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críticas chatarras

lunes, agosto 01, 2005

el comienzo del cuento 

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VIDA EN PAREJA

El título original es "5x2". Cinco capítulos en la vida de dos personas, una pareja. Cinco momentos decisivos, remontando la flecha del tiempo. Primero, el divorcio y el último encuentro sexual; la última escena, el flechazo idílico de postal: juntos en el atardecer sobre el mar. En el medio, las pequeñas miserias que van deteriorando lo que alguna vez amagó con ser perfecto.

François Ozon ofrece, otra vez, un guión de hierro, perfectamente estructurado, con un tono indudablemente francés, donde ninguna frase está al azar. Hasta hay líneas del diálogo que se repiten, de modo especular, en el primer segmento y el último (por ejemplo, un mismo personaje que dice "se acabó", para referir a dos romances terminados).

La primera escena (la última del romance) empieza con el divorcio (de tono notarial) y culmina con un brutal encuentro sexual, el último de la pareja, que confirma que todo está terminado. "Ni gané ni perdí. Se acabó, es todo" dice Marion, la protagonista de la historia. En esa escena se plantea una duda: ¿por qué Gilles fuerza sexualmente a Marion? ¿Un último acto de torpeza? ¿El postrero acto violento que termine de ratificar el deterioro mortal de la relación? El desarrollo posterior (paradójicamente, la involución, el viaje hacia el pasado) sugiere otra visión, una interpretación que juega durante los siguientes segmentos, en segundo lugar: la homosexualidad no asumida de Gilles. Esa violación final es el patético intento, un último manotazo de ahogado, para que Marion forme parte de su sexualidad.

En los segmentos siguientes, el guión describe los signos de ese deterioro, la misma conducta de apatía sexual que sugiere que el problema matrimonial de Marion está en otra parte. "¿Cómo no vio esos signos?", preguntamos. "¿Cómo pudo terminar tan mal, algo que empezó tan promisoriamente", nos descubrimos cambiando la pregunta en el final.

Ese es el acierto del guión de "Vida en pareja", reconocer los síntomas del fracaso sentimental, pero que sólo pueden ser reconocidos una vez que se ha recorrido el camino. Nadie podía anticipar cómo terminaría la relación entre Marion y Gilles, pese a que conocido el final, podíamos reconocer, sin dudarlo, los momentos que sugerían el desenlace fatal.

Hay una segunda historia que actúa en un discreto segundo plano, una línea paralela que refleja el deterioro de otro amor, como imagen del tema principal, que es la historia de amor de los padres de Marion, que avanza por la misma senda de destrucción e incomprensión.

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El buen guión de François Ozon y Emmanuèle Bernheim cuenta con una cómplice fabulosa, la excepcional Valeria Bruni Tedeschi, fundamental para llenar los huecos de esta historia. Hace tiempo que no vemos a una actriz que despegue de la pantalla con tanta sensualidad. Lo suyo no es un despliegue de diosa del Olimpo, si no una carnalidad cotidiana de caderas anchas y tersura felina. Es su presencia, el principal pilar para que el correcto guión (con más sutilezas que golpes de efecto) cobre vuelo. Otro acierto de Ozon, un director especializado en actrices. En sus filmes, siempre las protagonistas toman el mando e imponen su estrógeno de celuloide.

Escenas a destacar: el encuentro sexual inicial; la secuencia del hospital; el encuentro de Gilles y Marion, en el mar; el encuentro de Marion con el turista norteamericano, en su noche de bodas. La frase: "¡Basta!".

CONSEJO: para amantes del cine europeo. El resto, abstenerse.

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