sábado, marzo 05, 2011
tectónica de masas
BIUTIFUL
data: http://www.imdb.com/title/tt1164999/
Para más de un crítico snob local, Alejandro González Iñárritu es un manipulador del morbo del espectador, ametrallando a puro golpes bajos la línea de flotación de culpabilidad del público. Esa cofradía del lugar común, prestos a analizar con etiquetas preestablecidas, ha contribuido mucho para que “Biutiful” esté pasando relativamente escondida en las pantallas argentinas. Si usted se pierde esta película, cometerá un error cinéfilo imperdonable. Y trataremos, dentro de nuestras limitaciones, argumentarle porqué, sin ser la película más redonda de González Iñárritu, aún así le sobra elementos que la destacan del resto.
González Iñárritu es un maestro de las historias corales de la globalización. Lo que aproximó en “Babel”, en “Biutiful” llega a ser una auténtica tectónica de masas, un fresco de las emigraciones, empujadas unas contra otras, bullendo, raspándose, chorreando, en megalópolis abrumadoras, agresivas sonoras y visualmente.
En ese terremoto de las poblaciones que dejaron sus lugares para buscar un futuro mejor, se inserta la historia de Uxbal (el monumental Javier Bardem del que rehusaremos dar calificativos porque los agotó todos), un hombre divorciado, con dos hijos pequeños, una ex esposa inestable mentalmente al borde del derrumbe. Uxbal es un buscavidas callejero que se rebusca el mango con los inmigrantes ilegales, un ser sensible que tiene el don mágico de hablar con los muertos y de ayudarlos a encontrar su camino a los que se resisten a dejar en paz la vida.
Ése personaje convulsivo, emocional, duro y blando simultáneamente, se entera que padece un cáncer de próstata diseminado y que morirá en meses. ¿Cómo reorganizar la vida? ¿Cómo asegurar el futuro de los niños? ¿Cómo hacer lo correcto cuando todo es incorrecto? ¿Cómo flotar en las corrientes de la vida en una ciudad donde la muerte convive junto al tazón con leche y galletas?
Recuerdo alguna crítica progresista que desestimaba al Danny Boyle de “Slumdog Millonaire” porque incluyó una escena en la que se le queman los ojos a un niño indio. El crítico se habrá sentido orgulloso trazando la línea de la ética en el ejercicio del arte, diciendo en voz alta: “De aquí... ¡no pasarás!” y poniéndole un “regular” o una par de estrellas a esa película que fue capaz de mostrar “eso” en pantalla. La anécdota viene a cuenta con “Biutiful”, maltratada de igual modo, porque lo que esa clase de críticos muestran es su desconocimiento de la realidad. Los niños lisiados a propósito para que sobrevivan como mendigos es India. No es una invención. Pasó y pasa. Y aún así, ante tanto horror, los indios se levantan cada día para valorar la belleza y pensar que su vida tiene suficiente trascendencia para impresionar al Universo. Ésa es la idea del destino en la historia de “Slumdog Millonaire” que implica la elevada concepción de una instancia superior en el Universo que está en la idiosincracia india.
En paralelo, tal como esa India, estan estos márgenes de Barcelona, guiso espeso, sucio y purulento, lejano de la postal turística, el escenario donde transcurre “Biutiful”. Y lo notable es que esta descripción no distingue a Barcelona porque se confunde con cualquier otra ciudad grande, como México D.F., Buenos Aires o Río. Imágenes que se repiten: los vendedores piratas, los chinos, los negros, los logos de las ropas de marca, las viviendas ocupadas y derruidas, la variedad de idiomas, todos hablados a medias, las tradiciones que crujen ante las nuevas costumbres, las mujeres con pañuelos cubriendo su cabeza, los negocios de comida árabe, los persas, la violencia policial, el ruido, el caminar constante, la agresión visual, las nuevas construcciones, la sofisticación, la saturación, las torres futurísticas. Es un dato para ser remarcado: la ciudad de “Biutiful” es cualquier ciudad globalizada, como globalizada es la película, dirigida y escrita por un mexicano, con músico argentino, protagonista español, secundarios chinos, senegaleses, sudamericanos.
(Vale prestar atención a los detalles de belleza entre las ruinas: la calcomanía de un pescadito en el azulejo rajado de una ducha improvisada; un empapelado chillón con las fotos amarillentas de cuando fuimos felices; una bengalita de ocasión para alumbrar la torta de un cumpleaños patético porque sabemos que es el último; unos bolsos coloridos en las espaldas de chicos grises).
Si la mera descripción hubiera alcanzado para rondar una buena película, González Iñárritu no se queda en eso, sino que tensa una sublínea que termina imponiéndose. Si uno pudiera dar un paso para atrás, en esa locura, comprendería que junto a ese horror florece la vida a borbotones. Las personas se siguen amando, siguen criando sus hijos, siguen luchando por sobrevivir. Hay un orden cósmico y esta lucha, nos parece brutal porque nos es contemporánea. Pero es la condición del ser humano: sobrevivir a un medio hostil.
Que Uxbal tenga un poder mágico, el de poder comunicarse con los muertos que no quieren dejar atrás la vida, no es un detalle caprichoso. En ese fragor por el puto dinero, Uxbal es capaz de ver lo trascendente. Y cuando se acerque a su final, todo ese torbellino será un ruido de fondo, un mero temblor en un movimiento secular que viene del fondo de la historia.
La primera (la última escena) une a Uxbal con su padre, al que no conoció, emigrado político tras la guerra civil. Ese encuentro alega que la globalización no es un fenómeno nuevo; lo que es nuevo es que nos llame la atención, que nos conmueva la explotación del inmigrante. Esa inquietud marca la evolución de la sociedad.
“Biutiful” es, también, la historia de un cuerpo muerto. El de Uxbal pero también el de una sociedad en un equilibrio inestable, un colapsar continuo que presagia un final. Un final que intuye un inicio, un más allá, un “¿qué es lo que hay ahí?” con el que cierra la película.
Tal vez, como dice la adivina, amiga, maestra y confidente, “no puedes cuidar a tus hijos; es el Universo el que lo hace”. Las piezas se acomodan, en el tablero cósmico.
Mientras, la gente, como ha sido siempre, nace, ama, se reproduce y, finalmente, muere.
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