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críticas chatarras

miércoles, marzo 15, 2017

la grata sorpresa de Kong 


KONG: LA ISLA CALAVERA
data: http://www.imdb.com/title/tt3731562

Confiese, espectador: cuando vio los avances de “Kong: la Isla Calavera”, ¿no se dijo a sí mismo: “¡otra de King Kong!”? Sí. Yo también lo dije. Lo confieso también. Pero tengo que decirle, si es que descartó verla en esta primera semana en los cines, que es una grata sorpresa. Dan Gilroy, Max Borenstein, Derek Conolly y John Gatins (guionistas del filme) supieron encontrarle la vuelta a la historia para hacer una cosa diferente a lo visto; Jordan Vogt-Roberts, el director, eligió y guio a un elenco de lujo, le dio la estética que la historia necesitaba y sorprendió con algo que merece recomendarse. Fuimos con bajísimas expectativas; volvimos más que contentos.

La primera clave de este relanzamiento de King Kong: olvidarse de las anteriores King Kongs. Al baúl de los recuerdos, la metáfora del mono que murió por la belleza de una mujer. Hay una rubia, sí. La rubia llama la atención del mono (Brie Larson llena bastante bien esa musculosa sudada) pero no por su belleza: por su capacidad de respetar la vida. Y la rubia es la que toma las armas y decide la batalla, con un bengalazo salvador. El nuevo rol de la heroína de este siglo: no pegar un grito y esperar al príncipe salvador; ella es la guerrera que saca las papas del fuego. Ése es el primer quiebre con sus antecesores: en este “Kong”, la heroína es de acción.



El siguiente acierto fue mezclar “King Kong” con “Apocalypse Now”. La historia de ubica en 1973 con Estados Unidos saliendo de Vietnam con la cola entre las piernas. Y en esa situación, un batallón que sobrevivió a la guerra es enviado a proteger a unos científicos que van a explorar a una isla pérdida en el sur del Pacífico. El Comandante del batallón es Samuel Jackson, con todos los tics que lo caracterizan en el último tiempo, pero que acá son funcionales a un personaje que busca una batalla para redimirse de una guerra que no cree pérdida sino abandonada. Preston Packard, su personaje, pone un pie en la Isla de la Calavera del mismo modo que Estados Unidos entró en Vietnam: tirando bombas y destruyendo todo a su paso. Y como en Vietnam, lo que se encuentra es más grande de lo que puedo morder.

“Kong…” es una gran metáfora del Estados Unidos imperial y guerrero, con el desprecio por la naturaleza que es más grande que el ser humano en sí mismo. La postura de Packard y de Bill Randa (otro sólido trabajo de John Goodman) contrasta con las modernas conductas de James Conrad (el rastreador Tom Hiddleston), Mason Weaver (la fotógrafa Brie Larson) y el dinosaurio de la Segunda Guerra Mundial Hank Marlow (John C. Reilly, uno de los actores predilectos de esta página). Cada uno por distintos motivos, respetan el poderío de la naturaleza, aquello que habita en lo profundo de la foresta y que debe tratarse con el debido respeto y cuidado. Packard y Randa ven a la naturaleza como la antagonista en una lucha por la supremacía; Conrad, Weaver y Marlow como un mundo que no nos pertenece y con el que debemos negociar. No por casualidad, ellos tres serán los que colaboren para salvar a Kong.



Este conflicto central (la tesis del filme) está en la primera gran secuencia de acción, cuando los helicópteros arrojan las bombas sobre la Isla Calavera y despierta la acción del gran rey, King Kong. El desprecio soberbio con que los pilotos lanzan las bombas incendiarias traen ecos del Vietnam perdido. También la frase de Marlow: “No te metes en la casa de alguien y empiezas a tirar bombas… a menos que busques pelea”. Es la guerra perdida versus la guerra injusta.

La moraleja ecológica de “Kong…” se observa en el hecho de que esa conducta de avasallamiento de la naturaleza muestra síntomas de anacronismo. Los nativos de la Isla Calavera reverencian a Kong porque los ha salvado de otro depredador mayor: los Trepacalaveras. Hay una metáfora de la preservación del ecosistema, que no se puede eliminar a uno de los actores sin pagar las consecuencias, sin alterar la armonía del medio ambiente. Hay un diálogo entre Packard y Weaver que resume estos dos puntos de vistas opuestos. “¡Somos soldados! ¡Hacemos el trabajo sucio para que las familias en casa no sufran! ¡Ni siquiera deberían saber que existe una cosa así!” exclama Packard; “El mundo es más grande que eso” responde Weaver. La naturaleza como un enemigo, un rival sobre el que hay que imponerse; la naturaleza como un misterio imponente, peligroso y mágico. En ese contrapunto, está la nueva visión del mundo: un siglo XX que se despide con sus tácticas guerreras y un siglo XXI que golpea la puerta, con una visión sistémica global.



El mundo dejó de ser chico y se revela con todo su esplendor. Ya no quedan lugares sin conocer en el planeta. Nuestras acciones ya no son neutrales. Somos actores claves en el orden natural. Y no podemos avanzar por la casa, destruyendo con desparpajo alrededor.

Todos estos metamensajes sobrevuelan dentro la trama típica de acción, de un grupo de científicos y militares tratando de sobrevivir a un rival más grande que ellos. Lo que hace diferente a esa historia, tantas veces contadas, son las otras dimensiones que dan una interpretación distinta a lo que estamos viendo.

Por ese motivo, por esas reflexionadas rumiadas desde el pasado y que tienen efecto en el presente del Calentamiento Global en la Era de Trump, “Kong: la Isla Calavera” es una gratísima sorpresa, uno revelación en la temporada cinematográfica que recién empieza.

Mañana, las mejores frases.

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