miércoles, diciembre 14, 2011
frases de “El precio del mañana”
El tiempo es ahora la moneda. Lo ganamos y lo gastamos. Los ricos pueden vivir para siempre. El resto de nosotros... Sólo quiero despertar con más tiempo en mis manos.
¿Quien tiene tiempo para una novia? Además. ¿Cuál es la prisa?
Te daré 30 minutos y podrás comer un almuerzo decente.
Ese hombre ha comprado bebidas toda la noche. Tiene un siglo.
Pero llega el día en que te hartas. Tu mente se gasta aunque tu cuerpo no lo haga. Queremos morir. Lo necesitamos.
Para que algunos sean inmortales, otros tienen que morir.
Todos no podrían vivir para siempre. ¿Dónde los pondríamos? ¿Por qué crees que su tiempo se acaba? ¿Por qué crees que los impuestos y los precios aumentan el mismo día? Los precios aumentan para asegurarnos de que la gente siga muriendo. ¿De qué otra forma sería? La verdad es que ese tiempo es más que suficiente. Nadie tiene que morir antes que le llegue su hora.
-¿Si tuvieras tanto tiempo como yo en ese reloj, qué harías con él?
-Dejaría de mirarlo.
Sabes que ese tiempo hará que te maten.
-Es una caminata de dos horas.
-Solo tengo hora y media.
-Más vale que corras.
Trece ceros. Su suerte terminó.
Sabemos que la mayoría de los robos son de horas y días. Y éste fue de un siglo.
-Las cámaras grabaron su comportamiento sospechoso. Está consciente de la vigilancia. No tiene guardaespaldas. Y corre.
-Pero si tiene tiempo no necesitaría correr.
-Es difícil romper un hábito.
Supongo que mi tiempo es tan bueno como el de los demás.
Son tiempos confusos. Se pregunta si es mi madre, mi hermana o mi hija. Espera que no sea mi esposa. Las cosas solían ser simples.
El reloj no le viene bien a nadie. El pobre muere y el rico no vive. Todos podemos vivir para siempre mientras no hagamos ninguna tontería. ¿Eso no te asusta? Que tal vez nunca hagas nada tonto o valiente que valga la pena?
Un hombre llamado Henry Hamilton me dio un siglo. Dijo que ya no lo necesitaba.
No me concierne la injusticia. Sólo me concierne lo que puedo medir. Segundos, minutos, horas. Mantengo el tiempo. Y ese tiempo está en las manos equivocadas.
-¿Todos en el gueto roban?
-De ahí viene tu riqueza.
No sólo les estaba dando tiempo. Les daba esperanza.
¿Cómo piensas que construyó esos edificios? ¿Regalando mil años?
-¿Cuánto tienes?
-Once horas.
-¿Cómo puede alguien vivir así?
-Por lo general no duermes.
-Esto es un desastre.
-Bienvenida a mi mundo.
Diría tu dinero o tu vida, pero... tu dinero es tu vida.
-¿Cómo te atreves a robarme?
-No lo veas como un robo.
-¿No?
-Más bien, una reposición. Te dejaré con lo que he tenido casi todos los día de mi vida. Un día.
-¿Un día? ¿Estás loco?
-Podemos hacer muchas cosas en un día.
-¿Cómo se puede vivir, viendo morir a la gente a tu lado?
-No miras. Cierras los ojos.
Ahí es donde están las horas y los días.
Aquí dejamos de vivir hasta que estamos realmente muertos.
-Se acabó. No estamos haciendo ningún bien para nadie.
-Al menos lo estamos intentando.
-No. No entiendes. Lo único que tienen que hacer es aumentar el costo de la vida. Cien años. Doscientos. Mil.
Creo que en realidad necesitaremos un millón de años.
-¿Le robas a tu propio padre?
-¿Es robar algo que ya ha sido robado?
-En realidad es el hombre con el millón de años.
-No es mi primer millón. Y no será mi último.
-¿Sabe cuánto bien haría?
-Sé cuánto daño causaría. Trata de entender que al darle el tiempo a la gente sólo prolongas su agonía.
-Estarías prolongando sus vidas.
-Si la gente incorrecta tiene un millón de años, echará por tierra el sistema.
-Eso espero.
No estamos destinados a vivir para siempre. Aunque me pregunto, si alguna vez has vivido un día de tu vida.
-Puede que alteres el balance por una generación o dos. Pero no te engañes. Al final nada cambiará. Porque todo el mundo quiere vivir para siempre. Todos piensan que tienen la oportunidad de la inmortalidad. Aún cuando toda la evidencia está en su contra. Todos piensan que ellos serán la excepción.
Pero la verdad es que para que algunos sean inmortales muchos deben morir.
-Nadie debe ser inmortal si alguna persona debe morir por eso.
-Señor, perdimos la zona 8 y la 10. Se está esparciendo. ¿Qué hacemos, Señor?
-Vayan a casa.
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