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críticas chatarras

lunes, noviembre 16, 2009

2001 en 2009 

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MOON
data: http://www.imdb.com/title/tt1182345/
Hay una razón por la cual “indie” y “ciencia-ficción” raramente se ven juntas en una frase. La ciencia-ficción en sí requiere normalmente de los valores de las grandes producciones, y tal como se puede imaginar esto es muy difícil de conseguir con el presupuesto de una película independiente. Así que poner en marcha Moon fue un intrincado rompecabezas: queríamos contar una historia que fuera a la vez profundamente humana pero que fuera universal; queríamos mantener un reparto pequeño y rodar en un ambiente completamente controlable; y también de obtener para la pantalla el máximo posible de los efectos visuales. Era muy ambicioso, pero valió la pena, hicimos una película de ciencia-ficción de las buenas, con una intensa historia, una interpretación asombrosa hecha por un actor extraordinario, una gran cantidad de efectos especiales impresionantes, y lo hicimos en 33 días con un presupuesto pequeño.
DUNCAN JONES
cinefantastico.com
http://www.cinefantastico.com/entrevista.php?id=191
El positivismo generó la sensación que a través de la Razón y la Ciencia, la Humanidad superaría todos sus problemas y que el futuro se impondría como un mejor escenario, un tiempo donde las principales taras de la sociedad serían erradicadas. La ilusión duró lo suficientemente poco. Sólo lo necesario para comprender que el alma humana es lo más complicado de cambiar en el Universo.

La ciencia ficción pasó por esas etapas: de las promesas de la tecnología a las falencias del ser humano distorsionadas en la lente de aumento del futuro. En el cine, las películas de clase B le dieron una pátina de género menor a la ciencia ficción, hasta que se puso los pantalones largos con Stanley Kubrick y “2001”.

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Cimas como “Alien, el octavo pasajero” o “Blade Runner” nos hablaban de un futuro que, en realidad, referían al presente, a los problemas comunes del ser humano, en cualquier tiempo o lugar. La lucha por sobrevivir, las manipulaciones del poder político y económico, el pataleo metafísico contra la muerte, la soledad, la incomunicación y la angustia de estar vivo.

Hace tiempo que el cine de ciencia ficción derivó en un muestrario de efectos especiales y archivó esas veleidades filosóficas. Por eso, tal vez, “Moon” del debutante Duncan Jones (el hijo de David Bowie, asistente de Ridley Scott y con un nombre en el cine publicitario) sea un soplo de aire fresco en el género. Evoca los grandes títulos; vuelve al espíritu artesanal del decorado en escala y la fotografía saturada en blancos y negros; plantea un misterio que implica un desafío a lo que conocemos como existencia y que obliga a preguntarse a su único protagonista quién es y por qué está ahí. Y (lo más notable del caso), logra todo eso con un escaso presupuesto de no más de US$5 millones, una ganga para los estándares de la industria.

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“Moon” tiene dos actores presentes: el monumental trabajo de Sam Rockwell y la presencia de Kevin Spacey en la voz de la computadora GERTY, el único interlocutor del minero Sam Bell. Otros rubros fundamentales para sostener la tensión dramática: la fotografía de Gary Shaw y la música de Clint Mansell. El otro, claro está, es el guión de Nathan Parker (sobre una idea del propio Jones).

El argumento de “Moon” es sencillo: Sam Bell es el único humano que está en una base lunar de explotación minera, al término de un largo contrato de tres años. Dañadas las comunicaciones espaciales, su único interlocutor en este tiempo es GERTY, la computadora-robot asistente. Faltan dos semanas para su regreso, pero Bell empieza a tener alucinaciones que sugieren que algo no está andando del todo bien.

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Nos detenemos ahí, para no contar el verdadero núcleo de la historia, que encierra algunas especulaciones sobre el desarrollo capitalista en un territorio virgen, en una nueva frontera sin control. En las palabras de Jones: “No pude evitar pensar que el primer paso necesario para la vida en el espacio, un paso que habría de hacerse meramente por interés económico en lugar de puramente científico, era un conflicto de intereses fascinante. Las empresas por su naturaleza buscarían, por todos los medios, extraer el máximo de material crudo con el mínimo coste posible. Eso es, sencillamente, un buen negocio. Pero sin habitantes locales, sin grupos de derechos humanos para supervisar y mantener un ojo avizor en esos asuntos, ¿qué trataría de obtener una empresa? ¿Hasta dónde podría llegar incluso la corporación más benigna y ecologista? ¿Qué serían capaces de hacerle a un operario que habitara una base al otro lado de la luna?”.

Un interesante comienzo; una indagación válida; una película para no apuntar. Más que prometedor debut para un cineasta.

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