<$BlogRSDUrl$>

críticas chatarras

sábado, junio 11, 2016

frases de “Francofonía” 

 photo francofonia98_zpsowc5hzjf.jpg

Que seríamos sin Europa...

Aleksandr, no quiero hablar del pasado. Hablemos sólo del presente.

¡Qué rostros! ¡Qué almas! Ángeles. Muchachos. Crueles como pueden serlo. Sobre todo cuando los padres duermen. Es así como empezó el siglo XX. Y nuestros padres se durmieron.

Libertad, igualdad, fraternidad.

No deberías haber aceptado los containers del Museo. Zarandear el arte sobre el océano es inhumano.

La fuerza del mar y de la historia son así: sin razón ni piedad.

¿Qué me importa de este océano? Que viva su vida y nosotros la nuestra. ¿Y de qué nos sirve conocer esta fuerza? Tenemos nuestras ciudades, nuestro cielo y nuestros cómodos departamentos.

Un pueblo está rodeado por el océano. Un ser humano tiene un océano en sí mismo.

También la más feliz de las ciudades no está a salvo de un desastre.

El Louvre... ¿no será que este museo vale más que toda Francia? ¿Quién querría una Francia sin Louvre? ¿O una Rusia sin Hermitage? ¿Que seríamos nosotros sin el Museo?

A menudo nos parece que los museos se apropian de lo que los rodea mientras no sean perjudicados. Pero también pueden custodiar los peores secretos del poder o de las personas.

La primera vez que visité el Louvre quedé atrapado por esas caras. Es el pueblo. El pueblo. Las personas tal como querría verles. Los entiendo.
Pertenecen a su época pero los reconozco ¿Por qué? Franceses. Un pueblo europeo. Me pregunto qué habría sido de la cultura europea sin el arte del retrato. Tal vez porque los europeos han sentido la necesidad de dibujar las personas y los rostros. Porque esta búsqueda tan querida de los europeos queda inexplorada por otros (como, por ejemplo, los musulmanes). ¿Quién habría sido si no hubiera podido ver los ojos de los que vivieron antes de mí?

 photo francofonia97_zpszqfh1ubc.jpg

En Europa, en todo lugar es Europa. Nos hemos sentado a la misma mesa. Bebemos de la misma copa.

El armisticio entre Alemania y Francia ha sido firmado. Pero… ¿qué hará el vencedor cuando sea el señor del centro de la cultura mundial?

-¿Habla alemán?
-No. Yo soy muy francés.

Un aristócrata alemán y un republicano francés.

¿Qué es el Louvre en el momento en que Francia ha perdido la guerra, cuando el ocupante pasea por París y la gente parece resignada?

Embajador de Francia en España, héroe de la Gran Guerra, el mariscal Pétain ha aceptado dirigir el gobierno en destierro. Pero tiene 84 años.
Es un hombre del siglo XIX, nacido bajo el gobierno del emperador Napoleón III. Su familia veneró a Bonaparte. Y esto pasó: el mariscal de Francia, héroe de la Gran Guerra, toma partido contra la resistencia al agresor. Y esto pasó: un mariscal de Francia despidió a su ejército, llamó a los ciudadanos a no resistir, anunció el principio de una “nueva” revolución. Y la construcción de un “nuevo” país. Estos franceses, sólo preocupados del lejano bolchevismo ruso, no han visto del nazismo lo que pretende. Pétain, de orígenes modestos, cerrado y frío, está convencido de que es posible y necesario colaborar con Hitler. Y que sea la salvación de Francia.

 photo francofonia96_zpsurfwboti.jpg

Y he aquí que reaparece en el mercado una mercancía olvidada. ¿Adivina cuál? Esta mercancía puede costar cara. O no costar nada. Pero en todo caso, el comprador va a decidir el precio. ¿Adivina? ¿No? Piensen. Veo que no han adivinado. La paz. Sencillamente. La tranquilidad. La paz se puede comprar siempre.

En Francia, la guerra calla. Los soldados franceses regresan a casa. París... París... centenares de bibliotecas y museos, teatros, galerías, universidad, ciencias. Artesanos, obreros, ingenieros. Prensa, costumbres y prácticas democráticas. ¿Quién estaría listo a renunciar a los principios de las convicciones políticas o de los hábitos y a echar en guerra la Francia entera y París.

Los toros alados. Terribles e ingenuos como en los cuentos. El miedo del poder. El miedo frente al poder.

La mano está más viva que el espíritu. Crea la forma antes del pensamiento.

Claro que fui yo quien trajo todo esto aquí. ¿Por qué habría hecho la guerra? Por el arte.

¿Tuvieron los museos el presentimiento de la guerra? Nadie dudó de la inminencia de la guerra. Hemos hecho sencillamente nuestro trabajo. Un museo tiene que ser preparado para la guerra.

Soy un funcionario de la administración francesa cuyo propio gobierno se alía con el enemigo. ¿Entiendo por qué trabajo para este gobierno?

 photo francofonia94_zpst5ez3rrj.jpg

Ciertamente, hubo aquí un tiempo en que no hubo nada. Salvo poblaciones venidas a refugiarse al amparo de los ataques vikingos. En el siglo XII, se construyó un castillo fortificado. Algunos pueblos se establecieron alrededor. Fue el inicio. Que extraño, que sorprendente. Agrupados en este pedazo de tierra de un kilómetro cuadrado o algo más, reyes y arquitectos franceses transformarán este lugar, construirán y reconstruirán, pasando ese testimonio de generación en generación. Castillos, palacios. Palacios, castillos. Un museo. Indiferentes a las evolución y a los caprichos de la naturaleza. Hasta que un día se oye decir: “Nuestro Louvre está en pie”.

El Estado ya ha entendido qué necesita un museo para existir.

Soy yo.

La Gran Galería asombra por su profundidad. Es aquí que el Louvre comienza a ser un museo. Más que un recorrido: la gran calle europea del arte.

Francia. Qué suerte que tu prima Alemania te haya reconocido el derecho a existir. ¿Qué destino esperaba a los que fueron excluidos del género humano?

¿De qué otra cosa habla el Louvre si no de hombres que sufren, quieren, matan, mienten y lloran?

París es ocupada pero todo está bien. El Louvre está abierto. Reina la paz.

 photo francofonia90_zpsdymanlws.jpg

Los intereses del patrimonio estaban realmente en contra de la ideología totalitaria. Peligroso encuentro.

Señor Conde. Señor Conde. ¿Reenviará las colecciones al Louvre? ¿No? Mejor así.

Metternich invoca el procedimiento burocrático para posponer año tras año la ejecución de la orden.

Las razones de Estado raramente coinciden con las razones del arte. La ocupación. Un fuerte y un débil. ¿Qué hacemos? Unirse el uno al otro conservando la propia cultura… ¿para formar al final un Estado común? ¿La unión “franco-germana”? ¿O “germana-francesa”? Por lo menos, no se hará más la guerra. Porque hay un sólo enemigo: la Rusia bolchevique.

Señor Jaujard, usted está siempre tenso. ¿Es mi uniforme lo que le disgusta?

¿Y el Louvre?

viernes, junio 10, 2016

el barco a la deriva 

 photo francofonia92_zpsz8eotmue.jpg
FRANCOFONÍA
data: http://www.imdb.com/title/tt3451720

En “Francofonía”, Aleksandr Sokurov narra en primera persona en un monólogo sobre la historia del Louvre. Pero no habla del Louvre; habla de Europa. Y no habla de la historia europea: habla de la Europa de hoy, de su misión como protector de un acervo cultural, de una herencia que trasciende las nacionalidades y que hoy deriva incierta en medio de la tormenta. Un documental que no es un documental, un drama que no tiene los elementos del drama, una película que nos deja mucho lugar para la reflexión y que, pese a que sabemos que no tendrá un público amplio, es una de las cosas más interesantes de este año en la pantalla grande.

Sokurov juega en varios niveles para exponer su tesis. Vemos la historia del Louvre desde que no era el Louvre; deambulamos con Napoleón por sus pasillos (responsable máximo de los tesoros, saqueados en otras regiones, que atesora el museo); asistimos a una representación (con la fotografía en sepia de un documental apócrifo) de la relación de Jacques Jaujard y de Franz Wolff-Metternich (funcionario francés durante la ocupación nazi y el responsable alemán de gestionar el Museo durante esa época); escuchamos la videollamada desesperada de un capitán que conduce un barco cargado de obras de arte que atraviesa una tormenta que amenaza con hundirlo; caminamos por los pasillos del Louvre y vemos las obras que atestiguan los rostros de los europeos que una vez fueron.

 photo francofonia93_zpsi9mnul52.jpg

En esas múltiples capas, Sokurov se pregunta sobre el propósito de Europa y con una frase (“¿no será que este museo vale más que toda Francia?”) pone el dedo en la llaga. Europa es el legado cultural de varias generaciones. El barco que hoy afronta la tormenta, no puede olvidar el riesgo que conlleva de perder su carga. Eso trasciende a las naciones. La historia de Jaujard y Wolff-Metternich se corresponde con esa visión. En medio de una cruenta guerra, el ganador y el oprimido se ponen tácitamente de acuerdo para proteger ese legado, para que las obras de Louvre no sean saqueadas por el invasor nazi. Están en bandos opuestos pero son, fundamentalmente, europeos. Hombres sensibles y cultos que se exponen personalmente para salvar algo más grande que ellos, algo que los trasciende.

Hay una muy linda escena en la película, cerca del final, cuando Sokurov les cuenta a los personajes cómo va a ser su futuro. Y cuando la anuncia a Jaujard un final no del todo grato, su pregunta final es: “¿Y el Museo?”. Sólo vive para él, sólo tiene sentido su vida si esa entidad sobrevive al tiempo.

 photo francofonia95_zpstabzo8kx.jpg

Pero el Louvre no es el Louvre. El Louvre es Europa. Y en su pasado también está la fuerza de la espada. Bonaparte nos dice que para eso hizo la guerra, que todo lo que hay ahí es su obra. Europa es un producto de la guerra, del saqueo, de la imposición a otros. Pero también es la reflexión sobre la trascendencia del hombre, de la perduración de la memoria, de la valoración de la belleza. Eso está en riesgo hoy, eso es lo que los contenedores simbolizan, sobre un navío zozobrante.

Un contrapunto sobrevuela en los pasillos del Museo: Bonaparte y Marianne, el símbolo de la República Francesa. La realpolitik del Emperador con el slogan balbuceante de “¡Libertad, igualdad, fraternidad!”, que hoy termina siendo una frase despojada de su sentido primigenio. El Emperador la invita a ver la grandeza de Europa representada en la Gioconda. La República Liberal parece flaquear en esa figura gagá y precaria.

 photo francofonia91_zpsewjpjsil.jpg

Sokurov se permite cachetear desde su cultura rusa a los franceses y recordarles que mientras París atravesaba una relativa plácida ocupación, libre de bombardeos, Rusia sufría el hambre y la destrucción de sus museos y edificios históricos. En ese pasaje, Sokurov evoca los pueblos que perdieron, las cosas que se devoró el tiempo, las obras de arte que que se hundieron con los barcos que naufragaron en los saqueos europeos. Francia se enorgullece de ese tesoro que es un símbolo de Europa toda; pero no hay que olvidar que Europa dejó jirones de su piel, en los entreveros feroces de la Historia.

“Francofonía” nos deja esa cosmovisión de contemplar el todo, desde lo profundo del tiempo, y comprender todo lo que significa la casa común europea, las huellas de la historia que están ahí, paso a paso, conviviendo con el presente. Y esa carga es ostensible hoy, pesada responsabilidad, para la generación que escora rumbo a la colisión.

Películas más que recomendable, una perla oculta en la cartelera. Vale verla.

Mañana, las mejores frases.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?