lunes, agosto 22, 2005
el chico manos de chocolate
CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE
“Cuando era chico yo sentía una emoción deliciosamente triste ante las calesitas, los circos y los caleidoscopios. No me gustaban, no me divertían. Peor me hacían sentir una inmensa piedad por aquellas gentes, más inocentes que yo, que trataban de agradarme con ingenio modesto. De entre mis juguetes infantiles recuerdo una cimitarra de madera que me trajo mi padre. Mis juegos no incluían las gestas sarracenas, de modo que no pude sacarle mayor provecho. Pero allí estaba el amor del hombre aquel, que tal vez no me comprendía”.
ALEJANDRO DOLINA
Crónicas del Ángel Gris
Poesía nocturna recitada por un marinero borracho; rachas de bruma invernal enredadas en el tibio rayito de sol dulzón de la mañana; libro de estampas, hojas ajadas por la erosión de los siglos; huellas digitales de dedos descarnados reposando sobre los solitarios flancos de los ataúdes supurando su pus seroso de tierra húmeda; calavera que sonríe a medias, mitad sarcasmo, mitad luna menguante agusanada. Sueñe imágenes, viértalas en un bol de concavidades azucaradas, sáquele brillo en el lado oscuro de la luna y súbase a la primera brisa tropical. Aproxímese al horizonte y trepe hasta las estrellas. Sonría: la vida se acaba en la primera curva y antes de encarar la recta, dormirá por siempre, entre sábanas de jengibre y tules de vómito. Nos sacamos el sombrero, Burton (no el actor, no el aventurero de las mil noches árabes); Tim, te estábamos esperando desde “El chico manos de tijeras”. Gracias por visitarnos otra vez.
“Charlie y la fábrica de chocolate” puede ser visto como otra película basada en un cuento infantil. OK. Si quiero verlo así, véalo así. Pero al hacerlo se pierde la mayor parte del juego, la gracia oculta tras una pequeña obra maestra. Tim Burton se apoya en el libro de Roald Dahl y el guión de John August, para desplegarnos su abanico de imágenes casi surrealistas, su caminar por el borde de la cornisa, su sintaxis alucinógena de espasmo delirante. Burton es un niño grande, esto es, tras la cámara juega con sus chiches (sus personajes) con el candor de un niño, pero con la mirada melancólica del grande que sabe que, algún día, todo ese juego deberá fatalmente acabarse. Esa visión dota a sus mejores películas de una ternura azulada, una marca peculiar, propia, con mucho de humor negro, mucho de morbo, mucho de sueño, duermevela febril. Estas aristas oscuras conforman la firma del artista, el mundo interior del creador. Y reconocer esos patrones, en las mejores películas de Burton, es una delicia, uno de esos placeres que el arte cinematográfico suele escasamente depararnos.
“Charlie y la fábrica de chocolates” es la historia de una visita a una mágica fábrica de chocolate, un tour dirigido en persona por el maravilloso Willy Wonka, el dueño de la empresa que produce los chocolates más ricos del planeta. Cinco chicos, con cinco grandes que lo llevan de la mano, competirán, sin saberlo, por un premio más grande de lo que sospechan.
Detrás de esa mera anécdota, “Charlie…” en verdad está contando los pecados capitales de la infancia de estos tiempos. Cerdos golosos, consentidos infames, violentos rabiosos, competitivos estresados. Citando a Alejandro Dolina, “no toda precocidad es auspiciosa”; en algunos chicos, la precocidad “consiste en adquirir antes de tiempo el tono vacío y protocolar de las conversaciones de sala de espera. Y aprenden a los seis años la torpe filosofía de los tontos satisfechos”. ¿Por qué apurar a los niños a volverse pavos, si ya van a tener tiempo suficiente para serlo? Reflejos de unos adultos más otarios que ellos, el guión de “Charlie…” no se hace esperanzas de cambios. Es bueno advertirlo: cuando pervertimos a un niño (de la peor manera: volviéndolo un estúpido) no hay marcha atrás. Pavo está, pavo queda. Roto el cristal mágico, no hay esperanzas: adultos crónicos, sin retorno.
Los pibes que salen de la fábrica de chocolate son freaks, no por lo que les pasó adentro, si no porque lo eran antes de entrar. El único que sale indemne es el pibe que menos tiene, en términos económicos, pero que brilla en piedad y amor, valores menospreciados en el globalizado mercado de las golosinas.
Burton apela a la sátira, a la referencia cinéfila, para nombrar estas pequeñas moralejas que se repiten en cada historia. Cada segmento, con un color peculiar; cada tramo, con una canción, un cliché del musical de Hollywood (desde la “Escuela de sirenas” de Esther Williams, nado sincronizado en un río de chocolate líquido, hasta el rock and roll, o el dedito hacia arriba de Travolta en “Fiebre del sábado por la noche”). Citas a “Psicosis” o el memorable homenaje a “2001” (el non plus ultra del cine de ciencia ficción, para adoctrinar sobre los riesgos de la tecnología en la mente –y el cuerpo- infantil).
En el medio, otra antológica composición de Johnny Depp, el alter ego de Tim Burton, uno de esos intérpretes que salta, de un personaje a otro, y que puede hacernos creer que es muy común toparnos con actores de esa ductilidad. No, piénselo un momento, no es así, no es tan fácil, recurra a la memoria y comparte con tanto actorcito (argentino y de los otros) que apela al estereotipo y al grito pelado, como elemento dramático. Una mención especial a Christoper Lee, a Helena Bonham Carter, a James Fox y a David Kelly (el abuelo de Charlie).
El personaje: Oompa Loompa (multiplicado por un millón), con la voz, en los coros, del premiado Danny Elfman, creador de las canciones y la música de la película. La fotografía de Philippe Rousselot y del equipo responsable del diseño de arte y el vestuario (auguro más de una nominación al Oscar en esos rubros). La banda de sonido, de colección.
Escenas: el homenaje a “2001”; el viaje en el ascensor transparente; la escena en la que Charlie manifiesta su deseo de vender el ticket dorado y la contestación del abuelo; la presentación de personaje de Willy Wonka; la escena de las ardillas peladoras de nueces; la escena del reencuentro de Willy Wonka y su padre.
Frases: “¡Encontraste el último ticket dorado de Wonka!”; “¡Willy Wonka / Willy Wonka / el gran chocolatero!”; “El chico que encuentre el ticket dorado es uno que puede comprar dulces todos los días. Nuestro Charlie sólo compra uno al año. No tiene chances”, “Todos tienen una oportunidad, Charlie”, “Recuerda mis palabras. El primer chico que encuentre el ticket dorado será gordo, gordo, gordo”; “No había visto estas bicúspides desde… ¿Willy?”; “Lo siento. Acabo de tener un flashback”; “Todo en este cuarto es comestible. Hasta yo. Pero eso se llama canibalismo, mi querido niño, y de hecho está mal visto en la mayor parte de las sociedades”; “Nada mejor que las coles, para acompañar la col”; “¿Son personas reales?”, “Por supuesto que lo son. Ellos son Oompa Loompas”, “¿Oompa Loompas?”, “Importados. Directamente de Loompalandia”, “No hay tal lugar”, “¿Qué?”, “Mr. Wonka, yo soy profesor de geografía y le digo que…”, “Bien, entonces sabe que terrible país que es…”; “Hueles a maní. Me gusta el maní”, “Hueles a anciana. Y a jabón. Me gusta”; “Todos estos años… y no usaste hilo dental”, “Ni una sola vez”; “¡Ja, ja, ja! ¿No fue maravilloso? Pensé que era un poco enredado en la mitad, pero… ¡qué final! ¡Guauu!”; “Bienvenidos a mi fábrica, niños y esa gente detrás deben ser sus pa… pa… pa…”, “¿Padres?”; “Los dulces no tienen que tener ningún propósito. Por eso son dulces”; “¿Tiene alguna cita?”, “No. Pero está atrasado”; “¿No puede ponerme en reversa?”, “Es un televisor; no un teléfono”; “¿Qué tienes contra mi familia?”, “No es sólo contra tu familia. Es la idea… sabes, siempre te están diciendo lo que hacer y eso no favorece a una atmósfera creativa”; “Charlie, hay dinero en todos lados. Ellos imprimen más y más cada día. ¿Pero el ticket? Hay sólo cinco y es todo, no habrá más. Sólo un tonto lo cambiaría por algo tan común como el dinero. ¿Tú eres un tonto?”; “Papá, yo quiero otro pony”; “Debo decir que parece ensayado”; “Mi nombre es Willy Wonka”, “¿No debería estar allá arriba?”, “¿Y cómo podría ver el espectáculo desde allí, pequeña niña?”; “¿Quiénes la echaron a perder? / ¿Quiénes son los culpables que sea así? ¿Quién corre a darle todo lo que ella necesita? / ¿Quién la convirtió en tal miserable? / ¿Quiénes son los culpables? ¿Quién fue? / Los culpables son… tristemente / su adorable madre y su amado papá”; “¿Qué es lo que te haces sentir mejor cuando estás mal?”, “Mi familia”; “Mr. Wonka, ¿cuánto quiere por una de esas ardilla? Ponga un precio”, “Oh, no se venden. Ella no puede tener una”, “¡Papá!”, “Lo siento, querida, Mr. Wonka está siendo irracional”; “Si vivo en la fábrica… ¿nunca más veré a mi familia?”, “¡Sí! ¡Considéralo un bonus!”.
CONSEJO: ir a verla. Después no digan que no les dije.
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