jueves, julio 26, 2007
si el cine tiene algo que decir
EL CAIMÁN
Para algún despistado, “El caimán” es la sátira de Nanni Moretti sobre Silvio Berlusconi. Error. Parece más un tiro por elevación de Moretti a la izquierda italiana, pero en especial, una crítica al actual cine de la península. Es una mirada ácida sobre el cine de autor, sobre lo que tiene que decir esa disciplina de lo sucedido en Italia y, especialmente, del modo que lo dice. Desperdigada, con momentos brillantes y baches, yendo y viniendo, confusa y panfletaria, “El caimán” tiene todos los pro y contra del cine de Moretti. Funciona, nos hace reír, nos duele como si viviéramos allá, encontramos los puntos de contacto con los ladrones que también nos gobernaron y gobiernan acá. Con todas sus debilidades y todas sus bondades, “El caimán” es una guiñada a una forma de hacer cine que se va perdiendo.
“El caimán” es la historia de un productor de clase B que planea su retorno al cine, tras un ostracismo de diez años por el fracaso de su última película. Artesano de esos que filmaban con dos mangos, Bruno Bonomo hace malabares para volver a sus épocas de relativa gloria. Pero el proyecto empieza a caerse, cuando se le escapa el director y Bonomo debe recurrir, como intento desesperado, al primer guión que le cae en la mano. El libro es de una joven directora novel y el protagonista del libro es El Caimán, un personaje con fondos de dudoso origen, con los que compra una cadena televisiva y se pone al frente del gobierno italiano para que no lo investiguen judicialmente. A Bonomo la historia le gusta: una película de acción, misterio, suspenso, helicópteros. Se la vende a RAI, sin sospechar que en realidad, están hablando de Berlusconi.
Ese es contexto del filme. En realidad no hablamos de Berlusconi, hablamos de una película inspirada en Berlusconi. Y no es baladí la diferenciación, porque la historia opera en varios planos, en un juego de espejos, al punto que el personaje central, El Caimán, es representado por tres actores al mismo tiempo, entre ellos, el propio Nanni Moretti, director del filme.
Hay muchos guiños cinéfilos, amén de otras miradas que se nos escapan por no convivir en la realidad política italiana. Transcurre el filme y nos damos cuenta que, más que hablar de Berlusconi, Moretti se está refiriendo al cine italiano que no se anima hablar de lo que hay que hablar, del cine comercial, de gran producción, que no se atreve a enjuiciar, a levantar la voz, hasta explotar panfletariamente. En una escena final, Bonomo encuentra al actor y director fugados de su obra, trabajando en otra película (su película), una megaproducción sobre Colón con extras y carabelas a escala. Y, dos segundos antes de rodar, el actor termina de hablar por celular, apaga el aparato, sonríe a cámara y dice sus líneas como un perrito domesticado. Ninguna elaboración, ningún trabajo previo, ninguna exigencia. Actores que se mueven a control remoto, dirigidos por directores que juegan a lo seguro, bancados por productores que financian esos temas que, saben, no provocarán ningún escozor en la piel de los poderosos.
De eso habla “El caimán” y esa es la mayor fortaleza del filme. Se comparten buenos momentos, increíbles gags y líneas de diálogo deliciosas, entre las que no son menos surrealistas las recitadas por el verdadero Silvio Berlusconi, en notas de archivo.
Escenas destacadas: el monólogo final de Berlusconi, mientras arden las calles italianas; el momento en que Bonomo descubre que acaba de vender un filme sobre Berlusconi; la charla de Moretti con la joven directora; la renuncia del actor que iba a hacer de Berlusconi; la escena en la que Bonomo persigue la carabela y descubre la filmación sobre Colón.
El personaje: el crítico fanático del cine de Bonomo.
Las mejores frases: mañana.
CONSEJO: para amantes del cine europeo y político. Se puede esperar al video.
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