miércoles, febrero 10, 2010
para qué catzo sirve estudiar
ENSEÑANZA DE VIDA
data: http://www.imdb.com/title/tt1174732/
Nick Horby se inspiró en un artículo autobiográfico de la periodista Lynn Barber para escribir el guión de “Enseñanza de vida” (“An education”, el título original, da una mejor idea del tema), película dirigida por la danesa Lone Scherfig.
(Una versión en:
http://www.guardian.co.uk/culture/2009/jun/07/lynn-barber-virginity-relationships)
La película tiene su interés hasta el desenlace. Y ahí se desbarranca en el lugar común. No importa que la verdadera Lynn Barber haya vivido ese final. Dramáticamente, ese final traiciona las expectativas de la película. La realidad no necesariamente tiene que concordar con la ficción. “Entre la leyenda y la verdad, imprime la leyenda” confiesa un personaje en “Manchester, la fiesta inolvidable” y tiene razón. “Enseñanza de vida” no necesitaba contar lo que pasó, porque la historia de la colegiala engañada es infinitamente inferior a la pregunta que se hacía el filme hasta entonces: ¿para qué estudiar?
Ubicada en la Gran Bretaña de posguerra, el inicio de los ’60, “Enseñanza de vida” es la historia de Jenny, una inteligente adolescente de un hogar obrero, sobreexigida para lograr una beca en Oxford que le permita alcanzar un futuro distinto al de sus padres. Los planes vienen viento en popa, hasta que se cruza con un hombre maduro, de mundo, con el que entabla una relación. Ese romance, además de ser devastador como todo primer amor, replantea las metas de Jenny: ¿hacer el esfuerzo titánico para ser una oscura profesora de letras en Oxford o el camino fácil de David, su novio, de beberse la vida cuanto antes?
En esa historia, “Enseñanza de vida” examina una idea, la de la necesidad de estudiar. ¿Por qué estudiar? Ésa es la pregunta, nodo central del conflicto dramático del filme. A caballo de la Revolución Industrial, el capitalismo necesitaba obreros calificados. La enseñanza universal y las escuelas públicas son una respuesta social a la necesidad del aparato productivo industrial para formar a una población que, en anteriores etapas históricas, vivían una plácida vida de ignorancia (y hambre, of course).
En esa etapa, la educación pasa a ser un elemento central para insertarse en el mercado de trabajo. Y permite desdoblar el significado de para qué estudiar. Hay un objetivo que viene de la noche de los tiempos: conocer, saber, por el hecho del conocimiento propio y para modificar el mundo en que se vive. Pero la educación como elemento productivo agrega una nueva dimensión: estudiar para conseguir un mejor empleo.
Los dos objetivos son loables, pero el primero es más noble. El que estudia por la sed de saber no se pregunta el para qué, no cree aburrido el hecho de estudiar. Cuando se estudia para tener un ingreso lo suficientemente alto para viajar, ir al cine, escuchar música e ir de compras, el camino se vuelve árido y no se puede disimular el sopor.
Esos son los planteos de Jenny, en los que queda claro que su objetivo es escapar del gris horizonte de su hogar. Y David es la vía fácil. Ese planteo es el que expone en uno de sus diálogos con la directora del colegio (Emma Thompson) en la que la líder de la formación de las jóvenes generaciones demuestra que no piensa muy diferente de ella. Se muestra incapaz de proporcionar algún argumento para convencerla que casarse y educarse no son objetivos contradictorios.
Ése es el motivo por el que “Enseñanza de vida” tiene un derrumbe en el final. Porque no nos interesa mucho saber cuán buen tipo es David y si puede cumplir sus promesas de casamiento y hogar feliz. El gran tema (y que el guión de Nick Horby abandona) es qué clase de persona es Jenny: una muñequita de lujo como Helen (la rubia boba con aversión a los libros que interpreta Rosamund Pike) o la profesora fulera y solterona pero independiente que le sirvió de guía.
La resolución es apurada, echando mano a un recurso mágico y con una línea final que llama la atención por el elevado nivel de cinismo del personaje. En ausencia, ha triunfado David. Pero el filme no sugiere una visión ácida sobre ese estilo de vida. Simplemente parece un guiño simpático a esos pecados de juventud que uno consiente con una sonrisa.
“Enseñanza de vida” tiene una gran actuación de Carey Mulligan, la protagonista, que empieza siendo una colegiala de cara lavada y rodillas sucias y termina convirtiéndose en una apetecible mujer, en una transformación sutil y progresiva. El resto del elenco es sólido, destacándose los momentos de Alfred Molina y Peter Sarsgaard.
En suma, “Enseñanza de vida” sugiere más ideas que las que efectivamente se anima a examinar. Y eso es, a esta altura del cine, un crimen imperdonable.
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