jueves, mayo 02, 2013
todo olvido no es definitivo
OBLIVION
data: http://www.imdb.com/title/tt1483013
“Oblivion” fue una grata sorpresa. Iba con pocas expectativas. Esperaba un filme estándar de ciencia ficción: la Tierra es invadida, un héroe lucha contra los invasores y se impone a los malvados. Muchos efectos especiales, láseres, acción. Bueno, hay algo de eso. Pero atrás de un clima de desolación y tristeza, hay varias líneas de reflexión que engrandecen la historia de ciencia ficción puesta en primer plano. Por eso, “Oblivion” merece su tiempo de análisis.
La primera parte de la película puede ser leída como la historia de un triángulo amoroso. Victoria y Jack parecen una pareja feliz en un mundo en ruinas. A dos semanas de volver a la estación espacial y dejar la Tierra, Victoria cuenta los días para dejar atrás ese mundo. Un equipo efectivo, un día más en el paraíso. Pero, a poco andar, se adivina que Victoria lucha contra un fantasma. El fantasma del pasado de Jack. Primero son recuerdos que no comparten (i.e. un pasado). Y ese pasado acecha. Victoria podrá disimular su preocupación; pero el pasado está ahí, vivo. Y se presentará para destruir la precaria situación.
La aparición de Julia es la conformación del triángulo. Jack expondrá su vida y seguridad por ella. Es toda una definición. ¿Cómo puede Victoria convencerse que Jack la ama, si él pone en riesgo todo por otra? ¿Qué mejor definición del amor que eso: arriesgar todo por nada?
Julia es la Tierra, es el pasado compartido, es todo lo que Jack no puede dejar atrás. Victoria anhela empezar de cero, en otro lugar. No vacila en arrojar su pasado y su planeta atrás. Porque ellos ponen en riesgo su relación con Jack. El pasado y el planeta son sus enemigos: porque en ellos habita Julia.
El clima de esa primera parte es de desolación, de pérdida, de soledad, de algo que se ha perdido y que se añora. Es el sentimiento de Jack que, sin memoria, tiene sensación de una ausencia que no logra recordar. Esa ausencia está presente en Victoria pero no como añoranza sino como amenaza. Ella se esfuerza por olvidar con el mismo empeño que Jack protege su recuerdo. “Pero la pregunta que tengo, ella no la tiene” dice Jack en el principio del filme “Las cosas que me pregunto, no le importan”. Sabemos, desde el arranque, que no hay futuro para esa relación.
Esa primera parte del filme puede verse como el final de una relación romántica, el triste quiebre de un mundo que se derrumba a nuestros pies y que, pese a esforzarse por construir un futuro, convive con la certeza de su imposibilidad.
Desde que se precipita el desenlace, con la ida de Victoria y las vueltas de tuerca sobre la rebelión y los invasores, “Oblivion” cuenta otra historia. Abreva en otra especulación que vimos en películas como “Memento”: ¿somos nuestros recuerdos? ¿Es la memoria lo que nos identifica, lo que nos da nuestra individualidad? Cuidado si la respuesta es automática. Advertimos sobre el razonamiento lineal afirmativo basado en el argumento de que sólo nosotros hemos vivido lo que recordamos, lo que garantiza esa individualidad. ¿Y si los recuerdos pudieran replicarse en otra matriz? ¿Ese soporte físico, sería igual que el individuo que le dio origen? Ése es el tema de la segunda mitad del filme.
“Oblivion” tiene un defecto: la última escena. Es otra concesión de Hollywood al focus group. Pero podemos abstraernos de ese final y hacer de cuenta que la película se termina con Jack entrando con su nave al Tet. Ahí cierra la historia. Y define una tesis: no somos nuestros recuerdos, somos nuestros actos. Nuestra individualidad está en las acciones que tomamos. Y éstas son únicas, no importa cuan original sea el bagaje que cargamos.
Mañana, las mejores frases.
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