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críticas chatarras

miércoles, noviembre 18, 2009

te escucho 

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IN TREATMENT
data: http://www.imdb.com/title/tt0835434/

Si hay algo que no me canso de repetir, es una de las grandes lecciones que recibí en un curso de guión: podemos llenar una escena de soldados que se tiran bombas, se cagan a tiros, se revientan unos a otros, y eso sólo no garantiza que tenga acción. Lo que hace que una escena nos llame la atención y nos mantenga enganchados no es otra cosa que el contrapunto dramático entre los personajes. Si hay conflicto, nos llamará la atención aunque sean dos tipos hablando, sentados a una mesa.

Si Quentin Tarantino da clase en cada película, sobre cómo generar tensión desde el diálogo, ¿qué decir de “In treatment”, la serie de HBO, con dos temporadas al aire y una tercera en preparación? La idea es sencilla: capítulos diarios de no más de media hora de duración, desarrollando la historia de un psicólogo, Paul Weston y sus pacientes. Cada día, un paciente, que se repite la semana siguiente; el viernes, el último día, el paciente es el psicólogo en sesión con su propia terapeuta. La idea no es original de HBO, sino que Rodrigo García (sí, el hijo de García Márquez) adaptó la serie israelí “Be’tipul”.

Noten la simpleza de la propuesta casi minimalista: dos personajes sentados, hablando, nada más que hablando, durante media hora. Con eso sólo (of course, con un guión excepcional, con actores brillantes), nos lleva de la nariz por los cuarenta y pico episodios de la primera temporada y los treinta y pico de la segunda.

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Es claro que el guión es el gran responsable de que esta propuesta funcione. Más aún: el diálogo es fundamental. No es sólo la historia de cada personaje, con su fuerza dramática propia; es el reflejo de esas historias personales en la propia historia personal del terapeuta. Porque el psicólogo no permanece fuera de este remolino de sentimientos que arrastra todo en cada sesión. Ése es el principal hallazgo: demostrar que no hay lugar neutral, racional y frío, desde el que pueda imperar el terapeuta. Si hay compromiso con el paciente, él estará en la misma trinchera, intercambiando golpes emocionales, dando y recibiendo.

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“In treatment” se permite cuestionar el psicoanálisis, desde la mirada del protagonista central que se pregunta hasta qué punto está haciéndole un favor a sus pacientes. Esa duda (particularmente dramática en la segunda temporada), nos permite pasear por la técnica del análisis y comprender que el terapeuta (el buen terapeuta) sólo nos puede guiar por ese camino de enfrentarnos a esas condicionalidades que nos obligan, inconscientemente, a repetir patrones nocivos. Que el camino del autoconocimiento, de transformarnos en una persona mejor, suele ser fatigoso, duro y tremendamente oscuro. Poco antes del amanecer es cuánto más oscuro está.

En las sesiones, Paul Weston deja a sus pacientes sin las pocas armas que les ha permitido llegar hasta ahí, acarreando sus vidas. A las pocas sesiones, los deja indefensos, al borde del colapso, desorientados, frustrados, enojados. Pero (y esa es la principal lección) los deja con la Verdad. Y ese es un buen punto de partida para reconstruir las cosas, desde cimientos más sanos. Sólo hay que tener el coraje de afrontar ese páramo de indecisión para mejorar. Y el rol del terapeuta es tendernos la mano en este difícil proceso. La alternativa (trágica en el caso de Alex, el piloto de combate) es reprimir las contradicciones rogando al cielo que no exploten en el momento menos esperado.

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El elenco es vital. Gabriel Byrne en el papel del psicólogo, dota a su personaje de la calidez y la vulnerabilidad necesaria. Del elenco de pacientes, nos quedamos con Melissa George (minón VIP; justificamos plenamente que le haya volado la cabeza a Weston); la mirada de Aaron Grady Shaw, Oliver, el niño que le sobra a sus padres; Mia Wasikowska como una adolescente suicida; Dianne Wiest, la cereza del postre, la terapeuta (radicalmente diferente) de Paul.

Recomendada y admirada, “In treatment” es la clase de televisión que podríamos hacer en estas latitudes subdesarrolladas. Pero no somos subdesarrollados sólo porque no tenemos los recursos económicos de Estados Unidos; lo somos (principalmente) porque los directivos de nuestra televisión hubieran sentenciado a muerte (sin ni siquiera considerarlo) a un guión de media hora, todos los días, reducido a dos tipos sentados hablando.

Para disfrutar con un mundo mejor, televisivamente hablando.

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