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críticas chatarras

miércoles, mayo 11, 2005

genes argentinos 

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WHISKY

Comedia uruguaya con genes argentinos. "Whisky" está inscripta en esa dinámica desganada del cine independiente argentino, con personajes grises, sin pasión ni dirección, que repiten, una y otra vez, sus acciones mecánicas, sin posibilidad de cambiar, de alterar sus vidas que avanzan en círculos concéntricos predeterminados. Sazonada con una feroz ironía, un humor negro que se destila en una carcajada amarga. "Whisky" funciona, termina siendo una buena película. Pero sólo hasta el bueno, como si hubiera más potencial en la historia a contar que la efectivamente contada.

"Whisky" es la historia de Jacobo Keller, un patético empresario textil que maneja (es una forma de decir) una precaria fábrica de medias, con dos obreras y una capataz. Jacobo es el tipo que se ha quedado en Uruguay a cuidar de la madre enferma. El otro hermano, Herman, triunfa en Brasil (también como empresario textil, también fabricando medias) y se ha despreocupado de lo que ha quedado en casa. Ahora, un año después de la muerte de su madre, Herman vuelve. Y Jacobo no encuentra mejor manera que recibirlo que pedirle a Marta, su capataz, que simule ser su esposa durante su estadía.

Ese es el triángulo que ejecuta la mínima acción de la película. Repeticiones, rituales cotidianos, silencios y agresión nunca dicha. Jacobo está tan ensimismado en su enojo, en su furia contenida, que es incapaz de ver a Marta que ofrece oportunidades para estar a su lado. La ve como una entidad existente del paisaje, como una propiedad que estuvo antes y estará después, no importa lo que pase.

"Whisky" cae en los vicios de nuestro cine. A una muy buena presentación de personajes y planteo del conflicto, el medio decae en la postergación, indefinida, de la confrontación dramática. Hay una característica del cine independiente local de menospreciar el diálogo, esconder la palabra y realzar la falta de acción. La historia de los hermanos Koller exige cierta explosión, cierto cruce entre los hermanos, que jamás se realiza. Todo se efectúa en un segundo plano, en un lucha sorda entre bambalinas. Pero no se explícita. El espectador asiste a la superficie del lago, con alguna que otra onda que evidencia la pugna subterránea. Pero nada más que eso.

El elenco es notable y parejo, en sus patéticos roles, bordeando lo kitsch y lo vulgar. Máscaras tragicómicas, sostienen el árido guión. Dos cameos honorarios de esta estética indy: Daniel Hendler y Ana Katz (la pareja de mieleros argentinos en el hotel). La frase: "Es precioso".

CONSEJO: esperar al video.

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