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críticas chatarras

lunes, junio 27, 2005

Babangelina Jolie 

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SEÑOR Y SEÑORA SMITH

Comedia del género onanista con dos lindos guachos en los papeles principales. Brad Pitt – Angelina Jolie / Angelina Jolie – Brad Pitt. Si el director Doug Liman le hubiera puesto un poquito más de ganas al guión de Simon Kinberg, en una de esas lograba un clásico. Pero alcanzó para hacer una muy buena película pochoclo, con algún momento genial, mechado con algunos desniveles notorios. Le faltó la dimensión extra que la elevara del resto de los otros tantos productos comercialmente rentables. Pero se disfruta y arranca un par de carcajadas, lo que no es poco.

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Dicho esto, el comentario intelectual que todos los visitantes de esta página estaban esperando: ¡qué linda que está Angelina Jolie! Babaza completa y total para la chica de gruesos labios, ojos enormes como el tiempo perdido y su no menos enorme manera de llenar remeras y vestidos ajustados. Very: una diosa. Si fuera buena actriz, sería un regalo de cielo. Pero conformémonos con lo que hay, que no es poco.

“Señor y señora Smith” es una mezcla, bien batida, de “La guerra de los Roses” y “Mentiras verdaderas”. En algún momento, el guión se toma en serio la trama de espías que cuenta como excusa. Y allí renguea. Pero cuando vuelve a la verdadera historia que vale la pena contar (la del matrimonio como un campo de batalla; la de relación romántica como un juego mutuo de destrucciones progresivas), el filme gana puntos y entretiene. Esa segunda lectura de la comedia, esbozada por momentos, no termina de profundizarse. Por ese lado estaba la auténtica comedia brillante. Y las mejores escenas, no por casualidad, vienen de ese flanco.

Si el matrimonio Smith ha perdido en cinco (¿o seis?) años de matrimonio, el fuego de la primera época, ¿cómo revivirlo? La metáfora final parece ser, destruyendo todo. Cuando (literalmente) destrocen la casa, tirándose a matar, revivirán el romance. Puede parecer brutal el grado de violencia de las últimas escenas, el despliegue de ferretería y de agresividad que cada personaje destina al otro. Con todo, no le llega a los talones a la fría violencia contenida de las primeras escenas, al cortés y cortante intercambio de palabras del desayuno, que revela una tensión subterránea a punto de reventar.

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Escenas a destacar: la final, la destrucción, en el centro comercial dedicado a la familia; la escena en el desierto; la destrucción del hogar de los Smith; la visita al consejero matrimonial (muy buena presentación de personajes); los diálogos de Mr. Smith con Eddie; el tango del desarme. Para el almanaque del camionero, Angelina vestida de disciplinaria, látigo en mano. En sus fantasías sexuales, hay un antes y un después de esa imagen. No lo nieguen.

Frases: “¿Te maté, baby?”; “¡Casi me vuelas!”, “Vamos, era una pequeña bombita”; “¿Cuánto hace que están casados”, “Cinco años”, “Seis”, “Cinco o seis”; “Si no te gustan las cortinas pueden devolverse”, “Está bien. No me gustan”, “Ya te acostumbrarás”; “Mis padres murieron cuando yo tenía cinco años”, “¿Quién te entregó en el altar?”, “Un actor pagado”, “¡Te dije que había visto a tu padre en la televisión!”; “¿Y el sexo? ¿Cuántas relaciones sexuales tuvieron? Digamos, en la última semana”, “¿Es el tipo de pregunta del estilo de 0 a 10?”, “¿Incluye el fin de semana?”; “¿Qué fue eso?”, “¿Qué?”, “Dijiste ‘adiós’”.

CONSEJO: primera opción en video. Puede ser una buena salida al cine sin exigencia.

sábado, junio 25, 2005

dormí tranquilo, Tim 

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BATMAN INICIA

Que mala suerte que tiene Batman, tal vez el personaje más completo del cómic, que no ha encontrado, aún, su más fiel traducción cinematográfica. Bastardeado en la lisérgica versión televisiva (gloriosa, pero ajena al espíritu del original), tomó vuelo con las dos versiones iniciales de Tim Burton, hasta que la oscuridad del genial director afectó las apetencias mercantiles de los productores. Desplazado Burton, las siguientes versiones diluyeron al héroe.

A “Batman inicia” le pasa algo parecido a lo que sucedió con “Misión Imposible 2”. Fue tanto el barullo mediático previo de que íbamos a ver algo tan grandioso que esta correcta (pero fría) versión nos deja con sabor a nada.

No es que “Batman inicia” esté mal. Todo lo contrario. Es un buen guión. Con algunos momentos destacables. Pero es una historia con falta de grandeza. Carece de humor, de temperamento, de agallas para empujarnos al fondo de la butaca. Agréguese que, además, falla en el despliegue visual del héroe murciélago, algo que sobró en las dos películas de Tim Burton, que generó imágenes que quedaron grabadas a fuego en la memoria del espectador. Esta versión de Christopher Nolan (co-guionista junto a David S. Goyer) no agrega nada desde lo visual. Es muy pobre en la fotografía pero, especialmente, en el diseño de arte. Para aquel que la haya visto, póngase la mano en el corazón y dígame: ¿cuál escena destaca? Tal vez, la bandada de murciélagos en la baticueva. Pero nada más.

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Otro agravante, es la falta de química de Christian Bale, un muy buen actor, pero que no da con el tipo de Batman (a esta altura, un karma de cualquier versión cinematográfica del héroe). Se agrava porque no tiene villanos de gran categoría que realcen al personaje (otra falla del guión) y, pecado fatal, la contraparte romántica, Katie Holmes aporta cero glamour para levantar temperatura en la pantalla.

Con tantos peros en el medio, es difícil salvar una película. Y “Batman inicia” no es la excepción. Sin ser un bodríazo, no parece que salve la épica historia del hombre murciélago.

Destacamos tres breves actuaciones, la de Liam Neeson, Morgan Freeman y la de Gary Oldman (como el futuro comisionado Gordon); nos quedamos con más ganas de Tom Wilkinson; Michael Caine hace de Michael Caine y no de Alfred, lo que le quita algunos puntos.

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Algunas frases para rescatar: “¿Por qué caemos? Para aprender a levantarnos por nosotros mismos”; “Vine aquí para mostrarle que no todos en Ciudad Gótica le temen”, “Sólo aquellos que no me conocen, chico. Mira alrededor. Hay dos concejales, un líder sindical, un par de policías fuera de servicio y un juez. Ahora, crees que porque tu mami y tu papi fueron baleados, conoces el lado feo de la vida, pero no. Nunca probaste la desesperación. Eres Bruce Wayne, el Príncipe de Ciudad Gótica, tienes que ir a miles de millas para que encontrar alguien que no te conozca. Así que no vengas aquí con tu enojo, tratando de probarte algo. Este mundo nunca lo entenderás. Y siempre tendrás miedo de no entenderlo”; “Has viajado por el mundo. Ahora debe viajar dentro tuyo... lo que realmente temes, lo que hay en tu interior… no hay regreso. La muerte de tus padres no fue tu culpa. Tu entrenamiento no es nada. Tu voluntad es todo. Si quieres ser más que un hombre, debes transformarte en un símbolo, convertirte completamente en otra cosa. ¿Estás listo para empezar?”; “¿Qué oportunidad tiene Ciudad Gótica, cuando la gente buena no hace nada?”; “El hombre que amé, el hombre que desapareció, nunca volverá”; “Él está aquí”, “¿Quién?”, “Bat-man”.

CONSEJO: esperar al video, si no es un desesperado de los cómics.

miércoles, junio 22, 2005

últimos días de la Bestia 

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LA CAÍDA

Excepcional. Desde la recreación fiel, los trabajos actorales, el diálogo brillante, la descripción de los últimos días del gobierno del mal, la decadencia física y el entorno de imbecilidad extrema cómplice de los últimos desvaríos del genocida. “La caída” es la primera mirada de los alemanes a su pasado. Tras más de medio siglo, se atreven a verse cómo fueron, a analizar lo sucedido y a reconocer, en esos días de locura y terror, la conducta de un pueblo que permitió, pasivamente, el horror.

“La caída” está contada desde la visión de una protagonista marginal, la mirada de Traudl Junge, la muniquesa secretaria personal de Adolf Hitler, la joven de 22 años que asistió al derrumbe del régimen nazi, desde el interior de ese bunker maldito. Las miserias, la percepción de estar danzando en el Titanic, desde un personaje que no es neutral, que observa desde la misma vereda de simpatía y admiración que el pueblo alemán le tenía a su líder. Junge no es un invento literario, efectivamente vivió, escribió un libro (uno de los dos en los que se basó el filme) y murió en 2002. Su confesión al final de la película, en un parlamento filmado poco antes de su muerte, es la tesis de “La caída”: la de un pueblo que se dijo que no sabía lo que pasaba, hasta que un día, frente a los cadáveres de las víctimas, comprendió que debió haber sabido lo que sucedía en su tierra.

Como viene sucediendo últimamente, no se sabe bien si por motivos de marketing, o de simple estupidez, se tildó al filme de polémico (calificativo en riesgo de extinción por sobreexplotación de uso) por representar una imagen “demasiado humana” de Hitler. La misma descalificación estética, poniendo el mote antes de ver la película, que ya tuvimos en “La Pasión de Cristo”, en “Perdidos en Tokio”, en “La vida es bella” o en “Irreversible” (meros ejemplos traídos de memoria) la incorrección de la corrección política que ya analizamos en esta página, en el momento de criticar el filme de Mel Gibson.

Con “La caída” sucede exactamente lo mismo. Solamente un imbécil completo puede considerar “humano” a un personaje que tras acariciar la mejilla de un niño que se ha ganado una medalla en una acción bélica, cual dulce abuelito, en la escena siguiente da órdenes para abandonar a la población civil de Berlín, condenándola al hambre, la enfermedad y la muerte porque, según su particular visión, no se merecen ser dignos de vivir si no superan la prueba de la guerra. El monólogo de Hitler, en una de las últimas cenas en el bunker, donde predica su odio racial, igualando al ser humano al nivel del simio, es otro ejemplo claro de un guión que no glorifica a un asesino, sino que describe a un enfermo patológico.

Otras de las críticas recibidas por “La caída” es la que achaca al filme que sugiere que el nazismo sucedió por casualidad, que fue el rapto delirante de un grupo de iluminados y que todo un pueblo asistió, sin poder impedirlo, al despliegue asesino de Hitler. Nuevamente, basta ver a la enfermera que suplica a Hitler que guíe a su pueblo a la victoria, cuando fue llamada para asesorarlo en su suicidio; o los oficiales que asisten, en un cómplice silencio, a las absurdas órdenes de un Hitler delirante que inventa ejércitos que no existen, para descalificar esa acusación sobre el filme. Otra vez el mismo caballito de batalla: tener preparada la crítica, antes de ver la película.

Es sumamente injusto concentrar el análisis de “La caída”, en la respuesta a las críticas que merció la película. Pero vale dedicarle un espacio, porque esta forma de hacer críticas desvía, intencionadamente, la discusión de la obra (al fin y al cabo, el valor agregado de todo acto artístico). El estreno de “La caída” debió servir para difundir las formas en que opera el mecanismo del odio y del prejuicio, identificar a los extremos que puede llegar una sociedad si se resigna, mansamente, a seguir ciegamente la voluntad de un padre salvador todopoderoso. En cambio, la discusión en los medios, se centró en si era lícito representar tan humanamente a Hitler o no. Y el peso específico del debate es (deben aceptarlo) crucialmente distinto.

La gran historia coral que cuenta “La caída” brilla en grandes actuaciones. Pero una se destaca del resto, es la superlativa interpretación de Bruno Ganz que ubicó su representación de Hitler en el Hall de la Fama del cine. La mirada paranoica, la postura corporal, ese temblor del Parkinson, escondido tras la espalda, la dualidad del gesto comprensivo simultáneo a la impiedad delirante. Lo suyo es una composición admirable, para disfrutar, una verdadera clase de actuación.

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Escenas: la mencionada cena del bunker, con la comparación del ser humano al nivel del simio; el asesinato de los niños Goebbels; la escena del general que se presenta al bunker para ser fusilado; el primer encuentro entre Traudl Junge y Hitler, con la prueba de la carta tipeada a máquina.

Frases: “En esta guerra no hay civiles”; “Cuando me encuentre con Eisenhower, ¿debería hacer el saludo nazi o estrecharle la mano?”; “La guerra está perdida. Si ustedes piensan que debería abandonar Berlín por eso, están tristemente equivocados. Preferiría pegarme un tiro en la cabeza”; “Tengo ese sentimiento de que debería estar furiosa con esa chica, esa joven e inconsciente joven. No puedo permitirme olvidar que ella no vio la naturaleza de ese monstruo. Que ella no se diera cuenta lo que estaba haciendo”; “Ojalá mis generales tuvieran una parte del valor que tú tienes”; “Todos esos horrores, yo los escuché en los juicios de Nuremberg, los 6 millones de judíos, el pensamiento de esa gente sobre la gente de otra raza, a quienes mataban. Me golpeó profundamente. Pero no había hecho la conexión con mi pasado. No sabía nada sobre la enorme escala que había alcanzado aquello. Pero un día, caminando, vi la placa en recuerdo de Sophie Scholl, en la calle Franz-Joseph. Leí que ella tenía mi edad, cuando fue ejecutada, el mismo año que yo empecé a trabajar con Hitler. En ese momento, verdaderamente, caí en la cuenta que la juventud no tenía excusa. Y que debí haber hecho todo lo posible por saber todas esas cosas”.

CONSEJO: ir a verla.

lunes, junio 20, 2005

lobo feroz 

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EL HOMBRE DEL BOSQUE

Es más fácil creer que los monstruos no son humanos, que no son como nosotros, que están hechos de otra naturaleza, de otra constitución, que podemos reconocerlos con sólo verlos. Pero… ¿cómo descubrir al monstruo cuando estás frente al espejo?

“El hombre del bosque” es una de esas películas menores, que puede pasar desapercibida, injustamente desapercibida. Tiene dos hallazgos: la descomunal actuación de Kevin Beacon y el muy buen guión de Nicole Kasell (directora del filme) y Steven Fechter (autor de la obra teatral que le dio origen). En esos dos pilares se sostiene una historia que podría haberse ido a la banquina en cualquier momento. Sin embargo, en poco más de ochenta minutos, el milagro se mantiene y podemos participar de este retrato de un pedófilo desde su misma vereda, sin mantener un participación neutral (cómodamente neutral, habría que agregar). Compartimos la angustia del personaje, su naturaleza dual, la pugna entre su deseo y la moral, nos sumergimos en el viaje al límite de nuestra propia escala de valores. Eso sólo vale para destacar a esta película del montón.

Walter acaba de salir de la cárcel, cumpliendo doce años de condena por acoso sexual de niñas. Alquila un cuarto, frente al patio de juegos de una escuela; consigue empleo en una fábrica de muebles; asiste a su terapia semanal; recibe la visita de su cuñado, el único familiar que le habla; aguanta las irrupciones sorpresivas del policía que espera su reincidencia. Walter tiene en claro que todo lo desprecian por lo que es. Más aún. Él mismo se desprecia por su propia naturaleza. Hasta que Vicki, una mujer, irrumpe en su vida.

“El hombre del bosque” tiene el acierto del retrato paciente, por sobreacumulación de detalles. No define, no sentencia, no plantea salidas automáticas. Es un medio tono muy apropiado para la gran actuación que Kevin Beacon desarrolla. Es tan sutil su interpretación que logra identificarnos con un personaje al que sentenciamos desde el primer momento. Personalmente, para compararlo con las faenas de Sean Penn de “Mientras estés conmigo” (el condenado a muerte, asesino y violador), el Hannibal Lecter de Anthony Hopkins o el Chopper de Eric Bana, para poner algunos ejemplos ilustres. Sencillamente, admirable.

El resto del elenco no se queda atrás. Destacamos a Kyra Sedgwick como Vicki (la esposa de Beacon, en la “vida real”) y Mos Def como el Sargento Lucas.

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Escenas: la monumental escena en el banco del parque entre Walter y Robin, la niña que observa pájaros; el diálogo sobre el lobo feroz entre el policía y Walter; la escena en la que Walter le confiesa a Vicki su secreto.

Frases: “Una belleza poco común, comúnmente está descuidada”; “Bien… ¿me vas a decir cuál es tu oscuro secreto?”; “Doce años en prisión no es broma”; “¿Crees en los cuentos de hadas?”, “¿Cuentos de hadas?”, “Sí, como ‘Alicia en el País de las Maravillas’”, “No”, “Sí… sí… ni yo… ¿Y qué tal ese del leñador?”, “¿Leñador?”, “Sí… con el hacha…”, “No lo conozco”, “Sí… lo conoces… El leñador, él abre el estómago del lobo y saca a la pequeña niña viva…”, “Caperucita Roja”, “¡Caperucita Roja! ¡Ese es! Ese es. El leñador le abre el estómago al lobo y la chica sale sin un rasguño… Una vez vi a una niña de siete años partida al medio… Era tan pequeña… sólo partida… Vi a detectives de más de veinte años en este trabajo. Tipos duros, ellos sólo se quebraron y lloraron. Yo estaba ahí, yo lloré… No hay ningún maldito leñador en este mundo…”; “¿Quieres que lo hagas? ¿Quieres que me siente en tus rodillas? No hay problema, puedo hacerlo… si tu quieres”.

CONSEJO: primera opción del video. Una buena segunda opción en cine.

martes, junio 07, 2005

juntas y revueltas 

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CAMA ADENTRO

El año parece entonarse, en lo que a producciones locales se refiere. Tras la muy buena “Whisky Romeo Zulú”, asoma otra muy buena película argentina para recomendar. “Cama adentro” de Jorge Gaggero es una sutil muestra de cómo se puede contar una historia casi mínima, con sensibilidad humana y cinematográfica.

“Cama adentro” es la historia de la relación de dos mujeres solas, Beba, la señora de la casa, y Dora, su mucama por casi treinta años. Mujer, argentina, sola, partidas al medio por la misma crisis económica que hunde a la señorona patricia tanto como a la humilde servidora doméstica. En esa sociedad de sobreentendidos que ambas han sabido construir en tantos años de convivencia laboral, comprenderán, cuando venga la tormenta, que solo se tienen la una a la otra.

Gaggero logró zafar de varios pecados en los que se revuelca el autodenominado Nuevo Cine Argentino. El primer acierto: personajes nobles. Son personajes absolutamente queribles, aún en sus momentos más patéticos, en los que arrinconados por la circunstancia económica, muestran sus lados más oscuros. Ese respeto a los personajes le permite sortear la sordidez de la pobreza marginal, un lugar común latinoamericano, muy del afecto de los productores europeos.

En segundo lugar, Gaggero se permite el don de la sutileza, para mostrar, con pequeñas acciones, los sentimientos de sus protagonistas. La mucama vertiendo el whisky nacional en la botella vacía del whisky importado, para mantener las apariencias de su patrona o la imagen de ese piso a medias, en la casa humilde del conurbano, hablan más de las intenciones de los personajes y de su humanidad, que cualquier parlamento.

El guión de Gaggero tira un par de apuntes interesantes, para destacar. El de la soledad de la mujer, marginada afectiva y económicamente, no importa en que escala de la sociedad se encuentre. Otra punta, el efecto imitación de la mucama, que presume del mismo modo que su patrona, en otra esfera y lugar. Pero hay un paso más: Dora ha aprendido de Beba algo más que el autobombo social; en esos años ha aprendido a apreciar la belleza. Cuando tenga que elegir los mosaicos para el piso de su casa, elegirá los más lindos, los más elegantes, aunque su pareja le sugiera elegir los otros, los más baratos, porque “total, un piso es un piso”. No. Dora ha aprendido que un piso no es sólo un piso, si no también una actitud estética, una sana ambición de superación, pese a que el entorno tire para abajo y achate las ansías de progreso y ascenso social.

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Brillante las actuaciones de las dos mujeres. Una, Norma Argentina, un descubrimiento de Gaggero, empleada pública de San Luis, sin antecedentes profesionales. La otra, Norma Aleandro, consagrada y a la que hay que elogiar muy especialmente por su interpretación de Beba Pujol, la aristócrata venida a menos. Nobleza obliga, porque Norma Aleandro no es una de las actrices preferidas de esta página. Aquí repite el hallazgo que destacamos en “El hijo de la novia”, el de prescindir de esos tics mecánicos en los que cae en muchas de sus composiciones. Afortunadamente, la dirección de Gaggero ha logrado sacar a Aleandro del estereotipo y lucir en un personaje, sencillamente delicioso.

Para el manual del guionista: prestar atención a los diálogos, a la forma en la que Beba se dirige a Dora; Beba es incapaz de pedirle un favor a Dora; sólo histeriquea a su alrededor, hasta que consigue que la otra haga lo que ella quiera. Es un acuerdo tácito entre dos personas que se conocen lo suficiente para saber lo que piensa la otra, sin necesidad de intercambiar palabras.

Escenas: la final, la de la cama; el juego de bridge de las señoronas amigas de Beba; el cumpleaños de Beba. La frase: “Ya es tarde, señora. ¿Por qué no se queda?”.

CONSEJO: una buena oportunidad para apoyar al cine argentino. Ir a verla.

lunes, junio 06, 2005

otra de woody 

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MELINDA Y MELINDA

El comienzo de "Melinda y Melinda" promete una gran película de Woody Allen. En un típico restaurante neoyorquino, cuatro amigos (tres hombres y una mujer) hablan sobre lo ridículo y trágico de la vida. Hay dos escritores en la mesa: uno escribe comedias; el otro dramas. Para el primero, la gente ríe porque huye de la tragedia de la vida. No le cabe dudas: la vida es esencialmente trágica. Y por eso es más valiosa la tragedia. Para el otro, es tan absurdo vivir, todo ese esfuerzo para perderse al final que no hay otro modo que tomárselo a risa. La vida es esencialmente cómica. Y por eso, la comedia es lo más genuino. Uno de los amigos interviene: lanza sobre la mesa una historia de vida que le contaron la noche anterior, una mujer que interrumpe una cena diciendo que ha ingerido pastillas para suicidarse.

Desde ese momento, se arma un contrapunto entre los escritores: para uno, es el principio de un drama personal de hondo contenido humano; para el otro, es una típica comedia romántica. Y así se despliega "Melinda y Melinda", un cruce constante entre dos historias, una trágica y otra cómica, a partir de esa escena inicial de la protagonista (la misma, la única que se repite en ambas historias) cayendo del cielo a una cena de negocios.

Si ese planteo promete, el desarrollo presenta signos de fatiga, básicamente porque las historias sólo tienen en común el planteo, para derivar por otros caminos, independientes una de otro. Apenas hay un tema general: el egoísmo del amor, lo absurdo que aquello que empezó como un prometedor romance termine tan pobremente. Pero las historias no están lo suficientemente imbricadas en la tesis, corren por vías separadas, no paralelas, y eso le quita cierto valor al ejercicio de guión que Woody Allen intentó con "Melinda y Melinda". Algunas coincidencias de ambas historias (el palco de las carreras, el enamorado que toca el piano, el actor fracasado) son simples juegos de guionista, más que elementos dramáticos útiles como sucedía, por ejemplo, en las tres historias de “LaS horas”. Los desenlaces de ambas historias pecan de cierta convencionalidad, más aún en una película de Woody Allen.

Igualmente, como decimos siempre que comentamos una película de Woody Allen, aún una película menor en su filmografía (como lo es, indudablemente, esta "Melinda y Melinda") tiene más ideas que el promedio del resto de las producciones estrenadas. No es está la excepción, pero que el seguidor de Allen no vaya a pensar que se va a encontrar con una de las grandes cumbres de su filmografía. Es una película más, con algunas ideas interesantes, pero no del todo bien explotadas.

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La gran protagonista es Radha Mitchell, la australiana que encarna a la bipolar Melinda, con mayor eficacia en la comedia que el drama. Se destaca Chloë Sevigny, los breves momentos de Chiwetel Ejiofor y un comentario: Will Ferrell es la copia del Woody Allen de hace cuarenta años.

Escenas: la inicial, contada en dos bandas; la escena en la que Hobie encuentra a su esposa en la cama con otro hombre; el coqueteo entre Laurel y Ellis; el diálogo de las tres amigas en el puente. Frases: "Melinda tenía una reputación posmoderna en la cama"; “La tragedia enfrenta. La comedia evade”; “¿Qué son dos millones para un multimillonario?”; “¿Qué pasa? Antes hacíamos el amor a todas horas. Ahora hay excusas”, “Paso un momento creativo emocionalmente difícil”, “¿Crees que ya no nos comunicamos?”, “Sí que nos comunicamos. Y basta de hablar de eso”; “¿A qué se dedica tu mujer?”, “¿Además de ir de tiendas? Enseña música a jóvenes sin oído en una escuela de música. Es curioso, la vida trata de un modo sádico a los grandes talentos”; “¿Cómo pasaste de vivir en el Upper East Side a St. Louis?”, “Me fui allí por él. Era una preciosidad. Tenía talento. Era sexy. Era médico. Era encantador”, “Pero ¿dónde está el atractivo?”, “Sabía cómo tocarme”, “¿Emocionalmente?”, “No, con las manos. Soy muy pasional y el sexo es muy importante para mí. Necesito mucha intimidad física, muy a menudo y creativa”, “Ya, ya, ya… Es... sí”, “¿Soy demasiado franca?”, “No, no. No pasa nada. Es que me dan sofocones”; “¿Por qué lo que empieza tan bien, acaba siempre en el tacho de la basura?”, “No para todos”, “Para todos los que tengan imaginación”; “Cuidado, no puedes ir por la vida frotando lámparas y deseando cosas. No sale bien. Te lo digo yo”; “¿Has cazado tú todos estos muebles?”; “Tengo un modo nuevo genial de interpretar al psiquiatra. Con cojera”; “Lo sé, pero puedo buscarte otro papel en el guión. ¿Qué me dices de Moe Flanders? Eres más Flanders que psiquiatra”, “¿Flanders, el ascensorista retrasado mental con labio leporino? ¿Así es como me ves?”, “Tú no tienes labio leporino”; “La está violando. ¡Seguro que le ha puesto novocaína en su margarita!”; “¿Qué es lo que quieres?”, “Quiero... querer vivir”; “Al sentarte y tocar el teclado, pensé: ‘¿Quién es ésta preciosa criatura que llena el teclado de melancolía?’ "; “¿…qué viste en mi alma, cuando nos conocimos?”; “Sueño que beso a Melinda y luego me veo en el juicio Nuremberg”; “Ya no nos acostamos casi nunca. Y la última vez, Susan se quedó tendida, mirando al infinito... como si sus padres hubieran muerto en un incendio”; “Vuelve a tu psiquiatra y díselo”, “Me recetará Prozac. Debe de tener acciones de la compañía”; “Hablemos claro. Ella es de las que siempre necesitará ayuda. Es triste, pero debemos continuar con nuestra vida”; “Creo que tengo el deber de decirte que soy liberal”, “¿Te refieres a políticamente o en la cama?”, “Políticamente. En la cama soy liberal de izquierdas”; “¿No veías que llevaba enamorado de ti mucho tiempo?”, “Ni siquiera veía que yo estaba enamorada de ti”; “Cómica o trágica, lo más importante es disfrutar la vida mientras puedes. Porque sólo tenemos un viaje y cuando se acaba, se acaba. Y con buen electrocardiograma o no, cuando menos lo esperas, fin”.

CONSEJO: esperar al video. Ahora sí vos sos seguidor de Woody, ¿qué te puedo decir?

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