lunes, junio 18, 2007
en busca de la magia perdida
PIRATAS DEL CARIBE 3. EN EL FIN DEL MUNDO
Los Piratas del Caribe recuperaron su magia. Tras una segunda parte débil, muy pochoclera, llena de efectos especiales y persecuciones, pero poca sustancia dramática, Gore Verbinski volvió a los orígenes de esta saga y nos regala una emotiva historia, un guión perfecto, en el que no sobra ningún personaje, con una profunda poesía e imágenes de un tono surrealista. Si en el primer episodio, la figura era Johnny Depp, ahora hay otro pirata que toma el mando: Geoffrey Rush. Su Barbossa supera, por mucho, al estereotipo al que se redujo el otrora inmortal Jack Sparrow.
En esta saga, esa banda de atorrantes que son los piratas del Caribe, emprenden la última batalla, la única batalla, tal vez, que afronta todo ser humano: la lucha contra la muerte y el olvido. La banda de forajidos llega a los mares del Este en busca del perdido Jack Sparrow, con una pluralidad de propósitos, casi tantos como personajes. Algunos querrán recuperar a sus padres, otros sus poderes, aquellos combatir a la Armada inglesa que los acosa, los de más allá perpetrar su venganza. Pero el tema es perdurar, vencer a la muerte que acecha.
Otro subtema del filme es que los protagonistas son dinousarios en un tiempo que cambia. Ellos saben que emprenden la última batalla, que no tienen un lugar en el nuevo mundo que se está formando. En esa angustia existencial, empiezan el filme dispersos, buscando salvaciones individuales, catecismo de la villanía para sobrevivir circunstancialmente.
Pero uno de los personajes (el mítico Keith Richards, guitarra en mano, en un cameo válido) da la clave: no se trata de sobrevivir, sino poder vivir con uno mismo, con lo que se es.
Cuando nuestros protagonistas comprendan eso, aceptarán el final con hidalguía, espada en mano, buscando perdurar en la memoria de la humanidad, a fuerza de valentía. Sólo así se entra en la historia; sólo así vale la pena trascender.
Con ecos de cuentos ancestrales, este capítulo de los Piratas nos regala un puñado de imágenes surrealistas (la secuencia de Jack Sparrow en la isla de Davy Jones), momentos heroicos (como la lucha final contra la Armada británica) y una sucesión de buenos gags y remates que no debilitan la tesis central del filme, la lucha contra la entropía del Universo.
Como dijéramos, se luce Geoffrey Rush, se soporta a Johnny Depp (su personaje sigue con algunos tics de actor de sit-com) y está bellísima Keira Knightley, debilidad de esta página (¡qué linda rodilla que tiene Keira! ¡un fetiche a la derecha, please!). El resto acompaña, sin ser cargosos, aportando siempre un buen momento o una escena clave.
Lo mejor de los efectos especiales (como el barco que se voltea de campana o la lucha de los navíos al borde de un remolino) es que son plenamente funcionales a la trama. Por eso pasan desapercibidos y es el mejor elogio que se les puede hacer. También vale celebrar algunos toques de humor negro que le vienen muy bien a la trama.
Escenas destacadas: las alucinaciones de Sparrow (multiplicado) en la isla de Davy Jones; la despedida de Elizabeth con su padre; la voladura del Endeavour (el capitán caminando entre las astillas de un barco que se desgaja, pedazo a pedazo); la charla de Elizabeth con el padre de Turner; el encuentro, en la islita en medio del océano, de los protagonistas, al final del filme; la boda en medio de la caótica pelea sobre cubierta; el final (y el final detrás de los títulos; ver después del “Consejo”); el encuentro entre Davy Jones y Tía Dalma; la agonía de Sao Feng; el dignísimo final de Norrington.
Las mejores frases: mañana.
CONSEJO: imperdible.
Si usted no se quedó a esperar hasta el final, a ver todos los títulos, porque hacía frío y quería irse antes a casa o tenía hambre y quería volar para el Mc Donald’s, no se me altere, no perdió nada. Cliquee abajo y podrá ver esa escena de yapa (vital) que pusieron después de casi diez minutos de créditos:
¿Quiere el trailer en un gracioso español? ¡También lo tenemos!
Si es un purista y lo quiere en inglés, venga:
No pida más, hombre, no sea codicioso.
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