jueves, diciembre 18, 2008
máximo dolor
MAX PAYNE
Lo único destacable de “Max Payne” es la fotografía de Jonathan Sela y la dirección de arte de Andrew Stearn, el retrato de una Nueva York de videojuego, la ciudad nevada como una pesadilla de la que no se despierta, acechada por las oscuras alas de las oscuras aves que vienen a cobrar su precio de muerte. Excepto por eso, el resto de “Max Payne” es totalmente prescindible, una historia que no termina de ubicarse entre el género de suspenso, de homenaje al cómic o sobrenatural.
Basada en un videojuego que popularizó (antes que “Matrix” pero después de las películas de John Woo) la estética de la bala en cámara lenta, esta versión cinematográfica cuenta la historia de Max Payne, un policía caído en desgracia tras la muerte de su esposa e hija, en un crimen no resuelto. Payne, relegado a una oficina ignota de la institución policial, se ha dedicado, noche a noche, a rastrear las pistas que lo lleven a encontrar al culpable del doble homicidio.
En esos callejones oscuros, Payne se topa con una banda que contrabandea una nueva droga que provoca (o por lo menos eso creemos) alucinaciones satánicas. Detrás de los crímenes de los adictos, aparece un líder demoníaco (el bueno de Soler de “Prison Break”) y se adivina la complicidad de un conglomerado industrial.
“Max Payne” es el ejemplo claro que no alcanza con un vistoso ropaje para armar una película. Debe haber una historia detrás y eso es lo que falta. Hasta en la resolución, “Max Payne” es insípida. Un filme para olvidar, lo antes posible.
¡Ah! Una última cosa para rescatar: el vestidito cortito de Olga Kurylenko (la última chica Bond), tan cortito como su papel en la película.
Escenas destacadas: la secuencia del tipo que cae por la ventana, “sostenido” por las alas de un ave; la “transformación” de Max Payne cuando toma la droga.
Frases:
Hay un ejército de cuerpos bajo este río. Criminales. Gente a la que se le acabó el tiempo. Sin amigos. Podía sentir la muerte ahí abajo, apenas bajo mis pies, alcanzándome para recibirme como uno de los suyos. Era un error fácil de cometer.
¿Recuerdas cuando eras niño y retenías la respiración cuando pasabas frente a una tumba? Deja tranquilo al hombre.
No sé sobre el Cielo, pero creo en los Ángeles.
No creo en el Cielo. Creo en el Dolor. Creo en el Miedo. Creo en la Muerte.
CONSEJO: dejar pasar.
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