martes, mayo 30, 2006
tres al precio de uno
EROS
Rejunte de mediometrajes de tres grandes directores. De menor a mayor, empezamos con el absurdo de Michelangelo Antonioni, pasamos por el correcto pero no demasiado original de Steven Soderbergh y terminamos con el brillante segmento dirigido por Wong Kar-Wai que justifica la película entera. Estos desniveles estilísticos y temáticos conspiran contra la unidad del filme. Pero no hay que verlos como una película, sino como una asociación de mediotrajistas que buscaron una salida comercial. Así que hay que juzgarlos por separado, sin buscar ninguna relación temática entre ellos.
"El peligroso filo de las cosas" es la historia de una pareja en crisis y la infidelidad de uno de sus integrantes. Digamos, eso parece ser la historia. Porque este pastiche pseudointelectual tiene un único punto a favor que justifica el esfuerzo de Micheangelo Antonioni, a sus ochenta y pico de años, por llevar esta historia al celuloide: tener a dos mujeres desnudas en pantalla. En especial, a Luisa Ranieri, la pulposa morocha acapara varios minutos del maestro. Digamos que entre tantos motivos que se esgrimen (explícita o implícitamente) para ponerse detrás de la cámara, éste no es menor.
El segundo corto, "Equilibrio", es una caja china de sueños. Un ejecutivo en los '50, sueña recurrentemente con una mujer. El tipo (al borde del colapso) le cuenta este sueño a su psicólogo que está más interesado en espiar a la vecina de enfrente que en resolver sus dudas existenciales. El final nos recuerda a "La noche boca arriba" de Julio Cortázar, una sorpresiva vuelta de tuerca. Con mucha corrección, al lado del capítulo anterior, el de Soderbergh parece una obra maestra. Tiene sus truquitos formales (el uso del blanco y negro y el color; la cámara bamboleándose en el sueño; la materia prima de la realidad usada como elementos de los sueños) y alguna buena actuación (la de Alan Arkin, el psicólogo enamorado). Pero no deja de ser un ejercicio menor.
Lo que salva la entrada es "La mano", el segmento del hongkonés Wong Kar-Wai ("2046", "Con ánimo de amar", "Felices juntos"). Es una triste historia de amor (las únicas que vale la pena contar). Zhang es un aprendiz de sastre que tiene que tomarle las medidas a una de las clientas principales, la señora Hua (la bellísima Gong Li), una promisoria prostituta de lujo. El primer encuentro es bochornoso para Zhang. Pero se lleva una sensación que lo marcará de por vida: la mano de Hua escurriéndose entre sus genitales.
Desde ese día, Hua será el amante silencioso, la sombra rozándola al tomar las medidas, el testigo del paulatino deterioro de la muñequita de lujo que va a su inexorable y progresivo deterioro. La última escena entre Hua y Zhang es antológica (ese beso deseado y negado). Es la gema refulgente de los tres capítulos y, por sí sola, eleva varios escalones la película. Hasta el formato breve le permite a su director evitar algunos de esos tics de su filmografía (cierta morosidad que va de la mano con un regodeo visual). Cierra de todos los ángulos. Para no perdérsela.
CONSEJO: se puede esperar al video. Pero no deje pasar el capítulo de Wong Kar-Wai.
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