martes, abril 04, 2006
pa-pá. mi papá. ése es mi papá.
DERECHO DE FAMILIA
-Hace casi diez años que vas a festivales europeos con tus películas. ¿Qué te parece que esperan de las pelis argentinas? ¿Cambió la expectativa en este tiempo?
DANIEL BURMAN: -Es contradictorio… El discurso es que ahora que ya pasó un poco la crisis, quieren ver otra cosa. Pero cuando ven otra cosa, no quieren ver otra cosa… No está muy claro. Quieren algo diferente, pero no tan diferente. “Meteme un aborigen, meteme algo para que me cierre…”. Todavía está bastante estigmatizado el cine latinoamericano. Es como que inconscientemente Europa necesita reafirmar lo que el economista inglés David Ricardo llamó la división internacional del trabajo: los suizos hacen relojes, nosotros mandamos carne… Cada uno hace lo que tiene que hacer, y nosotros hacemos películas de tipos que están mal. No podemos hacer películas de clase media aburrida con amantes, porque de eso se ocupan los franceses (risas). Lo tienen cubierto. Y los iraníes que hagan chicos corriendo un globo. Tratemos de mantener las cosas en su lugar…
(revista “haciendo cine”, marzo 2006)
Perelman (Ariel) es abogado. Perelman (Bernardo), también. Perelman (Ariel), tiene un hijo. Perelman (Bernardo), también. Perelman (Ariel), vive con el traje y la corbata puesto. Perelman (Bernardo), también. Y allí acaban las semejanzas, porque como bien lo dice Ariel “él se dedicó a la ley; yo a la justicia”. Y hay más: porque Perelman (Bernardo) es un tipo que le saca tema a cualquiera, sabe un poco de cualquier cosa, se conoce a medio Tribunales, no respeta una cola (léase hilera y/o fila) y es capaz de adoctrinar a un falso testigo en el bar de la esquina antes del juicio. Todo lo contrario al otro Perelman (Ariel), muy formal, rebuscado para expresar sus sentimientos, docente y defensor de pobres.
Son tipos tan distintos, Perelman (Ariel) y Perelman (Bernardo) que no parecen que el primero sea el hijo del segundo.
DANIEL BURMAN: ..., creo que los padres son un invento del siglo XX. Es un momento de una responsabilidad enorme. Y uno siente que ocurre en desventaja con las madres que parece que vienen con un manual. La paternidad es algo construido, ficticio, que genera una mayor creación. Ser madre es como filmar un documental y ser padre, filmar una ficción.
(“ñ”, 01.04. 06)
O eso se cree Perelman (Ariel). Porque para el espectador basta verlos patinando Tribunales con el mismo paso enérgico, bajar las escaleras con el mismo saltito o agarrar el pebete de jamón y queso de la misma forma, para reconocer la herencia genética de uno en el otro.
La mejor película de Daniel Burman, una gran película para reconciliarse con el cine argentino. “Derecho de familia” (anótenla para el Oscar y el Goya, aviso, y ya sé que recién estoy en abril) es la mejor película de Burman, la más redondita y emotiva, absolutamente deliciosa y humana.
Burman es, posiblemente, de los cineastas argentinos de esta generación, el mejor para detallar, con pequeños gestos, miradas y diálogos cotidianos, a sus personajes. En la mayor parte de sus películas, esa riqueza con las que elabora a sus personajes, a veces conspira con la estructura de la historia y el resultado parece quedar a mitad de camino. En “Derecho de familia”, sin embargo, logra algo cercano a la perfección. En ningún momento la historia se pierde y, lo que es mejor, tampoco se renuncia a ese estilo Burman.
DANIEL BURMAN: Después, con mucho tiempo y varias películas, creo que lo único que uno aprende es que es un boludo más entre miles que hacen películas; y que si le va muy bien, es un boludo más entre cientos. Pero que de todas maneras es un boludo más que hace películas. O sea que nadie está esperando tu plano maravilloso para respirar… Lamentablemente uno tarda tiempo en entender eso. Y que el cine es, de las actividades del universo, una muy innecesaria, y que dentro de esa banalidad uno es un tipo más… Cuando uno asume eso, creo que empieza a disfrutarlo como loco. Al menos ese fue mi caso. Si el cine llega a tener alguna importancia, es porque se la da el espectador; pero en sí no tiene ninguna.
(revista “haciendo cine”, marzo 2006)
En “Derecho de familia”, Daniel Burman logra un acierto artístico: que las pequeñas cosas cotidianas (una taza de té, un despacho oficial, el expediente sobre el mostrador, el tostado comido en el barcito ratón de la esquina) alcance una tristona pátina existencial. Esas cosas repetidas, esos lugares comunes de la visión, toman un tono distinto, una mirada de la última vez. Esos ladrillos de nuestra cotidianeidad que construyen un puente hacia el futuro, meros artificios de mago chambón, estrellita que brilla cada vez menos en la noche, tirando alguna chispita más, relumbrando tozuda, antes de desaparecer en la oscuridad.
Esta sobreacumulación de pequeños detalles es clave en esa última escena del acto escolar, la de la epifanía de Perelman (Ariel), porque comprendemos, junto al protagonista, que esos nimios rituales diarios adquieren un significado místico. Y que esas caminatas con papá por Tribunales, llevándole la valija, se revelan como un acto de amor que desconocíamos, hasta que nosotros mismos lo repetimos con nuestro hijo de la mano.
DANIEL BURMAN: Truffaut decía una frase que sintetiza exactamente la película: No debe de haber momento más importante en la vida de un hombre, que aquel día en que se da cuenta de que sus hijos son más importantes que sus padres. Y eso es genial. Te das cuenta de que una línea de fiebre de tu hijo te importa mucho más que lo que puedan decir tus padres de tu vida. Pero ese cambio es invisible y convertir esos momentos en algo transmisible para el espectador me parece algo muy rico, muy interesante.
(revista “haciendo cine”, marzo 2006)
Un apunte para el guionista novel: prestar atención al (ab)uso del relato off. En general, suele ser un síntoma de mal guión, de un error de escritor. No es éste el caso. Y es bueno tenerlo de ejemplo, porque indica que, en arte, las reglas absolutas están hechas para ser rotas… si es que funciona al hacerlo. En “Derecho de familia”, en ningún momento molesta el relato en off y hasta adquiere valor dramático, para un personaje que le cuesta verbalizar lo que piensa.
El elenco es parejo y bueno. Daniel Hendler, actor fetiche de Daniel Burman, es fundamental para este personaje. Otro halago para Arturo Goetz que encarna, brillantemente, a este abogado piola que se acuerda el nombre de todas las empleadas de Tribunales y las fechas de sus cumpleaños y de casamiento. Son las dos puntas de un elenco parejo y creíble, responsables, también, del clima que logra el filme.
Escenas: la última mirada de Perelman padre a su hijo, en la plaza; la escena final, del acto escolar; la presentación de personaje de Perelman (Bernardo); el diálogo entre el Perelman (Ariel) con su tío, en el baño; la secuencia de Perelman (Bernardo) escribiéndole la presentación judicial a su hijo, en una servilleta de papel.
Frases: “Porque el caracol es hermafrodita”, “¿Y el lechón?”, “No, doctor. El lechón es heterosexual”; “Así que, finalmente, Perelman tenía un misterio. Y se fue sin decirlo. O, a lo mejor, no. A lo mejor lo dijo, a su manera. Pero yo ya estaba muy grande para entenderlo”; “Decime, ¿tu viejo nunca te dijo si se mueve a Norita?”; “¿Por qué este afán participativo? Si yo pago es, justamente, para no participar”; “Mi familia viene de Polonia, los tuyos son gallegos. Somos la típica familia judeocristiana argentina. ¿En qué momento apareció un suizo, me querés decir?”
DANIEL BURMAN: En Europa no entienden que no es que uno quiera hacer cine de documental sino que, de verdad, de mis compañeros de banco uno era peruano, otro boliviano, otro judío. Es parte de la vida cotidiana en la Argentina. Yo estoy feliz de vivir en un país donde la tolerancia no es un tema, donde hay una comprensión del otro como alguien diferente.
(“ñ”, 01.04. 06)
“Perelman, quiere caca”, “¿Cómo caca? ¿Otra vez? Si ya fue esta mañana…”; “Y bueno… ¿qué apuro hay? Si todavía hay tiempo para parecerse… si quiere parecerse… en lo que quiera parecerse”.
DANIEL BURMAN: … y creo que ese es el discurso que hay que combatir, el discurso eurocentrista, que supone que nosotros vivimos en un país en crisis, y que acá todo gira en torno de la crisis. Y eso es mentira, porque hasta en las situaciones más críticas sigue existiendo la vida cotidiana; en cierta medida, en abstracción de esa situación crítica que los rodea. Y eso a los europeos les cuesta entenderlo: que incluso el tipo que se dedica a revolver la basura, en cierto momento llega a su casa y se pega un baño, y come lo que haya en la mesa, por poco que sea, y habla de otra cosa.
(revista “haciendo cine”, marzo 2006)
CONSEJO: ir a verla. Obligación de espectador argentino. No joda.
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