jueves, enero 15, 2009
la vida es una videolucha
BEN X
Más que interesante película belga, representante de su país en los Oscars 2007, que va a pasar desapercibida por las pantallas locales, pese a la buena crítica recibida. Hay algunas ideas por demás interesantes en la historia, planteada con una estética muy peculiar, aprovechando el desorden temporal de los testimonios de los protagonistas para sugerir un final que refuerza el efecto sorpresa del desenlace.
“Ben X” es la película basada en la novela de Nic Balthazar, director del filme. Inspirada en hechos reales, el drama de un adolescente autista que se suicidó por las constantes burlas de sus compañeros de escuela. En este caso, Ben sufre del síndrome de Asperger, un tipo de autismo, caracterizado por la incapacidad del enfermo en decodificar las señales emocionales que las personas emiten por el lenguaje corporal. Son ciegos emocionales, personas incapaces de reconocer el significado de una sonrisa y que suelen obsesionarse con un tema, al que llegan a dominar a la perfección; generalmente los atraen las cosas ordenadas.
Ben opera en dos niveles de “realidad”: el plano del videojuego (el “Archlord”) donde llega a un altísimo nivel 80 y a la vida real, mucho más violenta y agresiva que el mundo digital. Uno puede creer que el vértigo, el sadismo, la violencia descontrolada es propiedad exclusiva del videojuego. Pero, valga la paradoja, ahí es un oasis para Ben. La aventura, la trágica aventura, es salir de su casa y poner un pie en la calle. La interacción con la especie humana es una epopeya peligrosa.
En secuencias de falso documental, se retrata, con mucha habilidad, el grado de hipocresía de docentes, policías y psicoanalistas, que expresan, con cara de circunstancia, acongojadas palabras sobre lo inevitable de la tragedia de Ben y de lo imposibilitados que estaban de hacer algo. Es el mayor acierto del filme, poner al descubierto las excusas de aquellos que deberían actuar. “No es al autismo su problema. El problema son los otros” dice el padre de Ben cerca del final y ahí pone el acento en quién es responsable. Los canallas que torturan física y psicológicamente a Ben, reciben todos los privilegios de un sistema que les sirve de cómplice. Cuando no hay ánimo de modificar la realidad, es muy cómodo criminalizar a la víctima. “Los preparamos para triunfar en el duro mundo real. Y no todos pueden lograrlo” dice un docente, con total caradurez. La cabalgata de psicólogos inventando pruebas, diagnósticos, letreros, donde estandarizar (y estigmatizar) el rico mundo interior de Ben.
Porque ese es el otro tema de la película, el motivo principal. No importa si padece del síndrome de Asperger o de un granito en la nariz: Ben es un ser humano. Por eso sólo es especialísimo. Por eso sólo es diferente a todos. Y por esa especificidad debería ser tratado con cariño, respeto y amor. No es Ben el enfermo; los enfermos son los que lo rodean, sus compañeros de escuelas, sus maestros, sus doctores y sus padres.
Otro tema interesante es si es necesario alterar la realidad en la que alguien vive confortablemente para adaptarlo a la realidad de los otros, los “normales”. Ben encuentra un paraíso en el mundo virtual, en la compañía de la virtual Scarlite. ¿Por qué debe descender al mundo real? ¿Qué necesidad existe de extraerlo de su mundo? Sutilmente, el guión plantea la dictadura de la mediocridad. Quien debe cambiar es Ben, disminuir su nivel intelectual, para adaptarse al contexto gris que lo rodea. El mundo no debe hacer ningún sacrificio: se siente satisfecho en su curso de villanía e imbecilidad.
“Ben X” se luce por un elenco notable, con actuaciones verdaderamente convincentes, en el que sobresale el descomunal trabajo de Greg Timmermans como el protagonista. Un babita teen para Laura Verlinden, la noviecita virtual de Ben.
Respecto al sorpresivo final (¡me muero de ganas de contarlo!) puede desilusionar a alguno, pero me pareció apropiado. Es una interesante vuelta de tuerca que devuelve el golpe junto a Ben y apuesta por mandar al traste a todos aquellos educadores y sanadores que, desde el cómodo sitial del establishment, sugieren soluciones generales sin preguntarse qué es lo que pasa con el tipo que sigue sus recetas.
Escenas destacadas: el viaje alucinógeno de Ben; el video del suicidio; la aparición de Scarlite en el andén; la escena en el sepelio; la cruel burla en el aula, con los “amigos” gritando “¡Perdedor!”.
Las mejores frases, mañana.
CONSEJO: ir a verla. Si no, anote para el DVD.
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