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críticas chatarras

jueves, enero 19, 2006

te estoy hablando a tu corazón 

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PALABRAS MÁGICAS

Pomposa, soberbia, pretenciosa, ridícula, un guión fallido. Algunos lugares comunes de la crítica local e internacional sobre "Palabras mágicas". Nuevamente, el Frente Mancomunado Destructor de Richard Gere que hace su aparición ante cualquier película del actor norteamericano, sea buena, mala o regular. Lamentablemente, esa manía persecutoria se descargó contra una historia muy interesante y una película con más de una idea destacable. "Palabras mágicas" no es una obra maestra monumental, un clásico del cine. No. Pero tiene mucho más para analizar que lo que la mediocridad de nuestros críticos pueden percibir. Es una lástima que, gracias a los formadores de opinión locales, posiblemente pase desapercibida por las pantallas nacionales.

Saul es el todopoderoso padre de familia, sol en el que orbitan su esposa Miriam, su hijo adolescente Aaron y su pequeña hija Eliza. Profesor universitario, judío practicante, la especialidad de Saul es la Cábala hebrea y los escritos de Abraham Abulafia, un místico hebreo medieval. Dios puso la energía del Universo en una esfera de cristal que no pudo soportar tanta energía y explotó en innumerables pedazos (el Big Bang de la astrofísica). Dios nos da la esperanza de que, por la acción del hombre, los pedazos puedan volver a reunirse. Para Abulafia, uno de los métodos era jugar con las palabras, encontrarle dimensiones adicionales, repetir permutaciones recurrentes, para lograr un estado místico que posibilite hablarle a Dios y que éste, verdaderamente, escuche.

Para sorpresa de Saul, su pequeña hija Eliza se destaca especialmente en los concursos escolares de deletreos. Con sus seis años, gana prueba tras prueba, superando a chicos que la doblan en edad. No es que Eliza sea un precoz erudita, sino que ella "ve" las palabras, las observa a su alrededor, ordenándose en el aire, dándole la respuesta correcta. Lentamente, Saul comprende que su hija está cruzando esa línea que señalara Abulafia, un límite que él intentó en vano. Eliza está a un paso de hablarle a Dios y que Dios la escuche.

A partir de esa revelación, Saul se vuelca de entero al entrenamiento de la hija, relegando a su esposa y a su hijo que afrontan sus propias pruebas místicas, que recorren sus propios caminos hacia Dios.

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De eso trata "Palabras mágicas", de la búsqueda trascendental de Dios. Tal vez por eso haya generado ese rechazo en los críticos, porque es un tema que brota la epidermis en estos tiempos de exaltación del consumo y ateísmo militante.

En la primera parte del filme, hay tres personajes que girar alrededor de ese Padre Todopoderoso, soberbio, desbordante, seguro, dueño de todas las respuestas. Miriam, Eliza y Aaron son pálidos reflejos de ese Saul que todo lo sabe y todo lo domina.

Pero en la segunda parte, los roles se invierten. Saul es el desesperado padre de familia que ve perder todo lo que lo rodea, que ve perder su seguridad y su control. Su esposa y sus hijos han llegado a Dios, a su manera, por caminos alternativos y, como el héroe que ha vencido, una vez que se ha rozado la epidermis de la Divinidad, se está alejado para siempre de aquellos que apenas lo han intuido.

"Sólo tienes palabras vacías" lo acusa su esposa en una escena. Saul es el estudioso que ha tratado de llegar a Dios por la razón, por las palabras, por el discurso. Pero la experiencia mística es personal, inefable, irracional. Al estilo budista, las palabras son anclajes a un ilusorio mundo físico. El método de Abulafia es desgastar las palabras, provocar que pierdan su significado, para descubrir al Dios detrás de la ilusión del cosmos. Saul está tan aferrado a las palabras y a lo que ellas quieren decir que ha perdido esa posibilidad, ese camino de enfrentar a Dios.

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Esa es la pulseada dramática en la trama de "Palabras mágicas". Es el paralelo que se encuentra en el mantra repetitivo de los Hare Krishna y las permutaciones murmuradas por Eliza, antes de caer en el trance místico. Es la dorada manía de Miriam que luce desquiciada, sólo porque ha trascendido a una verdad que los otros no pueden comprender. Toda esa riqueza conceptual está detrás de lo que para algún apurado es la historia de una nena que gana un concurso de deletrear palabras. Y, por eso, porque éste es el tema del filme, es la tesis que sostiene toda la acción, "Palabras mágicas" no tiene fallas conceptuales de guión. La historia, con más o menos maestría, está bien contada, está subordinada a esa tesis y no se delira por otros caminos. Los que verdaderamente se extraviaron por otros jardines fueron aquellos críticos que vieron una película distinta a lo que estaba pasando en pantalla.

De un elenco parejo, se destaca Flora Cross como la pequeña Eliza, mención patriotera, también, porque la chiquita vivía con su padre (un periodista francés) y sus hermanos, en San Telmo, cuando recibió el guión. Así que (siguiendo esa tradición de subirse al carro triunfal) es "casi, casi argentina".

Escenas: Saul sacando a su hijo de una congregación Hare Krishna, amenazando llamar a la policía (un guiño de Richard Gere a la platea); el concurso final de deletreo; las dos escenas sincronizadas, entre Aaron con el mantra budista y Eliza con las permutaciones cabalísticas; el descubrimiento del depósito de Miriam; la charla final de Miriam y Saul en la clínica.

Frases: "Origami"; "Las palabras son muy importantes. Con ellas le hablamos a Dios. Dios es las palabras"; "Los pedazos del universo pueden reordenarse por la acción del hombre. Esa es la esperanza que Dios le da al hombre, que podemos arreglar los destrozos de la Creación".

CONSEJO: esperar al video, pero anote. Para espectadores atentos.

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