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críticas chatarras

jueves, febrero 23, 2017

uniendo mal los puntos 


UN CAMINO A CASA
data: http://www.imdb.com/title/tt3741834

“Un camino a casa” (el poco imaginativo título que se le dio en Argentina a “Lion”) es la película que le va a encantar al espectador promedio, pese a que está pobremente contada. La historia (real) es grandiosa. Podría haber salido una gran película de la odisea de Saroo Brierley. Pero el guion de Luke Davies revela poco oficio para unir los puntos de los grandes hechos de la vida de Saroo y contar algo que lo trascienda. El resultado es una película sin dimensiones, lineal y simple. Alcanza para dejar contenta a la platea. Pero no fue más allá y eso es una lástima.

Cuando era un niño y vivía en una aldea india, Saroo Brierley va con su hermano mayor a una estación de tren, en busca de trabajo y se desencuentran. Saroo termina en Calcuta, en la otra punta del país, con otro idioma, perdido. Saroo deambula por las calles de Calcuta, corre peligros y termina en un orfanato. Poco después, es adoptado por una familia australiana y su vida se trasplanta a la isla de Oceanía. Cuando el niño crece, se convierte en hombre y realiza sus estudios terciarios, el recuerdo de la familia perdida acecha. Y con los recursos de Google Earth, la búsqueda de su aldea perdida se relanza, con el combo de emoción y culpabilidad que trae consigo.



El precario guion de “Un camino a casa” tiene los puntos importantes de la historia. Pero falla en el modo que los une (sin ningún tipo de imaginación) y cómo los desarrolla. En la historia de Saroo hay un tema principal que es la identidad: ¿quién soy? Otra pregunta flota en la historia: ¿se puede tener un futuro, si uno olvida su pasado? Saroo tiene todas las probabilidades en contra: no es lógico pensar que pueda reencontrarse con su familia. Y, sin embargo, debe intentarlo.

“Un camino a casa” es una historia de estos tiempos de globalización, una trama que depende exclusivamente de lo que fue Google Earth (hoy, su derivado, Google Maps) y que nos muestra cómo el mundo se volvió chico en estos años, como podemos transitar por los rincones del planeta desde el living de nuestra casa. Sin Google, la historia de Saroo hubiera sido casi imposible. Y ése es un punto diferencial de esta historia.



La relación de Saroo con su madre y su hermano adoptivo no está profundizada. Hay menciones pero nos queda la duda de cuáles son los baches entre ellos, qué pasa con las depresiones de la madre adoptiva, qué problemas tiene el hermano de Saroo. Ahí nos parece que estaba la base de la película, que podría haber agregado varios escalones. Porque está relacionado con la motivación y la contradicción de Saroo. Saroo tiene dos madres, dos amores. Y el azar impuso la “obligación” de olvidarse de una, la madre india que está en estado latente. Saroo creció dando por imposible el reencuentro. El corazón dice una cosa; la mente otra.

Esta contradicción explota en su juventud, con un hecho nimio: probar un jalebi, el equivalente a la Madalena de Proust en la historia de Saroo. Eso provoca la sobrerreacción y la sensación de culpa: buscar a su antigua familia implica cierto “desagradecimiento” con la familia adoptiva. Esa es la construcción mental que se fabrica Saroo tal vez para autoimponerse un castigo por no haber sido más constante en buscar su familia original. El buen pasar económico es otro de los factores: el Saroo de la India nunca hubiera sido el Saroo de Australia. ¿Cómo reconciliar esa burla del destino? Ser lo que es por haberse perdido, por haberse alejado de sus afectos.



Sospechamos que ésa era la idea principal sobre la que tendría que haber pivoteado el guión de “Un camino a casa”. Eso necesitaba darle más realce a la relación de Saroo con Sue, su madre adoptiva, y definir el grado de relación con Mantosh, el conflictivo hermano adoptivo de Saroo. En lo poco que vemos, Saroo parece tener un rol protector con Mantosh, aunque hay cierta tensión porque Mantosh le ha arruinado, en buena parte, la vida a Sue. Notemos que el destino lo ha puesto a Saroo en el papel del hermano que perdió en India: se ha convertido en el Guddu de Mantosh. Una sublectura podría jugar con que Saroo ve repetir el fracaso de su hermano biológico: también lo está perdiendo a Mantosh, sólo que no en Calcuta sino en los tenebrosos caminos de la drogadicción.

Saroo está surcado de culpa: culpa por no poder volver a casa, culpa por no agradecer su nuevo hogar, culpa por intentar lo que quiere. Muchas cuentas pendientes que debe resolver, si quiere estabilidad emocional en su vida futura.

Estas sutilezas psicológicas de la historia de Saroo, no están desarrolladas en el guion. Es todo más plano, lineal, sin poner en perspectiva todas las complejidades del drama de Saroo. El personaje de Saroo actúa en forma espasmódica. Y la resolución de sus conflictos también se suceden sin oposición.



A pesar de las debilidades del libro, se lucen algunos actores. Sunny Pawar se roba las escenas iniciales; Dev Patel y Rooney Mara están más esquemáticos; hay alguna buena escena de Nicole Kidman, poco aprovechada. El actor que interpreta al policía que en la India recibe al pequeño Saroo y trata de localizar su hogar, es el propio Saroo Brierley que hace un cameo, sin aparecer en los títulos finales.

Si quiere un consejo: a usted le va a gustar la historia, señora, va a inclinar la cabeza y decir, con un suspiro, “¡Aaaah!”. Pero eso no quiere decir que sea una buena película.

Mañana, las mejores frases.

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