viernes, mayo 25, 2007
la realidad de nuestro cine
¿QUIÉN DICE QUE ES FÁCIL? / EL OTRO
Los otros días estaba viendo uno de los capítulos de “Verdad / Consecuencia”, la serie televisiva que la entonces novel productora Pol-ka, emitía todos los martes, a las 23 hs., por Canal 13. Ahora la están dando por “Volver” y no hay manera de ver esos capítulos sin preguntarse qué pasó, en esta década larga, para que la ficción televisiva argentina haya quedado reducida a esta realidad de “Gran Hermano” y “Bailando por un sueño”. Hay en nuestra historia una gran pulsión por la mediocridad, un esfuerzo por destruir lo talentoso. “Verdad / Consecuencia” asombra por la audacia de sus temas, la calidad de sus diálogos, la producción, fotografía, nivel de actuación, musicalización, por un todo que no tiene nada que envidiarle a productos de otras latitudes y economías como “Treinta y pico” o “Nip / Tuck". Sin embargo, aquello fue sólo una golondrina. Lo que siguió fue la pauperización de nuestra televisión y la entronización en el prime time de los tipos más vulgares con ideas tanto o más vulgares que ellos.
Si al mirar lo que se perdió desde entonces, la gran posibilidad de montar una poderosa industria audiovisual que exportara contenidos al mundo (en vez de importarlos), nos da una gran pena, ¿qué podemos sentir cuándo vemos la realidad de nuestro cine nacional? De las promisorias primeras experiencias tras el retorno de la democracia (cito algunas: “Darse cuenta”, “Hombre mirando al Sudeste”, “El exilio de Gardel”, “La película del rey”), también en este campo hemos caído en la institucionalización de la mediocridad y en la chatura del espectador que forma este tipo de producción.
Por eso, en este estado de cosas, no nos queda otra que celebrar la existencia de una comedia como “¿Quién dice que es fácil?” que, en otro momento, hubiéramos destruido sin contemplaciones, porque por lo menos trata de contar una historia. Y, con esas carencias de guión notables que presenta, ese desaprovechamiento de los conflictos dramáticos, esa desprolijidad que presenta la trama, esos gags absurdos (como el “entrenamiento” de Diego Peretti con Lidia Catalana), con eso sólo le alcanza para ser el éxito nacional de este año. Tan poco pide el público argentino para ocupar una butaca.
Coexistiendo, en el mismo espacio, con premios internacionales a cuestas y críticas de amigos unánimemente favorables, está “El otro” que, en realidad, es otra: otra más de esas películas nacionales. Ideas que dan para un corto y terminan siendo un largo; actores que ponen cara de nada, porque verdaderamente el material entre manos no le da para hacer otra cosa y, pese a eso, son ovacionados como el non plus ultra de la actuación; largos baches en la narración; tomas tan aburridas como las locaciones en las que ocurren; subsidios que llegan presurosos y puntuales. Es demasiado pedir cuotas de pantalla para castigar al público nacional con esta clase de cine.
En suma, no hay que pedirle al cine nacional más que esto, porque esto es lo que puede dar, como tampoco se le puede pedir más de lo que da a Argentina. Habrá que comprender que los Caetano, los Burdman, los Aristarain, los Piñeyro (Enrique y Marcelo), son rara avis de nuestra cinematografía y que no marcan la norma, que no generan escuela, que son hitos (gigantescos) pero no tendencias, que tienen que irse del país para desplegar su potencial. Que por eso, las pérdidas de tipos como Bielinsky o Mignona son terriblemente trágicas, porque no hay quién los reemplace, quien los honre con la sucesión. Que nuestro periodismo cinematográfico es tan mediocre como el resto de las otras especialidades y que se mueve en dosis iguales de venalidad y amiguismo. Y que bueno, también el cine nacional será otra oportunidad perdida, como tantas otras de la historia de nuestro país.
Lamentablemente, cuando se haya terminado de perder, le echaremos la culpa al Hombre Araña, a los Piratas del Caribe, a Shrek o al tanque que Hollywood estrene en esos días, sin preguntarse cómo se puede competir con esos monstruos, con un tipo que camina por una ciudad durante hora y media, sin saber bien qué carajo le pasa.
De “¿Quién dice que es fácil?” destacamos a Carolina Peleritti (hermosa, babaza criolla del mes) y la química que tiene con Diego Peretti (uno de los mejores actores locales). La frase (dicha por Daniel Rabinovich, un delicioso personaje, un abogado transformado en psicólogo): “Ah, eso no sé. No hay antecedentes en ese tema. Porque una cosa es la jurisprudencia y otra la poronga”.
CONSEJO: esperar al video la primera; andate al mazo con la otra.
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