sábado, diciembre 24, 2005
es un mono grande y pisa fuerte
KING KONG
En una frase: la película es tan grande como el simio. Peter Jackson metió las manos en uno de los grandes símbolos del arte cinematográfico, un icono máximo de esta disciplina relativamente nueva. Y comprendió (cosa que no hizo Dino De Laurentiis con el mamarracho que produjo en 1976) que hay una sola manera de meterse con los símbolos: con grandeza. Así como en su momento destacamos a Mel Gibson afrontando la Pasión de Cristo o Wolfgang Peterson con la épica guerra de Troya, destaquemos ahora a Jackson. Llevó al extremo las interpretaciones freudianas del símbolo de King Kong, buscó los límites de la metáfora sexual detrás de la bella y la bestia y construyó un monumental homenaje de tres horas al cine. "King Kong" es una de las más bellas películas de este año. La crítica agotó el calificativo "desmesura" al criticar "King Kong". Yo rectifico y repito: no es desmesura, es grandeza. Absoluta y total grandeza. Y hasta es justo que el mono más excepcional de la historia del cine, confronte con Carl Denham, el alter ego de Orson Welles, otro animal del cine, otra bestia de la lente, tan implacable, feroz y egocéntrico como el gorila que arrasa Nueva York.
La tesis principal de esta versión 2005 de "King Kong" es clara: el primer rasgo que nos diferencia de las bestias, es la capacidad de apreciar la belleza. En ese mundo salvaje y violento de la Isla de la Calavera, Kong es diferente, no por su excepcional talla, no por ser el único de su raza, no por su ferocidad; Kong es distinto porque ha visto a la bella y se ha conmovido. En su profunda mirada brilla la conciencia; sabe que anhela aquello que nunca, jamás, podrá obtener. Pero (vital pero) también es conciente de su necesidad de respetar aquello que, aunque imposible, merece persistir.
La escena en la que los protagonistas libran un duelo a muerte con insectos y vermes gigantes, con música clásica de fondo, es un momento clave del filme. Es la lucha del hombre contra la muerte, el combate del ser humano contra el olvido, desde que se incorporó sobre sus pies, en un ambiente hostil. Luchar por sobrevivir, no nos hizo diferente a los animales. Justipreciar la vida, sí. Comprender lo que nos rodea, perseguir el misterio, conmovernos ante la belleza, eso nos distinguió de la bestia, del animal, de las máquinas de carbono matándose unas a otras. Eso diferencia a Kong del resto; eso explica su tremenda y absoluta soledad, en la isla de los salvajes.
Peter Jackson dispuso de los tres actores que mejor expresan emociones con sus miradas, en este momento de la pantalla mundial: Naomi Watts, Adrien Brody y Andy Serkis (el hombre que dio movimiento al golem digital de Gollum, en "El señor de los anillos"). "King Kong" es una película de miradas, de primeros planos de electricidad emotiva que encienden la pantalla. La relación entre Kong y Ann Darrow está explicada, más que en parlamentos, en los intensos cruces de miradas entre la bella y el mono. La evolución psicológica de los protagonistas se graba en sus ojos. Es una delicia que, en una megaproducción de efectos especiales, la clave sea la actuación, el pilar más fuerte esté en lo que los actores puedan transmitirnos al mirar a la cámara.
Hay otro personaje capaz de conmoverse en el filme: Carl Denham, el tiránico director, homenaje a Orson Welles, la máquina de mirar, el perseguidor del misterio, un misterio que no puede entender, pero que siente tan importante como para arriesgar su propia vida y la de los demás (otro brillante trabajo de Jack Black). Pero este personaje se desvía de su destino, se pervierte por un puñado de dólares. A la inversa de Kong, profana el misterio, con el burdo apetito del mercader. Metáfora social, el drama existencial de Kong se transforma, maniatado en el escenario rodeado de bufones de cartón, en una caricatura ridícula, en una indiferencia atroz. El público masificado que aplaude ante el rugido y ríe cómodamente ante el chiste tonto, es una irónica mirada que el director proyecta al otro lado de la pantalla, al espectador promedio aburguesado que es incapaz de reconocer lo bello, de conmoverse con el misterio.
Jackson se permite ofrecer varios homenajes al cine y a la industria del espectáculo. Utiliza los mismos trucos de los años 30, pero con las técnicas del nuevo siglo. Un ejemplo: la estampida de los dinosaurios. Para el espectador desprevenido, hay un toque desprolijo en la realización digital de esta secuencia, algo demasiado plano, con poca profundidad de la imagen, donde notoriamente vemos a los protagonistas corriendo delante de una pantalla verde. Sencillamente es un homenaje a las películas de clase B de antaño. Adrede usa ese recurso (hoy anticuado) de actores corriendo delante de escenas proyectadas. Sólo que ahora son dinosaurios generados por computadora. Pero el principio conceptual es el mismo.
Tal vez, por eso, "King Kong" sea una película que se malinterprete para gran parte del público. Hay muchos guiños cinéfilos que pasarán, seguramente, desapercibidos para la mayoría (remember, el guionista escribiendo dentro de una jaula). Y es una lástima, porque esos guiños forman parte de esta grandeza épica del filme.
Escenas a destacar: la presentación de la época, en la primer secuencia de la película; la lucha entre Kong y el dinosaurio; Kong bailando con la bella, en el lago congelado del Central Park; la secuencia final de Kong sobre el Empire State; la postrera mirada final de Kong a Ann Darrow; Ann haciendo morisquetas ante Kong que festeja ruidosamente como un chico; Denham demandando a su asistente que traiga la cámara; la lucha con los insectos gigantes; el encuentro entre Denham y Ann.
Frases: "¡Grita Ann! ¡Grita por tu vida!"; "Herb, ¡la cámara!"; "Sólo soy un actor con una pistola que perdió su motivación"; "Soy alguien en quien puedes creer. Soy productor de filmes"; "Hay una sola cosa en el mundo que pudo hacer esto... ¡el Abominable Hombre de las Nieves!"; "¡Actores! Viajan por el mundo y lo único que ven es un espejo"; "Trae el trípode y todo lo demás para filmar", "¿Quiere que cambie a una lente de 6 pulgadas?", "El Gran Angular estará bien"; "No fueron los aeroplanos. La Bella mató a la Bestia"; “Él era un héroe. La película será en su memoria. Y todas las ganancias serán para su viuda y sus hijos”; “"Y la bestia miró la cara de la bella. Y detuvo su mano. No pudo matarla. Y desde ese día, es como si estuviera muerto".
CONSEJO: imperdible.
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