martes, febrero 13, 2007
adios Robert
NOCHES MÁGICAS DE RADIO
Despedida de un maestro, un contador de historias detrás de la cámara. Tras terminar el rodaje de “Noches mágicas de radio”, Robert Altman tapó la cámara y se fue a dormir, recostado contra la nube más cercana. Éste, su testamento de celuloide, es la melancólica despedida de un hombre que se ve venir el final, con cierta nostalgia anticipada y cierta emoción por los tiempos definitivamente idos.
“Noches mágicas de radio” es la historia de la última edición de un anticuado programa de radio de música cristiana, muy del tono del medio oeste americano. Sus integrantes parecen no darse cuenta que han pasado los años y siguen con su show en vivo, desde un teatro polvoriento, seguidos por un reducido público (cada vez más reducido). Pero esta noche es diferente a las otras noches. La radio ha sido vendida a unos texanos (¡cuándo no!) y los nuevos dueños han mandado a un liquidador para sacar del aire al programa. Esa comunidad de decadentes artistas, columpiándose entre el ayer y la incertidumbre del mañana, sale dignamente a despachar los últimos minutos de aire. Mágica sesión con ángeles (precioso ángel Virginia Madsen) que merodean en el set, viniendo a llevarse el alma de un integrante del elenco; amores despechados, sueños descolocados, iniciaciones y finales.
“Noches mágicas…” tiene ese desorden místico del detrás de bastidores, como lo tenía “The Company”, la mirada de Altman al mundo del ballet (bastante incomprendida por la crítica y el público). En apariencia (sólo en apariencia) no hay historia, no hay acción. Pero a medida que el programa (la película) avanza, comprendemos que estamos asistiendo a una despedida, tristona y dulce, con una lágrima que oscila sin animarse a estallar. Ese grupo de artistas de medio pelo, cercados por el tiempo, el mercado y la muerte (tal vez, quién puede decirlo, sean todos ellos sinónimos) es la carta de naturaleza de ese artesano genial que nos dejó el año pasado.
Aquí, con anticipación profética, Altman levanta una mano y nos dice que no lo extrañemos tanto. Siempre habrá otros debuts, otras voces, otras historias que serán contadas. “La muerte de un hombre viejo no es una tragedia” acierta un personaje, desde la penumbra de un cadáver. Eco del celuloide, Robert Altman nos sonríe desde la nada, con la misma dignidad que Garrison Keillor (G.K.) se niega a despedirse de su público.
En el apunte (del excelente elenco), anotamos a la espectacular Meryl Streep cuyo máximo desafío, en el futuro, será trabajar en algún película dónde desempeñe un papel mediocre. Porque todo lo que hace, lo hace más que bien. Un hallazgo Garrison Keillor, guionista del filme, que verdaderamente tiene un programa de radio de ese estilo. La banda de sonido, de colección.
Escenas destacadas: la charla entre el ángel y G.K.; la charla entre el ángel y el liquidador; la canción despechada que canta Meryl Streep; la última reunión en el café; la muerte del cantante. Las mejores frases, mañana.
CONSEJO: sólo para fanáticos de Robert Altman.
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