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críticas chatarras

viernes, enero 13, 2006

amor comunitario 

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LAS MUÑECAS RUSAS

¿Se acuerdan de esa saludable comedia de jóvenes estudiantes europeos, que conviven en un albergue estudiantil en Barcelona? "Piso compartido" era su título en Argentina ("El albergue español" en otros lares). Bueno, esos personajes vuelven, cinco años después, con la crisis de los 30 explotándole en la cara. Con un poco de menos gracia, no tanto de ese dinamismo juvenil que mostró la primera parte, pero con el carisma intacto de los protagonistas, "Las muñecas rusas" es otra historia de amor para disfrutar en la butaca.

Xavier deambula por la vida. De casa en casa, de trabajo en trabajo, de mujer en mujer, todo le sucede con el mismo vértigo con que se intercambia información, población y mercancía en la Comunidad Económica Europea. Pero detrás de ese tumulto, está la necesidad de fijar, con sólidos anclajes, algunos hitos importantes de la vida personal: el trabajo que se quiere hacer, la mujer que se quiere amar.

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Aquellos estudiantes de "Piso compartido", hoy son jóvenes desorientados que buscan su identidad (como esa Europa comunitaria, como lo definiera su director y guionista, Cédric Klapisch). Pese al eurotúnel, las notebook, las autopistas y la flexibilización laboral, los problemas son idénticos a aquellos que desvelaron a los abuelos: quién podrá amarme, cómo podré cambiar el mundo.

Ese es el viaje de Xavier que salta de cama en cama y de ciudad en ciudad. Carámbola en tres ciudades (París, Londres y San Petersburgo) para que el protagonista encuentre su amor y su lugar en este mundo. La moraleja final es ese baile patético, en la borda del viejo barco ruso, con los protagonistas tratando de seguir el ritmo de la música. Ganas, un poco de desenfado y mucha vitalidad para no perder el trencito y disfrutar de la fiesta.

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La historia está contada de esa manera deshilvanada, con volantazos y cambios de ritmo, muy europeo, que caracterizaron a "Piso compartido". Y hay momentos que se adivinan ciertas carencias de guión, cierta fatiga que amenaza con toparse con los lugares comunes o la resolución convencional. Como en esa primera parte, la frescura juvenil de los protagonistas (con Romain Duris y Kelly Reilly) a la cabeza salva la película y nos deja una sonrisa a la salida del cine.

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Escenas a destacar: la escena del roce de dedos en la calle; el baile final en la boda; el encuentro entre Williams y la bailarina; el enojo de Xavier con Wendy, en la calle; el discurso de Wendy a Xavier en el andén del tren; el monólogo de la calle perfecta (babita incluida por esa caminata de la minifalda)

Frases: "Escribir es organizar la vida"; "Si yo fuera usted, me llamaría"; "Ten cuidado. A veces lo temporal termina siendo lo definitivo"; "De verdad, no me gusta esa calle"; "Podría pasarme la vida viéndola caminar. Pero... ¿qué clase de vida sería esa?".

CONSEJO: puede esperarse al video, pero es una buena segunda opción.

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