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críticas chatarras

martes, octubre 11, 2005

una película diferente 

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TIEMPO DE VALIENTES

Algunos han definido literatura argentina actual en una literatura sin lectores, en un juego académico donde escritores escriben para escritores y licenciados en letras, un entretenimiento masturbatorio en la altura de la torre de marfil. El cine argentino estaba entrando, en los últimos años, en esa peligrosa tendencia en la que cayó la literatura nacional. Consagradas por las críticas y los festivales, rotulados como el “Nuevo Cine Argentino”, un grupo de películas menores recibía la indiferencia completa del público. No hablamos de obras con cierto hermetismo para los no iniciados. No. Nos referimos a esa sucesión de filmes que, subsidio oficial mediante, desgranaban historias con falencias claras en el guión, con baches serios técnicos, que sin embargo contaban con la complicidad de los amigos en los medios que no dudaban en calificarlas de la revelación del año.

“Tiempo de Valientes” de Damián Szifrón, el creador de “Los simuladores”, no es una gran película, no va a romper la cabeza, es bien pochoclera y un producto netamente comercial. Pero tiene un gran valor para este momento del cine nacional: alejarse del estereotipo del ranchito derruido, el marginal boleteado, el falopero tercemundista, que hace las delicias de los festivales europeos. Es una comedia clásica de Hollywood, pero hecha en Argentina. Y nadie puede negar que es una historia argentina, porque sólo en este país a un policía lo van a apretar por investigar un crimen y el principal villano es un hombre fuerte de la SIDE.

Silverstein es un psicólogo que, por un accidente de tránsito, tiene una probation pendiente, léase, debe realizar una labor social para cumplir con su condena en la justicia. El inspector Alfredo Díaz está deprimido: descubrió que su esposa lo engaña. El superior de Díaz, por sugerencia de sus compañeros de la Policía, le busca un psicólogo para que lo saque de la depresión. ¿Quién mejor que Silverstein? ¿Y qué mejor que lo acompañe en su tarea cotidiana, mientras cumple con la probation? Como es de esperar, Silverstein y Díaz se hacen grandes amigos y el psicólogo se meterá de lleno en una investigación policial que promete tiros y corridas varias.

“Tiempo de valientes” tiene una primera hora excepcional, muy bien contada, donde funciona a pleno la química entre Diego Peretti (uno de los mejores actores nacionales del momento) y Luis Luque. La historia empieza a caerse cuando la pareja se separa, con el arresto de Díaz. Y ahí se desbarranca hacia un final convencional, con alguna voltereta artificial que no termina de cerrar. Eso desmerece un poco lo hecho hasta entonces. No obstante, alcanza para pasar un buen momento, tener un par de diálogos brillantes y asistir a algunas tomas de alta calidad para lo que es la media local. Conste: no es una película para figurar en los anales de las cumbres de la cinematografía; pero es plenamente disfrutable.

Para destacar los rubros técnicos: la fotografía de Lucio Bonelli, el sonido de Fernando Soldevila, la edición de Alberto Ponce. El premio “Tirá la Pastilla de Gamexane y Trabá la Puerta” para Martín Adjemián, el jefe de Díaz, que no da con el tono de la comedia en ningún momento. El personaje, en un notable trabajo, que tal vez merecía mayor participación en la historia, es para Oscar Ferreiro, el villano del filme.

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Escenas: la escena inicial, la de la “ensaladita”; la cena entre Díaz, Silverstein y la esposa; Ferreiro viendo a Peretti desfilar por la cornisa; el diálogo entre Peretti y el ordenanza de limpieza. Frases: “Madame Bovary era una heroína porque se atrevía a engañar a su esposo, en una sociedad que las mujeres eran reprimidas. Pero hoy todas las mujeres engañan a los esposos; así que no sos una heroína, sos una pelotuda más”; “Así… llore como un hombre”; “Yo puse y saqué presidentes. Mirá si vos me vas a asustar”; “Y claro que no sabe… porque en un país normal usted no tendría que estar enterado de que existe un área restringida”, “Pero si tiene un cartel en la puerta…”, “¿Un cartel? ¿De qué área restringida estamos hablando? ¿La del tercer piso?”, “No. La del octavo”, “¡Ah! Estamos hablando de otra cosa. Es otro tema. Siga con lo suyo”; “Tenemos un problema. Porque vos me decís que nadie sabe nada. Y si nadie sabe nada, te tengo que matar. Ahora, si me decís que sí, que alguien sabe algo, entonces no te puedo matar, te tengo que dejar vivo. ¿Entendés cuál es el problema? Decime, en serio, ¿alguien sabe algo?”, “Sí… sí… hay alguien que lo sabe”, “¿Lo ves? Pero ahora no te creo. ¡Matalo!”.

CONSEJO: se puede esperar al video. Pero si usted se clavó con la última película de Lucrecia Martel y quiere recuperar lo que le costó la entrada, vaya a verla.

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