jueves, julio 21, 2011
frases de “Medianoche en París”
- No hay ciudad como ésta en el mundo.
-Estás enamorado de la fantasía.
-Estoy enamorado de ti.
Mi libro es una especie de... ¿sabes que? Esta noche, no me podría importar menos mi libro... Sólo quiero caminar contigo por París.
No importa, cariño, que estemos hablando de política, aunque tu padre y yo no estemos de acuerdo. Es la democracia... Él apoya el ala derecha del partido republicano y a mí me parece que hay que ser un demente lunático para hacerlo...
-¿Adónde fue Gil?
-Salió a caminar por París.
-¿A dónde piensas que va Gil cada noche?
-Él camina y tiene ideas...
Sí, pero usted es un surrealista. ¡Yo soy un chico normal!
-Es discreto pero elegante. Es lo que siempre digo.
-Barato es barato. Es lo que siempre digo.
Siempre te pones de lado de los necesitados. Por eso papá dice que eres un comunista.
Fue un buen libro, ya que era un libro honesto. Eso es lo que hace la guerra a los hombres. No hay nada bueno ni noble en morir en el barro, al menos que se muera con elegancia. Y eso no es sólo noble: es valiente.
Ningún tema es horrible si la historia es verdadera y la prosa es limpia y honesta.
Todos los hombres temen a la muerte. Es un miedo natural que nos consume a todos. Tenemos miedo a la muerte, porque sentimos que no hemos amado lo suficiente o haber sido querido en absoluto, que en última instancia son la misma cosa. Sin embargo, cuando haces el amor con una verdadera gran mujer, algo que merece el mayor respeto de este mundo, uno se siente verdaderamente poderoso y el miedo a la muerte desaparece por completo. Porque cuando se comparte el corazón y el cuerpo con una gran mujer, el mundo se desvanece. Los dos son la única cosa en el Universo. Tú lograrás lo que la mayoría de los hombres menores nunca han hecho, conquistar el corazón de una gran mujer, la más vulnerable cosa que ella puede ofrecer. La muerte ya no está en tu mente. El miedo no nubla tu corazón. La pasión por vivir y amar se convierten en la única realidad. No es una tarea fácil, hace falta un valor insuperable. Pero recuerda esto, en el momento que estás haciendo el amor con una verdadera gran mujer, te sentirás inmortal.
El trabajo del artista es no sucumbir a la desesperación, para encontrar un antídoto para el vacío existencial.
Y yo pienso en… ¡rinocerontes!
miércoles, julio 20, 2011
woody sale a pasear de noche
MEDIANOCHE EN PARÍS
data: http://www.imdb.com/title/tt1605783
Si me permiten disentir con la crítica, “Medianoche en París” es una película inferior a sus dos antecesoras, “Lo que funciona” y “Conocerás a un hombre misterioso”. Es una de esas películas de Woody Allen en piloto automático. Una buena idea, un desarrollo desparejo, con actuaciones no del todo convincentes. Se puede leer como un divertimento, la historia de un escritor que conoce a sus acreedores intelectuales, sus fuentes principales, sus autores de inspiración. Pero el juego está lejos de emocionar ni conmover. El porqué la prensa local enloqueció con este filme (menospreciando en su momento a “Lo que funciona”), no deja de llamarnos la atención.
Woody Allen nos cuenta la historia de Gil, un guionista de relativo éxito en Hollywood que visita París con su novia y futuros suegros (recalcitrantes republicanos), mientras intenta escribir una novela que lo gradúe de escritor en serio. El tipo es menospreciado por su futura familia, pero él insiste, con más dudas que certezas. Afortunadamente, un hecho mágico le abrirá la puerta a un mundo fantástico. Un carruaje, cada medianoche, pasa por cierta calle de París; se detiene y levanta al eventual transeúnte para llevarlo al París de los años ’20. Le toca a Gil estar de pie, frente a ese carruaje y visitar la intelectualidad de entonces, compartiendo momentos con gente como Heminghway, Picasso, Dalí, Gertrude Stein, Francis Scott Fitzgerald, Cole Porter, Buñuel, entre otros. Pero, principalmente, con Adriana, la modelo musa de los pintores del momento.
En un juego de cajas chinas final, Allen nos sugiere no tentarse con la Teoría de la Edad de Oro, esa superstición que asegura que todo tiempo pasado fue mejor, que vivimos en una época de mediocridad y sin talento, añorando haber nacido cincuenta años antes, cuando el mundo era un lugar mejor y creativo. De la mano de Adriana (y de otro carruaje fantástico), Gil comprenderá que todo artista está disconforme con el mundo que le ha tocado vivir, pese a que es el mejor de los mundos posibles. Esto es: el pasado como vía de escape del presente.
Allen nos cuenta esta historia con un guión muy liviano, manejado con soltura, pero en el que los trucos del viejo maestro quedan al descubierto. Al libro se le ven las costuras, los bordes del remiendo. Los gags, algún diálogo notable y las genuflexiones a los personajes históricos no redondean un gran film, listón alto que ponemos para todos los filmes de Woody Allen.
El elenco de notables tampoco aporta demasiado para elevar el tono del guión. No me convence Owe Wilson, en el papel de Gil, ni Marion Cotillard, como su musa. Se destacan Kathy Pages, el breve parlamento de Adrien Brody, el cameo de Carla Bruni (babita gala) y Michael Sheen como el insoportable Paul.
Esperando que se haya tomado un descanso, mientras paseaba (filmaba) por París, anhelamos el próximo Woody Allen. En tanto, tomen este filme como ligero aperitivo, mientras esperamos el plato principal.
Mañana, las mejores frases.
miércoles, julio 13, 2011
frases de “Transformers 3: el lado oscuro de la luna”
-¿No estamos solos después de todo, no?
-No, señor.
Dentro de unos años nos van a preguntar, ¿dónde estaban ustedes cuando conquistaron el planeta? Y vamos a contestar: estábamos mirando.
Es posible que pierdan la fe en nosotros, pero nunca pierdan la fe en ustedes mismos.
No eres un soldado. Eres un mensajero. Siempre lo has sido.
En toda guerra, hay calmas entre tormentas. Habrá días en que perdamos la fe. Días en que nuestros aliados se vuelvan contra nosotros. Pero nunca llegará el día que abandonemos este planeta y a su gente. Porque soy Optimus Primus y le enviamos este mensaje al Universo. Estamos aquí. Estamos en casa.
-Optimus, todo lo que quería era la supervivencia de nuestra raza. Por eso tuve que traicionarte.
-No me traicionaste. Te traicionaste a ti.
A partir de aquí, la lucha va a ser de ustedes.
martes, julio 12, 2011
fresco americano
TRANSFORMERS 3: EL LADO OSCURO DE LA LUNA
data: http://www.imdb.com/title/tt1399103
Monumento al pochoclo, “Transformers 3” es un auténtico fresco americano. Desmesurado, imbécil, patriotero, tecnológicamente descomunal, de plástico, manipulador, hábil, autorreferencial. Elija los adjetivos que quiera. Detrás de este producto de alta gama comercial, hay un análisis fractal de la sociedad norteamericana y del momento que atraviesa. Miremos a esta película con un poco más de atención. Tiene algunas cosas para analizar. Y si no quiere tomarse el trabajo de examinar esa segunda capa que hay en toda obra, la va a disfrutar igual porque garantiza el entretenimiento puro sin pretensión alguna.
Tomemos los primeros cinco minutos de película. Empezamos con una relectura de la carrera espacial norteamericana, como “la respuesta de un evento”: la colisión en el lado oscuro de la luna, en 1961, de una nave extraterrestre. En una secuencia que intercala recreaciones con material de archivo y los discursos de Kennedy y la voz de Walter Cronkite, descubrimos que el silencio de radio de la Apolo 11 tenía un objetivo: investigar la nave que se estrelló en la luna.
Esos minutos son gloriosos. Y para verlo en 3D. El espacio, la epopeya del viaje lunar, la teoría de la conspiración, la verdad que sabe el gobierno y ha ocultado a todos los votantes, todo compactado en un puñado de minutos.
¿Cómo seguir a partir de allí?
Se lo habrá preguntado Michael Bay. Porque apuesta a explotar al máximo las posibilidades del 3D, yendo más allá con la siguiente escena: primer plano del culo de Rosie Huntington-Whiteley en bombacha, despertando a nuestro protagonista. Profundidad de campo para aprovechar la tecnología: el orto de una rubia tuneada como un non plus ultra del arte cinematográfico.
Es un buen testimonio de lo que vamos a ver con los anteojos tridimensionales: exceso. Exceso de millones de dólares gastados, de tecnología, de efectos especiales, de curvas. Festival de recursos en exceso. Una metáfora de los Estados Unidos. Metáfora resumida en pocos minutos, en dos símbolos capitales: cuando el Gran País del Norte afrontó su más grande aventura, explorando la frontera más lejana; el minón que todo hombre sueña levantarse. Un nuevo mundo, una nueva vagina.
Indisimulable, el mensaje belicista, el destino manifiesto americano, en el explícito oxímoron de “luchar por la libertad”. El puñado de hombres probos, héroes que dan su vida por la bandera, por los indefensos ciudadanos. Un WASP, un negro, un rubio, un morocho. El crisol de razas para levantarse, sin miedo, ante una manga de robots de cien metros de alto que te hacen mierda cuando quieras. Pero los tipos van y les apuntan con los fusiles sin que se les mueva un pelo.
Pero hay algunas grietas en el modelo, algunos signos que vale la pena destacar, porque reflejan las dudas que aquejan a la sociedad norteamericana tras la crisis financiera.
En primer lugar, la sensación de que Estados Unidos ha dejado de ser una meritocracia. El drama cotidiano de Sam Witwicky, nuestro protagonista, es encontrar empleo. Tiene un título universitario, ha salvado al mundo dos veces, pero encuentra trabajo de cadete. Las entrevistas de trabajo son refinadas sesiones de humillación sistemática; el ambiente laboral, un club de desquiciados. Sus padres llegan a la ciudad para verduguearlo por no tener laburo. Su obsesión: que la rubia tuneada se le piante con el jefe heredero de una fortuna. Si algo lo salva a Witwicky es que el mundo esté por llegar a su fin.
En paralelo, vemos el grado de estupidez de sus líderes sociales. Las campañas de Fox News, la burócrata estúpidamente eficiente de la defensa nacional, la falta de integridad al echar a los Autobots cuando la cosa se pone espesa. Las carencias de ese colectivo contrasta con el arrojo de los soldados en las calles destrozadas de Chicago. Crítica visión de quiénes son los que dirigen los destinos de la Patria: un conjunto de imbéciles sin noción de la palabra dignidad.
El villano de turno, es un colaboracionista, un empresario exitoso que cree capaz de negociar con los conquistadores y que vende a la Humanidad para que sobrevivan unos pocos (él y la rubia tuneada, para empezar). Los tipos de lógica glacial que entregan a sus madres al matadero. Un auténtico ejemplo del líder de empresa norteamericano, del millonario promedio. Las escenas finales del tipo corriendo bajo las balas para activar el portal que traerá a los Decepticons a la Tierra, es patético. Puede destruirlos y no recibir órdenes. Pero su coloniaje mental está tan arraigado que intenta boicotear la única posibilidad de su pueblo.
En el epílogo, otra vez, el cuento de los Estados Unidos derrumbándose delante de los ojos y, aún así, resistiéndose. Ecos del 9-11, Chicago destruida, edificios colapsando, gentes cayendo de las alturas. Y aún así, aunque el final parezca cierto (al punto de ver el monumento a Lincoln destruido con un robot dictador sentado sobre sus restos), mantenerse de pie y sobrevivir.
Entre líneas, detrás de la historia pochoclo, está la evidencia de que el mundo se está colapsando para los norteamericanos y que sus principales líderes (políticos, sociales, empresariales, militares) les están fallando. Sólo tienen su pueblo luchando en las calles. Corregimos: sólo tiene a su pueblo luchando, solos, en las calles.
¿Podemos especular que es consciente esta paralectura de “Transformers 3” en el guión de Ehren Kruger, filmado por Michael Bay? ¿Hay un guiño deliberado de autor y director? Posiblemente no. Es muy probable que esta figura emerja, espontánea, del subconsciente atormentado de Hollywood.
Pero las señales están allí, entre las curvas de la rubia, las toneladas de metal, el hormigón astillado y las bombas que explotan en un día cualquiera de sol en Chicago.
Menciones de lujo para Frances McDormand, John Malkovich y John Turturro que se roban la película con su puñado de parlamentos. Mañana, las mejores frases.
data: http://www.imdb.com/title/tt1399103
Monumento al pochoclo, “Transformers 3” es un auténtico fresco americano. Desmesurado, imbécil, patriotero, tecnológicamente descomunal, de plástico, manipulador, hábil, autorreferencial. Elija los adjetivos que quiera. Detrás de este producto de alta gama comercial, hay un análisis fractal de la sociedad norteamericana y del momento que atraviesa. Miremos a esta película con un poco más de atención. Tiene algunas cosas para analizar. Y si no quiere tomarse el trabajo de examinar esa segunda capa que hay en toda obra, la va a disfrutar igual porque garantiza el entretenimiento puro sin pretensión alguna.
Tomemos los primeros cinco minutos de película. Empezamos con una relectura de la carrera espacial norteamericana, como “la respuesta de un evento”: la colisión en el lado oscuro de la luna, en 1961, de una nave extraterrestre. En una secuencia que intercala recreaciones con material de archivo y los discursos de Kennedy y la voz de Walter Cronkite, descubrimos que el silencio de radio de la Apolo 11 tenía un objetivo: investigar la nave que se estrelló en la luna.
Esos minutos son gloriosos. Y para verlo en 3D. El espacio, la epopeya del viaje lunar, la teoría de la conspiración, la verdad que sabe el gobierno y ha ocultado a todos los votantes, todo compactado en un puñado de minutos.
¿Cómo seguir a partir de allí?
Se lo habrá preguntado Michael Bay. Porque apuesta a explotar al máximo las posibilidades del 3D, yendo más allá con la siguiente escena: primer plano del culo de Rosie Huntington-Whiteley en bombacha, despertando a nuestro protagonista. Profundidad de campo para aprovechar la tecnología: el orto de una rubia tuneada como un non plus ultra del arte cinematográfico.
Es un buen testimonio de lo que vamos a ver con los anteojos tridimensionales: exceso. Exceso de millones de dólares gastados, de tecnología, de efectos especiales, de curvas. Festival de recursos en exceso. Una metáfora de los Estados Unidos. Metáfora resumida en pocos minutos, en dos símbolos capitales: cuando el Gran País del Norte afrontó su más grande aventura, explorando la frontera más lejana; el minón que todo hombre sueña levantarse. Un nuevo mundo, una nueva vagina.
Indisimulable, el mensaje belicista, el destino manifiesto americano, en el explícito oxímoron de “luchar por la libertad”. El puñado de hombres probos, héroes que dan su vida por la bandera, por los indefensos ciudadanos. Un WASP, un negro, un rubio, un morocho. El crisol de razas para levantarse, sin miedo, ante una manga de robots de cien metros de alto que te hacen mierda cuando quieras. Pero los tipos van y les apuntan con los fusiles sin que se les mueva un pelo.
Pero hay algunas grietas en el modelo, algunos signos que vale la pena destacar, porque reflejan las dudas que aquejan a la sociedad norteamericana tras la crisis financiera.
En primer lugar, la sensación de que Estados Unidos ha dejado de ser una meritocracia. El drama cotidiano de Sam Witwicky, nuestro protagonista, es encontrar empleo. Tiene un título universitario, ha salvado al mundo dos veces, pero encuentra trabajo de cadete. Las entrevistas de trabajo son refinadas sesiones de humillación sistemática; el ambiente laboral, un club de desquiciados. Sus padres llegan a la ciudad para verduguearlo por no tener laburo. Su obsesión: que la rubia tuneada se le piante con el jefe heredero de una fortuna. Si algo lo salva a Witwicky es que el mundo esté por llegar a su fin.
En paralelo, vemos el grado de estupidez de sus líderes sociales. Las campañas de Fox News, la burócrata estúpidamente eficiente de la defensa nacional, la falta de integridad al echar a los Autobots cuando la cosa se pone espesa. Las carencias de ese colectivo contrasta con el arrojo de los soldados en las calles destrozadas de Chicago. Crítica visión de quiénes son los que dirigen los destinos de la Patria: un conjunto de imbéciles sin noción de la palabra dignidad.
El villano de turno, es un colaboracionista, un empresario exitoso que cree capaz de negociar con los conquistadores y que vende a la Humanidad para que sobrevivan unos pocos (él y la rubia tuneada, para empezar). Los tipos de lógica glacial que entregan a sus madres al matadero. Un auténtico ejemplo del líder de empresa norteamericano, del millonario promedio. Las escenas finales del tipo corriendo bajo las balas para activar el portal que traerá a los Decepticons a la Tierra, es patético. Puede destruirlos y no recibir órdenes. Pero su coloniaje mental está tan arraigado que intenta boicotear la única posibilidad de su pueblo.
En el epílogo, otra vez, el cuento de los Estados Unidos derrumbándose delante de los ojos y, aún así, resistiéndose. Ecos del 9-11, Chicago destruida, edificios colapsando, gentes cayendo de las alturas. Y aún así, aunque el final parezca cierto (al punto de ver el monumento a Lincoln destruido con un robot dictador sentado sobre sus restos), mantenerse de pie y sobrevivir.
Entre líneas, detrás de la historia pochoclo, está la evidencia de que el mundo se está colapsando para los norteamericanos y que sus principales líderes (políticos, sociales, empresariales, militares) les están fallando. Sólo tienen su pueblo luchando en las calles. Corregimos: sólo tiene a su pueblo luchando, solos, en las calles.
¿Podemos especular que es consciente esta paralectura de “Transformers 3” en el guión de Ehren Kruger, filmado por Michael Bay? ¿Hay un guiño deliberado de autor y director? Posiblemente no. Es muy probable que esta figura emerja, espontánea, del subconsciente atormentado de Hollywood.
Pero las señales están allí, entre las curvas de la rubia, las toneladas de metal, el hormigón astillado y las bombas que explotan en un día cualquiera de sol en Chicago.
Menciones de lujo para Frances McDormand, John Malkovich y John Turturro que se roban la película con su puñado de parlamentos. Mañana, las mejores frases.
miércoles, julio 06, 2011
con el títere en la mano
LA DOBLE VIDA DE WALTER
data: http://www.imdb.com/title/tt1321860
Uno de los más raros personajes de los últimos tiempos y una muy buena actuación. Son los méritos de “La doble vida de Walter” de y con Jodie Foster, filme fallido pero con esos dos puntos rescatables.
“La doble vida…” (“El castor”, el título original) es la historia de Walter Black, empresario, dueño de una fábrica de juguetes, casado, dos hijos, quien padece una profunda depresión que lo va alejando de todo y todos. La cama es un atractor imposible de esquivar. Su rostro es la imagen del aburrimiento, el hastío, la decoloración de un mundo que se ha vuelto plano.
Cansada de esa vida, su esposa Meredith lo echa de casa. Walter amaga con un intento de suicidio, detenido por un imprevisto personaje: un castor, un títere que Walter ha encontrado en la basura y porta en su mano izquierda. El castor toma el comando de su vida: habla por él, organiza su vida, recupera a sus hijos y esposa, relanza su empresa. Escondido, detrás, está el Walter Black que se hundía en la depresión.
Ése es un giro crítico para la historia: vamos a contar la vida de un tipo que habla por la boca de un títere que ostenta en su mano. Ése sólo acto puede derivar en el más completo ridículo que haga naufragar la película. Sin embargo, la historia sale indemne y funciona. En manos de Mel Gibson, Walter Black conmueve y nos hundimos, más y más, en su angustia existencial. Walter no puede dar más de lo que da. Walter es incapaz de abandonar su depresión: está ahí y lo estará por siempre. Ésa comprensión define su vida.
En ese punto encontramos una escena clave, la discusión de Walter y su esposa Meredith en un restaurante, sin el Castor de por medio. Walter le recrimina que ese hombre “normal” no está, que murió, que nunca volverá. Es el punto crítico del filme. Y cuando pasa ese punto, defecciona. Era el momento de decidir para dónde iría la trama. Porque el problema principal para el guionista era que, hasta ahí, la historia había sido tan original, evitando los lugares comunes, que el desenlace exigía que fuera convencional. Y el final no tiene fuerza. Por eso nos deja esa sensación de cabos sueltos, de tarea no realizada. Ese final es menos potente que el resto. Y, como en el boxeo, los últimos rounds son los que inclinan la pelea, a la hora de las tarjetas.
(Arriesgamos una interpretación del final: Walter se salva por sus hijos. Si es por Meredith, ya estaría muerto. Si decide seguir en esa montaña rusa (metáfora visual de su vida) es por sus dos hijos que lo han aceptado, aún con la limitación de su enfermedad; no en vano, Meredith está en el asiento de atrás, no a su lado, como no lo estuvo en toda la película).
No ayudan mucho las historias secundarias (especialmente la del hijo mayor). Por lo que “La doble vida de Walter” se sostiene, exclusivamente, en el protagonista y en la actuación de Mel Gibson. Con eso alcanza para redondear una buena película, que pudo ser notable, pero que vale la pena ver. Agenden. Es una buena opción.
La frase: “Todo el mundo necesita un amigo. Y tú me tienes a mí”.