sus inventos raros, que pasaba Caloi en “Caloi en su tinta”? ¿Esos de muñequitos de plastilina? Bueno: esos dos son “Wallace & Gromit” y llegaron al cine. Con eso alcanza para decir que este es uno de esos estrenos imperdibles, una de esas películas que te alegran el corazón, te hace reír a carcajadas y, por una hora y media, te convierte en pibe otra vez. Si la dejan pasar, ¡problema tuyo!
Stop motion es una técnica de animación. Se toma un muñequito de plastilina (ahora hay siliconas y otros materiales similares) y se le saca una fotografía. Luego se mueve la manito del muñeco un milímetro y se le saca otra fotografía. Se repite el proceso, tantas veces hasta completar el proceso de mover una mano. Si tienen la suficiente paciencia, esas fotos constituyen los fotogramas de una película. Y si tienen suficiente perseverancia, en cinco años filmarán una película, a razón de 7 segundos por día. Esa es la técnica que usó Nick Park (el mismo de “Pollitos en fuga”) para llevar a la pantalla a su creación más preciadas, “Wallace & Gromit”. Y en este caso, hasta se permitió que lucieran más artesanales, sin demasiados retoques digitales, hasta que se puedan notar las huellas digitales de los animadores en la textura de los muñecos.
“Wallace & Gromit” hacen un homenaje a las películas de miedo, desde “Frankestein” al “Hombre Lobo”, pasando por todos los clichés del género, con un humor muy inglés, con profusión de detalles en segundo plano y de pequeños guiños al espectador atento (por ejemplo, el vitreaux en la iglesia del pueblo, donde unos tipos se tapan los oídos ante el clamor de las trompetas de los ángeles; o los melones de Lady Tottington, para poner dos ejemplos al azar). En esta aventura, Wallace y su perro Gromit son los héroes locales, con su empresa antiplagas que mantiene a raya a los conejos que amenazan comerse los vegetales, pacientemente cuidados por los vecinos, para una gran competencia agrícola. El problema se da cuando uno de los raros inventos de Wallace produce un monstruo feroz, horripilante, para ponerle a uno los pelos de punta: un Conejo-Lobizón.
Si no bastara con los deliciosos Wallace y Gromit, Nick Park agregó a dos personajes geniales: Victor Quatermaine, el alter ego del héroe de “Las minas del Rey Salomón”, con peluquín y la voz de Ralph Fiennes, y Lady Campanula Tottington con la voz de Helena Bonhman Carter. Sensacionales, como los conejos que acompañan la historia.
Escenas: la lucha de Gromit con el perro de Quatermaine, en el avión; Gromit bailando sensualmente para atraer al Conejo-Lobizón; el cura que cuenta la historia del Conejo Gigante, en la iglesia, con la música de órgano atrás; el gag del conejo-peluquín de Quatermaine; el final del Conejo-Lobizón agonizante, remedando a King Kong.
Frases: “Yo quiero mi… tupé”, “Oh, sí… Aceptamos cheques o dinero”; “¡Hola! ¿Hay alguien ahí? (SUENA UN ESTRUENDOSO ERUCTO) ¿Mrs. Mulch?”; “¡Gromit! ¡Yo no quería ser un conejo!”.
CONSEJO: imperdible. Saque entrada ya.
martes, octubre 11, 2005
una película diferente
TIEMPO DE VALIENTES
Algunos han definido literatura argentina actual en una literatura sin lectores, en un juego académico donde escritores escriben para escritores y licenciados en letras, un entretenimiento masturbatorio en la altura de la torre de marfil. El cine argentino estaba entrando, en los últimos años, en esa peligrosa tendencia en la que cayó la literatura nacional. Consagradas por las críticas y los festivales, rotulados como el “Nuevo Cine Argentino”, un grupo de películas menores recibía la indiferencia completa del público. No hablamos de obras con cierto hermetismo para los no iniciados. No. Nos referimos a esa sucesión de filmes que, subsidio oficial mediante, desgranaban historias con falencias claras en el guión, con baches serios técnicos, que sin embargo contaban con la complicidad de los amigos en los medios que no dudaban en calificarlas de la revelación del año.
“Tiempo de Valientes” de Damián Szifrón, el creador de “Los simuladores”, no es una gran película, no va a romper la cabeza, es bien pochoclera y un producto netamente comercial. Pero tiene un gran valor para este momento del cine nacional: alejarse del estereotipo del ranchito derruido, el marginal boleteado, el falopero tercemundista, que hace las delicias de los festivales europeos. Es una comedia clásica de Hollywood, pero hecha en Argentina. Y nadie puede negar que es una historia argentina, porque sólo en este país a un policía lo van a apretar por investigar un crimen y el principal villano es un hombre fuerte de la SIDE.
Silverstein es un psicólogo que, por un accidente de tránsito, tiene una probation pendiente, léase, debe realizar una labor social para cumplir con su condena en la justicia. El inspector Alfredo Díaz está deprimido: descubrió que su esposa lo engaña. El superior de Díaz, por sugerencia de sus compañeros de la Policía, le busca un psicólogo para que lo saque de la depresión. ¿Quién mejor que Silverstein? ¿Y qué mejor que lo acompañe en su tarea cotidiana, mientras cumple con la probation? Como es de esperar, Silverstein y Díaz se hacen grandes amigos y el psicólogo se meterá de lleno en una investigación policial que promete tiros y corridas varias.
“Tiempo de valientes” tiene una primera hora excepcional, muy bien contada, donde funciona a pleno la química entre Diego Peretti (uno de los mejores actores nacionales del momento) y Luis Luque. La historia empieza a caerse cuando la pareja se separa, con el arresto de Díaz. Y ahí se desbarranca hacia un final convencional, con alguna voltereta artificial que no termina de cerrar. Eso desmerece un poco lo hecho hasta entonces. No obstante, alcanza para pasar un buen momento, tener un par de diálogos brillantes y asistir a algunas tomas de alta calidad para lo que es la media local. Conste: no es una película para figurar en los anales de las cumbres de la cinematografía; pero es plenamente disfrutable.
Para destacar los rubros técnicos: la fotografía de Lucio Bonelli, el sonido de Fernando Soldevila, la edición de Alberto Ponce. El premio “Tirá la Pastilla de Gamexane y Trabá la Puerta” para Martín Adjemián, el jefe de Díaz, que no da con el tono de la comedia en ningún momento. El personaje, en un notable trabajo, que tal vez merecía mayor participación en la historia, es para Oscar Ferreiro, el villano del filme.
Escenas: la escena inicial, la de la “ensaladita”; la cena entre Díaz, Silverstein y la esposa; Ferreiro viendo a Peretti desfilar por la cornisa; el diálogo entre Peretti y el ordenanza de limpieza. Frases: “Madame Bovary era una heroína porque se atrevía a engañar a su esposo, en una sociedad que las mujeres eran reprimidas. Pero hoy todas las mujeres engañan a los esposos; así que no sos una heroína, sos una pelotuda más”; “Así… llore como un hombre”; “Yo puse y saqué presidentes. Mirá si vos me vas a asustar”; “Y claro que no sabe… porque en un país normal usted no tendría que estar enterado de que existe un área restringida”, “Pero si tiene un cartel en la puerta…”, “¿Un cartel? ¿De qué área restringida estamos hablando? ¿La del tercer piso?”, “No. La del octavo”, “¡Ah! Estamos hablando de otra cosa. Es otro tema. Siga con lo suyo”; “Tenemos un problema. Porque vos me decís que nadie sabe nada. Y si nadie sabe nada, te tengo que matar. Ahora, si me decís que sí, que alguien sabe algo, entonces no te puedo matar, te tengo que dejar vivo. ¿Entendés cuál es el problema? Decime, en serio, ¿alguien sabe algo?”, “Sí… sí… hay alguien que lo sabe”, “¿Lo ves? Pero ahora no te creo. ¡Matalo!”.
CONSEJO: se puede esperar al video. Pero si usted se clavó con la última película de Lucrecia Martel y quiere recuperar lo que le costó la entrada, vaya a verla.
viernes, octubre 07, 2005
una película de miedo que no causa miedo
LA LLAVE MAESTRA
"La llave maestra" (dirigida por Iain Softley, ese viejo conocido de los argentinos que supo dirigir la versión trucha de "Hombre mirando al Sudeste" que Hollywood le robó a Elíseo Subiela con el nombre de "K-Pax") tiene tres o cuatros cosas de interés. Paso a detallar: algunas imágenes de New Orleans y alrededores, antes del Katrina; John Hurt; Gena Rowlands; Kate Hudson paseándose en bombacha por la casa, en medio de la noche; la banda de sonido, con mucho blues y jazz del viejo, de colección; una idea para una futura película de miedo (que sea buena, claro): la existencia de una magia que sólo es efectiva cuando se cree en ella. Los magos se esforzarán no en el poder del conjuro, sino en hacernos creer que ese poder existe. Es una buena idea, para desarrollar mejor que lo que hicieron en "La llave maestra".
"La llave maestra" es una película rara porque, supuestamente, es una película de miedo (chica inocente en casona poseída por una fuerza maligna) que, extrañamente, no causa ni un cachito así de miedo. El guión de Ehren Kruger supone que si apilamos una sucesión de lugares comunes del género, esa mera yuxtaposición de convenciones lograra producirnos terror. Y no es así. Está bien que es un guión de miedo, pero no nos causa miedo, que debe ser el objetivo de toda película del género.
Por lo que las casi dos horas pasan tan levemente que apenas cruzamos la puerta de salida del cine, nos olvidamos que la vimos. No es que sea un bodriazo. Se deja mirar, pero no deja huella, prevemos todo lo que viene, cada paso, cada tipo que asusta en los rincones, cada sombra y hasta casi el final (que tiene su lado simpático si se lo mira bien).
Apunte un tanto tétrico: la toma de la casa que aparece al final de la película, es digital. No existe el pantano, si no que la casa está en medio de un gran campo. Según us.imdb.com, hay un dique estaba a unas 300 yardas de la casa.
Frases: "Buenas noches, muchacha"; "Chica, creo que me quebré las piernas"; "¡No creo! ¡No creo!"; "Vi el cuarto", "¿Qué cuarto?", "El cuarto que usted dijo que nunca vio".
CONSEJO: esperar al video sin apuro.
miércoles, octubre 05, 2005
autitos chocadores
VIDAS CRUZADAS
“Es el sentido del tacto. En cualquier ciudad real, caminas, ¿sabes? Te rozas con la gente cuando pasas, te chocas con la gente. En Los Angeles, nadie te toca. Siempre vas dentro de metal y el vidrio. Creo que extrañamos tanto tocarnos que nos chocamos con cada otro, tan sólo para poder sentir algo”. Ese parlamento inicial de Don Cheadle, la primera escena del filme, el punto central en la línea de tiempo de los personajes, es la tesis de “Vidas cruzadas”. Las casillas de metal y vidrio, no son los autos; los autos metafóricos es el estereotipo, el racismo, con que todos los personajes enfrentan al otro: el chino, el negro, el latino, el blanco, la mujer, el policía, el musulmán. Cada uno con el casette puesto, para pelearse con el otro. Confrontación por necesidad: temor de mostrar las heridas que se tienen, de la soledad del que conduce sólo en la ruta.
Película coral, “Vidas cruzadas” tiene el guión y la dirección de Paul Haggis, el mismo guionista de “Millon Dollar Baby”. Para ubicarla, es una “Magnolia” chiquita. Bastante maltratada por la crítica argentina, “Vidas cruzadas” no es una película para dejar pasar de largo. Ni por el elenco, ni por las emotivas situaciones de esos personajes que durante dos días, se cruzan y empujan por Los Angeles, buscando amor, respeto, destilando bronca y dolor. El mote racista asoma rápido en la boca de los personajes; detrás, está el miedo, la inseguridad y la sensación de derrumbe que los abruma. Esa sola idea (detrás del estereotipo, hay un ser humano asustado) justifica el film.
“Vidas cruzadas” cuenta con un muy buen elenco, nombres famosos como Brendan Fraser, Sandra Bullock, Don Cheadle, Matt Dillon, con otros que reconocemos de series y de buenos roles secundarios. Todos logran, en sus mayores o menores participaciones, credibilidad y emoción. No es poco. El guión puede mostrar alguna escena que sobra, algún tinte recargado que podría obviarse, pero eso es buscarle el pelo al huevo. “Vidas cruzadas” funciona y nos identifica, en ese par de horas, con las vidas de estos seres que se cruzan por la ciudad.
Babita emérita del día de la fecha a Jennifer Esposito, la policía latina compañera de Don Cheadle (no sólo en la patrulla). El personaje, el ladrón negro paranoico por la discriminación hacia los negros.
Escenas: la del director de cine detenido por la barricada policial; el diálogo entre el policía racista con la afroamericana de la agencia de salud; la escena del aventón del policía rubio al ladrón negro; el último diálogo de Sandra Bullock con su mucama. Frases: la inicial, ya citada; “Ellos creen que somos árabes. ¿Desde cuándo los persas somos árabes?”; “Es sólo negros humillando a negros, usando la palabra uno contra otro. ¿Has escuchado a los blancos llamándose uno al otro ‘blanquito’, todo el tiempo?”; “¿Por qué esos chicos tenían que ser negros? No hay modo de dar vuelta esto. ¡O pierdo el voto negro o pierdo el voto de los que votan la ley y el orden!”, “Sabes, creo que te estás preocupando demasiado. Tienes respaldo en la comunidad negra”, “Correcto. Si no puedo evadir esto, podemos neutralizarlo. Lo que necesitamos es una fotografía poniéndole una medalla a un negro. El bombero… ése que salvo un campamento o algo… ¿cuál es su nombre?”, “Él es iraquí”;
“… y fue mi culpa, porque sabía bien lo que iba a pasar. Pero si una persona blanca ve a dos hombres negros caminar hacia ella, y ella gira y se aleja, ¿ella es racista, correcto? Bien, yo tenía miedo y no hice nada y diez segundos después, tenía un arma frente a mi cara”; “Tú me haces quedar mal. Tú quedas mal”; “¿Quieres escuchar algo gracioso?”, “¿Qué, Mrs. Jean?”, “Eres la mejor amiga que tengo”; “Madre, no puedo hablar ahora. Estoy teniendo sexo con una mujer blanca”; “¿Crees que sabes quién eres? No tienes idea. Espera estar 20 años en este trabajo y luego dime”; “¡Mira alrededor! No encontraras un lugar más blanco, más seguro o más iluminado en esta ciudad. Pero esa mujer blanca ve a dos muchachos negros, que parecemos estudiantes de la UCLA, caminando a su lado y su reacción es de miedo. ¡Míranos! ¿Estamos vestidos como gangsters? ¿Somos amenazadores? No. En los hechos, nosotros deberíamos tener miedo, los únicos dos negros rodeados de un mar de sobrecafeinados blancos, patrullados por los gatillos-fáciles del Departamento de Los Angeles. Así que… ¿por qué tiene miedo?”, “¿Por qué tenemos armas?”, “Correcto”.
CONSEJO: primera opción de video o una buena segunda opción en cine.
lunes, octubre 03, 2005
epifanía
EL AURA
Si alguien necesitaba demostrar que ante Fabián Bielinsky estamos frente a un director y guionista excepcional para el cine argentino, “El aura” es la comprobación que buscaba. Justamente con una película que, estamos seguro, va a decepcionar a más de uno que vaya al cine buscando otra “Nueve reinas”.
Esa es, precisamente, la fortaleza que demuestra Bielinsky como artista: haberse podido sacar de encima un gran éxito, un guión excepcional, un estilo seguro y ganador. Si “Nueve reinas” era una comedia de brillantes diálogos, ciento por ciento porteña, “El aura” parece un filme de Claude Chabrol, donde no parece pasar nada y pasa todo, donde se cuenta un policial, pero el hecho criminal es lo de menos.
“El aura” es un filme profundo, un estudio de personaje, hermético por momentos, con sutiles trazos, gradaciones tan leves como las gamas de verdes de la fotografía de Checco Varese. No es una historia para espectadores distraídos, porque “El aura” parece contar una cosa que, dramáticamente, no es central; la clave es el personaje, Esteban Espinosa, un hombre definido por un instante, por un momento, por un revelador segundo de conciencia. Esa es su búsqueda, su destino, su alfa y su omega. Antes y después, no hay nada más para él.
De Esteban Espinosa sabemos que es taxidermista, epiléptico y que su esposa lo ha dejado. También, en una primera hora meticulosa, nos enteramos que es un hombre que anhela el control, en exceso razonador, calculador de todas las alternativas, un evaluador profesional, angustiado por el peso de la decisión. En el rostro de Ricardo Darín (en una labor excepcional) se garabatea el peso de esa angustia, la terrible presión que le significa sopesar cada posibilidad y decidir.
Hay un diálogo entre Ricardo Darín y Dolores Fonzi que es la tesis de la película. Es la única ocasión en la que alguien le pregunta que siente durante sus crisis epilépticas, cuando pierde la conciencia por unos minutos. Y Darín / Espinosa describe el aura (término clínico), ese instante previo al ataque, en el que cae en cuenta de que va a perder el control (control que se ha empeñado, con tanto esfuerzo, de retener en la vigilia), ventana zen en la que todas las percepciones se agudizan, el tiempo se ralentiza y la conciencia alcanza su grado superlativo. En ese instante clave, surge la epifanía. No tiene que decidir. No hay contradicción entre la acción y la decisión. Es la epifanía. El mundo se aparta y la acción se libera del pensamiento.
Esa es la película. Espinosa busca ese momento, esa luz que se abre un paso antes de perder la lucidez. Una vez, sólo una vez, que el pensamiento no entorpezca la acción; que no haya alternativas que evaluar; que fluya naturalmente. Y ese momento se da cerca del final del filme. No hay otra cosa para Espinosa que ese instante que lo defina ante el Universo, un solo momento, en que pueda actuar libre de pensamiento, sin la excusa de la epilepsia. Lograda la epifanía, volverá a lo de siempre. No tiene otro motivo que alcanzar ese estado superior de la conciencia.
“El aura” cuenta, secundariamente, una historia policial casi sin palabras. Un collage de hechos aislados que la mente brillante de Espinosa conecta con una simple mirada: línea de puntos trazada con la inteligencia. Ese segmento central, tras la presentación del personaje (que empieza cuando Sontag lo deja en la cabaña y los hombres misteriosos vienen a buscar a Dietrich), está notablemente contada porque Bielinsky se vale, artesanalmente, sólo de imágenes. Seguimos a Espinosa en la recolección de los trozos sueltos que ha dejado Dietrich, sin que una sola línea de diálogo nos ayude. Cuando Espinosa debe contar la historia, a los cómplices de Dietrich, cuando finalmente los puntos se unen en voz alta, esa escena nos parece que sobra, que repite, que está de más. Pero es ahí, por primera vez, que se explícita, en palabras, la deducción de Espinosa. Si nos parece superflua, es porque el guión y la cámara de Fabián Bielinsky nos ha llevado de la nariz, mostrándonos imágenes para contarnos lo que pasa dentro de la cabeza de su personaje, sin recurrir a la palabra. Eso es cine. Tan sencillo como eso. Y encontrar algo así en el cine actual y, especialmente, en el cine argentino, no es para pasar de largo. (Un ejemplo: la secuencia, en tres imágenes, cuando Espinosa descubre que su esposa lo ha dejado; sentado en la cama, sentado en el avión, sentado en el jeep; tres imágenes superpuestas, un par de segundos, que nos habla de la inmovilidad contenida de ese personaje, más que cualquier parlamento).
El nivel de realización de “El aura”, en sus rubros técnicos, es de tan alto como el trabajo de Ricardo Darín. También hay que señalar que ese nivel de factura en fotografía, sonido, dirección de arte, no es común localmente. Hay que valorarlo, porque nos enseña que nuestro cine puede ponerse los pantalones largos cuando es necesario. No es sólo una cuestión de fondos, si no de actitud, de voluntad de contar una historia.
Escenas a destacar: Espinosa siguiendo a uno de los cómplices de Dietrich, agachándose para verlo agonizar; la escena final del “aura”, cuando Espinosa es perseguido. Un pálpito: “El aura” entre las cinco mejores películas extranjeras para el Oscar; un deseo: una nominación como mejor actor para Ricardo Darín.
CONSEJO: imperdible. Pochocleros abstenerse.