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críticas chatarras

miércoles, octubre 11, 2017

alegoría multicapa  


¡MADRE!
data: http://www.imdb.com/title/tt5109784

Darren Aronofsky fue al extremo en una película que opera en varios niveles, que nos manipula desde el primer momento. Hacía tiempo que no veíamos una película que nos desconcertara tanto, que nos estrujara en nuestros asientos sin saber porqué. Es un ejercicio de estilo, de cómo atemorizar sin nada, de estirar al máximo la alegoría sin detenerse ante la crueldad. Es una de esas películas que le están faltando al previsible mundo del cine, agonizante entre el Modelo Pochoclo y el PPC (Pensamiento Políticamente Correcto). La recomendamos fervientemente y no nos sorprendió, en absoluto, que la crítica local la haya tildado de pretenciosa, como suele hacer con todo aquello que rompa sus prejuicios. Para esta página es la mejor carta de presentación.

Poco sabemos de los personajes: ella, una chica joven; él, un poco mayor, un escritor que tuvo un éxito y tiene un bloqueo creativo. Una casa soñada que se quemó hasta los cimientos y que la protagonista fue restaurando, desde las cenizas, para dejarla como la casa que supo ser. En ese ambiente claustrofóbico, en ese encierro que da al sol y a un jardín con césped, la pareja recibe la visita de extraños.



Primero es un profesor que busca alquilar una habitación; luego, su esposa. Y después dos hijos que pelean entre ellos. De a poco, la casa que es el espacio íntimo de los protagonistas, es invadida y amenazada. Los visitantes se extralimitan, toman atribuciones que no corresponden, se entrometen en la privacidad de la pareja. Y la reacción de los protagonistas es opuesta: él concesivo, entusiasmado por las perspectivas de novedad de los intrusos; ella, alarmada, a la defensiva, pidiendo que se vayan y comprendiendo que sus deseos son progresivamente desautorizados.

A medida que la trama se desliza hacia el absurdo, comprendemos que “¡Madre!” está hablando de otra cosa, que nos está contando una historia alegórica y que su eficacia debe ser juzgada en otros planos.

Ahí es cuando decimos que Aronofsky ofrece una película multicapas, porque la historia puede verse en varios planos, todos válidos, todos eficaces, aunque haya una que sea la correcta (sic).

Podemos ver “¡Madre!” como el desmoronamiento de una relación de pareja. Lo que parece idílico, tiene una grieta y a medida que esa grieta se expanda, la relación tiembla, se estremece, sin posibilidades de volver a lo anterior. En esta mirada, es patético el empeño de la protagonista, de mantener las partes juntas, de restaurar lo que se resquebraja. La casa es el símbolo de la pareja y su destrucción, el fin de la relación.



Desde otro punto de vista, se puede ver “¡Madre!” como el egoísmo del artista, la destrucción de la musa al que el artista pide más y más, sin límite, hasta consumirla en su afán de buscar la perfección que no puede ser hallada en este mundo. No hay nada que conforme al artista, no hay reposo ni sosiego. La paz hogareña no alcanza para satisfacer al artista. Nuevamente, los esfuerzos de la musa para agradar son patéticos, vanos, espasmódicos. El artista es un tirano que destruirá su mundo, su lugar, por conocer lo nuevo, la gente que viene de afuera, las ideas que oxigenen la calma del hogar. La casa representa en esta versión de los hechos, la zona de confort del artista que debe ser dejada (peor aún, destruida) si se quiere volver a crear como ayer.

Para los que no quieran ver alegorías, pueden quedarse en el thriller absurdo que se plantea desde la llegada de los visitantes al hogar. El mecanismo de suspenso se sustenta, básicamente, en la mirada aterrada de Jennifer Lawrence quien se sobresalta por un timbre que suena. La banda de sonido, sin música, con los ruidos de la casa (quemadores, goteras, crujidos, brisas) es un ejemplo de cómo contribuye a la sensación de lo amenazante. La disposición de las cámaras es otro factor: una cámara puesta sobre Jennifer Lawrence en planos repetidos y que parecen acecharla desde su espalda, refuerzan en el espectador esa sensación de amenaza que no se entiende pero se siente. Lo que amenaza está fuera del plano, opera lejos de nuestra visión, se presiente y se augura, más por la mirada fuera de la pantalla o por el sonido que actúa debajo de la superficie de la trama. Quien siga este camino, disfrutará y se asustará, sin encontrarle sentido al final, más que en un ejercicio absurdo, ilógico, discordante.



Pero hay otra visión de “¡Madre!” que parece ser el verdadero propósito de Aronofsky: hay una interpretación bíblica de esta historia. El personaje de Javier Bardem se llama Él; el de Jennifer Lawrence, Madre. Ed Harris y Michelle Pfeiffer son Hombre y Mujer. En una de las escenas, lo vemos al Hombre vomitando en el baño asistido por Él. La Madre los sorprende y se ve que el Hombre tiene una herida en el lado de la costilla que Él tapa. Después viene su mujer con fuerte sexualidad; luego los hijos discutiendo entre sí: uno mata al otro. ¿Encuentran algún paralelo con el Génesis? Adán, Eva, Caín y Abel. La humanidad recibida por Dios y maltratando la casa que es de todos, destruyendo y volviendo a renacer desde las cenizas, desde el centro, el corazón de la Madre, el diamante que resetea el juego. La Madre es la Madre Tierra; nace con otra cara, con la misma idea: satisfacer al Dios egoísta que necesita a los hombres para que le rindan idolatría.

En esta interpretación, el nuevo libro de Él es el Nuevo Testamento, su hijo sacrificado, Jesús y la antropofagia es el cuerpo y la sangre de Cristo. La alegoría es clara, no muy complicada. Y cuando vemos la irrupción en la casa, el terrorismo, la represión, la destrucción intencionada de la casa, el simbolismo es cristalino.



Así que de eso hablaba “¡Madre!”: de un compendio de la historia de la humanidad, de una mirada oscura sobre el hombre pero más oscura sobre la Divinidad. Dios es un caprichoso egocéntrico; Gaia sumisa generosa. La historia se repetirá una y otra vez, quemaremos una y otra vez el hogar y volveremos, con otros ropajes a ser cretinos, con el consentimiento de un Dios que perdonará, también una y otra vez, la maldad de sus creaciones.

Que es pretenciosa, nadie lo niega. Que nos llama la atención, tampoco. “¡Madre!” es una espina en la cartelera que fracasará comercialmente pero que no dejará de llamarnos la atención.

Nosotros la recomendamos. Aunque nos maldigan por esta recomendación.

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