viernes, septiembre 28, 2012
500 días con Ruby
RUBY, LA CHICA DE MIS SUEÑOS
data: http://www.imdb.com/title/tt1839492
Anoten esta película, que con ese título puede pasar de largo por la cartelera nacional. “Ruby, la chica de mis sueños” es una muy buena historia, una comedia romántica con el sello indie en el orillo, una vuelta de tuerca sobre las relaciones de pareja, un reflejo perverso de la célebre “500 días con ella”.
“Ruby…” está escrita por Zoe Kazan, la pelirroja bonita que la protagoniza. Zoe es la nieta de Elia Kazan y la pareja de Paul Dano, su coprotagonista en el film. Y su guión fue dirigido por el matrimonio Jonathan Dayton – Valerie Faris (“Pequeña Miss Sunshine”). En el reparto están Antonio Banderas, Anette Benning, Steve Coogan, Elliott Gould y, para los seguidores de “True Blood”, Deborah Ann Woll, la vampiro adolescente, en un breve parlamento. Un buen elenco, para un muy buen guión.
La película empieza normalmente: Calvin Weir-Fields ha tenido un éxito literario a los 19 años; ahora, con veintitantos, no logra escribir otra cosa, no tiene amigos y su novia lo ha abandonado en la misma semana que murió su padre. Calvin tiene un perro (Scotty, en homenaje a Scott Fitzgerald) y asiste regularmente a terapia. Su hermano Harry lo sigue de cerca y le aconseja conocer gente, especialmente mujeres para retomar la saludable práctica del sexo.
Calvin sueña una noche con una chica, recortada contra el sol. El sueño se repite y Calvin plasma, en el papel, la descripción de esa chica onírica. El bloqueo se rompe y el personaje toma forma tipeada con rapidez en la vieja máquina de escribir.
Como en el cuento de Borges, de pronto la ficción toma lugar en la realidad. Objetos femeninos (un corpiño, un desodorante, una máquina de afeitar) empiezan a aparecer en la casa de Calvin. Y una mañana, la chica, Ruby, se materializa en la cocina de su casa, en bombacha, preparando el desayuno.
Podríamos suponer que Calvin desvarió y alucina. Es más: él mismo lo cree. Hasta que se da cuenta que otros ven a Ruby. Efectivamente, como en el mito de Pigmalión, ha dado vida a su creación.
Bueno, alguien podría decir que eso ya se ha visto. Y que el elemento fantástico no es original. Corrijo la objeción. “Ruby…” no se trata de un escritor que da vida a un personaje; trata de las relaciones de pareja. Y el tema es la incapacidad de Calvin de cimentar una relación amorosa por su obsesiva pulsión de controlar. Como un Dios de la literatura, muta las reacciones de Ruby según las tipea en el papel: de chica libre a dependiente enfermiza; de hiperactiva graciosa a depresiva; de la mujer ideal e imprevisible al monigote ridículo.
Lo de Calvin es un largo aprendizaje: no se puede controlar lo que se ama. No se puede prever el desenlace. Hay un riesgo muy grande de que aquello que amamos nos deje y busque otro camino. Pero no hay otro camino más que ése: dejarlo libre y esperar que nos ame, como nosotros amamos.
La necesidad de Calvin es encontrar alguien que lo ame. Es una necesidad egocéntrica. Ése es su problema. Ésa es la razón de su aislamiento, de su vida desconectada del resto de la gente.
Harry, su hermano, opera como la contraparte de Calvin en el mundo real. En pareja con Susie, sus parlamentos son de crítica, de resignación ante una mujer que quiere pero que tiene sus momentos, de una chica “rara”, jodida más de una vez. Se nota que la realidad de Ruby, la chica que su hermano puede hacer tan ideal como quiera, lo seduce, lo entusiasma. Pero en sus últimos parlamentos, Harry muestra que lo suyo es el amor de un hombre normal: despotrica un poco de la jodida pero sabe que esa colifa es la mujer de su vida. Más aún: ella ya ha tratado de dejarlo; y aunque la crisis ha sido superada, no pasa un día sin estar pendiente de esa amenaza latente. Harry es el doble sano de la relación enferma de Calvin.
Ése es el tema de la película. Y el elemento fantástico, entonces, pasa a un segundo plano.
El viaje de Calvin a la casa de su madre es una buena secuencia para mostrarnos que el problema no es Ruby, ni Harry, ni el mundo: el problema es Calvin. Su estructurado universo para mantener todo bajo control, para esquivar los riesgos, contrasta con el delirio hippie de su madre y su nueva pareja (breves pero buenos momentos de Annette Bening y Antonio Banderas). Calvin tiene un serio inconveniente para comprender cómo su madre puede ser feliz, aunque parezca estúpida. No entra en su cabeza esa posibilidad: aceptar con alegría los pocos jirones de felicidad que el universo nos ponga delante. No lo que pretendemos; lo que se dé. Excepcionalmente, quebrando las reglas, el Universo le ha dado a él la posibilidad de confeccionarse su mujer ideal. Tiene todas las variables en su mano. Es capaz de manipular todo. Pero eso, así, no funciona.
Un logro del filme es la actuación y calidez de Zoe Kazan, como la imposible Ruby, en una aparición que nos hace recordar a Zooey Deschanel pero narigona. Nace una nueva diva del cine indie. Síganla de cerca.
Mañana, las mejores frases.
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