jueves, noviembre 12, 2009
chupate este limón
EL ÁRBOL DE LIMA
data: http://www.imdb.com/title/tt1172963/
Una pequeña historia que habla de un gran tema: el conflicto de Medio Oriente, desde la visión de una disputa de vecinos. “El árbol de lima” (De limón, en el título original) describe con mucha claridad la incomunicación básica de dos pueblos (el palestino y el israelí). Para el observador neutral, el que no está inmerso en esa lógica secular de “ésta es por la que me hiciste vos, por la que hice yo, por la que me hiciste antes vos…” que rige el conflicto de Medio Oriente, da la sensación de que ambos pueblos tienen más puntos de contacto que diferencias. Más aún: que el problema podría arreglarse juntando a las mujeres, relegadas a un lado y al otro de la frontera, las madres que han perdido a sus hijos, sea en la guerra, sea en el exilio.
“El árbol de lima” es la historia de Salma Zidane (la bellísima Hiam Abbass, la actriz de “El visitante” y “Munich”), una viuda palestina que vive de la cosecha de sus limones, en los campos que heredó de su padre. Los problemas empiezan cuando se muda, frente a su propiedad, el Ministro de Defensa israelí. El Servicio Secreto que lo protege no tiene mejor idea que cortar los limoneros de su vecina para evitar la posibilidad de algún eventual francotirador. Salma recurre a la Corte Suprema, en una lucha desigual y solitaria.
“El árbol de lima” habla y mucho de las características de la población inmersa en la contienda. El primer punto destacable es el grado de sometimiento de la mujer; más ostensible en el lado palestino, pero no menos presente en la cultura israelí. La escena en la que cierran los ventanales de la casa del Ministro, evoca una cárcel que tiene como prisionera a la dueña de casa.
El segundo punto: ambas madres no tienen a sus hijos con ellas. Y no porque hayan muerto en el combate (una posibilidad), sino porque están estudiando o trabajando en Occidente. Su país no es lo suficientemente bueno ni seguro para que se desarrollen, crezcan y vivan con sus familias. Nada simboliza mejor el fracaso de una sociedad.
El tercer elemento: la incomunicación. Es tal el grado de desconfianza mutua que se ha vedado cualquier alternativa a comunicarse entre las partes. Llama la atención que Salma y el Ministro Israel no se presenten y conversen como dos vecinos. Se miran, de una trinchera a la otra, sin cambiar palabra. Sólo gestos de poder, sólo desafíos, líneas dibujadas con la punta del pie sobre el polvo.
Otro elemento: las diferencias económicas. El desarrollo israelí no puede menos que resultar ofensivo para aquel que está sobreviviendo en la pobreza. La sola visión no puede ser neutral. Y aún lo es menos cuando el poderoso despliega los resortes del poder para salirse con la suya, aunque sea, para agarrar un par de limones para el vermouth.
La brillante escena final nos revela a todas las partes (con la excepción de Salma) saliéndose con la suya. En un auténtico dilema del prisionero, nos queda claro que la solución alcanzada es la peor para todas las partes involucradas. ¿Cómo, entonces, no se ha llegado a una solución satisfactoria plenamente compartida por todos? Sólo poder plantearse esa pregunta, justifica plenamente la visión de esta película.
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