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críticas chatarras

jueves, agosto 18, 2005

en esta puta ciudad 

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LA CIUDAD DEL PECADO

"Sin City", el cómic de Frank Miller, guionista y dibujante, es un clásico del género de historieta. Creado en 1991, Miller rompe con la censura de las principales editoriales norteamericanas de historietas, recreando el policial con sus clichés de violencia y sadismo, volviendo al uso exclusivo del blanco y negro, con algún que otro color ocasional. Miller es el autor de cómics como Daredevil, también llevado al cine, y guionista de "Robocop II" y "Robocop III".

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A esta historieta, su más preciado bebé, no le había tocado el turno de ser llevada a la pantalla. Desilusionado por las adaptaciones que hizo Hollywood de sus obras, Frank Miller no dejó que nadie le pusiera una mano encima, ni siquiera Robert Rodriguez quien trató, en vano, de convencerlo. Finalmente, de su propio bolsillo, Rodriguez filmó 10 minutos de "Sin City" y se lo dio al autor, con la consigna de que si le gustaba su traducción cinematográfica, filmaban la película, y si no, se lo quedaba Miller como un regalo, como un corto para guardar en su archivo. Como sospecharán, Miller compró el proyecto de Robert Rodriguez y esta es la película que asoma a las pantallas nacionales, una joyita con altibajos de guión, pero un lujo visual, para amantes del cine y la historieta.

"La ciudad del pecado" es un puñado de historias, en una metrópoli brutal, sangrienta, macabra; pulp fiction regada en sangre: policías a punto de jubilarse, que arriesgan su vida por salvar a una niña de las garras de un pedófilo; senadores corruptos; asesinos seriales que comen cuerpos con la bendición del cardenal local; bandas de prostitutas armadas; mafiosos sádicos; policías a sueldo de los asesinos; matones heroicos fuera de tiempo. Las historias se cruzan, en las calles oscuras de la ciudad indiferente, en los callejones malolientes, los bares que huelen a alcohol barato y a chicas más baratas aún; las granjas donde los cerdos devoran lo que pocos se atreven a imaginar.

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Tomadas directamente del cómic, "La ciudad del pecado" tiene un pecado (valga el juego de palabras): olvidarse que es una película de cine. El excesivo relato en off termina agobiando, reduciendo la tensión dramática de las historias. En algún caso, el relato en off es una marca registrada del género, otro guiño como el blanco y negro o el desborde sádico de las historias. Pero, más de una vez “La ciudad del pecado” cae en el exceso; ejemplo: el segmento en el que Hartigan (Bruce Willis) va a buscar a la pequeña Nancy. No es necesario indicar que hay dos guardias, que tiene que pegarle, que los va a dormir. La imagen lo está mostrando. Puede obviarse. Es la principal falla del filme, que se vuelve un tanto esquemático, sin convertirse en el clásico que amaga con ser, en algún momento.

Pero el principal elemento de "La ciudad del pecado" es el increíble ropaje visual con el que Robert Rodríguez viste al relato, la excelente fotografía y edición (del mismo Rodriguez), los efectos visuales para convertir la película en una historieta en movimiento, repitiendo los planos, las proporciones de negro sobre blanco, los manchones de color sobre la gradación del gris. Filmada sobre pantalla verde, con fondos digitalmente construidos, la misma técnica que vimos en “El capitán Sky y el mundo del mañana” con Jude Law. La película es un regalo para los ojos, un ejemplo de que el cineasta pinta con luz.

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Debe advertirse que el filme contiene un elevado contenido de sadismo, una violencia inherente al género, que por momentos puede agobiar y hundir al espectador en su asiento. En contados momentos (como en el segmento de Marv, la máscara que oculta a Mickey Rourke), la historia se descomprime con una negra poesía marginal; en otros con un humor más negro, como en el segmento dirigido por Quentin Tarantino ("director especialmente invitado"), el largo diálogo entre Clive Owen y Benicio del Toro, pincelada de un maestro. Tal vez, eso es lo que le falte a "La ciudad del pecado": la mano de un Tarantino para jugar sobre el filo del género, sin derrumbarse en él.

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Otro puntal del filme es el elenco, un auténtico seleccionado. Anotemos algunos nombres: Benicio del Toro, Bruce Willis, Clive Owen, Michael Clarke Duncan, Rutger Hauer, Josh Hartnett, Michael Madsen, Mickey Rourke, Elijah Wood y el propio Frank Miller (como el sacerdote que vende al cardenal); entre las mujeres: Rosario Dawson, Jessica Alba, Brittany Murphy. Las palmas se la llevan Clive Owen, Rosario Dawson, Brittany Murphy y Mickey Rourke. Lo de Jessica Alba cara (por llamarlo de algún modo) de la promoción de la película, es de segundo orden; en realidad no logra despegar su personaje, ni darle voltaje emocional o erótico. Raro, porque fue la apuesta fuerte de la publicidad previa, en su papel de Nancy, la vaquera.

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Agregamos otras postales al almanaque del taller mecánico, además de la mencionada figura de Jessica Alba, revoleando el lazo: Rosario Dawson (baba emérita), como Gail, look sadomasoquista, valkiria sedienta de sangre y una mención especial para el desnudo de Carla Gugino, la policía lesbiana que se roba los ratones de la platea y de las salas vecinas, también.

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Escenas: la escena inicial; el “trabajo” de Marv con el asesino serial; el diálogo entre Dwight (Clive Owen) y Jackie Boy (Benicio del Toro); el enfrentamiento final entre las prostitutas de Pueblo Viejo y la mafia; el baile de Jessica Alba sobre la barra; el parloteo de Brittany Murphy, tratando de evitar que su novio le pegue.

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Frases: “Soy el nuevo novio de Shellie y estoy fuera de mí. Así que si le hablas de nuevo o sólo piensas en ella, te cortaré de un modo que ya no serás útil para ninguna mujer”, “Estás cometiendo un gran error, hombre… Un ‘gran’ error…”; “Tú acabas de cometer un gran error… no respires”; “La valkiria a mi lado disparaba y reía con satisfacción y resentimiento, sedienta de la sangre de la masacre… y yo también”; “Es sangre por sangre y por galón. Como en los viejos días, los malos días, los días del todo o nada”; “¿Kevin? ¿Eres tú?”, “Lo que quedó de él… El perro se comió el resto”; “Ella huele como los ángeles deben oler”; “Un hombre viejo muere. Una mujer joven vive. Un trato justo”; “Esta vez no tuve tiempo de decirle que se callara. Era cierto que era un idiota, era cierto que estaba muerto, era cierto me que estaba imaginando que me hablaba. Nada de eso impedía que el bastardo tuviera razón. No tenía ninguna oportunidad en el infierno de rebasar a ese policía. No en esta cafetera. La única pregunta era sí lo iba a asesinar o no. Es duro de decir. Por lo que sabía, él era un policía decente, un muchacho común. Un trabajador con una hipoteca, una esposa y una pila de hijos. Mi mano se mueve por sí misma, desliza mi arma en mi regazo y la amartilla. No sé que hacer”; “¡Maricones! ¿No pueden darle más potencia a eso? ¡No tengo toda la noche!”; “Mi guerrera. Mi Valkiria. Siempre serás mía, siempre y nunca. Nunca. El fuego, bebé. Nos quema a ambos. Nos asesina a ambos. Y no hay lugar en el mundo para esta clase de fuego. Siempre y nunca. Si tengo que morir por ti esta noche, lo haré”; “Clavaré los ojos en el bastardo cuando él grite por Dios y reiré más fuerte cuando gima como un bebé. Y cuando sus ojos mueran, el infierno a donde lo mandaré le parecerá el cielo, después de lo que haga con él”; “Mucha gente piensa que Marv está loco. Él sólo tuvo la mala suerte de nacer en el siglo equivocado. Él estaría en su hogar, en un antiguo campo de batalla, blandiendo un hacha en la cara de alguien. O en la arena romana, tomando espadas de otros gladiadores como él”; “Él nunca gritó. Ni cuando el perro le comió sus entrañas y sus intestinos le colgaban, él nunca gritó”; “Miho. Tú eres un ángel. Eres una santa. La Madre Teresa. Elvis. Dios. Y si hubieras venido diez minutos antes, aún tendríamos la cabeza de Jackie Boy”; “Mortal, pequeña Miho. Ella no te hará sentir nada, al menos que lo quiera. Ella gira su espada. Él lo siente”; “No importa lo que haga: no grites”; “Que mal modo de terminar una sociedad… que modo de empezar mi retiro”; “Lucille es mi oficial de palabra. Es lesbiana. Dios sabe porqué. Con su cuerpo, podría que cualquier hombre hiciera lo que quisiera”; “¡Él me hizo mirar!”; “Caminando por los callejones de Sin City, te puedes encontrar cualquier cosa…”; “El viento está eléctrico. Ella es suave y húmeda, casi sin peso. Su perfume es una dulce promesa que me traen lágrimas a los ojos. Le digo que todo está bien, que la salvaré de cualquier cosa que ella tema y que iremos lejos, muy lejos. Le digo que la amo. El silenciador convierte en un susurro el disparo. La sostengo hasta que se va. Nunca sabré de qué escapaba. Sólo será otro cheque en la mañana”; “Nunca le dé a un irlandés, un motivo para vengarse”; “Al final sólo estaba golpeando pedazos de huesos en el suelo. Así que paré”.

CONSEJO: espíritus sensibles, abstenerse. El resto, ir a verla.

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