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críticas chatarras

viernes, diciembre 15, 2006

frases de “sin destino” 

“Hoy no fui a la escuela. Le pedí a mi maestro que me dejara ir a casa. Le di la carta de mi padre, en la que me excusa por razones familiares. Él me preguntó cuál era la razón. Le dije que mi padre había sido convocado a los campos de labor”.

-Ellos están usando a los judíos de Budapest para negociar con los Aliados.
-¿Y las ejecuciones en masa en Polonia?
-¡Es diferente! Polonia no es Hungría.

-Tu padre parte mañana
-Lo sé.
-Estoy seguro que también sabes que tus despreocupados días de la infancia terminaron. Tú también eres parte del destino común de los judíos, ahora. ¿Sabes lo que eso significa?


Estaba preocupado por no entender lo que le decía a Dios. Creo que mezclé un poco las palabras. Pero al final del rezo, sentí que habíamos logrado hacer algo por papá.


-Bien, ellos pueden odiarme, pero no pienso que me odian a mí. No especialmente, sino en general.
-¿Odian en general?
-Sí, en general. No a ti… no a mí sino… la idea de un judío.

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-Porque yo no sé realmente lo que es…
-¿Lo que es qué?
-Ser judío.
-¡Todos saben lo que es!
-Es una religión. Pero estoy interesada en lo que significa. Todos saben que es. Es una diferencia que nos separa de otras personas. Como si uno decidiera ser diferente y no una cosa que traes. No traigo la diferencia aquí, está dentro mío. Pero no sé si tengo que enorgullecerme o avergonzarme.
-No debería ser ni una cosa ni la otra.
-Entonces, ¿cuál es el punto de usar esta estrella amarilla?
-No hay punto. Ninguno.

Sólo cuando empecé a reconocer el riesgo de mi apuesta, comencé a disfrutar el juego. Estaba empezando a entender el simple secreto de mi universo: podía morir en cualquier lugar, en cualquier momento.

-Los alemanes son una raza culta.
-Los campos en Polonia son cultura, supongo…
-No esparza rumores…

¡Gente! Acaban de alcanzar la frontera húngara. Será la última vez que escucharán hablar en húngaro. Les hablo de hombre a hombre. Si alguno tiene dinero, algo de valor o cualquier otra cosa, dénmelo ahora. No necesitarán nada valioso adonde van. Los alemanes les sacarán todo lo que escondan. Seguramente preferirán dejar sus cosas en manos húngaras. Somos húngaros, después de todo.


-¿Puedes ver algo?
-Una estación. Creo.
-¿Algún nombre?
-Sí. A-usch-witz-Bir-ke-nau...
-¿Alguien saben dónde es?
-¿Qué es lo que dijiste?
-Auschwitz-Birkenau.
-Nunca escuché de ese lugar.

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Me di cuenta de inmediato que era más chico, más pobre, podría decirse un campo de concentración provincial. Las duchas y los crematorios sólo eran para los campos importantes.


Un buen lavado es fundamental. En nieve, escarcha, siempre. Si no tendrás costras. Siempre debes tener un pedazo de pan en tu bolsillo. ¿De dónde? De la ración del día previo. Por supuesto, no es suficiente, como la ración. El desayuno, no lo dejes pasar. Un pedazo, no más. Para tu autoestima. ¿Sabes lo que es la autoestima? Es más importante que el pan y la sopa. ¿Quieres volver a casa? ¿Caminar otra vez por las calles de Budapest? Sin autoestima, no lo lograrás.

Siento ahora, por primera vez, el significado de la palabra victoria.

Eres libre. Estás vivo. Trata de ser feliz con vida y triunfo.

-¿Busca a alguien?
-Sí.
-¿Quién?
-Bandi Citrom.
-No está en casa. No está por el momento... no del todo… ¿Quién lo busca?
-¿Quién es?
-¿Dónde está…?
-Está buscando a Bandi Citrom.
-Él no está en casa. Vuelva más tarde. En unos días. Quizás...

-¿Qué se sienta ahora que vuelves a casa, al barrio que dejaste?
-Odio.

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-Los campos no son el infierno.
-¿Qué son entonces? Sólo puedo imaginarlo como el infierno.
-No puedo imaginar el infierno.
-No puedo ver cuál es la diferencia…
-El infierno no existe; pero los campos, sí.


-Morí una vez.
-¿Qué es lo que dices?
-No puedo estar enojado nunca más.

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Cobré fuerzas y me detuve, por un minuto, en la plaza. Era esa cierta hora, ahora, aquí, la había reconocido. Mi hora favorita en el campo. Estaba lleno de un agudo, doloroso e indefenso sentimiento; me sentía nostálgico… Sí, en cierto sentido, la vida era más limpia y simple. Aquellos que me salvaron, regresaron a mí. Por primera vez pensé en ellos con un dulce resentimiento, una especie de cariñoso rencor, pero no exageremos. Acepto los pro de estar vivo. Miro alrededor la amable plaza oscura, los remolinos en la calle que, pese a todos, mantienen tanta promesa. Siento que una buena predisposición crece en mí: debería continuar esta incontinuable vida. Recuerdo mi madre y sus planes de convertirme en ingeniero o doctor. Y sé que sucederá. No hay nada tan inimaginable que no se pueda soportar. Y dentro mío sé que me acecha, como una trampa inevitable, la felicidad. Aún junto a las chimeneas, en la pausa entre los tormentos, había algo parecido a la felicidad. La gente sólo pregunta sobre los horrores, aunque debería hablarles de la felicidad en los campos, la próxima vez… si preguntan. Y si no lo hacen. Y si no lo me olvido.

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