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críticas chatarras

jueves, mayo 31, 2007

la voz 

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LA VIE EN ROSE

Hay historias que se imponen a la forma en que son contadas. Tienen tal fuerza, tal energía que hay que ser demasiado chambón para arruinarlas. Una de esas historias es la vida de Edith Piaf, la Voz de Francia. “La vie en rose” es la película de su vida. Y por momentos, el guión del director Oliver Dahan (en coautoría con Isabelle Sobelman) hace todo el esfuerzo por arruinar esa historia. Pero la figura de Edith Piaf emerge triunfante. En manos de otro cineasta, este biopic hubiera sido una obra maestra. En estas manos, bordea el melodrama, se deshilvana en una estructura temporal arbitrariamente fracturada y prefiere el trazo grueso a la sutileza.

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El peor pecado: no hay una tesis detrás de esta vida; sólo es una serie de estampas. Pero, aún así, esa vida que caminaba por la cornisa y voló y se evaporó como una mariposa en un par de días, no deja de emocionarnos. Su voz, está más viva que nunca y, como esos inmortales (estilo Gardel, estilo Sinatra), escucharlos cantar, medio siglo después, es reencontrarse con un amigo perdido, es volver a jugar en el patio de aquel hogar tanto tiempo demolido.

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Edith Piaf nació y se crió en la calle. La leyenda dice que su madre (una cantante) dio a luz bajo un farol parisino. Pero en la vida de Edith Piaf, la leyenda reemplaza a la realidad, en dosis iguales. La Gran Guerra la separa de su madre que va a buscar gloria (y la prostitución) a Constantinopla; su padre, artista de circo, la deja en manos de su otra abuela (madama de una casa de citas). La chica supera una ceguera temporal, vuelve con su padre y atrae a las muchedumbres cantando, a grito destemplado, por un plato de comida. Alguien se topa con la voz y la imagina en un escenario: así empieza el camino a la gloria, lleno de avances y retrocesos, con un destino ineludible de colisión. La morfina, el alcoholismo y la artrosis irán minando su cuerpito de gorrión. Morirá antes de cumplir medio siglo, liberándose de un cuerpo que luce varias veces octogenario.

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“La vie en rose” es la voz de Edith Piaf y la actuación de Marion Cotillard. De ésta última, sólo vale decir que está a la altura de la primera. El personaje mitológico se come a Cotillard y la transforma en esa pequeña tirana torcida que tira los hilos sobre el escenario. Magistral su actuación.

Las falencias de guión derivan de la estructura temporal que propone la primera escena del filme. ¿Cuál es el objetivo de empezar con la escena del desmayo en el recital en Nueva York? ¿Qué tiene ese momento de especial para empezar a contar la historia desde ahí? Esto no quiere decir que ese momento no sea especial en la vida de Edith Piaf. Sino que, para empezar a contar la historia desde esa escena, debe ser un hecho transcendental, un punto clave en la tesis del filme.

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Cuando el final llega, nos damos cuenta que ese momento es totalmente arbitrario. Tal vez porque el guión de Dahan prefirió la sucesión de estampas que contar una historia tras la historia. En realidad, no hay tesis ni intento de contar algo en paralelo a la vida, más o menos cronológica, de la protagonista.

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Hay algunas cosas de la verdadera vida de Edith Piaf que pasan muy raudas por el filme (por ejemplo, que tuvo un hijo y murió de meningitis) o que se ignoran, sin saber bien porqué se prefirió dejarlas pasar en vez de contarlas (por ejemplo, su compromiso durante la ocupación nazi, ayudando a los miembros de la Resistencia o sus romances con Yves Montand o Charles Aznavour o que su actuación en el Olympia salvó la sala que estaba a punto de cerrar). Son síntomas de cierta desprolijidad para contar la historia que Edith Piaf no merecía.

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Escenas destacadas: la primera cena entre Cerdan y Piaf; el “debut” de Piaf, cantando con su padre en la calle; la canción que resume la vida de Piaf, sobre el escenario del Olympia de París; el plano secuencia sobre la muerte de Cerdan.

CONSEJO: se disfruta más en cine, sobre todo si tiene muy buen sonido. Pero el video no la desmerece demasiado.

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