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críticas chatarras

martes, septiembre 12, 2006

angustia en tiempo real 

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VUELO 93

A poco de cumplirse el primer lustro del atentado que le cambió la cara al mundo, se estrenó “Vuelo 93”, la historia del único avión secuestrado por Al Qaeda que no alcanzó su objetivo el 11 de septiembre, ante la rebelión de los pasajeros que se inmolaron tratando de detener a sus captores.

Paul Greengass, director y guionista del filme, era consciente de que tenía una brasa caliente entre las manos. Hay una vieja discusión, cuando el cine cuenta tragedias reales: ¿es lícito manipular la historia como si fuera ficción? ¿Hay un límite ético que no se debería atravesar? ¿O la eficiencia al contar la historia es la que manda, más allá de los muertos, el sufrimiento y el dolor?

Greengass marcó su posición al elegir cómo contar la historia del avión secuestrado: un formato cuasi-documental. Por momentos, olvidamos que estamos viendo una recreación y que no estamos asistiendo a una edición de videos amateurs filmados dentro del avión, en el mismo momento del secuestro. Esa primera elección estética define el filme, reforzada porque Greengass prefirió contar con un elenco sin famosos (apenas un irreconocible David Rasche, (a) Sledge Hammer, con castor rojizo haciendo juego) y hasta mezcló a los auténticos protagonistas del 11 de septiembre (varios militares, empleados de la Torre de Control) en el reparto. Ese escrúpulo por la fidelidad, es una postura ética desde la estética: respetar a las víctimas y su drama.

Vale recordar esto, porque “Vuelo 93” no es una película fácil para entrar; pasan muchos minutos hasta que nos metemos en la piel de los personajes, hasta que sentimos lo que es estar prisionero en un vuelo, sabiendo que se va a morir. El efecto catártico de “Vuelo 93” se da al final. Obra por acumulación, llega como una cascada, con más fuerza de lo que uno puede prever.

Es por demás interesante hacía dónde apunta la historia, cuando nos hacemos partícipes de la más cruda violencia, cuando los mansos se rebelan para acabar con su opresor. Hemos visto escenas más violentas, más duras, en la pantalla actual. No hay nada que se muestre, en el fragor de esa cámara temblorosa, que nos haga apartar la vista. Pero esos momentos, del pasaje intentado terminar con sus captores, están entre las escenas con mayor voltaje de violencia que hayamos visto en los últimos tiempos.

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¿Por qué pasa esto? ¿Cuál es el secreto que hay detrás de esta exposición de hechos de Greengass para que nos turbe, de tal modo, al final de los hechos (que conocemos y sabemos por anticipado)? Una pista puede estar que el estilo documental haya obrado para anestesiarnos el reflejo automatizado de espectador cinematográfico. Por un momento, recuperamos nuestra credulidad. Hay un instante en que olvidamos que asistimos a una película y nos ponemos dentro del avión. Dejamos de estar en la butaca del cine, para ser compañeros del vuelo en desgracia.

Pero, arriesgo, hay otro detalle dramático, para que esa explosión violenta del final nos llegue. Creo porque hemos visto, antes, a las personas que ejercitarán la violencia. Gente común. Preocupados por el itinerario turístico o los problemas con el marido o el trabajo. Tipos sin historial de violencia. No hay soldados, no hay policías, ni tipos con mala cara. Por eso, cuando los tipos se vuelven salvajes al final, en el último intento de sobrevivencia, el cambio es tan fuerte que nos arroja su potencia a la cara. El terrorista que, hasta entonces, ha llevado las de ganar, se asusta. Los mansos se han puesto de pie. Y no hay nada peor que la violencia que ejerce aquel que no es un profesional de la violencia. Porque es una violencia sin orden, caótica, jadeante, plena de arañazos, moretones, huesos quebrados, saliva y sudor. Una violencia que nos devuelve al depredador y al depredado.

Ése es uno de los grandes hallazgos de “Vuelo 93”. Llevarnos al principio de la evolución. Hacernos recordar que, tal vez, ése haya sido el éxito más grande de gente como Bin Laden: volvernos salvajes.

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Escenas a destacar: la torre de control divisando las Torres en llamas, tras el primer impacto; el momento en que se pierde la señal del primer avión, en la pantalla de radar de la torre de control; la escena final, con el pasaje tratando de abrir la puerta; la toma del avión; la chica que se despide de su madre, agradeciendo la gentileza de la señora a su lado que le prestó el celular, para decir adiós antes de morir; el rostro del terrorista que se ve venir el malón y sabe que está solo, del lado de la puerta; los terroristas rezando, al mismo tiempo que rezan las víctimas.

Frases: “¿Dos aviones se estrellaron en el World Trade Center? Acabamos de salir de Newark y el tiempo estaba hermoso”, “Debían ser estudiantes de vuelo”; “Tenemos que hacer algo. Ellos no van a aterrizar este avión”; “Hola, ma, soy yo… una amable señora me prestó su celular y me dijo que te llamara”; “Tenemos cielo despejado”, “Bien. Será un buen día en la Costa Este”; “Hazme un favor, tú guiaste a United 175. ¿Le preguntas si puede ver a American 11?”; “Un tipo se comunicó conmigo. Oí voces... en el fondo. No era estadounidense. Tenía acento extranjero. Dijeron algo sobre tomar la cabina”; “Powell, ¿qué tienes?”, “Un secuestro al teléfono. Boston”, “¿Es un simulacro?”; “Salió del radar. Paul. Paul, la ubicación de American 11 desapareció”, “¿Dónde desapareció?”, “Justo en Manhattan"; “Greg, mira el World Trade Center”, “¿Qué?”, “Mira el Trade Center. Bob, ¿ves eso?”, “Es mucho humo”; “Les diré algo, no es un avión chico. Para nada. Es enorme. Un Cessna habría rebotado. ¡Qué agujero! Miren a la gente sentada... Tengo un mal presentimiento. Se los anticipo. ¿Fue el American 11? ¿El que rastreaban?”; “Sepan que ha sucedido algo importante en Nueva York”; “Matémosla ahora. No la necesitamos”, “¡En el nombre de Dios! Señor, me he rendido ante Ti. Te he dado mi fe. Dependo de Ti”; “No puedo defender toda la Costa Este con cuatro aviones”; “Nadie entra al país a partir de ahora”, “¿Nadie?”, “Nadie. Cierren la Costa Este. Cancelen todos los vuelos de Europa. Cancelen América del Sur, cancelen la Costa Oeste... tampoco nada del norte”, “¿También cancelamos Canadá?”, “Sí, también. Cerraremos el espacio aéreo. Sin excepciones. Nadie entra, nadie despega. Que todos aterricen”, “Piensa un momento. ¿Cerramos ahora todo el país?”, “Así es. Estamos en guerra y hasta no saber qué hacer, cerramos las puertas”

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“Ésta es una misión suicida. Tenemos que hacer algo. No van a aterrizar el avión. No nos llevarán al aeropuerto. Creo que no tenemos otra opción. Si vamos a morir, moriremos. Nos llevan contra un edificio. Moriremos”; “Jack, ¿estás allí? Despierta, cariño. De acuerdo. Sólo quiero decirte que te amo”; “Estamos solos aquí arriba. Nadie va a ayudarnos. Debemos hacerlo. ¿De acuerdo?”; “Hola, mamá, soy yo. Estoy en un avión secuestrado. Te llamo para decirte... que te amo y para despedirme. Una mujer muy amable me prestó el teléfono para que te llamara”; “No quiero estar aquí. Cariño, no quiero estar aquí. Cariño...”; “¡Si no logramos entrar, todos moriremos!”;

CONSEJO: ir a verla.

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