miércoles, febrero 08, 2006
ni fu ni fa
LA CORPORACIÓN
Presentado como un thriller, "La corporación" no es una cosa ni la otra. Como thriller, carece de suspenso; como comedia negra, carece de humor; como denuncia social, le falta sutileza. A mitad de camino de todo, esta nueva película de Costa-Gavras, adaptación de una novela de Donald Westlake es un intento fallido, demasiado cercano a la intrascendencia.
Bruno Davert es un ejecutivo top de la industria papelera, quien un buen día pierde su empleo, por esas cosas de las absorciones, relocalizaciones y ajustes de personal. Pero se siente esperanzado: con su currículum, no tendrá problemas para reinsertarse en el mercado laboral. Dos años después, sigue buscando empleo. La indemnización se ha acabado, su esposa ha tenido que tomar dos trabajos para mantener la casa y su hijo lo ayuda a examinar clasificados y preparar cartas. Con un claro matiz darwinista capitalista, el cerebro de Davert hace un clic y se le ocurre que lo mejor que puede hacer es eliminar a la competencia. Enfoca la mira en un puesto y, antes que se logre la vacante, se saca de encima a los potenciales candidatos que podrían superarlo. Y cuando hablamos de sacarse de encima es, literalmente, eso: asesinar a sus rivales, uno a uno.
Como planteo, promete. Pero allí empieza a fallar la película. El primer síntoma: el excesivo relato en off, que termina siendo tedioso. Podría ser un apunte dramático, para un personaje paranoide que se ha acostumbrado a hablar solo, a pensar constantemente, para escapar de la trampa sin salida en la que se encuentra. Pero, en más de una escena, el objetivo es dar información del pasado del personaje o aclarar algo de la trama. Suena la alarma del kit básico del guuionista: ese relato en off es un error de guión.
Los personajes secundarios tampoco aportan mucho para sostener la odisea del personaje. Falta un personaje confesor para Bruno Davert y un antagonista de relieve.
Algunos guiños de Costa-Gravas para destacar: la presencia de la publicidad (casi siempre, vulgarmente sexual), como tema subliminal en segundo plano, acechando en calles y muros. Otra: el desempleo como un tema que cruza a toda la sociedad. Más de un personaje (el mecánico, el policía) le confiesan a Bruno que tienen a algún familiar en la misma situación. El interrogatorio se repite: ¿ajuste de la plantilla? ¿reestructuración o relocalización?.
Un capricho de guionista: me hubiera gustado otro final para la escena de Bruno y Machefer (el gerente de Arcadia). Que los dos personajes, en ese momento cumbre del filme, empiecen a hablar, con apasionamiento, de lo que saben hacer, que es fabricar papel. Describir los nuevos hallazgos, proponer modificaciones, intercambiar ideas y desafíos. Y finalmente, que Bruno lo mate. Que quede en claro que son dos hombres que están dedicados a otra cosa que a lo que saben hacer. Este capitalismo globalizador los ha llevado a que su principal ocupación sea, no la de fabricar papel, sino la de mantener el empleo.
Una escena muy bien resuelta es la de Bruno con el consejero matrimonial. Y allí está expuesto otro mecanismo perverso de esta crisis de empleo mundial. Faltan puestos, pero en vez de examinar que no hay puestos de trabajo para tantas personas que buscan empleo, se invierte la carga y toda la culpa es del tipo que no encuentra trabajo. O que no hace bien el currículum, o que la foto que puso no es lo suficientemente positiva, o que tiene ira o enojo y que piense que su vida no es sólo un trabajo. Mientras, el tipo se sigue hundiendo sin que nadie le tire una mano. Detalle patológico de una sociedad enferma que prefiere seguir la táctica del avestruz y culpar a la víctima, i.e., hacerla dos veces víctima.
Escenas destacadas: el crimen que inicia la película; la charla entre Bruno y el vendedor - competidor, en el probador; la charla en la cocina entre Machefer y Bruno; la conversación con el consejero matrimonial.
La frase: "Yo no soy mi trabajo. Pero, ¿cómo puedo tener una vida si no tengo trabajo?".
CONSEJO: esperar al video sin apuro.
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